¿Eres trabajador de la salud en Kaiser? Llena el formulario al final de este artículo para unirte a la lucha por comités de base.
Decenas de miles de enfermeros, farmacéuticos, asistentes médicos, terapeutas y otros profesionales de la salud en el oeste de Estados Unidos se preparan para lanzar una huelga de cinco días este martes contra Kaiser Permanente. El paro de 46.000 trabajadores organizados en la Alianza de Sindicatos de Atención Médica (AHCU, por sus siglas en inglés) expresa la ira explosiva de los trabajadores de la salud que enfrentan condiciones intolerables en medio del aumento de las ganancias empresariales y la desigualdad social.
La huelga abarca una amplia gama de personal esencial: enfermeros titulados, enfermeros practicantes, parteras, anestesistas, farmacéuticos, terapeutas de rehabilitación y respiratorios, patólogos del habla y lenguaje, dietistas, acupuntores, técnicos quirúrgicos y de laboratorio, y decenas de otros especialistas indispensables para el funcionamiento de hospitales modernos.
Sus denuncias son las mismas que las de los trabajadores de la salud en todo Estados Unidos y el mundo: falta crónica de personal, proporciones inseguras entre pacientes y trabajadores, sobrecarga laboral y salarios que han quedado muy por detrás de la inflación.
Los mismos profesionales que fueron celebrados como “héroes” durante la pandemia ahora enfrentan despidos, supresión salarial y agotamiento en un sistema de atención de salud en colapso.
Kaiser Permanente, un gigante multimillonario “sin fines de lucro”, responde con amenazas e intimidaciones. A mediados de septiembre, despidió a más de 200 trabajadores en todo California, alegando la necesidad de “reequilibrar los recursos”. Los recortes afectaron servicios administrativos, informáticos y de alimentación en 15 hospitales y clínicas desde Oakland hasta San Diego.
Pero el principal obstáculo para una lucha genuina contra Kaiser no es solo la patronal, sino también la burocracia sindical que colabora con ella. La AHCU, que incluye a la Asociación de Enfermeros Unidos de California/Sindicato de Profesionales de la Salud (UNAC/UHCP, por sus siglas en inglés), ha hecho cumplir durante largo tiempo los dictados patronales a través de programas conjuntos como la llamada “Asociación de Gestión Laboral” (LMP, por sus siglas en inglés), creada en 1997 para institucionalizar recortes bajo la apariencia de “cooperación”.
Frente al creciente descontento de las bases, la burocracia sindical envió la semana pasada una carta al director ejecutivo de Kaiser, Greg Adams, declarando que estaba “suspendiendo la participación” en ciertas actividades del LMP. Al mismo tiempo, se jactó de que “tras 28 años, la evidencia es clara: la Asociación ha reforzado el desempeño de Kaiser en calidad, asequibilidad, seguridad y satisfacción del paciente”.
Se trata de una confesión abierta de complicidad. El “desempeño” que se ha “fortalecido” no es el de los trabajadores ni el de los pacientes, sino el de la explotación y extracción de ganancias. Durante décadas, el aparato sindical ha funcionado como un brazo subordinado de la patronal, suprimiendo huelgas, reprimiendo la disidencia y haciendo cumplir contratos vendidos.
El ejemplo más claro ocurrió en 2021, cuando la AHCU canceló abruptamente una huelga planeada para imponer un acuerdo podrido que contenía lenguaje vacío sobre “proporciones de personal” y aumentos salariales insuficientes. Esa traición, justificada como un paso hacia “la paz laboral”, solo profundizó la crisis que hoy enfrentan los 46.000 trabajadores de Kaiser.
La lucha de los trabajadores de Kaiser ocurre en el contexto de una rápida intensificación de la lucha de clases y del colapso de las formas democráticas del régimen en Estados Unidos. El expresidente Donald Trump se prepara abiertamente para invocar poderes dictatoriales bajo la Ley de Insurrección. Bajo el pretexto de restaurar el “orden” y defender la “seguridad nacional”, tales medidas están dirigidas, sobre todo, contra la clase trabajadora.
El cierre del gobierno federal ya está interrumpiendo servicios esenciales de salud, con citas de telemedicina de Medicare y Medicaid suspendidas. Estas interrupciones, en condiciones de pobreza masiva y envejecimiento, amenazan a los sectores más vulnerables de la población. Según un estudio, los estadounidenses mayores de 60 años con ingresos bajos mueren, en promedio, nueve años antes que sus contrapartes más ricas —una expresión impresionante de la desigualdad de clase en la esperanza de vida—.
El gobierno fascistizante de Trump ha lanzado un ataque frontal contra programas de nutrición como WIC, mientras su cómplice Robert F. Kennedy Jr. promueve charlatanería antivacunas. El objetivo deliberado del gobierno es reducir aún más la esperanza de vida y redirigir el dinero que consideran “desperdiciado” en los enfermos y ancianos hacia Wall Street y el aparato militar.
La escasez creciente de enfermeros en California subraya la irracionalidad del sistema de salud con fines de lucro (Kaiser Permanente, oficialmente “sin fines de lucro”, reportó “ingresos netos” por 12.900 millones). El estado enfrenta un déficit proyectado de 60.000 enfermeros en menos de una década. Han sido expulsados del sector por la sobrecarga laboral y los salarios de pobreza. Los hospitales han reducido deliberadamente el personal, cerrado instalaciones e incrementado la carga de pacientes hasta niveles insostenibles.
Estas condiciones son producto de décadas de políticas bipartidistas: el desfinanciamiento de la salud pública, la privatización de hospitales y la canalización de fondos pandémicos al capital financiero. Durante el COVID-19, Kaiser y otros gigantes de la salud recibieron miles de millones en subsidios estatales mientras los trabajadores laboraban sin el equipo de protección adecuado, se contagiaban en masa y no veían mejoras en sus salarios ni en el personal.
Ahora, mientras la inflación erosiona los niveles de vida, estas mismas corporaciones exigen más “contención de costos”. Tanto los gobiernos de Biden como de Trump han supervisado el desmantelamiento de las redes de seguridad implementadas durante la pandemia, mientras los sindicatos se han asegurado de impedir cualquier movilización nacional de los trabajadores de la salud.
La crisis en Kaiser refleja una oposición creciente de toda la clase trabajadora. Pero la burocracia sindical trabaja con todas sus fuerzas para evitar que estas luchas se expandan y se conviertan en una lucha más amplia contra el fascismo y la desigualdad. Mientras inicia la huelga en Kaiser, 3.200 trabajadores de defensa de Boeing llevan más de dos meses en huelga en importantes plantas en el núcleo de la industria militar. Los docentes en varias ciudades del estado de California están trabajando con contratos vencidos y exigen acciones de huelga frente al sabotaje de la Asociación de Maestros de California, que hipócritamente los mantiene en el trabajo con una campaña llamada “No podemos esperar”.
Los trabajadores de farmacias y supermercados representados por el sindicato UFCW también se preparan para ir a la huelga, pero el sindicato busca limitarla a una tímida denuncia de “prácticas laborales injustas”. Durante el verano, el UFCW aisló y forzó la aprobación de contratos para decenas de miles de trabajadores de supermercados en todo Estados Unidos que exigían huelgas contra los salarios de pobreza.
Los trabajadores de Kaiser deben sacar las lecciones de estas experiencias. La lucha por una dotación segura de personal, salarios dignos, políticas de salud pública basadas en la ciencia y condiciones humanas no puede llevarse a cabo a través del corrupto aparato de la AHCU, UNAC/UHCP o el UFCW. Requiere organizaciones independientes de base, controladas por los propios trabajadores. Para triunfar, los trabajadores de Kaiser deben sacar el control de su lucha de manos de los burócratas sindicales y asumirlo ellos mismos—mediante comités de base democráticamente elegidos en cada hospital y clínica que unan a todos los trabajadores de la salud sobre la base de sus intereses comunes de clase.
El Comité de Base de los Trabajadores de Kaiser, que se opuso a la traición de 2021, debe servir de ejemplo para organizarse y coordinar acciones en toda la red de atención médica. Estos comités pueden enlazarse con los trabajadores automotrices, docentes, logísticos y otros que enfrentan el mismo ataque corporativo.
La lucha en Kaiser no se trata solo de un contrato, sino del futuro de la atención médica y de la defensa de los derechos sociales más básicos frente al fascismo. El derecho a atención médica gratuita y de alta calidad para todos es incompatible con el lucro privado.
El derecho a un empleo seguro y niveles de vida dignos es incompatible con el dominio de Wall Street. Para defender estos derechos, los trabajadores deben construir comités de base, unir sus luchas a través de industrias y fronteras, y preparar una lucha política contra ambos partidos de los grandes negocios y sus cómplices sindicales. El poder para transformar la sociedad no reside en apelar a la patronal o a los demócratas, sino en la fuerza colectiva y conciencia de la propia clase trabajadora.
Llena el formulario a continuación para obtener información sobre cómo formar un comité de base.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de octubre de 2025)
Leer más
- 46,000 Kaiser workers set to walk out October 14: Build rank-and-file committees to transform strike into battle for public health and democracy
- El objetivo del cierre del Gobierno de Trump es una contrarrevolución social
- A punishing assault on mothers and babies: WIC nutrition program targeted by government shutdown and Trump budget
- Vote no on the UNAC/UHCP sellout! Join the Kaiser Workers rank-and-file committee!
- Lessons of the 2021 Kaiser Permanente contract struggles
