Los partidos gobernantes Unión Demócrata Cristiana (CDU) y Unión Social Cristiana (CSU) de Alemania se están preparando para incorporar al gobierno a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Ese es el significado de la retórica antiinmigrante del canciller Friedrich Merz, que ha dominado los medios de comunicación durante los últimos diez días.
Durante una aparición en Brandeburgo el 14 de octubre, el canciller se jactó de los “éxitos” de su gobierno en mantener a los migrantes fuera del país. Entre agosto de 2024 y agosto de 2025, el número de solicitudes de asilo nuevas había disminuido en un 60 por ciento, afirmó Merz. Añadió que “por supuesto, aún seguimos teniendo este problema en nuestras ciudades, por lo que la ministra federal del Interior está trabajando ahora para habilitar y llevar a cabo repatriaciones a gran escala”.
Describir a las personas de origen no alemán como un “problema” en el paisaje urbano que debe resolverse mediante repatriaciones masivas es racismo puro y le hace el juego a la AfD. Cualquiera con un mínimo entendimiento político sabe que este tipo de consignas racistas fortalece a la AfD. Y eso es intencional.
Cuando Merz fue criticado por sus comentarios racistas, redobló la apuesta. “Pregunten a sus hijos, a sus hijas, a sus amigos y conocidos: todos confirmarán que esto es un problema, al menos después del anochecer”, declaró ante la prensa.
Migrantes que alteran la apariencia de las ciudades y amenazan a las hijas de las “buenas familias” al caer la noche: no hay forma más clara de apelar a los prejuicios atrasados y temores vagos de la clientela de la AfD. Numerosos otros líderes de la CDU/CSU también han respaldado y defendido las declaraciones racistas de Merz.
No es la primera vez que Merz incita al odio contra los migrantes. Es conocido por llamar “pequeños pachás” a niños migrantes y afirmar que los solicitantes de asilo están quitando lugares a los alemanes en las consultas dentales. Poco antes de las elecciones federales de este año, Merz aprobó dos mociones antiinmigrantes en el Bundestag junto con la AfD. Claramente buscaba probar la reacción ante una colaboración con la extrema derecha.
Pero cuando la incitación xenófoba proviene del jefe del gobierno, adquiere un peso totalmente distinto. Merz lo expresa en un contexto en el que la coalición gobernante con el Partido Socialdemócrata (SPD) tambalea de una crisis a otra y ha perdido su mayoría en las encuestas. Crece la presión dentro de su propio partido para derribar la llamada “barrera de contención” contra la AfD y cooperar abiertamente con ella a nivel estatal y federal.
A nivel local, dicha colaboración ya es práctica común desde hace tiempo. El Centro de Ciencias Sociales de Berlín (WZB) examinó más de 11.000 reuniones de órganos representativos locales entre mediados de 2019 y mediados de 2024. El estudio, titulado “¿Se mantiene la barrera? Un análisis de toda Alemania”, concluye que casi una de cada cinco mociones presentadas por la AfD recibió el apoyo de la CDU u otros partidos establecidos.
Los partidos tradicionales también cooperan con la extrema derecha a nivel estatal. En Sajonia, donde la CDU y el SPD forman un gobierno minoritario, la AfD participa desde etapas tempranas en todos los procedimientos legislativos mediante un mecanismo de consulta. En Sajonia-Anhalt y Mecklemburgo-Pomerania Occidental, donde habrá elecciones estatales el próximo año y la AfD lidera en las encuestas, dirigentes de la CDU están presionando para una cooperación con la extrema derecha.
Uno de los portavoces de esta corriente es el historiador y exasesor de Merz, Andreas Rödder. En lugar de marginar a la AfD, Rödder sostiene que debe buscarse el diálogo con el partido y celebrarse un “debate sobre los temas”. Solo así, afirma, se puede forzar al partido a decidir “qué rumbo desea tomar: extremista o democrático”.
Como si eso no se hubiera decidido hace mucho. Incluso la derechista Oficina para la Protección de la Constitución, el principal servicio de inteligencia interior de Alemania, clasifica actualmente a la AfD como “extremista de derecha comprobada”.
“Mientras tanto, las tesis de Rödder se están difundiendo entre la base de la CDU”, informa la revista Stern. Allí son vistas como una “salida de emergencia” de las coaliciones con el SPD y los Verdes. “Incluso en la fracción del Bundestag, algunos llevan tiempo formulando la peligrosa pregunta de por qué no se aprovechan de una vez las mayorías de derecha para aplicar políticas derechistas: una CDU pura, económicamente liberal y socialmente conservadora”, según Stern .
Jens Spahn, jefe del grupo parlamentario CDU/CSU en el Bundestag y rival interno de Merz, respalda la línea de Rödder. “Durante diez años, Alemania ha votado por mayoría a la centroderecha, pero luego es gobernada por gobiernos de centroizquierda”, se quejó recientemente en el FAZ. Spahn también ha promovido la financiación pública del think tank derechista de Rödder.
Los defensores de una cooperación directa con la AfD son ahora tan influyentes que el comité ejecutivo de la CDU organizó un retiro de dos días el pasado fin de semana para debatir cómo manejar en el futuro a los extremistas de derecha.
Posteriormente, Merz aseguró que la AfD sería “nuestro principal oponente” en las cinco elecciones estatales del próximo año. Enfatizó que la CDU se distanciaría de la AfD “muy clara e inequívocamente”. “Temas fundamentales y convicciones políticas fundamentales nos separan de la AfD”, afirmó. Pero esto es claramente una mentira, como demuestra su propia agitación contra los migrantes.
El World Socialist Web Site ha advertido durante años que la AfD está siendo sistemáticamente promovida desde arriba. En su libro ¿Por qué han vuelto?, publicado en 2018, el presidente del Partido Socialista por la Igualdad, Christoph Vandreier, demostró que el crecimiento de la AfD no puede entenderse “sin examinar el papel del gobierno, el aparato estatal, los partidos, los medios y los ideólogos en las universidades que le están pavimentando el camino”.
El SPD, Los Verdes y el partido La Izquierda, que ocasionalmente critican el racismo de Merz, también son responsables del fortalecimiento de la AfD, tanto como la CDU/CSU. Durante años han impulsado recortes sociales, políticas de deportación, una escalada del aparato de seguridad y políticas militaristas tanto a nivel federal como estatal, lo que fortalece a los extremistas de derecha y empuja a personas desesperadas hacia sus brazos, al mismo tiempo que sabotean toda resistencia.
La diputada del partido La Izquierda Heidi Reichinnek ahora acusa a Merz de “racismo descarado”, pero canaliza la indignación hacia el callejón sin salida de la política de identidad feminista. “Cuando las mujeres caminan solas de noche, no temen a los migrantes, temen a los hombres: el problema es la masculinidad violenta y transfronteriza”, declaró a la Redaktionsnetzwerk Deutschland (RND).
El ascenso de la extrema derecha no se limita a Alemania, sino que se produce en prácticamente todos los países capitalistas desarrollados. Esto por sí solo muestra que no puede explicarse por las motivaciones personales de políticos individuales, sino que tiene causas sociales profundas. El capitalismo está inmerso en una crisis global sin salida, y la clase dominante solo tiene una respuesta: dictadura y guerra.
Las enormes sumas dedicadas al rearme y las guerras, financiadas mediante recortes a gastos sociales, la intensificación de la guerra comercial que destruye sectores industriales enteros y el enriquecimiento de oligarcas multimillonarios a costa de millones son incompatibles con la democracia. Por eso, las clases dominantes de todos los países capitalistas avanzados están volviendo hacia formas de gobierno autoritarias y fascistas, como hace cien años.
Este desarrollo está más avanzado en Estados Unidos, donde Donald Trump está estableciendo una dictadura presidencial autoritaria y reúne figuras fascistas a su alrededor. No enfrenta ninguna oposición significativa por parte del Partido Demócrata, que, al igual que Trump, representa los intereses de Wall Street y del aparato bélico. Las manifestaciones “Sin Reyes”, en las que participaron millones, muestran que “el gigante dormido” de la política estadounidense, la clase trabajadora, empieza a despertar.
Un desarrollo similar se vislumbra en Europa. En algunos países—Hungría, Italia, Chequia—los partidos de ultraderecha ya están en el gobierno. En Francia y Alemania están al borde del poder. Este desarrollo no se produce sin conflictos internos ni sin crisis.
El gran marxista León Trotsky señaló en los años 20 que la burguesía prefiere formas de gobierno más tranquilas al fascismo, ya que éste trae consigo convulsiones y peligros. “La gran burguesía ama al fascismo tanto como una persona con mandíbulas enfermas ama la extracción de muelas”, escribió. “Al final, sin embargo, se resignan a lo inevitable, aunque con amenazas, acciones y regateos”.
En la República de Weimar, la burguesía alemana gobernó tres años por decreto antes de decidir entregar el poder a Hitler. Su NSDAP había obtenido solo un tercio de los votos en las elecciones anteriores—2 millones menos que los partidos obreros, el SPD y el KPD. Pero los nazis eran necesarios para aplastar el movimiento obrero y convertir la economía en una máquina de guerra. Pese a su demagogia populista, el régimen de Hitler representó la dictadura pura y dura del gran capital.
Hoy también existen razones por las que sectores de la clase dominante vacilan ante la idea de llevar a la AfD al poder. Una de ellas es la política exterior. Los estrechos vínculos que algunos políticos de la AfD mantienen con Moscú y Beijing se consideran un obstáculo para la política de guerra de Alemania. Otra razón es la resistencia popular anticipada. Tras el trauma de la dictadura nazi y la guerra mundial, el rechazo al fascismo y a la guerra está profundamente arraigado en la población.
Pero sería una peligrosa ilusión creer que los conflictos dentro de los partidos establecidos y la presión desde abajo detendrán el ascenso de la AfD. Cuando el dolor—es decir, la lucha de clases—se vuelva demasiado intenso, las élites económicas y políticas optarán una vez más por la extracción de muelas. Ayudarán a los extremistas de derecha a llegar al poder, a quienes ya están promoviendo con todas sus fuerzas y cuyo programa ya están implementando.
El peligro del fascismo y la guerra solo puede detenerse mediante un movimiento independiente de la clase trabajadora—es decir, la inmensa mayoría de la población—que se libere de la influencia paralizante del SPD, el partido La Izquierda y los sindicatos, y vincule la lucha contra los recortes sociales, la guerra y la dictadura con el derrocamiento del capitalismo. Las condiciones objetivas para ese movimiento se están gestando explosivamente, como lo demuestran las oleadas de huelgas y protestas en toda Europa, Estados Unidos y otros países. Pero su éxito depende de la construcción de un partido que gane a la clase trabajadora para un programa socialista y la unifique internacionalmente: el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones, los Partidos Socialistas por la Igualdad.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de octubre de 2025)
