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En el mitin “No Kings” en Washington, Bernie Sanders encubre a los demócratas y al capitalismo

El senador Bernie Sanders se pronuncia durante su evento “Combatiendo la oligarquía” en el Ford Idaho Center en Nampa, Idaho, 14 de abril de 2025 [AP Photo/Kyle Green]

En su artículo de 1938 “Los sacerdotes de las medias verdades”, León Trotsky denunció a aquellos que “se alimentan de semipensamientos y semisentimientos” y “viven de medias verdades, es decir, de la peor forma de mentira”.

Desde este punto de vista, vale la pena examinar el discurso pronunciado por el senador de Vermont Bernie Sanders en el masivo mitin en Washington, D.C. realizado como parte de las protestas nacionales “No Kings” (Sin Reyes) el 18 de octubre. Los principales patrocinadores del evento, entre ellos Indivisible y MoveOn.org, son apéndices del Partido Demócrata. Organizaron las manifestaciones para liberar presión social y canalizar la oposición masiva a Trump de nuevo hacia el Partido Demócrata, el cementerio de los movimientos sociales.

Alarmados por la magnitud de la oposición y la creciente radicalización de las masas —incluyendo su creciente repudio a los demócratas y su interés por una alternativa socialista— los organizadores decidieron que Sanders, quien planeaba hablar en un pequeño mitin en Vermont, se dirigiera al acto principal en Washington, con el fin de desactivar políticamente el movimiento.

Esta es la especialidad de Sanders, y lleva décadas haciéndolo. Cuando la clase dominante necesita a alguien que utilice frases con tono radical para desviar a los trabajadores y a la juventud de la lucha contra el capitalismo y conducirlos al callejón sin salida del sistema bipartidista y la política electoral, Bernie es su hombre. Es el consumado demagogo.

La perfidia de su papel resalta aún más en condiciones en las que Trump está utilizando a los matones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) para aterrorizar a comunidades de clase obrera, secuestrando inmigrantes e incluso a ciudadanos estadounidenses para enviarlos a campos de concentración; desplegando a la Guardia Nacional para ocupar ciudades; desafiando a los tribunales; calumniando a todos sus opositores como “terroristas antifa”; y preparándose para invocar la Ley de Insurrección, lo cual le facultaría para desplegar tropas activas en todo el país.

En su estructura, el discurso de Sanders en Washington fue una variante de su típico discurso de campaña: una denuncia del “autoritarismo” de Trump (nunca fascismo o dictadura) y del poder de la oligarquía corporativa, acompañada de una lista de males sociales —desigualdad, pobreza, destrucción de la educación, la vivienda, la salud y la educación pública— y una lista correspondiente de reformas sociales. No se ofrece ningún análisis social ni histórico. Más revelador que lo que se dice es lo que no se dice: no se menciona el capitalismo ni el socialismo.

Tampoco se propone ninguna estrategia para detener el camino hacia la dictadura ni para derrotar a Trump y a la oligarquía. La implicación es que basta con protestar, acompañando este gesto con la elección de más demócratas. Esta es una ilusión fatal.

En su discurso en Washington, la autocensura de Sanders se extendió al silencio cómplice frente al papel del Partido Demócrata en el ataque de Trump contra los derechos democráticos y al papel del aparato sindical en la represión de la resistencia obrera ante los despidos masivos y los recortes a los programas sociales. No hubo mención del apoyo bipartidista al genocidio en Gaza ni de la exigencia demócrata de que Trump intensifique la guerra contra Rusia en Ucrania.

Por supuesto, hay contradicciones evidentes. Por un lado, Sanders declara: “Estoy hablando de una clase de multimillonarios que creen tener el derecho divino a gobernar, y que no solo quieren enormes recortes de impuestos para sí mismos, sino que rechazan cualquier forma de control o rendición de cuentas sobre su poder”. Por otro lado, sugiere que el dominio de la oligarquía sobre la sociedad puede eliminarse sin una lucha revolucionaria para expropiar su riqueza y su propiedad.

En un momento, Sanders dijo: “Estamos hablando de un puñado de las personas más ricas del planeta que, con su codicia insaciable, han secuestrado nuestra economía y nuestro sistema político para enriquecerse a costa de las familias trabajadoras en todo el país”.

Así pues, según Sanders, los oligarcas han “secuestrado” la economía y el sistema político que, de otro modo (y presumiblemente en algún momento pasado), era un modelo de igualdad y democracia. Este es un mito diseñado para separar el dominio oligárquico del sistema capitalista que lo genera.

En 1950, en medio de la “Gran Compresión” posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando disminuyó la desigualdad de ingresos, el 1 por ciento más rico de EE.UU. aún controlaba un tercio de la riqueza nacional y el 0,1 por ciento más rico controlaba el 10 por ciento. En otras palabras, la desigualdad generalizada está inserta en la propia estructura del capitalismo y la actual oligarquía es su producto, no la causa.

En su discurso, Sanders apeló demagógicamente al apego profundamente arraigado de los estadounidenses a las tradiciones democráticas de la historia del país. Declaró:

A lo largo de la historia de nuestro país, cuando los estadounidenses se han levantado y han luchado por la justicia, han prevalecido.

Cuando los fundadores se enfrentaron al rey Jorge, se les dijo que era imposible. Pero ganaron.

Cuando los abolicionistas lucharon para poner fin a la esclavitud, se les dijo que era imposible. Pero ganaron.

Estas, por supuesto, fueron revoluciones que derrocaron el orden existente. Sin embargo, Sanders las cita para afirmar que la protesta por sí sola puede defender los derechos democráticos y que la revolución social ni es posible ni deseable.

Sanders expuso el carácter impotente y en bancarrota de su política cuando hizo un llamado a los cómplices fascistas de Trump en el Partido Republicano (“mis colegas republicanos”) para que pusieran fin al cierre del gobierno:

Hoy les digo a mis colegas republicanos: Regresen de sus vacaciones de un mes, comiencen a negociar y no permitan que se destruya el sistema de salud estadounidense. Pongan fin a este cierre.

La hostilidad de Sanders hacia la clase obrera y su nacionalismo burgués quedan en evidencia por su indiferencia y casi completo silencio sobre la brutal persecución de los inmigrantes. Como en todos sus discursos, Sanders en Washington omitió cualquier demanda relacionada con los derechos democráticos de los inmigrantes.

No pidió la liberación de todos los inmigrantes detenidos ni la repatriación de todos los deportados que deseen regresar. No exigió el cierre de los campos de concentración de inmigrantes ni el desmantelamiento del ICE y la Patrulla Fronteriza (CBP), esa Gestapo migratoria. No exigió el fin de las redadas migratorias ni afirmó el derecho de todos los trabajadores, documentados o no, a vivir y trabajar donde deseen con plenos derechos democráticos.

De hecho, Sanders ha declarado públicamente su acuerdo con Trump sobre la necesidad de “asegurar la frontera”. En una entrevista emitida en el programa “This Week” de ABC News el pasado mes de marzo, le dijo al presentador Jonathan Karl que había “una cosa” en la que estaba de acuerdo con Trump: que EE.UU. debía frenar la inmigración “ilegal” por la frontera sur.

Tal es la perfidia política no solo de Sanders, sino de todo el séquito de organizaciones pseudoizquierdistas de clase media, como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA), que lo promocionan a él y a otros “progresistas” del Partido Demócrata (Alexandria Ocasio-Cortez, Zohran Mamdani). En su camino hacia una ruptura política con el Partido Demócrata y la construcción de un movimiento socialista de masas para derrocar a Trump y defender los derechos democráticos, la clase obrera debe repudiar conscientemente la política podrida, proimperialista y procapitalista de estas fuerzas.

(Artículo originalmente publicado en inglés el 21 de octubre de 2025)

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