A medida que se acerca la jornada de acción del 10 de septiembre, Francia se encuentra en una crisis política histórica. El gobierno minoritario del primer ministro François Bayrou—débil de forma desesperada desde el momento en que asumió el cargo—ha caído. Esto abre un período de incertidumbre e inestabilidad sin precedentes en la política oficial. Los partidos pro-Macron están hechos trizas, el Nuevo Frente Popular (NFP) de Jean-Luc Mélenchon está dividido y los partidos tradicionales de derecha están desacreditados. Ninguno ha logrado estabilizar la situación.
En este vacío político, la amenaza de una eventual llegada al poder del partido neofascista Agrupamiento Nacional (RN), y más ampliamente de una dictadura de corte fascista, se cierne sobre todo el andamiaje institucional. En los medios de comunicación capitalistas hay discusiones constantes sobre nuevas elecciones. Sin embargo, con un parlamento fragmentado y un electorado profundamente dividido, no emerge ninguna perspectiva clara sobre cómo se formaría un nuevo gobierno.
Es en el marco de esta profunda crisis del dominio capitalista en Francia que han surgido los llamados para una jornada de acción titulada “Bloquearlo todo” el 10 de septiembre. Símbolo de una creciente radicalización social, refleja el sentido instintivo dentro de la clase obrera—mucho más allá de aquellos que actualmente participan en el movimiento—de que es necesaria una huelga general para combatir el poder de la oligarquía capitalista.
El movimiento está provocando el pánico dentro de la policía antidisturbios francesa. Un alto funcionario anónimo del ministerio del Interior dijo a la prensa: “Esta jornada de acción es impredecible. La movilización puede permanecer dispersa, pero las llamas podrían propagarse rápidamente. Tememos sobre todo que se escape de los mecanismos tradicionales de control.” El diario Le Monde señaló de forma similar que se trata de “una movilización heterogénea, que escapa de los sindicatos y partidos, amenazando con una conflagración incontrolable”.
El ministro del Interior ultraderechista Bruno Retailleau ha movilizado un ejército de 80.000 policías antidisturbios para reprimir las protestas. “No toleraremos bloqueos, ni violencia, y obviamente tampoco boicots,” anunció en France2, mientras preparaba una reunión con todos los prefectos de policía de Francia para coordinar la represión masiva. Advirtiendo sobre una “radicalización [por parte de] movimientos de extrema izquierda”, Retailleau dijo que la policía antidisturbios “tendrá órdenes claras: firmeza [y] arrestar a la mayor cantidad de personas posible”.
La iniciativa de “Bloquearlo todo” para una jornada de acción el 10 de septiembre nació en la aplicación Telegram y otras redes sociales, donde se difundió muy rápidamente. Sin líderes públicos identificados ni estructuras centrales, retoma los métodos de movilización del movimiento de los “chalecos amarillos” de 2018-2019: discusiones locales, acciones dispersas en múltiples lugares y coordinación informal.
Varios colectivos de “Bloquearlo todo” en Nantes anuncian que bloquearán almacenes y depósitos logísticos. En Lyon, estudiantes planean ocupar sus campus. En Marsella, marineros del puerto de La Joliette planean bloquear las terminales portuarias. En París, se han anunciado acciones en varios distritos de la ciudad.
Los participantes en la jornada de acción del 10 de septiembre planean realizar acciones diversas en muchas formas. En París, varios colectivos están llamando a una marcha a la Asamblea Nacional, bajo el lema: “No solo debe caer Bayrou, sino todo el sistema podrido”. En Toulouse, repartidores en bicicleta han anunciado su participación, con uno declarando a los medios: “Ya estamos hartos de ser explotados, ahora es el momento de golpear con fuerza”.
En Lille, estudiantes planean protestar contra el alza de los alquileres organizando una ocupación simbólica de agencias inmobiliarias. En Burdeos, estibadores discuten un bloqueo de 24 horas a las entradas del puerto de la ciudad.
La Dirección General de Seguridad Interior (DGSI) ha estimado que alrededor de 100.000 personas podrían participar en toda Francia, aunque expresó dudas sobre si están preparadas para una lucha prolongada. Sin embargo, la cuestión decisiva se encuentra en otro lugar. El llamado a “Bloquearlo todo” ha escapado del control de las direcciones sindicales, que no saben cómo posicionarse al respecto. Esto demuestra cómo las protestas, y sobre todo la acción huelguística masiva de la clase obrera, pueden escapar de lo que el propio Estado francés admite que son los “mecanismos tradicionales de control”.
Inicialmente, las principales federaciones sindicales de Francia—la Confederación General del Trabajo (CGT) estalinista, la Fuerza Obrera (FO) socialdemócrata y la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT)—trataron el llamado con sospecha y con una hostilidad apenas disimulada. A principios de septiembre, la secretaria general de la CGT, Sophie Binet, lo desestimó como “una entidad nebulosa sin demandas claras, donde uno puede terminar atrapado junto con fuerzas reaccionarias.”
Pero ante la rápida difusión del apoyo a la movilización, sindicatos en ciertos sectores comenzaron a adoptar una postura diferente. El sindicato ferroviario Solidaires, Démocratie Syndicale (SUD), de orientación pablista-libertaria, emitió un llamado a “volver ingobernable el país mediante huelgas y bloqueos”. El ramo de Industria Química de la CGT emitió una declaración afirmando: “Estaremos en las calles y las fábricas el 10 de septiembre, no para frenar sino para amplificar la rabia obrera”.
En Rennes, miembros de SUD anunciaron: “El 10 de septiembre, bloquearemos la zona industrial. Esto es solo el comienzo”. Por otro lado, la CFDT hizo un llamado a “evitar los excesos y permanecer dentro del marco de reivindicaciones sociales claras,” ilustrando los intentos continuos de amplios sectores de la burocracia por frenar y sofocar el movimiento.
Las posiciones de las burocracias sindicales son profundamente contradictorias. Por un lado, se presentan ante los trabajadores—con la ayuda de partidos como Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon o el Nuevo Partido Anticapitalista pablista—como las organizaciones mejor posicionadas para obtener cobertura mediática y apoyo logístico para las huelgas. Sin embargo, al atar a los trabajadores a la perspectiva de negociar con gobiernos capitalistas, inevitablemente se convierten en un freno para el movimiento, y luego lo traicionan.
La cuestión decisiva ante los trabajadores y la juventud en esta jornada de acción es cómo movilizar de forma más amplia a la clase obrera en una lucha contra la guerra imperialista, la austeridad y la dictadura del Estado policial. Los recortes de pensiones de Macron y sus llamados a enviar tropas francesas a Ucrania para la guerra con Rusia son rechazados por nueve de cada diez personas en Francia. Esta oposición abrumadora de la clase obrera debe unificarse y movilizarse contra los planes de represión masiva de la oligarquía capitalista.
Los trabajadores deben organizarse de forma independiente, en comités de base, para escapar de los “mecanismos de control”, es decir, del sabotaje político por parte de las burocracias sindicales. La organización de movimientos como las protestas de los “chalecos amarillos” y “Bloquearlo todo” muestra cómo puede organizarse la acción masiva de forma independiente de los sindicatos, a través de las redes sociales. Este mismo principio debe aplicarse para organizar no solo protestas sociales de un día, sino el lanzamiento de acciones huelguísticas masivas que conduzcan hacia una huelga general.
Por encima de todo, los trabajadores franceses deben encontrar aliados a nivel internacional—poniéndose en contacto con trabajadores en Estados Unidos que luchan contra el golpe de Trump, en Alemania que se preparan para huelgas contra las medidas de austeridad destinadas a financiar el proyecto gubernamental de gasto militar de 1 billón de euros, y más allá. Solo una lucha internacional de este tipo puede destruir finalmente el poder de los mercados financieros y de la oligarquía capitalista, y abrir el camino hacia una revolución socialista.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de septiembre de 2025)