Diez días después de que el canciller Friedrich Merz declarara que Alemania ya no podía darse el lujo de mantener el Estado de bienestar, las direcciones de la Unión Demócrata Cristiana/Unión Social Cristiana (CDU/CSU) y del Partido Socialdemócrata (SPD), socios en el gobierno, han acordado una reducción masiva de los beneficios sociales.
Tras la reunión del comité de coalición del miércoles, Merz afirmó: “Aquí hemos llegado a un entendimiento realmente bueno, también sobre el objetivo de reformar el Estado de bienestar”. La coalición acordará más adelante este año los puntos clave de dicha reforma. El Ingreso del Ciudadano (prestaciones sociales) será sustituido por un nuevo beneficio básico que “promueva” la responsabilidad y “desafíe” los posibles abusos.
Incluso antes, Merz ya había anunciado en varias entrevistas que planeaba recortar el 10 por ciento de los costes del Ingreso del Ciudadano, equivalente a cerca de 5.000 millones de euros al año. Esto, dijo, debía ser “el mínimo”. La ministra de Trabajo, Bärbel Bas (SPD), quien poco antes había calificado el ataque de Merz al Estado de bienestar de “tonterías”, ahora dio señales de conformidad. Afirmó compartir la opinión del canciller de que el Estado de bienestar necesita una reforma.
El ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, quien comparte la dirección del SPD con Bas, elogió las infames medidas de la “Agenda 2010” del excanciller Gerhard Schröder (SPD), que hace 22 años iniciaron una gigantesca redistribución social a favor de los ricos. “Schröder emprendió reformas audaces”, dijo Klingbeil al diario Die Zeit. “Hoy también necesitamos reformas integrales para que nuestro Estado de bienestar siga siendo fuerte, pero también asequible y funcione mejor”.
Schröder, que hoy en día rara vez aparece en público, reaccionó de inmediato. “Creo que eso es valiente por parte de Lars Klingbeil”, dijo al Frankfurter Allgemeine Zeitung. Expresó su esperanza de que el SPD hubiera comprendido que las reformas audaces rinden frutos, incluso si al principio parecen impopulares.
Los recortes al Ingreso del Ciudadano marcan el inicio de un ataque frontal contra las conquistas sociales obtenidas a lo largo de décadas. Las siguientes en la mira son las pensiones y la sanidad, que involucran sumas mucho mayores. En el pacto de coalición para la formación del gobierno federal, ya se había acordado establecer comisiones de expertos con este propósito. Estas ahora deben presentar propuestas sin demora.
Las asociaciones empresariales y los medios de comunicación proempresariales exigen recortes sociales radicales. El 1 de septiembre, el Frankfurter Allgemeine Zeitung se quejó de que “empezando por la mala gestión del Ingreso del Ciudadano, pasando por la constante promoción del sentimiento de derecho adquirido, hasta las altas contribuciones sociales, el Estado de bienestar está estrangulando el crecimiento económico”. Ahora, afirmaba, había llegado el momento “de retirarse en muchas áreas y renunciar a cosas queridas para que la economía pueda volver a acelerarse”.
El presidente del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), Marcel Fratzscher, propuso la introducción de un “año de servicio social” para jubilados. Según esta propuesta, trabajadores de turnos, cajeras y otros que han trabajado arduamente durante más de cuatro décadas deberían pasar un año vaciando orinales y realizando otros trabajos no remunerados antes de disfrutar su jubilación merecida.
La propuesta de Fratzscher, aunque absurda teniendo en cuenta que él, como jefe del DIW y profesor en la Universidad Humboldt de Berlín, probablemente gane varios cientos de miles de euros al año, se difunde por todos los canales. El objetivo es fomentar la hostilidad contra todos aquellos que no generan beneficios económicos, pero aun así reclaman el derecho a una vida digna.
Recortes sociales y rearme
Detrás de este ataque frontal contra el Estado de bienestar hay algo más que las habituales exigencias de los representantes empresariales y economistas neoliberales. La sociedad capitalista se encuentra en un callejón sin salida, y las potencias imperialistas no ven otra salida que los recortes sociales, la dictadura y la guerra.
En los años treinta, una espiral de recesión, guerra comercial, crisis financiera, fascismo y rearme condujo a la Segunda Guerra Mundial. Hoy, se desarrolla nuevamente una catástrofe similar.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha destruido definitivamente la ilusión de que pudiera existir un capitalismo global pacífico. En 1940, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la Cuarta Internacional recordó la afirmación de Lenin de que las guerras imperialistas eran inevitables mientras existiese el capitalismo. Declaró:
La segunda guerra imperialista no es un accidente; no surge de la voluntad libre de tal o cual dictador. Fue prevista desde hace tiempo. Surgió inexorablemente de las contradicciones de los intereses capitalistas internacionales.
Esta advertencia vuelve a confirmarse hoy. Trump no es la causa sino un síntoma. Responde al declive del capitalismo estadounidense declarando la guerra al resto del mundo, imponiendo aranceles punitivos a rivales y aliados, aumentando el gasto militar estadounidense hasta la asombrosa cifra de 1 billón de dólares y erigiendo una dictadura en Estados Unidos. Este es el auténtico contenido de su política de “Hacer Grande a América Otra Vez”.
Las potencias europeas están siguiendo el mismo rumbo. Bajo las supuestamente democráticas administraciones de Obama y Biden, se sumaron con entusiasmo a la ofensiva de la OTAN contra Rusia con la esperanza de obtener ricos botines. Ahora Trump los ha dejado con el pie cambiado. Impone aranceles a las naciones europeas, amenaza con llegar a un acuerdo con Rusia a expensas de ellas y las obliga a cargar con el peso total de la costosa guerra en Ucrania. Washington ahora solo entrega armas a Kiev si Europa paga la factura.
Pero las potencias europeas no están dispuestas a subordinar sus propias ambiciones imperialistas a las de Estados Unidos. Por ello, están rearmándose a toda velocidad. En 2024, los 27 miembros de la UE aumentaron su gasto militar en un 19 por ciento hasta alcanzar los 343.000 millones de euros. Este año se incrementará a 381.000 millones, de los cuales 130.000 millones se destinarán a inversión en nuevas armas. Y eso no es todo. Para alcanzar los objetivos de la OTAN, se necesitan “esfuerzos aún mayores y un gasto de más de 630.000 millones de euros anuales en total”, según André Denk, secretario general de la Agencia Europea de Defensa (AED).
Alemania está desempeñando un papel principal en esta campaña de rearme. El ministro de Defensa, Boris Pistorius, ya fijó en 2024 el objetivo de estar “preparados para la guerra” para 2029 con el fin de enfrentarse a Rusia. Incluso antes de la elección del nuevo gobierno, el Bundestag suspendió el freno de deuda para proporcionar 1 billón de euros destinados al rearme y a infraestructuras relacionadas con la guerra.
Merz justificó recientemente esta suspensión del freno de deuda alegando la necesidad de salvar a la OTAN ante la retirada de Estados Unidos. “Si no hubiéramos modificado la constitución, esta OTAN probablemente habría colapsado ese mismo día”, declaró al canal ZDF en una entrevista de verano.
En su primera declaración de gobierno en el Bundestag, Merz proclamó el objetivo de dominar militarmente Europa. Prometió “poner a disposición de la Bundeswehr todos los medios financieros necesarios para que se convierta, de forma convencional, en el ejército más fuerte de Europa”. Según él, esto es “más que apropiado para el país más poblado y económicamente más fuerte de Europa”.
Manfred Weber (CSU), presidente del Partido Popular Europeo (PPE) en el Parlamento Europeo, también dejó claro que el rearme no tiene fines defensivos, sino que responde a intereses imperialistas: mercados, materias primas y beneficios.
Cuando se le preguntó por qué la UE había cedido en el acuerdo arancelario con Estados Unidos, Weber respondió que debido a su inferioridad militar, Europa no tenía otra opción: “Debido a las dependencias en materia de defensa frente a Trump, no pudimos adoptar una posición suficientemente fuerte en los acuerdos comerciales y decir: somos un actor económico igualmente fuerte en el mundo comparado con EE.UU.”.
Después de dos guerras mundiales perdidas, el militarismo alemán vuelve a aspirar al poder mundial y está dispuesto a asumir cualquier riesgo. Sus planes de expansión militar vuelven a dirigirse hacia el este, aceptando conscientemente el peligro de una represalia rusa. Sin embargo, basta solo una fracción del arsenal nuclear ruso, que cuenta con entre 4.000 y 6.000 ojivas, para destruir completamente todos los centros urbanos, sitios militares e infraestructura industrial de Alemania.
Ataque frontal a la clase trabajadora
El vasto programa de rearme y guerra lanzado por el gobierno de Merz solo puede implementarse mediante la destrucción de las conquistas sociales y los derechos democráticos de la clase trabajadora. El hecho de que gran parte del gasto militar sea financiado con nueva deuda no cambia nada.
La planificación presupuestaria de Klingbeil lo dice todo. El gasto en defensa aumentará de 86.500 millones de euros este año a 168.000 millones en 2029, cubiertos en su totalidad por el presupuesto ordinario.
Aunque Klingbeil planea un endeudamiento adicional de 847.000 millones de euros hasta 2029, aún habrá un déficit de financiación de 172.000 millones de euros solo en el periodo de 2027 a 2029, casi 60.000 millones por año. Dado que también aumentan los gastos de seguridad interna y de servicio de la deuda, y el gobierno se niega categóricamente a aumentar los impuestos a los ricos, solo queda recortar el gasto social, que actualmente representa alrededor del 40 por ciento del presupuesto total.
“Vamos a tener que explicarle a la población por qué, pese a las altas inversiones en defensa e infraestructura, aún necesitamos una consolidación considerable de las finanzas públicas”, comentó Merz tras la cumbre de coalición.
La crisis presupuestaria se ve agravada por otros factores. Desde la crisis del coronavirus de 2020, la economía alemana se ha estancado y los ingresos fiscales no han alcanzado las expectativas. Y los aranceles de importación del 15 por ciento que Estados Unidos ha impuesto a todos los bienes de la UE desde el 7 de agosto, mientras que las importaciones estadounidenses a la UE siguen exentas de aranceles, han profundizado aún más la recesión económica.
Cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, acordó el tratado arancelario con Trump en un campo de golf escocés, estalló la indignación en los círculos empresariales alemanes. Se habló de “sumisión” y “apaciguamiento”. El exjefe de VW Herbert Diess calificó el acuerdo como una “vergüenza” para “una camarilla de transatlanticistas ingenuos y nostálgicos”.
Von der Leyen defendió el acuerdo afirmando que, pese a las desventajas considerables, ofrecía seguridad de planificación y fiabilidad. Pero incluso eso resultó ser una ilusión. El acero y el aluminio utilizados en automóviles y maquinaria europeos ahora están siendo gravados con tasas adicionales de hasta el 50 por ciento. Esto ha socavado significativamente la competitividad de la ingeniería mecánica alemana, una de las industrias de exportación más importantes del país. El giro más reciente de Washington mostró, según la revista económica Wirtschaftswoche, “que los acuerdos con Trump no valen ni el papel en que están escritos”.
La industria automotriz y de proveedores de Alemania ya estaba en caída libre. En tan solo un año, se han eliminado 51.500 empleos, y los despidos continúan sin cesar. Todas las grandes empresas automotrices y proveedoras han anunciado miles de despidos más, mientras que las pequeñas empresas están quebrando en masa. Según un estudio de la consultora EY, el número de empleos industriales en Alemania ha caído en un cuarto de millón desde 2019. Por primera vez en muchos años, el desempleo registrado ha vuelto a superar la marca de los 3 millones. Esto agrava aún más el déficit de los fondos sociales contributivos que financian el desempleo y la sanidad.
Crisis política en Francia
En otros países europeos, la crisis es aún más explosiva, particularmente en Francia, que con una deuda pública del 114 por ciento prácticamente no tiene margen para más endeudamiento sin correr el riesgo de una crisis financiera.
Tras adelantar el aumento del presupuesto militar a 64.000 millones de euros para 2027 en lugar de 2030, el primer ministro François Bayrou planea recortes presupuestarios de 44.000 millones de euros para el próximo año, principalmente a expensas del gasto social. Esto está provocando una resistencia masiva. En los próximos días están previstas huelgas y bloqueos en todo el país.
Como Bayrou no tiene una mayoría en el parlamento, ha vinculado la aprobación del presupuesto de austeridad a un voto de confianza —que casi con seguridad perderá—. Francia se quedaría entonces sin gobierno en medio de un feroz conflicto social.
Berlín y París trabajan estrechamente para imponer la política de guerra y los ataques asociados contra la clase trabajadora. Para el último consejo ministerial franco-alemán, celebrado en Toulon en agosto, ambos gobiernos encargaron a economistas destacados la elaboración de propuestas de reforma. Estos produjeron un catálogo de atrocidades sociales.
Aunque ni los partidos del Nuevo Frente Popular (NFP) ni el ultraderechista Agrupamiento Nacional (RN) se ven actualmente en condiciones de proporcionar una mayoría al odiado presupuesto de austeridad de Bayrou, todos ellos, incluidos los sindicatos, están trabajando para sabotear o desviar el movimiento de oposición. Si el gobierno de Bayrou no puede salvarse, al menos debe salvarse el dominio capitalista. Esto también aplica a La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, que presta apoyo verbal a las protestas pero rechaza una perspectiva socialista para derrocar al capitalismo.
El líder de la RN, Jordan Bardella, ha escrito a los directores de las principales empresas ofreciéndose como próximo primer ministro y prometiendo recortes presupuestarios de 100.000 millones de euros.
En Alemania también, figuras principales de la CDU como Jens Spahn y Julia Klöckner ya están tendiendo puentes hacia la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) para colaborar con ella en caso de que el gobierno de Merz-Klingbeil colapse bajo la presión de la creciente resistencia. Como en Estados Unidos, donde Trump está construyendo una dictadura, el rearme, la guerra, el enriquecimiento de los superricos y los ataques asociados contra la clase trabajadora solo pueden imponerse mediante métodos fascistas.
Las luchas contra el rearme, la guerra, los recortes sociales, la desigualdad y el fascismo están por lo tanto inseparablemente unidas. Requieren la movilización independiente y la unidad internacional de la clase trabajadora en la lucha por un programa socialista.
Saludamos la resistencia de los trabajadores y jóvenes franceses contra Bayrou y Macron y llamamos a los trabajadores en Alemania a demostrar su solidaridad con ellos y seguir su ejemplo. Pero esta resistencia solo podrá tener éxito si rompe con la influencia del Nuevo Frente Popular y los sindicatos, se basa en comités de acción de base independientes y lucha por un gobierno de los trabajadores y los Estados Unidos Socialistas de Europa.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de septiembre de 2025)