El jueves pasado surgieron pocos detalles concretos de la cumbre de más de 30 jefes de gobierno en París, presidida por el presidente francés Emmanuel Macron, cuyo objetivo fue planificar una “coalición de los dispuestos” para desplegar tropas en Ucrania, lo cual representaría una escalada importante de la guerra contra Rusia.
La incapacidad de la coalición, encabezada por Reino Unido y Francia, para acordar algo sustancial en su octava reunión refleja la continua dependencia militar de las potencias imperialistas europeas con respecto a Washington. Estas potencias responden lanzando un asalto generalizado de austeridad contra la clase trabajadora para recaudar los recursos necesarios para el rearme y la guerra contra Rusia.
Macron, el primer ministro británico Keir Starmer, el canciller alemán Friedrich Merz y líderes de otros países europeos, junto a Canadá y Australia, se reunieron antes de mantener una llamada con el presidente estadounidense Donald Trump por la tarde. Macron —cuyo gobierno está a punto de caer por segunda vez en menos de un año este lunes— anunció que 26 países se habían comprometido a brindar algún tipo de apoyo “terrestre, marítimo, aéreo o cibernético” para Ucrania si se alcanzara un alto el fuego o un acuerdo de paz con Rusia.
Sin embargo, seis meses después de la primera reunión de la “coalición de los dispuestos” en marzo, solo Reino Unido, Francia y Estonia han confirmado oficialmente que enviarían tropas terrestres a Ucrania. Sigue sin estar claro cuántas tropas podría aportar cada país.
Esta coalición se formó como respuesta al intento de Trump de llegar a un acuerdo con el presidente ruso Vladímir Putin. Las potencias europeas temen quedar excluidas del reparto del saqueo de materias primas y mercados ucranianos y rusos. En medio de la invasión rusa de Ucrania provocada por Estados Unidos en 2022, Reino Unido, Francia y Alemania apostaron fuertemente a que la alianza trasatlántica con el imperialismo estadounidense les permitiría saquear conjuntamente tanto Ucrania como Rusia. Incluso recortaron drásticamente sus importaciones de gas barato ruso, vital para la industria europea.
Pero Washington, guiado por la política de “Estados Unidos primero” de Trump, considera cada vez más a las potencias europeas no como aliadas, sino como rivales en una rápida redistribución del mundo. El aspirante a dictador estadounidense no solo planteó la posibilidad de un acuerdo con Putin a expensas de Europa, sino que además impuso aranceles del 15 por ciento a las importaciones provenientes de la Unión Europea como parte de su guerra comercial global. Como escribió el World Socialist Web Site después de la cumbre entre Trump y Putin en Alaska el mes pasado,
Trump, resucitando la tradición ultraderechista de “Estados Unidos primero” de la época de la Segunda Guerra Mundial, representa a sectores de la clase dominante estadounidense orientados hacia la guerra en el Pacífico y la confrontación con China. Ha combinado esta visión con medidas arancelarias y de guerra comercial dirigidas contra las potencias europeas. Para esta facción, retirarse del conflicto con Rusia sobre Ucrania ofrece ventajas potenciales: asegurar el acceso a recursos vitales en Rusia y Ucrania, debilitar la alineación de Moscú con Pekín y socavar el imperialismo europeo.
Los imperialistas europeos están decididos a reducir su dependencia militar de Washington mediante un programa demencial de rearme —gastando unos 800.000 millones de euros bajo el programa de la Unión Europea “Rearmar Europa” y 1 billón de euros a través de un fondo gubernamental alemán para su ejército y mejoras en la infraestructura relevante para la guerra.
Sin embargo, implementar esta agenda —que implica destruir lo que queda de las concesiones hechas a la clase trabajadora tras la Segunda Guerra Mundial— lleva tiempo. Por ello, respondieron al giro de Trump tratando de sabotear un posible acuerdo entre la Casa Blanca y el Kremlin, manteniendo a Estados Unidos en la guerra mediante exigencias totalmente inaceptables para Rusia, como el envío de tropas de la OTAN a Ucrania.
Macron, Starmer y Merz apoyan el plan del presidente ucraniano Volodímir Zelenski de comprar armamento estadounidense por un valor de 90.000 millones de dólares con fondos europeos. Según el New York Times, se ha creado un mecanismo de adquisiciones de la OTAN para facilitar compras europeas por valor de 1.000 millones de dólares mensuales a contratistas estadounidenses de defensa. Uno de los enfoques principales es la adquisición de armamento de alta tecnología, como misiles de crucero y sistemas de defensa aérea. A medida que las potencias europeas impulsan su propio rearme, estas sumas aceleran aún más la guerra de clases de la élite gobernante contra los trabajadores.
El Kremlin reaccionó a los anuncios de Macron el jueves, predeciblemente, amenazando con atacar a las tropas occidentales desplegadas en Ucrania. “Consideramos esto como un peligro para nosotros —la presencia de fuerzas armadas internacionales o extranjeras, de fuerzas armadas de países de la OTAN en territorio ucraniano cerca de nuestras fronteras”, comentó el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, desde un foro económico en Vladivostok. Putin declaró que cualquier tropa de la OTAN en territorio ucraniano sería considerada por Rusia como un “objetivo legítimo”.
Sigue sin estar claro si Trump respaldará explícitamente las “garantías de seguridad” para Ucrania propuestas por Macron y Starmer. Macron afirmó que en los próximos días se aseguraría una promesa de protección por parte de Estados Unidos para dicha fuerza en caso de ser atacada por Rusia. Sin el apoyo estadounidense—sobre todo en inteligencia y capacidad aérea—un despliegue de tropas europeas-canadienses en Ucrania parece actualmente imposible.
Lo que sí es seguro es que los imperialistas europeos se están preparando para un ataque despiadado contra la clase trabajadora a fin de recaudar fondos para escalar la guerra contra Rusia y perseguir impunemente sus propios intereses globales al margen de Washington. En Alemania, el gobierno de coalición demócratacristianos/socialdemócratas liderado de Merz ha anunciado un “otoño de reformas” al tiempo que busca recortar decenas de miles de millones de euros en gasto social para financiar el rearme y la guerra.
En Francia, el primer ministro François Bayrou perderá una moción de censura este lunes, cuando su impopular gobierno minoritario presente un presupuesto con recortes de gasto por 44.000 millones de euros destinados a financiar el gigantesco programa de rearme del país. Si bien existe consenso en todo el establishment político en cuanto a aumentar el gasto en armamento, Bayrou es percibido como incapaz de llevar adelante los ataques necesarios contra la clase trabajadora.
Los recortes anunciados hasta ahora son solo un anticipo. Rearmarse al nivel que exigen los imperialistas europeos en el marco de una tercera guerra mundial en rápida gestación requerirá regímenes dictatoriales similares al que Trump intenta instaurar en Estados Unidos.
Por eso, sectores de la clase dominante promueven sistemáticamente a partidos de extrema derecha en todos los principales países europeos. En Alemania, los planes para incorporar a Alternativa para Alemania al poder están muy avanzados. En Francia, el líder de Agrupación Nacional (RN), Jordan Bardella, envió esta semana una carta a los empresarios franceses comprometiéndose a que un gobierno de RN aplicaría recortes por 100.000 millones de euros —más del doble que los propuestos por Bayrou y Macron.
Los partidos de la supuesta “izquierda” no son menos firmes en su apoyo al rearme del imperialismo europeo a expensas de la clase trabajadora. El partido La Izquierda alemán votó a favor del crédito de guerra de 1 billón de euros en el Bundesrat, la segunda cámara parlamentaria del país. Además, el partido La Izquierda usó sus votos en el parlamento para asegurar que Merz fuera elegido canciller. No ha hecho absolutamente nada para movilizar a los trabajadores contra el ataque del gobierno a su nivel de vida.
En Francia, el programa electoral del Frente Popular Nuevo de Jean-Luc Mélenchon del año pasado propuso explícitamente desplegar tropas de “mantenimiento de la paz” en Ucrania. Mélenchon ha abogado por una afirmación más agresiva de los intereses nacionales del imperialismo francés en medio del colapso del orden internacional surgido tras la guerra. En cuanto a la burocracia sindical, todas defienden los intereses de su propia burguesía nacional en esta desenfrenada carrera militarista y por la defensa de las ganancias empresariales.
La oposición a la escalada de la guerra imperialista debe estar encabezada por la clase trabajadora en toda Europa y más allá. Existe una oposición generalizada al retorno de la barbarie imperialista, como lo demuestra la participación masiva en protestas contra el genocidio respaldado por Estados Unidos llevado a cabo por Israel contra los palestinos en los últimos dos años.
Esa oposición debe vincularse a la reactivación de las luchas obreras contra la destrucción de empleos y condiciones laborales, impulsada por el agravamiento de la crisis del capitalismo mundial y el impulso de la clase dominante a convertir vastas porciones de la industria civil en producción militar. Esta lucha sólo puede triunfar sobre la base de un programa socialista e internacionalista orientado a acabar con el capitalismo, fuente de guerras, dictaduras y creciente miseria social para la clase obrera.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de septiembre de 2025)