El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha amenazado con imponer un arancel adicional del 100 por ciento sobre productos chinos, que se sumaría al arancel vigente del 40 por ciento, con entrada en vigor el 1 de noviembre. De aplicarse, estas medidas reavivarían una guerra comercial total y pondrían fin a la frágil tregua acordada tras los aranceles del “día de la liberación” del 2 de abril, que alcanzaron alrededor del 145 por ciento.
La medida de Trump, que provocó la mayor caída en Wall Street desde los acontecimientos de abril, fue anunciada en una publicación en redes sociales el viernes.
La decisión se produjo en respuesta a un anuncio de Pekín de que requeriría que las empresas obtuvieran una licencia de sus autoridades si deseaban exportar productos que contuvieran minerales de tierras raras extraídos en China. Las tierras raras son esenciales para la producción de chips informáticos y de imanes capaces de funcionar bajo altas temperaturas. Son insustituibles para la industria automotriz y para el complejo militar, especialmente en aviones de combate.
Las nuevas directrices chinas siguen de cerca a las impuestas por EE.UU., que estipulan que cualquier empresa que utilice tecnología de chips estadounidense en cualquier parte del mundo debe ajustarse a las normativas de Washington.
Un comunicado del ministerio de Comercio chino señaló que las nuevas medidas buscan “proteger su seguridad e intereses nacionales” y evitar el “uso indebido de materiales de tierras raras en sectores militares y otros sectores sensibles”. Añadió que algunas empresas habían perjudicado la seguridad china al transferir materiales y tecnología con fines militares.
En respuesta a la decisión china, en vísperas del anuncio arancelario, Trump emitió algunas de sus declaraciones más belicosas hasta la fecha en esta guerra comercial. Describió las nuevas restricciones sobre tierras raras como “siniestros y hostiles” y afirmó que generarían dificultades para todos los países del mundo.
Dijo que su administración estaba considerando un “aumento masivo de aranceles a productos chinos” que ingresan al mercado estadounidense y advirtió que había “muchas otras contramedidas” que estaban siendo consideradas.
Al referirse al dominio chino del procesamiento de tierras raras —alrededor del 90 por ciento de la producción mundial— Trump escribió: “Por cada elemento que ellos han logrado monopolizar, nosotros tenemos dos. Nunca pensé que llegaríamos a esto, pero tal vez, como con todo, ha llegado el momento”.
Aunque siempre es difícil prever qué consecuencias exactas puede tener una declaración de Trump, una interpretación probable es que él, junto con los halcones anti-China de su administración y sus aliados en el Congreso, ha llegado a la conclusión de que es hora de proceder con la guerra económica total contra China que fue planteada en abril.
Trump se había retractado de una ofensiva a gran escala después de los anuncios iniciales, y se organizó una tregua como resultado de extensas discusiones encabezadas por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante comercial, Jamieson Greer, con sus homólogos chinos.
Una motivación clave para la parte estadounidense fue la reacción adversa en Wall Street, que mostró una marcada caída y una fuerte depreciación del dólar. Pero la tregua no ha resuelto el asunto de fondo planteado por Pekín, que exige la eliminación de los aranceles y controles de exportación impuestos por EE.UU.
La escalada del conflicto se produjo en vísperas de una reunión programada entre Trump y el presidente chino Xi Jinping, en los márgenes de la cumbre de líderes del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Corea del Sur a finales de mes.
Ahora, la realización de esa reunión está en duda. Trump dijo inicialmente que, aunque había planeado reunirse con Xi, “ahora parece que no hay razón para hacerlo”. Más tarde declaró que no había cancelado la reunión, pero que no sabía si se llevaría a cabo.
La decisión de implementar los aranceles el 1 de noviembre, dos días después de la reunión propuesta con Xi, parece estar diseñada para dejar espacio a un retroceso de último minuto por parte de Pekín. Cuando se le preguntó qué pasaría si China revertía sus controles, Trump respondió: “Vamos a ver qué pasa. Por eso lo puse para el 1 de noviembre.”
Pero la posibilidad de nuevas maniobras parece desvanecerse a medida que se endurecen las posturas. La actual tregua de 90 días acordada en agosto vence a mediados de noviembre, y Pekín, sin lograr ningún avance respecto a sus demandas, habría esperado una respuesta significativa de Trump a su última medida.
En un comunicado emitido ayer, el ministerio de Comercio chino culpó a EE.UU. por el deterioro de las relaciones y afirmó que desde las conversaciones celebradas en Madrid el mes pasado, Washington ha “introducido continuamente una serie de nuevas restricciones contra China.” Estas incluyen la inclusión de más empresas en la lista negra de comercio de EE.UU.
“La posición de China sobre las guerras arancelarias ha sido coherente; no queremos luchar, pero no tenemos miedo de luchar”, afirmó el ministerio.
Con el fin de restar apoyo internacional a una posible escalada por parte de Trump, Pekín señaló que los nuevos controles sobre tierras raras serían “extremadamente limitados” y que las empresas que solicitaran licencias para usos civiles y cumplieran con la normativa “no debían preocuparse” por obtenerlas.
Reiteró sus afirmaciones, bien fundamentadas, de que EE.UU. ha “abusado de los controles de exportación” y forzado el concepto de seguridad nacional.
Otro factor que puede haber influido en la decisión de China de seguir adelante es que la Corte Suprema de EE.UU. comenzará a analizar el 5 de noviembre si Trump ha excedido su autoridad bajo la Ley de Poderes Económicos Internacionales de Emergencia de 1977 al imponer unilateralmente los llamados aranceles recíprocos, después de que dos tribunales inferiores fallaran en su contra.
Del lado estadounidense, existe un considerable impulso dentro de la administración para poner fin a las treguas y negociaciones. El Financial Times informó que la reacción de Trump ante las medidas chinas había “alentado la esperanza” entre los halcones anti-China de que ahora podrían avanzar luego de haber sido bloqueados de “tomar medidas severas de seguridad para no poner en peligro las negociaciones comerciales y la cumbre” con Xi.
John Moolenaar, presidente republicano del comité sobre China de la Cámara de Representantes, dijo que China había “disparado un arma cargada contra la economía estadounidense” y que el Congreso debía aprobar legislación bipartidista contra Pekín que revocara su estatus de relación comercial normal con EE.UU.
Uno de los factores que determinarán el desarrollo del presente conflicto será la reacción de los mercados financieros estadounidenses.
Como señaló el Wall Street Journal, el viernes por la mañana las acciones estaban encaminadas a alcanzar un nuevo récord, hasta que Trump anunció, a media mañana, las represalias por los controles chinos a las exportaciones de tierras raras. El índice S&P 500 cayó un 2,7 por ciento, su mayor descenso desde la caída del 3,5 por ciento del 10 de abril, cuando los mercados reaccionaron a los anuncios del “día de la liberación” de Trump.
Y según Manish Kabra, jefe de estrategia de acciones estadounidenses en Société Générale, la venta de acciones habría sido “aún mayor si los inversores no asumieran que [China y EE.UU.] finalmente llegarán a un acuerdo.”
En una nota dirigida a sus clientes, citada por el Journal, el analista de Wedbush Securities, Dan Ives, escribió: “Este aumento de las tensiones ha generado un momento de pánico absoluto para los mercados, con las acciones tecnológicas bajo una presión importante”.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 12 de octubre de 2025)
