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El canciller Merz planea establecer la “República Blindada de Alemania”

El canciller Friedrich Merz en la ceremonia de revista de la brigada blindada de la Bundeswehr en Lituania [Photo by Bundesregierug / Guido Bergman]

En una entrevista detallada con el Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung el pasado fin de semana, el canciller alemán Friedrich Merz (Demócratas Cristianos, CDU) expuso el programa de guerra y política de gran potencia de la clase dominante. Según Merz, Alemania debe construir “el ejército convencional más fuerte de Europa”, superar los objetivos de la OTAN y prepararse para un período en el que “la ley del más fuerte” volverá a aplicarse. Afirmó que la era de un “orden basado en normas y en el derecho internacional” ha terminado, y que ahora lo que importa es la “fuerza”.

Estas declaraciones no son otra cosa que una declaración abierta de guerra y rearme sin restricciones. Merz pidió que Alemania vuelva a ser la potencia militar dominante del continente, si es necesario, de forma independiente a Washington. Aunque subrayó que quiere mantener la alianza nuclear con Estados Unidos, la cual permite a Alemania participar conjuntamente con EE.UU. en el uso de armas nucleares, explicó luego que, debido a las crecientes tensiones transatlánticas, en el futuro también podría ser necesaria una alianza nuclear europea conjunta con Francia.

En el mismo aliento, no descartó explícitamente un armamento nuclear alemán propio en caso de que la cooperación con Francia no se materialice. Simplemente afirmó que aún no es el momento adecuado para debatir ese tema, señalando que al menos dos tratados —el Tratado Dos más Cuatro y el Tratado de No Proliferación Nuclear— de hecho “impiden” ese camino. Cuando el F.A.Z. insistió en que “el país más grande de la Unión Europea no podrá evitar en algún momento un debate sincero al respecto”, respondió: “Aún no es el momento. Mi preocupación ahora es la defensa convencional”.

Esta declaración constituye una advertencia: el gobierno federal está primero modernizando masivamente su armamento convencional y, cuando llegue el “momento adecuado”, no dudará en avanzar hacia el armamento nuclear. Comentarios provocadores que llaman a una “bomba alemana” aparecen repetidamente en los medios burgueses. En agosto, el Handelsblatt publicó un artículo titulado “Extraño… ¿debemos aprender a amar la bomba?”, señalando: “La tecnología no es el problema. La decisión a favor o en contra de una fuerza nuclear europea y, en última instancia, alemana, es una cuestión política”.

El objetivo abiertamente declarado de crear “el ejército convencional más fuerte de Europa” significa el regreso de Alemania a su papel de potencia militar imperialista. El presupuesto de defensa para 2025 ya incluye 62.430 millones de euros del presupuesto regular y €24.060 millones de fondos especiales: un total de €86.490 millones, más que nunca desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Para 2029, el presupuesto de defensa aumentará a más de €150.000 millones, lo que corresponderá a aproximadamente un 3,5 por ciento del producto interno bruto. Además, se destinará alrededor de un 1,5 por ciento a preparativos de guerra en infraestructura, llevando el gasto total en guerra al 5 por ciento del PIB. Eso representaría más de €215.000 millones y aproximadamente el 45 por ciento de todo el presupuesto federal para 2024.

El rearme acordado, que fue aprobado con los votos del p artido La Izquierda y de los Verdes, solo es comparable con el llevado a cabo por los nazis en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Se crearán 10.000 nuevos empleos militares y 1.000 civiles, mientras miles de millones se destinarán a nuevos programas de armamento: 35 aviones de combate F-35, 60 helicópteros de transporte CH-47, varios cientos de tanques, vehículos blindados de infantería y de ruedas, buques de guerra, sistemas de drones, misiles y defensa aérea e incluso su propio comando espacial. Alemania está en camino de convertirse en la mayor potencia militar de Europa y el tercer mayor fabricante de armas del mundo, solo por detrás de EE.UU. y China.

Paralelamente a la expansión militar, también se está desarrollando una expansión económica hacia una economía de guerra. Bajo el título “Die Panzerrepublik” (La República Blindada), la edición actual de Der Spiegel describe el auge de la industria armamentística alemana. El reportaje ofrece una inquietante visión de la velocidad con la que toda la economía está siendo convertida a la producción bélica.

En Unterlüß, Baja Sajonia, Rheinmetall ha inaugurado la mayor fábrica de municiones de Europa: una planta que producirá 350.000 proyectiles al año para 2027. La empresa también fabrica motores para cohetes y se está expandiendo en España, Hungría y Eslovaquia. Salzgitter AG ha comenzado nuevamente a producir “acero blindado”, ausente durante décadas, y está agrupando sus actividades militares bajo la marca Salzgitter Defence.

El proveedor automotriz Schaeffler, la imprenta Heidelberg, el especialista en láser Trumpf e incluso fabricantes de coches como VW y Porsche están ingresando al negocio del armamento. Der Spiegel habla abiertamente de un nuevo “milagro industrial armamentístico”.

El gobierno está promoviendo activamente este proceso. Créditos públicos, fondos de la UE y subsidios energéticos están siendo desviados hacia fines militares. Las políticas económica, industrial y de defensa se están fusionando en un solo proyecto estatal, una clase de política de rearme dirigida que recuerda fuertemente a la economía de guerra de los años treinta. Entonces, como ahora, los contratos armamentísticos financiados por el Estado actúan como motor económico y la sociedad es ideológicamente adiestrada para ser “capaz de combate”.

Este desarrollo no se limita a la economía y el ejército. Merz habla de una “república bloqueada” que necesita “cambios fundamentales”. El gobierno federal ya está trabajando en la reactivación del servicio militar. El lenguaje del canciller es el de un Estado autoritario en transición hacia una movilización: la población debe aprender a hacer sacrificios; la democracia debe ser “combativa” y “actuar contra sus oponentes”.

Los costes del rearme los paga en todo aspecto la clase obrera. Como carne de cañón en los frentes de guerra y en forma de recortes históricos al gasto social. Mientras se recorta el subsidio ciudadano y los presupuestos sociales primero se congelan y luego se recortan drásticamente, se destinan cientos de miles de millones a tanques, misiles y otros materiales bélicos.

Los sindicatos están siendo integrados ideológicamente, con llamados a la “responsabilidad nacional” y a la “productividad de la industria de defensa”. La industria armamentística publicita el “patriotismo en el lugar de trabajo” y atrae a trabajadores cualificados con salarios relativamente más altos y contratos públicos integrales.

Las escuelas y universidades están siendo integradas en el proceso de militarización—por ejemplo, mediante visitas de oficiales juveniles y publicidad abierta para el ejército. Propagandistas en los medios burgueses difaman cualquier crítica al rearme y a la guerra como “antipatriótica” o “prorrusa” y celebran el resurgimiento de la industria armamentística alemana como un signo de fortaleza económica y afirmación nacional. La “república blindada” es glorificada como un moderno milagro económico financiado por el endeudamiento estatal y los recortes sociales.

Lo que emerge es un nuevo complejo militar-industrial. Grandes corporaciones como Rheinmetall, KNDS, Hensoldt, Diehl y Airbus Defence están registrando beneficios récord, mientras que pequeñas y medianas empresas les siguen en masa: el fabricante de motores Deutz suministra motores para obuses, ZF Friedrichshafen fabrica transmisiones para tanques, Renk provee al tanque europeo MGCS de sistemas de tracción, y cientos de pequeñas y medianas empresas de ingeniería mecánica están reconvirtiendo su producción a componentes militares. Start-ups como Arx Robotics y Helsing desarrollan sistemas de inteligencia artificial, drones y plataformas de combate automatizadas, financiadas por la OTAN y programas federales.

La Asociación Alemana de la Industria de Seguridad y Defensa informa que el número de pequeñas y medianas empresas involucradas en el armamento se ha más que duplicado desde 2021. Los inversores están trasladando capital a fondos DefenceTech. Para 2030, Alemania y la UE habrán invertido más de un billón de euros en la industria de defensa, una escala comparable únicamente con los programas de rearme y guerra en vísperas de la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Los paralelismos con la economía de guerra de los años treinta son particularmente llamativos. Entonces, como ahora, el Estado proveía contratos, dirigía el capital, controlaba la fuerza laboral y justificaba todo en nombre de la “necesidad” nacional. Bajo el Plan Cuatrienal nazi, la industria, el sistema financiero y el mercado laboral fueron completamente puestos al servicio de los preparativos bélicos. Hoy, esto ocurre bajo una fachada nominalmente “democrática”, pero con los mismos mecanismos económicos: control estatal, formación de monopolios, ofensivas de exportación y movilización ideológica.

El impulso del imperialismo alemán también es el mismo que bajo Hitler. Ochenta años después de los crímenes de la Wehrmacht y las SS, la clase dominante alemana se prepara nuevamente para una guerra de agresión hacia el Este. Bajo el pretexto de “defender la democracia”, Berlín persigue nuevamente los mismos objetivos de gran potencia que ya llevaron dos veces a Europa a la ruina: supremacía continental, control sobre Ucrania y toda Europa del Este y, en última instancia, la subyugación de Rusia.

A esto se suma la búsqueda de intereses imperialistas en otras regiones del mundo mediante el uso de la fuerza bruta militar. Las quejas de Merz sobre la falta de “armas antibúnker” para detener el programa nuclear de Irán o los medios para “desarmar” a Hamas resumen la lógica: una Europa liderada por Alemania debe estar en condiciones de intervenir militarmente y hacer la guerra para imponer sus intereses geoestratégicos y económicos.

Como en los años treinta, el objetivo es asegurar mercados, materias primas y esferas de influencia por la fuerza. La justificación oficial es “paz y seguridad”, pero en realidad, los mismos intereses capitalistas que provocaron las dos guerras mundiales impulsan hoy la carrera armamentística.

El rumbo adoptado por Merz y el gobierno federal significa guerra—tanto externa como interna. La clase obrera solo puede detenerlo organizándose de forma independiente, luchando contra la militarización y vinculando la lucha contra la guerra con la lucha contra el capitalismo. La “república blindada de Alemania” no debe hacerse realidad. Solo puede ser detenida mediante un movimiento socialista consciente contra la guerra, el militarismo y todo el sistema capitalista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de octubre de 2025)

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