En la carrera presidencial chilena de 2025, Jeannette Jara, miembro del Partido Comunista y candidata presidencial de la alianza 'Unidad por Chile', lidera las encuestas. Las elecciones de noviembre plantean la posibilidad de que, por primera vez en sus 103 años de historia, el PC chileno lidere el comité ejecutivo de la oligarquía gobernante chilena.
Unidad por Chile es una alianza de derecha que incluye a la Democracia Cristiana, partidaria del golpe de Estado de 1973, el Frente Amplio del presidente Gabriel Boric, los partidos capitalistas Socialista, Radical, Liberal y Humanista, y algunos grupos de pseudoizquierda. Continuará y profundizará el programa de austeridad fiscal promercado y el autoritarismo de estado policial que ha caracterizado a la coalición gobernante 'Apruebo Dignidad'. Ministro de Trabajo de Boric hasta abril de este año, las reformas emblemáticas de Jara han tenido más en común con los ajustes estructurales del Fondo Monetario Internacional que con cualquier medida para mejorar las condiciones sociales.
'¡Viva el sistema de capitalización individual!', exclamó José Piñera tras la aprobación de la reforma previsional de Jara con un abrumador apoyo del Congreso en marzo pasado. Piñera, quien fue ministro de Trabajo del general Augusto Pinochet en la década de 1980, fue el artífice del sistema de pensiones privatizado, leyes laborales regresivas y otras medidas profundamente antisociales y contrarias a la clase trabajadora que consolidaron la desigualdad social extrema.
En su revista Economía y Sociedad, Piñera destacó la expansión del modelo de ahorro privado en un 60 por ciento que la nueva ley impuso, consolidando su vigencia 'indefinidamente' y generando un 'enorme impacto positivo' en los mercados de capitales. Piñera celebra que el ahorro privado forzoso de millones de trabajadores de las Asociaciones de Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), un monto cercano al 70 por ciento del PIB, se haya intensificado con la 'reforma', lo que ha engrosado aún más a los oligarcas chilenos parasitarios y al capital internacional.
La alianza Jara también buscará congraciarse con Washington, integrar aún más a las Fuerzas Armadas de Chile con el Comando Sur del Pentágono y apoyar la alianza militar de la OTAN. Seguirá de cerca los pasos de Boric, quien durante los últimos tres años atacó a Venezuela, Cuba y Nicaragua tachándolos de autoritarios para congraciarse con el imperialismo estadounidense, que a su vez se tambalea hacia la dictadura con la nazificación del Estado estadounidense impulsada por Donald Trump.
Para no ofender al actual inquilino de la Casa Blanca, los partidarios de Jara en la prensa liberal y de falsa izquierda, así como en las burocracias sindicales, junto con sus comentaristas aliados en redes sociales, han silenciado sus llamados formales a la 'unidad de la izquierda' contra el fascismo, empleados en todas las elecciones generales desde 2017, cuando el republicano José Antonio Kast, principal rival de Jara, se postuló por primera vez a la presidencia. Desde hace varios meses, se han mantenido al margen de esta cínica campaña.
Esto no se debe a que Kast haya dejado de representar un inmenso peligro para la clase trabajadora y la gran mayoría de la población. Ha prometido, de ser elegido, imitar a Trump y Milei y gobernar por decreto de emergencia, desplegar a las fuerzas armadas en las calles, expulsar masivamente a inmigrantes indocumentados y refugiados, imponer ataques radicales contra la clase trabajadora y recortar los impuestos a los ricos y las corporaciones. Sin embargo, es fundamental comprender que la mayoría de estas medidas ya han sido iniciadas por Boric.
Queda por ver si la administración Trump, que amenaza con una guerra contra Venezuela y Latinoamérica en su conjunto, colaborará con un 'comunista'. Pero al igual que Boric, quien se convirtió en el perro de presa del presidente Joe Biden en Sudamérica, hablando en todos los foros internacionales en nombre de la política exterior estadounidense, Jara se esforzará al máximo por complacer.
Los partidarios de Jara siguen fielmente la línea oficial de Unidad por Chile, atacando a Kast desde la derecha. El actual enfoque político y electoral de la campaña de Jara consiste en afirmar que Kast es fiscalmente irresponsable y poco confiable porque se niega a detallar cómo recortará 6.000 millones de dólares del gasto público. Jara, sin embargo, tiene un historial probado de satisfacer las necesidades empresariales.
En julio pasado, Jacobin América Latina publicó una entusiasta evaluación del currículum político y la campaña electoral, claramente derechistas, de Jara. Escrito por Karina Nohales y Javiera Manzi, activistas de la Coordinadora Feminista 8M de Chile, expresó un entusiasmo desbordante por la dilatada trayectoria política de Jara.
“En su rol como ministra de Trabajo, Jara personificó la gestión gubernamental eficaz… Durante la campaña, su constante énfasis fue destacar precisamente esta capacidad de gestión, en particular su capacidad para interactuar con el empresariado y la oposición, actores clave en la negociación de sus reformas”, escribieron con entusiasmo.
Afirmaron que no era la candidata 'favorita' del Partido Comunista, pero 'esta distancia ha terminado fortaleciendo, en lugar de debilitar, el alcance de su campaña'.
Citan a Jara:
No quiero que Chile se subordine a gobiernos extranjeros ni a modelos externos. Por eso mantendré una política internacional basada en la independencia y el multilateralismo, defendiendo los derechos humanos dondequiera que se violen en el mundo.
La afirmación de Jara sobre la supuesta 'independencia' de Chile se ve desmentida por la historia del país: el Partido Comunista, su partido, representó hasta el 16 por ciento de los miles de asesinados y desaparecidos y el 21 por ciento de las decenas de miles de detenidos y torturados por la dictadura militar de 17 años respaldada por Estados Unidos. Repitió el mismo argumento de 'defender los derechos humanos' que Boric utilizó para denunciar a los países históricamente oprimidos por el imperialismo estadounidense.
Las autoras feministas representan a un entorno adinerado obsesionado con la política identitaria, las posiciones y los privilegios. El gobierno de Apruebo Dignidad fue una bendición para toda una capa de académicos, profesionales, burócratas sindicales y arribistas feministas y LGBTQ+ que lograron acceder a los pasillos del poder político.
La verdadera tarea de Apruebo Dignidad fue salvar al capitalismo de una profunda crisis de gobierno debido a las explosivas huelgas y manifestaciones que estallaron en octubre de 2019, cuando la oposición arraigada y de larga data al capitalismo, al Estado y a la casta política civil convocó a millones de personas a las calles de Santiago, Valparaíso, Concepción, Antofagasta y todas las demás ciudades de la región. Las tres huelgas generales del levantamiento masivo y las mayores manifestaciones en la historia del país también desafiaron la imposición del estado de excepción por parte del presidente Sebastián Piñera, que dejó 36 muertos, cientos de mutilados y miles de detenidos y torturados en las redadas masivas subsiguientes.
La clase dominante se apoyó fuertemente en los sindicatos corporativistas, el Partido Comunista estalinista y el Frente Amplio para desorientar y desviar el sentimiento anticapitalista tras llamados a reemplazar la constitución autoritaria, la promoción del proceso parlamentario y el 'cambio a través del voto'.
El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PTR), el Movimiento Internacional de los Trabajadores (MIT), y otras organizaciones morenistas que se declaran trotskistas, también se esforzaron por sofocar la oposición anticapitalista. Su técnica específica para subordinar a la juventud y los trabajadores radicalizados al parlamentarismo fue plantear demandas cínicas a la 'izquierda' oficial y a los líderes sindicales, a sabiendas de que estas burocracias anquilosadas evitan, como la peste, cualquier cosa que requiera lucha, y mucho menos contra el capitalismo.
En 2021, Boric, el exestudiante radical, se convirtió en presidente de Chile en una segunda vuelta electoral, obteniendo el 55,8 por ciento de los votos en una participación histórica de trabajadores, estudiantes y jóvenes.
En vísperas de las elecciones, todos los llamados partidos de 'izquierda' generaron enormes expectativas en Apruebo Dignidad, que prometía 'enterrar el neoliberalismo', 'reformar' la policía militar asesina y reemplazar la carta fundacional de la Junta 'con la constitución más progresista del mundo'. La 'izquierda' también ejerció una enorme presión sobre la clase trabajadora y la juventud para que votaran por Boric como única forma de impedir la victoria de Kast, el fascista.
En contraposición a la euforia por las victorias electorales de la pseudoizquierda, este sitio web señaló que 'Boric ya había desviado el eje de su plataforma hacia la derecha durante la campaña, retomando temas de discusión sobre 'seguridad' y otros temas del manual de su oponente fascista'. El WSWS advirtió que, más temprano que tarde, Boric 'trabajaría para inmovilizar las luchas de la clase trabajadora... reprimir cualquier movimiento contra el capitalismo y, en cierto momento, desatará la represión estatal'.
No solo la represión estatal, sino también el andamiaje de una dictadura policial comenzó a tomar forma. La masiva inyección de fondos del gobierno pseudoizquierdista al aparato estatal y toda una gama de leyes represivas: la ley de usurpación, la ley Nain-Retamal (de gatillo fácil), la ley que unifica a los diversos aparatos de inteligencia y amplía sus poderes de espionaje, una ley antiterrorista renovada, medidas que protegen retroactivamente a los agentes estatales del uso de fuerza letal, no tienen precedentes desde el retorno al gobierno civil.
El autoritarismo es necesario para consolidar “la acumulación de riqueza en un polo (y) al mismo tiempo la acumulación de miseria, agonía del trabajo, esclavitud, ignorancia, brutalidad y degradación mental en el polo opuesto, es decir, del lado de la clase que produce su propio producto en forma de capital”, tomando prestadas las palabras de Marx.
En 2025, el patrimonio neto de la familia Luksic-Fontbona (metales, minería, banca, transporte marítimo) se estima en 44.000 millones de dólares, lo que la sitúa entre los 50 más ricos de la lista de Bloomberg; el patrimonio neto del fallecido presidente Sebastián Piñera y su familia es de 2.900 millones de dólares; el patrimonio neto del fallecido Horst Paulmann y su familia (comercio minorista) es de 5.500 millones de dólares; el patrimonio neto de Yarur Rey es de 1.300 millones de dólares; el patrimonio neto de Julio Ponce Lerou, yerno del general Pinochet (químicos, minería), es de 2.300 millones de dólares; y el patrimonio neto de los Angelini (forestal, minería), es de 3.500 millones de dólares.
La riqueza combinada de estas cinco familias milmillonarias asciende a 59.900 millones de dólares. Esto equivale al 16,7 por ciento del PIB de Chile, que se proyecta que alcance los 362.000 millones de dólares en 2025.
Defender y expandir esta concentración extrema de riqueza obscena es el verdadero legado de Apruebo Dignidad. Si gana las elecciones presidenciales, Jara continuará con este legado.
El Partido Comunista de Chile, de estalinista traidor a partido burgués declarado
Si bien la alianza del Frente Amplio de Boric está cada vez más agotada (su índice de aprobación ronda por debajo del 30 por ciento), existe una oleada popular demostrable en torno a Jara.
O, más precisamente, existe un giro significativo hacia la izquierda por parte de la clase trabajadora y la juventud, a pesar del clima político reaccionario, xenófobo y de orden público en cuya creación Apruebo Dignidad ha contribuido en gran medida, y a pesar de la campaña proempresarial de Jara.
El apoyo a Jara y su giro hacia la izquierda se explican por las inmensas expectativas e ilusiones que se han creado casi por defecto: la asociación de Jara con el supuesto Partido Comunista y los mil y un mitos que rodean al gobierno de la Unidad Popular de 1970-1973, del cual formó parte clave.
La tragedia del Partido Comunista radica en que, muy pronto, rompió cualquier vínculo con Luis Emilio Recabarren, quien, inspirado por Vladimir Lenin, León Trotsky y la Revolución Rusa, construyó la sección chilena de la Comintern en 1922.
Para la década de 1930, el Partido se encontraba completamente bajo la influencia del estalinismo y su programa del Socialismo en un Solo País, y como todas las demás secciones de la Comintern, se convirtió en un apéndice servil de la burocracia del Kremlin y sus objetivos de política exterior.
El partido chileno adoptó la teoría de la “revolución en dos etapas” de Stalin, que, en esencia, subordinaba a la clase obrera a los llamados capitalistas progresistas, quienes supuestamente derrocarían a los oligarcas terratenientes y el yugo del imperialismo, cumpliendo así las tareas de la revolución democrático-burguesa. También adoptaron el 'Frente Popular' de Stalin, que argumentaba que la amenaza del fascismo requería que el Partido Comunista formara un frente con las fuerzas capitalistas 'progresistas' y lanzara una guerra para defender el régimen democrático-burgués.
El Partido Comunista se mantuvo aferrado a estas teorías durante cuatro décadas, promoviendo el mito nacionalista de que la burguesía chilena tenía tradiciones democráticas y se adhería a las normas constitucionales. Rechazaba cualquier necesidad de lucha revolucionaria en favor de la 'vía parlamentaria al socialismo'.
Estas no eran ideas erróneas de individuos desorientados, sino la perspectiva de una organización que había abandonado la lucha por el derrocamiento revolucionario del capitalismo y que se había transformado, como el estalinismo en todos los países, en una agencia contrarrevolucionaria del capitalismo dentro del movimiento obrero.
Este fue precisamente el papel que desempeñó cuando la clase obrera y la juventud chilena se unieron al auge revolucionario internacional de las masas provocado por la crisis capitalista global a finales de la década de 1960 y mediados de la de 1970. Huelgas, ocupaciones y tomas de tierras estallaron en todo el país, planteando la cuestión de qué clase controlaría los medios de producción.
El gobierno de la Unidad Popular —los partidos Comunista y Socialista, las burocracias sindicales, la Izquierda Cristiana, el MAPU y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria—, que llegó al poder en octubre de 1970 impulsado por las masas radicalizadas, se mostró, de hecho, hostil al desarrollo de una estrategia socialista revolucionaria dentro de la clase obrera.
La Unidad Popular temía más la actividad revolucionaria independiente de los trabajadores que la amenaza de un golpe militar. Demostró su compromiso con el estado capitalista chileno movilizando al ejército y la policía para aplastar los 'Cordones Industriales', comités de acción y defensa de base formados para combatir los cierres patronales, la violencia fascista y la preparación de otro golpe militar tras el fallido intento de Tanquetazo de junio de 1973.
Hasta el final, el presidente Salvador Allende depositó su fe en el estado capitalista y las fuerzas represivas, incorporando a los altos mandos militares a su gobierno, quienes utilizaron sus cargos para lanzar el golpe, desatando una pesadilla que duró más de una década y media.
Jara personifica la transformación del Partido Comunista que tuvo lugar hace más de tres décadas, cuando los estalinistas de Moscú disolvieron la URSS, sumiendo a las masas en la pobreza y convirtiendo a los antiguos directores y gerentes de las industrias estatales privatizadas en propietarios oligárquicos.
La cuestión crítica que enfrenta a la clase obrera y a la juventud chilena es la del liderazgo revolucionario. Es necesario construir un nuevo partido basado en el programa genuino del socialismo revolucionario internacional por el que luchó el Comité Internacional de la Cuarta Internacional fundado por León Trotsky. Solo este partido internacional ha defendido la continuidad política del marxismo a través de su lucha implacable contra el estalinismo, la socialdemocracia, el revisionismo pablista y todas las demás formas de antimarxismo nacionalista.
A medida que la clase obrera se adentra en nuevas luchas decisivas, en medio del auge del fascismo, el peligro de la dictadura y la amenaza de guerra en la región, entrará en conflicto directo con el Partido Comunista, uno de los defensores más antiguos y astutos del capitalismo chileno. Los trabajadores y los jóvenes deben aprender las lecciones de las amargas traiciones y derrotas que los estalinistas infligieron a la clase obrera en Chile y a nivel internacional si quieren salir victoriosos.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de octubre de 2025)
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