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En medio de protestas “No Reyes”, el gobierno de Trump exhibe fuerza militar para intimidar a la oposición

Una guardia de honor militar llega durante un evento con el vicepresidente JD Vance y el secretario de Guerra Pete Hegseth para conmemorar el próximo 250.º aniversario del Cuerpo de Marines, el sábado 18 de octubre de 2025, en la Base del Cuerpo de Marines Camp Pendleton, en Camp Pendleton, California. [AP Photo/Gregory Bull]

El sábado, mientras millones de personas en Estados Unidos participaron en las manifestaciones “No Kings” (Sin Reyes), el gobierno de Trump organizó una escalofriante muestra de militarismo e intimidación en Camp Pendleton, en el sur de California.

Bajo el pretexto de conmemorar el 250.º aniversario del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, los operadores políticos de Trump organizaron un espectáculo bélico de gran envergadura que incluyó artillería con fuego real, desembarcos anfibios y aeronaves sobrevolando a baja altura.

La deliberada coincidencia de esta demostración con el estallido de protestas nacionales contra el autoritarismo deja claro su verdadero propósito: fue una manifestación política de fuerza, organizada para amenazar a la población.

El ejercicio, que clausuró temporalmente un tramo de 27 kilómetros de la Interestatal 5 entre San Diego y Los Ángeles, paralizó uno de los corredores de transporte más importantes del país. Por orden del gobernador de California, Gavin Newsom, el estado cerró la autopista alegando “razones de seguridad” mientras los marines disparaban obuses de 155 milímetros sobre la carretera. Miles de civiles quedaron varados durante horas y el tráfico comercial se detuvo. El uso de munición real tan cerca de una autopista pública puso de manifiesto la temeridad —y el carácter indudablemente político— del evento.

El vicepresidente JD Vance presidió el acto en Camp Pendleton, pronunciando un discurso político disfrazado de celebración patriótica. Glorificó el “espíritu guerrero” de los marines, denunció la “política partidista” y las “cuotas de diversidad” en las fuerzas armadas, y culpó a los demócratas del Congreso de amenazar los sueldos de los soldados al demorar la financiación del gobierno.

La crítica de Vance a la “política partidista” fue en realidad un llamado a la obediencia ciega: todo disentimiento, toda referencia al control civil o cualquier exigencia de que las fuerzas armadas se mantengan bajo control democrático fue implícitamente condenado, subordinando a los militares a las ambiciones de un aspirante a dictador.

El vicepresidente JD Vance (derecha) participa en una sesión informativa durante una demostración de capacidades anfibias en Red Beach, en Camp Pendleton, California, el sábado 18 de octubre de 2025, como parte de las celebraciones por el 250.º aniversario del Cuerpo de Marines. [AP Photo/Oliver Contreras/Pool]

Las declaraciones del secretario de Guerra Pete Hegseth eliminaron cualquier pretensión de que el evento fuera una conmemoración festiva. Su retórica fue abiertamente militarista, saturada del ethos de violencia y dominación que define el rumbo dictatorial del gobierno de Trump.

“La fuerza de ustedes está en la unidad de propósito”, declaró. “En su misión compartida. En su juramento a la Constitución”, la misma Constitución que el gobierno de Trump pisotea. “Vean, ustedes son diferentes. No son civiles. Son perros del diablo, cuellos de cuero, marines de los Estados Unidos”.

En un lenguaje indistinguible de la propaganda fascista, Hegseth glorificó el asesinato y la destrucción: “Ustedes están apartados para un propósito específico. Matan tipos malos y rompen cosas como medio de vida… Ustedes se acercan y destruyen al enemigo como profesión”.

El departamento de relaciones públicas del Cuerpo de Marines describió el evento como un “ejercicio de entrenamiento rutinario”, aunque la escala —1.300 marines, 4.000 marineros y el uso de vehículos anfibios, obuses y aeronaves— estuvo lejos de ser convencional. La localización fue “Red Beach”, sitio de entrenamientos anfibios desde la Segunda Guerra Mundial. Según autoridades estatales, California fue informada del sobrevuelo con munición real cerca de la Interestatal 5 con menos de 48 horas de antelación.

La afirmación del Pentágono de que el ejercicio era seguro quedó rápidamente desmentida. Fragmentos de uno de los disparos impactaron supuestamente en un vehículo de la Patrulla de Caminos de California (CHP) que formaba parte de la caravana del vicepresidente, evitando por poco una catástrofe que pudo haber matado o herido a civiles, evidenciando tanto el carácter temerario de la operación como el total desprecio de la élite gobernante por la seguridad pública.

Las críticas de Newsom, ampliamente difundidas por los medios, no apuntaron a la militarización en sí, sino a lo que calificó como “falta de coordinación” entre las autoridades federales y estatales. “Todo lo que podamos hacer para celebrar a nuestros veteranos, para celebrar a nuestros héroes, lo apoyo”, declaró Newsom. “Solo que lo hagamos coordinadamente con líderes estatales y locales. Esa sigue siendo una lucha con esta administración”.

Más adelante, amplió su posición en un mensaje publicado en X el domingo, luego del informe del CHP sobre el incidente: “Amamos a nuestros marines y estamos en deuda con Camp Pendleton, pero la próxima vez, el vicepresidente y la Casa Blanca no deberían ser tan irresponsables con la vida de las personas por sus proyectos de vanidad”.

Detrás de esta tentativa de minimizar el significado del evento hay un trasfondo amenazante. Trump, Vance y Hegseth consideran al estado de California como territorio enemigo, sin diferencia, desde su punto de vista, con Venezuela o Cuba. La afirmación del poder federal sobre el estado más grande del país contiene más que un indicio de guerra civil.

La fecha y el lugar fueron deliberadamente escogidos. Cerrar la Interestatal 5, una arteria clave entre dos regiones metropolitanas del oeste, simbolizó la militarización de la vida cotidiana y la subordinación de la sociedad civil a las fuerzas armadas. Miles de pasajeros se convirtieron en público involuntario del mensaje de la administración: las carreteras, cielos y espacios públicos son instrumentos del poder militar.

Las protestas nacionales “Sin Reyes”, que ocurrieron simultáneamente en cientos de ciudades, expresaron una oposición de masas al rumbo autoritario de Trump, incluyendo los ataques contra inmigrantes, derechos democráticos y programas sociales como Medicare, Medicaid y WIC, además de los intentos por desmantelar las instituciones científicas y sanitarias. El hecho de que las protestas coincidieran con una exhibición militar sin precedentes subraya la preparación de la clase dominante para enfrentar la creciente oposición social mediante la fuerza.

El uso politizado del aparato militar por parte de Trump tiene numerosos precedentes: desde el “Saludo a América” del 4 de julio de 2019 en Washington D.C., hasta sus órdenes de 2020 de desplegar tropas contra las protestas contra la violencia policial. Desde el verano, ha movilizado fuerzas en ciudades como Los Ángeles, Chicago y Memphis, señalando una militarización interna más amplia. Al igual que las operaciones violentas contra residentes de Chicago, la invocación del “legado anfibio” del Cuerpo de Marines durante un periodo de agitación interna transmite un mensaje claro: las fuerzas armadas no se están posicionando contra enemigos extranjeros, sino contra el pueblo estadounidense.

Considerado en un contexto social más amplio, el espectáculo adquiere un significado aún más grave. En todo Estados Unidos, las ciudades están siendo transformadas en campamentos militarizados. Unidades de la Guardia Nacional patrullan vecindarios bajo el pretexto de “mantener el orden”, mientras los programas sociales son desmantelados, la educación y salud desfinanciadas y miles de millones canalizados al Pentágono y al Departamento de Seguridad Nacional. La élite gobernante no se está preparando para la defensa externa, sino para una guerra de clases contra la propia población.

La complicidad de ambos partidos capitalistas en este proceso es inconfundible. Ambos defienden los mismos intereses de clase: la preservación del lucro capitalista, la supresión de la resistencia obrera y la proyección del poder militar estadounidense en el extranjero.

Detrás del fasto patriótico y la ceremonia marcial, la clase dominante está presa del miedo. El aumento de la desigualdad, el colapso de los servicios públicos y el deterioro del nivel de vida han generado condiciones explosivas. Las manifestaciones “Sinn Reyes” fueron una expresión inicial de esta oposición, y la respuesta de la élite es la represión, no la reforma.

El evento en Camp Pendleton no fue una conmemoración, sino un ensayo: un ejercicio en vivo de coordinación militar doméstica que involucró al vicepresidente, tropas en servicio activo, policías y agencias estatales.

La militarización de la vida estadounidense marca un giro decisivo. La fusión de la autoridad militar y civil —el uso de las fuerzas armadas como instrumento de control interno— ha definido a todos los regímenes autoritarios modernos, desde los Freikorps alemanes hasta la junta chilena. El mismo proceso está en marcha en Estados Unidos.

La clase trabajadora debe sacar las conclusiones necesarias. La defensa de los derechos democráticos no puede depender de los demócratas, de los funcionarios estatales ni de la jerarquía militar. Requiere una movilización independiente y organizada, que una a trabajadores de todas las razas y regiones contra el capitalismo y la guerra. La demostración en Camp Pendleton es una advertencia: las mismas fuerzas que libran guerras interminables en el extranjero están siendo dirigidas hacia adentro. Solo un movimiento obrero socialista y consciente puede frenar el descenso hacia la dictadura y acabar con el sistema que engendra militarismo y opresión.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de octubre de 2025)

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