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La caída del gobierno francés expresa la creciente crisis mundial de la deuda

Una persona camina junto a un logotipo del euro, en la sede del Banco Central Europeo, en Frankfurt, Alemania, el 24 de julio de 2025. [AP Photo/Michael Probst]

La caída del gobierno francés el lunes pasado, al no lograr que el parlamento aprobara un programa de austeridad destinado a enfrentar el aumento de la deuda pública, constituye una expresión política aguda de la creciente crisis de la deuda en todas las principales economías.

Desde la crisis financiera de 2008, los gobiernos han acumulado deuda a un ritmo acelerado, particularmente desde el inicio de la pandemia de COVID-19, al brindar rescates financieros a las corporaciones y grandes recortes de impuestos para las empresas y los ricos.

Francia es ilustrativa de este proceso. El gobierno de Bayrou buscaba reducir el gasto en 44.000 millones de euros. Pero, según cálculos citados en el New York Times, la recaudación fiscal ha caído al 51 por ciento del PIB desde el 54 por ciento en 2017, cuando asumió el presidente Macron, con una estimación que indica que los recortes fiscales han provocado una pérdida anual de 50.000 millones en ingresos para el Estado.

La deuda pública de Francia asciende a €3,35 billones, lo que representará el 116 por ciento del PIB este año.

El Gobierno francés, como muchos otros, ha podido acumular deuda a niveles históricamente sin precedentes porque durante una década y media después de la crisis de 2008, seguida por la crisis del euro en 2012, los bancos centrales mantuvieron las tasas de interés en cero o cerca de cero. Pero ahora las consecuencias han empezado a manifestarse y, con el aumento de las tasas de interés desde 2022, los pagos por los intereses de la deuda se han disparado. En el caso de Francia, pasaron de €26.000 millones en 2020 a €66.000 millones hoy.

La crisis financiera francesa es la expresión de una tendencia global que se desarrolla rápidamente. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el volumen de deuda como porcentaje del producto económico anual se ha duplicado desde 2007 hasta alcanzar el 80 por ciento. El FMI ha advertido que la deuda pública podría alcanzar el 100 por ciento del PIB mundial para finales de esta década. La agencia de la ONU UNCTAD informó que la deuda pública mundial alcanzó aproximadamente los 102 billones de dólares en 2024, un aumento de 5 billones con respecto al año anterior.

Los pagos por intereses sobre la deuda gubernamental a nivel mundial ascendieron el año pasado a 2,72 billones de dólares, un aumento del 11,2 por ciento respecto al año anterior.

El aumento de la deuda estatal ha provocado una fuerte alza en los mercados de bonos a nivel mundial, particularmente en los de largo plazo.

En el Reino Unido, el rendimiento —o tasa de interés— de los bonos a 30 años ha alcanzado el 5,75 por ciento, el nivel más alto desde 1998. Se espera que el próximo año el gasto en intereses sobre la deuda estatal alcance el equivalente a 150.000 millones de dólares, casi el doble de lo que se gasta en el ejército. La deuda ya alcanza el 100 por ciento del PIB y, de mantenerse las tendencias actuales, crecerá rápidamente en los próximos años.

Según Ruth Gregory, economista jefe adjunta del Reino Unido en Capital Economics, cuyas declaraciones fueron citadas en el Wall Street Journal (WSJ): “El Reino Unido no está solo en todo esto. Existe una tendencia común entre muchos países del G-7 que parecen estar encaminándose hacia una posible crisis fiscal, aunque eso no signifique que la crisis sea inminente o inevitable”.

Sin embargo, advirtió que el Reino Unido era un “polvorín” potencial donde una crisis de mercado nacional o internacional podría provocar un salto de las tasas de interés.

El Reino Unido ya ha experimentado un evento de ese tipo. En 2022, el intento del efímero gobierno tory de Liz Truss de financiar recortes fiscales a las corporaciones mediante deuda condujo a una crisis en el mercado de bonos, que obligó al Banco de Inglaterra a intervenir con una operación de rescate. Es significativo que esta crisis tuvo un origen completamente inesperado: los fondos de pensión.

Desde entonces, la situación financiera general ha empeorado porque la economía británica no crece lo suficientemente rápido como para generar los ingresos necesarios para cubrir la deuda y equilibrar el presupuesto.

Resumiendo la gravedad de la situación en el Reino Unido—el “canario en la mina”—una etiqueta cada vez más utilizada—Stephen Innes, de SPI Asset Management, escribió que “el aire se vuelve cada vez más escaso en las minas de deuda soberana.”

“La primera tos no proviene de los rincones frágiles habituales de los mercados emergentes, sino del corazón del mundo desarrollado. Los bonos del Reino Unido—esos instrumentos otrora sobrios y respetables de la prudencia británica—ahora lanzan una nota de advertencia que resuena mucho más allá de Threadneedle Street”.

Observó que incluso Japón, donde los bonos típicamente “dormían sin ser molestados”, ha sido “sacudido de su letargo” cuando los rendimientos de los bonos a 30 años alcanzaron niveles récord. “Canadá, Alemania, menciona cualquier soberano—la presión está en todas partes.”

La crisis de la deuda es más grave en Estados Unidos, el núcleo del sistema capitalista mundial. La deuda pública ha alcanzado los 37 billones de dólares y el gasto anual en intereses, de 1 billón de dólares, rivaliza con el presupuesto destinado al mayor rubro: el gasto militar. Si Estados Unidos aún no ha alcanzado el punto crítico de Francia o el Reino Unido, es únicamente porque el dólar es la moneda de reserva mundial, lo que le proporciona un “privilegio exorbitante”.

Pero el papel del dólar está siendo cuestionado. A lo largo de este año, su valor ha estado cayendo en los mercados internacionales—ha caído un 10 por ciento desde el comienzo del año—y hay una creciente preocupación por la estabilidad de las instituciones financieras estadounidenses, las cuales constituyen la base del sistema financiero global.

En un comentario publicado en el Wall Street Journal, Ken Griffin, director general de un fondo de cobertura de miles de millones de dólares, advirtió sobre la estabilidad de la inflación y la sostenibilidad de las finanzas públicas ante los ataques del presidente Trump contra la Reserva Federal.

“La estrategia del presidente de criticar públicamente a la Fed, sugerir la destitución de gobernadores y presionar al banco central para adoptar una postura más tolerante frente a la inflación tiene costos muy elevados. Estas acciones aumentan las expectativas de inflación, incrementan las primas de riesgo en los mercados y debilitan la confianza de los inversores en las instituciones estadounidenses”.

Añadió que, aunque Estados Unidos se ha beneficiado de un “capital de credibilidad” acumulado durante décadas, ese capital no es ilimitado. “Si se erosiona, los mercados exigirán tasas mucho más altas para la deuda de largo plazo”.

La pérdida de confianza en Estados Unidos y en el dólar se refleja en el aumento del precio del oro. El lunes, alcanzó los 3.600 dólares por onza, tras haber llegado a 3.500 apenas una semana antes.

En lo que el Financial Times describió como su “desempeño fulminante”, su precio ha subido un 9 por ciento en las últimas tres semanas y un 37 por ciento desde el inicio del año. Los analistas financieros prevén que esta tendencia continuará—podría incluso alcanzar los 4.000 dólares para fin de año—mientras la demanda extranjera se desvía de los bonos del Tesoro estadounidense al oro, perdiendo la confianza en Estados Unidos.

Los cambios en el mercado de bonos indican que se está alcanzando un punto de inflexión. Como señaló recientemente la columnista de Bloomberg, Allison Schrager, las principales economías “no tienen forma terrenal de pagar toda su deuda.”

“Las últimas décadas de tasas bajas adormecieron a inversores, empresas y gobiernos haciéndoles creer que podían seguir endeudándose sin sufrir consecuencias—que podían, esencialmente, vivir en un mundo sin dilemas económicos. Las tasas altas marcan el fin de esta era de pensamiento mágico”.

No especificó ni detalló cuáles serían esos “dilemas”. Pero ya están emergiendo ante nuestros ojos. Implican ataques masivos contra la posición social de la clase trabajadora y todos los logros del período posterior a la Segunda Guerra Mundial, acompañados por la intensificación de formas autoritarias y fascistas de gobierno para imponerlos, un desarrollo que ya está en marcha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de septiembre de 2025)

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