El presidente estadounidense Donald Trump confirmó el miércoles que ha autorizado a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) llevar a cabo operaciones letales y encubiertas en Venezuela con el objetivo de derrocar al gobierno del presidente Nicolás Maduro. El World Socialist Web Site denuncia estos criminales planes de conquista imperialista de Venezuela.
Cuando periodistas lo interrogaron en la Casa Blanca sobre un informe del New York Times citando a varios funcionarios estadounidenses sobre la autorización, Trump no dudó en reconocer la orden. Esta admisión constituye una escalada extraordinaria de agresión imperialista estadounidense contra Venezuela y otros países.
Durante la conferencia de prensa, Trump también se jactó de que el Pentágono había ejecutado el martes otro ataque mortal contra una lancha rápida en el sur del Caribe, causando la muerte de seis personas. Esto eleva el número de civiles asesinados por acciones militares estadounidenses contra embarcaciones pequeñas acusadas—sin ninguna prueba—de tráfico de drogas al menos a 27.
Medios de comunicación en Trinidad informaron que la lancha más reciente transportaba a varios pasajeros de Trinidad y Tobago, y que familiares de una de las víctimas declararon que se trataba simplemente de un joven trabajador migrante que regresaba a casa.
En paralelo con estas ejecuciones extrajudiciales masivas, bombarderos estratégicos B-52 estadounidenses fueron detectados el miércoles cerca de la costa venezolana, realizando maniobras tan intensas que un vuelo de deportación desde Texas con destino a Venezuela fue desviado a Puerto Rico. El despliegue de estos bombarderos con capacidad nuclear se suma a la amenaza de Trump la semana pasada de desatar “fuego y furia” contra Venezuela, así como a la incursión del 2 de octubre de cinco aviones caza F-35 en el espacio aéreo venezolano.
Actualmente, las fuerzas estadounidenses en el sur del Caribe suman aproximadamente 10.000 soldados y marineros, configurando una importante capacidad para operaciones mayores. Trump volvió a amenazar el miércoles con extender los ataques al terreno mismo en Venezuela.
La larga historia de intervenciones encubiertas de Washington—golpes de Estado, asesinatos, compra de medios, fraude electoral y corrupción de sindicatos—se despliega ahora sin siquiera fingir una negación plausible.
Cuando se le preguntó directamente si la CIA tenía autorización para “eliminar a Maduro”, Trump respondió: “¿No sería ridículo que yo contestara esa pregunta? Pero creo que Venezuela está sintiendo el calor”. Esto equivale a un reconocimiento claro de que el objetivo de las operaciones de la CIA es precisamente el cambio de régimen. Washington ha establecido una recompensa récord de 50 millones de dólares por la cabeza de Maduro, acusándolo de liderar el supuesto “Cartel de los Soles”, una organización ficticia.
Los bombardeos, despliegues y amenazas no son simples despliegues de fuerza, sino una declaración abierta de una inminente intervención imperialista con base en pretextos completamente falsos.
La afirmación de que Venezuela inunda a Estados Unidos con drogas es claramente falsa. Numerosos reportes de agencias antidrogas tanto de EE.UU. como internacionales han confirmado que muy poca cocaína y ningún fentanilo—la principal causa de muertes por sobredosis en EE.UU.—pasan por Venezuela.
En realidad, la misma CIA está entre las organizaciones responsables del narcotráfico y la violencia asociada. En 1998, el inspector general de la CIA, Frederick R. Hitz, reveló la colaboración entre la CIA y el Departamento de Justicia con narcotraficantes durante la administración Reagan, como parte de un esquema ilegal para financiar a las milicias Contras nicaragüenses que buscaban derrocar al gobierno sandinista en los años ochenta.
El libro de Jesús Esquivel, La CIA, Camarena y Caro Quintero, detalla con amplia evidencia cómo la CIA ayudó a financiar el primer gran cártel de drogas mexicano, el cártel de Guadalajara, facilitando su alianza con narcotraficantes colombianos, mientras el capo mexicano Caro Quintero entrenaba a combatientes Contras en su rancho en Veracruz.
Las afirmaciones de Trump de que Venezuela “vació prisiones e instituciones mentales” en EE.UU. también son escandalosas; en realidad, la mayor parte del éxodo venezolano durante la última década ha sido provocado por las sanciones estadounidenses que han devastado al país, causando más de 100.000 muertes en exceso.
Finalmente, el argumento de que la administración Trump apoya la “democracia” queda desmentido por sus propios esfuerzos para instaurar un régimen de Estado policial en Estados Unidos. Además, sus representantes políticos en Venezuela están encabezados por María Corina Machado, la nueva laureada del Nobel de la Paz que aboga abiertamente por el fascismo y la guerra contra el pueblo venezolano. Machado es miembro del fascista Foro de Madrid y participó en el fallido golpe militar de 2002 contra el presidente electo Hugo Chávez.
Un régimen dirigido por tales fuerzas desataría un terror estatal policial y asesino contra la población para aplastar la oposición a un programa de brutal austeridad y la privatización y entrega a gigantes energéticos de EE.UU. de las reservas petroleras de Venezuela, las mayores del mundo.
Durante la conferencia del miércoles, Trump bromeó con cinismo sobre que la gente “ya ni siquiera decide ir a pescar” en el sur del Caribe, lo que provocó risas entre los funcionarios. El intercambio confirma que la Casa Blanca está dirigida por mafiosos que asesinan deliberadamente a civiles inocentes.
Históricamente, el presidente estadounidense Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, negaron públicamente la participación de la CIA en el golpe de Estado de 1973 contra el presidente nacionalista de izquierda chileno Salvador Allende. Hoy, una montaña de documentos desclasificados ha demostrado que la CIA y el Pentágono orquestaron su derrocamiento e instalación de la brutal dictadura militar de Pinochet.
El reconocimiento público de Trump obliga a una valoración clara: el imperialismo estadounidense ha retornado a las doctrinas de intervención directa de figuras como Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson, invocando abiertamente la Doctrina Monroe para afirmar que Washington es dueño del hemisferio. Durante ese periodo, EE.UU. orquestó o participó en múltiples invasiones y golpes de Estado, incluyendo en México (1914), Haití (1915), República Dominicana (1916), Nicaragua (1912-1933), Cuba (1906, 1912) y Honduras (1911).
Con el ascenso del imperialismo estadounidense al estatus de potencia hegemónica mundial tras la Segunda Guerra Mundial, la CIA solo continuó este legado sangriento en América Latina, comenzando con el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954—quien intentó una reforma agraria limitada que afectaba los intereses corporativos estadounidenses—hasta décadas de organización encubierta de golpes que instalaron regímenes militares asesinos responsables de decenas de miles de muertes de sospechosos de simpatías socialistas o antiimperialistas hasta los años noventa.
La disolución de la Unión Soviética por parte de la burocracia estalinista abrió la puerta a una expansión masiva del militarismo estadounidense a nivel global. Tras el estallido de la Guerra del Golfo, David North explicó en una conferencia de febrero de 1991:
La historia mundial ha llegado una vez más al punto en que atestiguará una nueva y espantosa erupción de guerras imperialistas de rapiña y lucha entre las potencias imperialistas por el dominio global. La clase obrera verá ahora al imperialismo tal como es realmente, buscando subyugar a cientos de millones de personas, mientras se prepara el terreno para una nueva ronda de sangrientos conflictos mundiales.
No solo ha sido esta prognosis del Comité Internacional de la Cuarta Internacional confirmada de forma dramática por tres décadas de guerras lideradas por EE.UU., sino que el genocidio en Gaza y las amenazas contra América Latina dejan claro que este proceso de recolonización ha llegado a un nuevo y peligroso punto de inflexión en medio de las primeras etapas de una tercera guerra mundial.
“Hoy podemos decir que los trabajadores de América y Europa no pueden ser libres mientras sus gobiernos capitalistas esclavicen a los trabajadores del Medio Oriente, África y Asia”, advirtió North con clarividencia en 1991 y agregó:
La resubyugación de los pueblos coloniales, el retorno al colonialismo, iría inevitablemente acompañado de un drástico deterioro en la posición social de la clase obrera en Estados Unidos. La lucha de la clase obrera estadounidense, sus propios intereses, son inseparables de los de los trabajadores de todo el mundo… La derrota de la maquinaria de guerra estadounidense en el Medio Oriente sería un gran golpe por la liberación de la clase obrera en todas partes del mundo y, por encima de todo, aquí en EE.UU. Trabajamos activamente por esa derrota luchando por movilizar a la clase obrera contra esta guerra…
Hoy, los despliegues militares en ciudades como Washington, Chicago y Memphis sientan las bases para una dictadura fascista en suelo estadounidense, justificada con las mismas emergencias fabricadas utilizadas como pretextos de guerra en América Latina.
Las manifestaciones “No Reyes” contra el impulso autoritario de Trump programadas en EE.UU. y a escala global presentan una oportunidad para movilizar a los trabajadores contra el fortalecimiento militar en el Caribe y el cambio de régimen, bajo la consigna de la retirada inmediata de todas las tropas estadounidenses de las ciudades del país, de América Latina y de cualquier parte del mundo.
El presidente venezolano Nicolás Maduro respondió a Trump el miércoles llamando a todos los sectores de la sociedad estadounidense a mantenerse “alertas para evitar una guerra en el Caribe, en Sudamérica”. Luego cambió al inglés para declarar: “Not war, peace”.
La administración chavista ha supervisado recortes a los niveles de vida mucho más severos que incluso los del presidente fascista de Argentina, Javier Milei. Maduro ha reprimido reiteradamente las protestas obreras y se ha concentrado en hacer llamados al imperialismo estadounidense, incluso después de que Trump cortara todas las relaciones diplomáticas con Venezuela la semana pasada.
Maduro representa a una fracción de la burguesía nacional atada de pies y manos al mercado capitalista controlado por el imperialismo y es irreversiblemente hostil a cualquier movilización obrera que pueda volverse contra sus propios intereses capitalistas, tanto en el país como en el extranjero.
En cambio, el potencial para la unidad de las luchas obreras en todo el hemisferio contra todas las fracciones de la clase dominante se evidencia por una creciente ola de protestas y huelgas de masas en Perú, Ecuador, Argentina y también en EE.UU. La brutal y abiertamente asesina campaña neocolonial de Washington solo echará más leña al fuego del sentimiento anticapitalista y antiimperialista y dará origen a luchas revolucionarias en toda la región.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de octubre de 2025)
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