El 18 de octubre se llevarán a cabo más de 2.500 protestas “Sin Reyes” o “No Kings” en todo Estados Unidos, en todas las ciudades importantes y en muchas ciudades más pequeñas, así como en otros países. El Socialist Equality Party (SEP; Partido Socialista por la Igualdad) apoya estas manifestaciones y pide la participación más amplia posible.
Las últimas manifestaciones bajo la consigna “Sin Reyes”, que se celebraron el 14 de junio, atrajeron a más de 10 millones de personas en lo que se cree que fue la mayor protesta política de un solo día en la historia de Estados Unidos.
Estas manifestaciones se llevan a cabo en condiciones de una conspiración creciente por parte del Gobierno de Trump para establecer una dictadura presidencial. En los días previos al 18 de octubre, varios funcionarios y destacados republicanos denunciaron las protestas como una “manifestación de odio a Estados Unidos”, calificaron a los manifestantes de “terroristas” y amenazaron con iniciar investigaciones contra quienes las organizaban. La Casa Blanca también se está preparando para invocar la Ley de Insurrecciones, que le daría a Trump amplios poderes para desplegar el ejército en todo Estados Unidos bajo su mando directo.
Las tropas de la Guardia Nacional ya se han desplegado en las principales ciudades estadounidenses, incluidas Washington D.C., Chicago, Los Ángeles, Portland y Memphis. En Chicago, la tercera ciudad más grande del país, los residentes enfrentan asaltos diarios por parte de la policía, ICE y agentes del Departamento de Seguridad Nacional, mientras que las fuerzas de la Guardia Nacional han llegado en preparación para nuevas acciones.
El lenguaje que viene de la Casa Blanca es el lenguaje de la guerra civil. Trump ha pedido que se use al ejército contra el “enemigo interno”. El subjefe de gabinete de la Casa Blanca, Stephen Miller, ha descrito incluso al Partido Demócrata como una “organización extremista nacional”. Trump ha abierto la Casa Blanca a neonazis, nacionalistas cristianos y propagandistas de extrema derecha, que están tramando abiertamente la abolición de los derechos democráticos.
Lo que se está desarrollando no es una aberración o un episodio pasajero. No habrá un “retorno a la normalidad”. Con la Administración de Trump, la clase dominante estadounidense está rompiendo con las formas constitucionales de gobierno.
La cuestión decisiva es: ¿Qué hacer? ¿Cómo se puede derrotar el golpe de Estado de Trump?
Las manifestaciones del 18 de octubre expresan una profunda hostilidad hacia los esfuerzos del Gobierno de Trump para establecer una dictadura fascista en los Estados Unidos. La consigna central, “Sin reyes”, articula una vasta hostilidad popular hacia la autocracia, (aunque añadiríamos a ella, en el contexto actual del programa neonazi del régimen de Trump, “Sin Führer”). Sin embargo, la ira y la indignación no son suficientes para detener la dictadura. Lo que se requiere, y lo que es más crítico, es un programa claro y una estrategia política para dirigir esta lucha.
Trump, la oligarquía y la guerra
Para derrotar a Trump y enviarlo al basurero de la historia, primero es necesario entender lo que representa este gánster. Trump no es un rebelde, sino el representante político de la oligarquía capitalista estadounidense. Es la personificación de una clase dominante que ha pasado décadas enriqueciéndose a través de la especulación financiera, el parasitismo y el empobrecimiento implacable de la clase trabajadora.
Hitler, en su tiempo, fue colocado en el poder por los sectores más poderosos de la clase dominante alemana. En cuanto a Trump, el aspirante a Führer celebró una reunión con los principales multimillonarios del sector tecnológico el mes pasado en la que se comprometió a “facilitarles mucho” la expansión de su riqueza. Los oligarcas, incluidos Bill Gates de Microsoft, Tim Cook de Apple, Sundar Pichai y Sergey Brin de Alphabet (Google), Mark Zuckerberg de Meta (Facebook) y Sam Altman de OpenAI, respondieron con efusivos elogios, alabando su “increíble liderazgo”.
El miércoles pasado, en la víspera de las protestas de “Sin Reyes”, Trump celebró otra reunión con docenas de oligarcas en la Casa Blanca. Según un informe en el New York Times, Trump les agradeció por las “tremendas cantidades de dinero” que habían dado para construir un salón de baile de la Casa Blanca que se utilizará para recibir a multimillonarios en futuras cenas y bailes. “Tenemos muchas leyendas en la sala esta noche, y es por eso que estamos aquí para celebrarlos, porque ustedes dieron”, dijo Trump a los oligarcas.
Trump, cuyas operaciones corruptas fueron financiadas por los bancos durante sus años como estafador de bienes raíces, es su hombre. Su corrupción, la falta total de escrúpulos y la inclinación por la violencia cuadraban con sus necesidades. Ha sido elegido para hacer frente a una serie creciente de crisis económicas, sociales y geopolíticas para las que no hay soluciones convencionales, legales, constitucionales y no violentas a mano. Los cimientos de la economía estadounidense se han deteriorado por una deuda sin precedentes y la continua erosión del valor del dólar en los mercados mundiales. Sobre todo, les aterroriza el crecimiento de la oposición popular a la obscena concentración de la riqueza en un segmento infinitesimal de la sociedad.
Los 400 estadounidenses más ricos ahora controlan más de $6,6 billones, mientras que la gran mayoría de la población se enfrenta a una inflación vertiginosa y a la erosión de los niveles de vida. La deuda de los hogares estadounidenses ha alcanzado un récord de $18.39 billones, incluyendo más de $1.2 billones en deuda de tarjetas de crédito y $1.6 billones en deuda de préstamos estudiantiles. Tales niveles de desigualdad social son incompatibles con las formas democráticas de gobierno.
Por imprudentes, extrañas, incoherentes e incluso absurdas que puedan parecer las divagaciones de Trump, hay una lógica que conecta todas las facetas de sus políticas: están dirigidas a imponer las consecuencias de la bancarrota del capitalismo estadounidense, dentro de los Estados Unidos e internacionalmente, a la clase trabajadora.
El cierre del Gobierno en curso, por ejemplo, se está utilizando como un ariete para destruir cientos de miles de empleos, desmantelar programas sociales y despojar a millones de trabajadores de los beneficios de salud, vivienda y jubilación. Ya se están preparando medidas para recortar el Seguro Social, Medicare y Medicaid.
La guerra contra los derechos democráticos es inseparable de la erupción de la violencia imperialista en el extranjero. El gobierno de Trump ha autorizado secretamente a la CIA a llevar a cabo operaciones encubiertas en Venezuela, ampliando una campaña de asesinatos y otras maniobras de cambio de régimen destinadas a derrocar al Gobierno de Nicolás Maduro. En las últimas semanas, las fuerzas militares estadounidenses han atacado embarcaciones frente a las costas venezolanas, asesinando a 27 personas bajo el pretexto de operaciones “antidrogas”.
El llamado “alto el fuego” de Trump en Gaza es nada menos que un asentamiento neocolonial sobre los huesos de decenas de miles de palestinos y los escombros de los edificios. Estos crímenes marcan una nueva etapa en la escalada de décadas de guerra imperialista que ahora ha entrado en las etapas iniciales de la guerra mundial, abarcando Oriente Próximo, Europa del Este, América Latina y el Pacífico. La clase capitalista no puede librar una guerra mundial en el extranjero mientras preserva la democracia en el país; la dictadura es la cara interna del imperialismo.
El papel del Partido Demócrata
El hecho de que Trump no se representa simplemente a sí mismo se demuestra por la ausencia de una oposición seria dentro del establishment político. Todas las instituciones del capitalismo estadounidense han respaldado o se han adaptado a su agenda autoritaria.
Nueve meses de la segunda Administración de Trump han demostrado más allá de toda duda que el Partido Demócrata no es una fuerza de oposición sino de colaboración y complicidad.
En el período previo a las elecciones de 2024, los demócratas advirtieron que Trump planeaba gobernar como un dictador. Se referían explícitamente a él como fascista. Pero ahora, ante un Gobierno criminal que está violando descaradamente la Constitución, los demócratas no logran avanzar ningún llamado, ni mucho menos estrategia, para la destitución de Trump de su cargo. Mientras Trump se prepara para invocar la Ley de Insurrecciones y criminalizar a la oposición, incluidos los propios demócratas, el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, y el líder de la minoría de la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, están apelando al “bipartidismo”. Le suplican a Trump y a los republicanos que “trabajen juntos” para poner fin al cierre del Gobierno y “hacer que la atención médica sea más asequible”, sin decir nada sobre la creciente conspiración dictatorial.
El senador de Vermont Bernie Sanders, representante del ala “izquierda” del Partido Demócrata, desempeña un papel particularmente cobarde. Habla de “luchar contra la oligarquía” sin proponer ninguna estrategia para liderar esta lucha. Trump no será derrotado por oratoria vacía. Sanders no ha emitido ningún llamado a la oposición masiva ni ha exigido tumbar el Gobierno. Todo su papel, junto con figuras como la miembro de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), Alexandria Ocasio-Cortez, y el candidato a la alcaldía de la ciudad de Nueva York, Zohran Mamdani, es canalizar la oposición detrás del Partido Demócrata.
En la medida en que cualquier estrategia debe inferirse de las divagaciones de los demócratas, consiste enteramente en 1) apelar a la Corte Suprema para que frene a Trump y 2) recuperar el control del Congreso en las elecciones de 2026. Lo absurdo de depender de la Corte Suprema es evidente. En cuanto a esperar el resultado de las elecciones de 2026, hay buenas razones para creer que, si se celebran del todo, será con fuerzas militares y paramilitares fascistas patrullando las calles de las ciudades estadounidenses y la Gestapo de ICE amenazando a los votantes fuera de los centros de votación.
La impotencia de los demócratas está arraigada en sus intereses de clase. Cualesquiera que sean las disputas tácticas que existan entre demócratas y republicanos, ambos partidos están unidos en la defensa de la riqueza capitalista, la guerra imperialista y la supresión de la oposición popular. Los demócratas no temen nada más que el surgimiento de un movimiento de masas de trabajadores y jóvenes que desafiaría los cimientos del dominio capitalista. Sus diferencias con Trump siempre se han centrado no en su ataque fascistizante contra los derechos democráticos, sino en aspectos de la política imperialista estadounidense, especialmente la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia para disputarse Ucrania.
En cuanto al aparato de los sindicatos, se queda de brazos cruzados mientras la Administración de Trump libra una guerra contra la clase trabajadora. Sería imposible adivinar, a juzgar por la cobardía de la confederación AFL-CIO, que los sindicatos fueron construidos como organizaciones de lucha contra la explotación capitalista y la represión política. La AFL-CIO y sus organizaciones asociadas no tienen absolutamente ninguna política independiente para la defensa de la clase trabajadora.
La burocracia sindical responde con llamamientos quejumbrosos al “bipartidismo” y al “compromiso”, mientras se niega a organizar cualquier resistencia. Secciones de este aparato, incluidos los sindicatos United Auto Workers y Teamsters, se han alineado abiertamente con el programa de nacionalismo económico y políticas de guerra comercial de Trump.
El programa socialista para detener la dictadura de Trump
El Partido Socialista por la Igualdad llama a todos los que participan en las manifestaciones de “Sin Reyes” a asumir demandas claras y urgentes para movilizar a la oposición a la dictadura de Trump. Estas deben incluir:
- La destitución de la A dministración de Trump del poder y el desmantelamiento de su aparato fascistizante.
- La retirada inmediata de todas las tropas de las ciudades estadounidenses y el fin de la militarización de la vida pública.
- El fin de la persecución y deportación de trabajadores inmigrantes, y la abolición de ICE y DHS.
- El fin inmediato de todas las amenazas y actos de agresión contra Venezuela y otros países, y el desmantelamiento de la maquinaria de guerra estadounidense.
- La defensa de la libertad de expresión y todos los derechos democráticos, incluido el derecho a protestar, organizarse y hablar contra el G obierno sin intimidación ni censura.
- El fin de los despidos masivos, los recortes a los programas sociales y la destrucción de los niveles de vida.
Estas demandas no se pueden lograr a través de apelaciones a la clase dominante o sus representantes políticos. Requieren la intervención independiente de la clase trabajadora, actuando como una fuerza política unificada y consciente. Los trabajadores deben organizarse colectivamente para resistir el ataque a los derechos democráticos y preparar una huelga general para derrocar la dictadura de Trump.
El Partido Socialista por la Igualdad llama a establecer comités de base en cada lugar de trabajo, fábrica y vecindario para coordinar esta lucha. Estos comités deben unir a todos los sectores de la clase trabajadora: maestros y enfermeras, trabajadores automotrices y de logística, empleados públicos, jóvenes y estudiantes, en un solo y poderoso movimiento. Deben convertirse en la base de una contraofensiva que vincule la defensa de los derechos democráticos con la lucha por el empleo, los salarios, la salud y la igualdad social.
En el desarrollo de la lucha contra la dictadura en los Estados Unidos, es fundamental comprender sus dimensiones internacionales. Es necesario romper con todas las formas de parroquialismo nacionalista. La mayor fuerza de la clase obrera radica en su carácter internacional. Los trabajadores estadounidenses deben verse a sí mismos como parte de una clase trabajadora global y esforzarse conscientemente por conectar su lucha contra Trump con el movimiento de la clase trabajadora a escala global. En una época en la que todos los aspectos del proceso de producción están gobernados por redes económicas globales, la estrategia de la clase trabajadora debe ser internacional.
El SEP está encabezando la construcción de la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base (AIO-CB) para unir a los trabajadores de todas las industrias y fronteras nacionales en una lucha global contra la dictadura, la desigualdad y la explotación capitalista. El establecimiento de la dictadura en los Estados Unidos representará la sentencia de muerte para los derechos democráticos en todas partes. La respuesta debe ser internacional, uniendo a los trabajadores de todos los continentes en una lucha común contra la guerra imperialista y la reacción social.
Toda la experiencia histórica de la década de 1930 demostró que la lucha contra el fascismo no puede separarse de la lucha contra el capitalismo y por el socialismo. La defensa de la democracia requiere la expropiación de la oligarquía financiera y la transformación de las corporaciones y los bancos en servicios públicos bajo el control democrático de los trabajadores. La inmensa riqueza concentrada en manos de unos pocos debe utilizarse para satisfacer las necesidades humanas, no el lucro privado.
Muchos de los que participaron en la última manifestación “Sin Reyes” se inspiraron en la Revolución estadounidense. Es necesario recordar que el gran levantamiento de los colonos estadounidenses en 1775 fue provocado por el despliegue de tropas del monarca británico en Boston, Nueva York y Filadelfia para intimidar y reprimir la oposición a la tiranía. Ahora, a medida que nos acercamos al 250º aniversario de la Declaración de Independencia, se debe revivir el espíritu de compromiso revolucionario con la defensa de los derechos del hombre. Estos son, de hecho, como el gran Tom Paine escribió tan memorablemente, “los tiempos que ponen a prueba las almas de los hombres”.
La clase dominante está en proceso de repudiar todos los derechos democráticos establecidos en esa revolución y reafirmados en la gran lucha por la abolición de la esclavitud liderada por Abraham Lincoln entre 1861 y 1865. La defensa de estos derechos es ahora inseparable del desarrollo de un movimiento de la clase trabajadora para lograr sus derechos sociales: el derecho a un trabajo y a un ingreso dignos, a la alimentación, la vivienda, la salud y la educación. Estos derechos no son compatibles con el sistema de ganancias capitalista.
Para lograr estos derechos y detener el descenso al fascismo y la barbarie, la clase trabajadora debe tomar el poder en sus propias manos, reorganizar la vida económica sobre bases socialistas y establecer una democracia genuina basada en la igualdad social. El Socialist Equality Party (SEP; Partido Socialista por la Igualdad) y su organización juvenil, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social, hacen un llamado a los trabajadores, a los jóvenes y a todos aquellos que están comprometidos con la defensa de los derechos democráticos y la igualdad social para que asuman esta lucha: constryan comités de base en las fábricas, en todos los lugares de trabajo, escuelas y barrios.
Instamos a todos aquellos que estén de acuerdo con esta estrategia a unirse al SEP y convertir el inmenso poder social de la clase trabajadora en un movimiento consciente por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de octubre de 2025)
