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Washington y Berlín empujan a la OTAN al borde de la guerra con Rusia

El presidente Donald Trump habla durante una conferencia de prensa al final de la cumbre de la OTAN mientras el secretario de Relaciones Exteriores Marco Rubio, a la derecha, y el secretario de Defensa Pete Hegseth escuchan, en La Haya, Países Bajos, miércoles 25 de junio de 2025. [AP Photo/Alex Brandon]

La reunión prevista entre el presidente estadounidense Donald Trump y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski este viernes amenaza con llevar al mundo al borde de una guerra nuclear. Según informes, Estados Unidos se está preparando para suministrar a Ucrania misiles de crucero Tomahawk —armas de precisión de largo alcance capaces de atacar objetivos hasta a 2.500 kilómetros, incluyendo Moscú y otras grandes ciudades rusas.

Trump confirmó que Zelenski lo visitará al final de la semana. “Quiere armas. Le gustaría tener Tomahawks”, dijo el presidente estadounidense, agregando que estaba “decepcionado” con el presidente ruso Vladímir Putin y que “no descartaría” enviar tales misiles. La entrega de estos sistemas marcaría una escalada cualitativa en el conflicto: los Tomahawk requieren participación técnica y operativa directa de Estados Unidos, lo que implicaría la presencia efectiva de personal estadounidense en Ucrania. La línea entre “apoyo indirecto” y guerra directa se borraría. Lo que se está preparando no es menos que una guerra aérea a gran escala de la OTAN contra Rusia.

El Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés), con sede en Washington, estimó que al menos 1.655 instalaciones militares rusas, incluyendo 67 bases aéreas, están al alcance de las variantes existentes del Tomahawk con un alcance de 1.600 kilómetros. Un modelo de 2.500 kilómetros podría atacar casi 2.000 objetivos militares rusos, incluyendo 76 bases aéreas. “Ucrania podría degradar significativamente el poder de combate ruso en el frente atacando sus nodos logísticos con los Tomahawk”, dijo el analista del ISW George Barros.

Moscú ha advertido que cualquier ataque ucraniano contra territorio ruso utilizando estos misiles provocaría represalias inmediatas contra objetivos militares en países de la OTAN. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, declaró que dicho suministro constituiría un acto de “participación directa en el conflicto” y una “grave amenaza para la seguridad rusa”. Peskov subrayó que los Tomahawk pueden portar tanto ojivas convencionales como nucleares, y que su despliegue en Ucrania acercaría al mundo al umbral de un enfrentamiento nuclear.

Esta escalada coincide con el actual ejercicio nuclear de la OTAN “Steadfast Noon”, que se realiza en el norte de Europa. Esta maniobra anual involucra alrededor de 2.000 soldados y más de 70 aeronaves, incluidos cazas Tornado alemanes capaces de portar bombas nucleares estadounidenses estacionadas en Europa. Según la sede de la OTAN en Mons, Bélgica, los ejercicios simulan el lanzamiento de armas nucleares sobre objetivos rusos. La fase actual se concentra en el Mar del Norte e incluye la base aérea holandesa de Volkel, Kleine Brogel en Bélgica, Lakenheath en Reino Unido y Skrydstrup en Dinamarca. Alemania participa con tres aviones Tornado con capacidad nuclear y cuatro Eurofighters.

Estos “ejercicios” subrayan que las potencias de la OTAN no se están preparando para la defensa, sino para la guerra nuclear. El miércoles, apenas dos días antes de la cumbre Trump–Zelenski, los ministros de Defensa de la OTAN se reunieron en Bruselas para coordinar la siguiente fase de la guerra. El secretario de guerra estadounidense Pete Hegseth dejó claro que Washington espera que sus aliados aumenten masivamente el gasto en armamento y las compras de armas, principalmente de Estados Unidos. “Nuestra expectativa hoy es que más países aporten más dinero, que compren más para apoyar a Ucrania”, declaró Hegseth, insistiendo cínicamente en que esto es necesario para llevar la guerra a un “fin pacífico”. En la neolengua orwelliana del siglo XXI, la “paz” se consigue mediante la guerra total.

Washington está insatisfecho con la vacilación de las potencias europeas. A principios de este año, Trump y el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, establecieron la “Lista de Requerimientos Prioritarios para Ucrania” (PURL, por sus siglas en inglés), un mecanismo mediante el cual los gobiernos europeos compran armas de los arsenales estadounidenses para su uso en Ucrania. Hasta ahora, se ha financiado material por valor de alrededor de 2.000 millones de dólares a través de este canal. Alemania, Países Bajos, Suecia, Noruega, Dinamarca y Canadá se encuentran entre los principales contribuyentes. Hegseth presionó por una “paz a través de la fuerza”, un eslogan que, en el contexto del genocidio en Gaza llevado a cabo bajo el “acuerdo de paz” de Trump, sólo puede interpretarse como una amenaza: o Rusia se somete al diktat imperialista, o se le amenaza con la aniquilación.

Alemania desempeña un papel particularmente agresivo en esta ofensiva. El ministro de defensa Boris Pistorius anunció en la reunión de la OTAN que la Bundeswehr desplegará cazas Eurofighter adicionales en Polonia para llevar a cabo “vigilancia aérea” en el flanco oriental de la alianza. “Vamos a contribuir a la protección del flanco oriental”, afirmó, alardeando de que la alianza está ahora “más unida que nunca” tras supuestas violaciones del espacio aéreo por parte de Rusia. Según informes, Alemania enviará varios cazas en estado operativo para apoyar la misión de la OTAN.

Berlín también prometió €2.000 millones adicionales en ayuda militar para Ucrania, incluyendo misiles interceptores Patriot, sistemas de defensa aérea IRIS-T, equipos de radar, artillería de precisión y miles de proyectiles de munición. “Los últimos desarrollos en el campo de batalla deben fortalecer nuestra determinación de continuar nuestro apoyo a Ucrania”, dijo Pistorius.

En la sede de la OTAN en Bruselas, Pistorius describió la firma de un acuerdo de cooperación militar y armamentista más estrecha con Ucrania como una “situación en la que todos ganan”. El acuerdo, dijo, fortalecerá las capacidades de “defensa y disuasión” de Ucrania, y al mismo tiempo permitirá que Alemania se beneficie del “potencial de innovación” ucraniano. Entre los proyectos concretos, citó el desarrollo conjunto en el ámbito de la defensa aérea, la facilitación de estancias laborales y educativas, y una mayor cooperación entre las fuerzas armadas en materia de entrenamiento—pasos que avanzan en la integración de Ucrania dentro de las estructuras de la OTAN y en la preparación de una nueva ofensiva bélica contra Rusia.

Al mismo tiempo, Alemania y la Unión Europea aceleran sus preparativos para la guerra con drones. La nueva “Iniciativa Europea de Defensa contra Drones” (EDDI, por sus siglas en inglés), anteriormente conocida como el “muro de drones”, deberá estar completamente operativa para 2027. El proyecto, junto con el programa “Eastern Flank Watch”, integrará la defensa aérea y la vigilancia a lo largo de las fronteras orientales de la OTAN. Pistorius confirmó que Alemania planea gastar alrededor de 10.000 millones de euros en el desarrollo y adquisición de drones y cientos de sistemas de defensa aérea Skyranger—el sucesor del tanque antiaéreo Gepard utilizado en Ucrania.

Entre los más fervientes defensores de la escalada se encuentran los belicistas del partido de Los Verdes. El dirigente político Anton Hofreiter declaró a Redaktionsnetzwerk Deutschland que suministrar misiles Tomahawk a Ucrania “tendría todo el sentido del mundo”. Si Washington envía sus misiles de crucero, dijo, “Alemania se quedaría sin ningún argumento” para no entregar sus propios misiles Taurus a Kiev. Hay que “aumentar la presión sobre Rusia—de lo contrario, la matanza nunca terminará”. Estas declaraciones revelan que la clase dominante en Berlín no se limita a prepararse para la guerra, sino que ya se considera en guerra y está dispuesta a escalar aún más la “matanza” a una escala aún más masiva.

Este impulso asesino hacia la guerra viene acompañado por una intensificación de la propaganda militarista y la histeria. En una audiencia pública conjunta ante el Bundestag, los jefes de los servicios de inteligencia alemanes—el director del BND Martin Jäger y el presidente de la Oficina para la Protección de la Constitución (Verfassungsschutz) Sinan Selen—advirtieron que la “amenaza de Rusia es mayor que nunca”. “Debemos prepararnos para un mayor deterioro de la situación”, dijo Jäger. Era “ingenuo” suponer que un ataque ruso no podría ocurrir antes de 2029. “Ya estamos en la línea de fuego”, declaró, citando supuestos actos de sabotaje, incursiones de drones e informaciones falsas como prueba de una “guerra híbrida” rusa contra Alemania.

En realidad, estas declaraciones alarmistas sirven para justificar una política de militarización implacable. El gobierno alemán está utilizando sistemáticamente el enfrentamiento con Rusia para restablecerse como una gran potencia militar. Los planes de rearme masivo anunciados este año—contratos de armas por valor de €80.000 millones en los próximos 15 meses, y más de €350.000 millones en adquisiciones a largo plazo—representan la mayor militarización de la sociedad alemana desde la era nazi. Los créditos de guerra aprobados con el apoyo de Los Verdes y el Partido de la Izquierda superan €1 billón.

Ochenta años después de los crímenes de la Wehrmacht y las SS, la clase dominante alemana se prepara nuevamente para una guerra de conquista en el Este. Bajo el pretexto de “defender la democracia”, Berlín persigue los mismos objetivos imperialistas que dos veces sumieron a Europa en la catástrofe: la dominación del continente, el control de Europa del Este y, en última instancia, la subordinación de la propia Rusia. El impulso imprudente por armar a Ucrania con Tomahawks, por ensayar ataques nucleares bajo el marco de “Steadfast Noon” y por transformar Europa en una base de operaciones para la guerra de la OTAN está llevando a la humanidad cara a cara con el peligro de la aniquilación.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de octubre de 2025)