El martes, el parlamento japonés nombró a Sanae Takaichi, la nueva líder del Partido Liberal Democrático (PLD), como primera ministra. La llegada al poder de esta figura ultranacionalista y belicista se produce bajo una nueva coalición gobernante que está empujando rápidamente la política del establishment aún más hacia la derecha.
El PLD y el nacionalista derechista Nippon Ishin no Kai acordaron formar un gobierno tras la salida de Komeito, socio minoritario del PLD durante mucho tiempo, de la coalición gobernante el 10 de octubre. Los dos partidos finalizaron su acuerdo el lunes, después de que Ishin también hubiera mantenido conversaciones de coalición posibles con los principales partidos opositores: el Partido Democrático Constitucional de Japón (CDP) y el Partido Democrático por el Pueblo.
Takaichi se convirtió en primera ministra con 237 votos en la cámara baja de la Dieta Nacional, incluidos los 196 escaños del PLD, los 35 de Ishin y algunos otros votos adicionales. Derrotó a su rival más cercano, Yoshihiko Noda, líder del CDP, quien recibió apenas 149 votos. A pesar de los totales, el nuevo bloque gobernante dirigirá un gobierno minoritario, con dos escaños menos de la mayoría.
Takaichi reemplaza a Shigeru Ishiba, quien renunció en septiembre tras resultados desastrosos para el PLD en las elecciones generales de octubre de 2024 y en las elecciones para la cámara alta en julio, en las que el PLD perdió sus mayorías en ambas cámaras del parlamento.
Los medios del establishment, tanto en Japón como en el extranjero, han celebrado el hecho de que Takaichi sea la primera mujer en convertirse en primera ministra del país, afirmando que su gobierno tiene un carácter progresista. Esto sirve para distraer de su historial de extrema derecha, así como de los ataques venideros contra la clase trabajadora que ya se están preparando.
Además, la llegada al poder de Takaichi fue un proceso profundamente antidemocrático. La amplia población no tuvo voz ni voto en su elección como presidenta del PLD ni en su nombramiento como primera ministra. Fue seleccionada por los más altos niveles del Estado mientras los partidos burgueses negociaban entre bastidores quién ocuparía el cargo.
Takaichi representa al ala más derechista de lo que ya es un partido de derecha. Es una destacada integrante de la organización ultranacionalista Nippon Kaigi. Este grupo promueve el revisionismo histórico y la remilitarización, y aboga por una educación “patriótica”; es decir, una educación que blanquea y minimiza los crímenes de guerra del imperialismo japonés en el siglo XX. También defiende la abolición de derechos democráticos para la clase trabajadora y se opone a la igualdad de género para las mujeres.
Takaichi también ha realizado visitas regulares al santuario militar Yasukuni, incluida este pasado 15 de agosto, aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Yasukuni está estrechamente vinculado con el militarismo japonés. Al igual que Nippon Kaigi, el santuario promueve una historia revisionista del imperialismo japonés y sus crímenes. Catorce criminales de guerra de clase A de la Segunda Guerra Mundial están consagrados allí. El último primer ministro en funciones que visitó el santuario fue Shinzo Abe en diciembre de 2013.
Takaichi mantenía una estrecha relación política con Abe. Ocupó numerosos cargos ministeriales durante el primer mandato de Abe entre 2006 y 2007, así como durante su periodo más largo en el poder de 2012 a 2020. Durante el gobierno de Abe, se impusieron “reinterpretaciones” constitucionales y leyes militares que permitieron a Japón emprender guerras en el extranjero, en violación del artículo 9 de la constitución.
El último cargo ministerial de Takaichi fue como ministra de Estado para la seguridad económica bajo Fumio Kishida, quien prometió duplicar el gasto militar hasta el 2 por ciento del PIB para 2027. Kishida también alineó aún más a Japón con Estados Unidos y Corea del Sur en una alianza militar trilateral de facto con miras a una futura guerra contra China.
Takaichi no planea simplemente continuar la agenda de sus predecesores; en alianza con Ishin, ya ha prometido acelerar rápidamente los planes de guerra y la remilitarización, en línea con las demandas de la clase dominante japonesa y del gobierno de Trump en Washington.
Ishin, pese a su retórica sobre “reformas” o lucha contra la “corrupción”, siempre ha compartido el objetivo del PLD de remilitarización y modificación constitucional para poder librar guerras y atacar los derechos democráticos. En consonancia con esto, las medidas populistas que Ishin ha propuesto serán rápidamente descartadas.
Hirofumi Yoshimura, dirigente de Ishin, declaró el lunes que el PLD y su partido “comparten la misma visión nacional y el deseo de fortalecer a Japón. Como partido reformista, queremos impulsar las reformas que hemos defendido hasta ahora”.
Estas “reformas”, incluidas en el acuerdo interpartidista firmado el lunes, contemplan la pronta revisión de tres documentos militares fundamentales que se anunciaron en diciembre de 2022 como parte del programa de remilitarización de Japón: la Estrategia de Seguridad Nacional, la Estrategia de Defensa Nacional y el Programa de Desarrollo de la Defensa. Estos programas estaban originalmente previstos para un periodo de diez años. También incluían el plan para duplicar el gasto militar.
Sin embargo, a medida que Estados Unidos intensifica su impulso hacia una guerra con China, los planes de Tokio son cada vez más vistos como insuficientes, tanto en Washington como en la propia capital japonesa. Trump ha exigido que aliados en Asia-Pacífico como Japón y Corea del Sur incrementen su gasto militar hasta un 5 por ciento del PIB.
El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Toshimitsu Motegi, declaró en relación con el gasto militar: “No se trata de la cantidad o del porcentaje del PIB. Lo que importa es el contenido de nuestra capacidad defensiva”. En otras palabras, la clase dominante japonesa está abandonando aún más cualquier limitación al gasto militar tras décadas de mantener un presupuesto militar de aproximadamente el 1 por ciento del PIB. Tales límites reflejaban el temor de la clase dominante frente al amplio sentimiento antibélico de la clase trabajadora.
Takaichi ha insinuado con fuerza que su gobierno aumentará el gasto militar próximamente, aunque no ha dado una cifra exacta públicamente. Sin lugar a dudas, este tema se discutirá durante la visita de Trump a Japón del 27 al 29 de octubre. El aumento del gasto militar con toda certeza se traducirá en recortes a servicios sociales esenciales, incluyendo educación, sanidad y programas de bienestar.
Si se aprueba el aumento presupuestario, Tokio planea continuar desarrollando y desplegando misiles de largo alcance. El ministerio de Defensa ya anunció a finales de agosto que prevé desplegar misiles mejorados Tipo-12 por primera vez en la ciudad de Kumamoto en marzo. Con un alcance de 1.000 kilómetros, esto pondría a la costa oriental de China y a la mayor parte de Corea del Norte en la mira.
Tokio también tiene la intención de desarrollar submarinos capaces de lanzar misiles verticalmente, así como submarinos con “sistemas de propulsión de nueva generación”, lo que se interpreta ampliamente como una referencia a embarcaciones propulsadas por energía nuclear. Otras revisiones en discusión incluyen eliminar las restricciones restantes sobre exportaciones de equipo militar al extranjero y potenciar la base industrial militar de Japón.
Para llevar a cabo esta mayor remilitarización, la coalición PLD/Ishin tiene la intención de revisar el artículo 9 de la constitución, en particular eliminando su segundo párrafo, que establece que “nunca se mantendrán fuerzas terrestres, navales ni aéreas u otro potencial bélico. No se reconocerá el derecho de beligerancia del Estado”.
Que estos planes se promuevan ahora de forma tan abierta no significa que haya desaparecido el sentimiento antibélico en la clase trabajadora. Esta agenda solo puede imponerse mediante un amplio ataque contra los derechos democráticos, el cual también está siendo promovido bajo el pretexto de la revisión constitucional. El gobierno de Takaichi, por tanto, marca un punto de inflexión significativo en los planes de la clase dominante para reafirmar militarmente los intereses imperialistas de Japón a costa de los trabajadores, tanto a nivel interno como internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de octubre de 2025)
