En su comparecencia del jueves ante el Comité de Finanzas del Senado, el secretario de Salud y Servicios Humanos, Robert F. Kennedy Jr., hizo una serie de declaraciones extremas que expusieron el carácter fascista de su ataque a las vacunas, la ciencia y la salud pública. A lo largo de la audiencia de tres horas, Kennedy dijo repetidamente a los senadores que estaban “inventando cosas”, rechazó evidencia científica básica como “confusión” y escaló su campaña para eliminar la protección que brindan las vacunas a los niños estadounidenses.
Cuando la senadora Maggie Hassan le preguntó si las vacunas contra el COVID-19 habían salvado millones de vidas estadounidenses, Kennedy respondió con un rechazo total del consenso científico: “La única confusión que he expresado es cuántas salvaron. No creo que nadie lo sabe”. Esta afirmación va en contra de la abrumadora evidencia, incluida la investigación publicada en The Lancet Infectious Diseases que estima que casi 20 millones de vidas fueron salvadas en todo el mundo solo durante el primer año de vacunación.
La declaración más reveladora de Kennedy se produjo cuando defendió su despido de los funcionarios de los CDC involucrados en la respuesta a la pandemia: “Las personas en los CDC que supervisaron ese proceso, que les colocaron mascarillas a nuestros hijos, que cerraron nuestras escuelas, son las personas que se irán. Y es por eso que necesitamos una nueva conducción audaz, competente y creativa en los CDC, personas capaces y dispuestas a trazar un nuevo rumbo”.
Esta declaración deja claro que los ataques de Kennedy a la ciencia fluyen directamente de la oposición de extrema derecha a todas las medidas de salud pública implementadas durante la pandemia de COVID-19. Cualquier apariencia de salud pública debe ser reemplazada por “un nuevo rumbo” basado en la oposición a todos los esfuerzos para salvar vidas.
La indignación teatral de los senadores demócratas no representa más que la pantomima de un partido que se ha negado a organizar a los trabajadores en defensa de la salud pública, ni mucho menos el golpe de Estado en curso de Trump y los esfuerzos por establecer una dictadura militar en los Estados Unidos. Estos son los mismos demócratas que se sentaron en silencio mientras el Gobierno de Biden desmantelaba las protecciones contra el COVID-19, ponía fin a la Emergencia de Salud Pública y denigraba el uso de mascarillas, políticas que sentaron las bases políticas para el asalto mucho más extremo de Kennedy hoy.
El testimonio de Kennedy se produjo un día después de que el cirujano general de Florida, Joseph Ladapo, anunciara que el estado tomaría medidas para eliminar todos los requisitos de vacunas escolares para los niños, estableciendo un precedente peligroso que abrirá las compuertas para que todos los estados liderados por los republicanos sigan su ejemplo.
De pie junto al gobernador republicano Ron DeSantis en una conferencia de prensa celebrada en una escuela secundaria cristiana privada en Tampa, Ladapo declaró que las vacunas “apestan a desdén y esclavitud” y afirmó que “su cuerpo es un regalo de Dios”. La obligatoriedad de múltiples vacunas se eliminará inmediatamente en Florida a través de las reglas del Departamento de Salud, incluidas las vacunas contra la varicela, la hepatitis B, el Hib y el neumococo. Cuando la legislatura estatal vuelva a reunirse en 2026, se centrarán en los estatutos que requieren inmunización contra la poliomielitis, la difteria, el sarampión, las paperas, la rubéola, la tos ferina y el tétanos.
Estos ataques coordinados se producen pocos días después del despido por parte de Kennedy de la directora de los CDC, Susan Monarez, quien reveló en un artículo de opinión del Wall Street Journal el jueves que fue presionada para “aprobar previamente las recomendaciones de un panel asesor de vacunas recientemente lleno de personas que han expresado públicamente su retórica contra las vacunas”.
Este panel, el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP), está programado para reunirse el 18 y 19 de septiembre e implementará las posiciones más extremas que Kennedy y la Administración de Trump creen que pueden avanzar.
Después de haber purgado a los 17 expertos calificados del ACIP en junio, Kennedy ha llenado el panel con ideólogos antivacunas cuidadosamente seleccionados. El ACIP ahora está dirigido por Martin Kulldorff, coautor de la Gran Declaración de Barrington, que abogó por infectar masivamente a la población con COVID-19 en 2020 antes de que las vacunas estuvieran disponibles. La persona designada por Kennedy para dirigir el grupo de trabajo de inmunización contra el COVID-19 del ACIP, Retsef Levi, ha llamado a las vacunas de ARNm “el producto más fallido de la historia” y ha abogado por su prohibición completa.
Kennedy confirmó durante el testimonio del jueves que está recibiendo asesoramiento de William Thompson, un empleado de los CDC que los escépticos de las vacunas afirman que expuso datos que vinculan la vacuna MMR con el autismo en niños negros. Las evaluaciones independientes han desmentido completamente esta afirmación. Kennedy también confirmó que David Geier, una figura controvertida que una vez intentó tratar a niños autistas sin licencia médica, está trabajando como contratista del Departamento de Salud y Servicios HUmanos en bases de datos sobre la seguridad de las vacunas.
La audiencia de Kennedy en el Senado, el anuncio de Ladapo en Florida y la próxima reunión del ACIP representan una marcada escalada de una campaña coordinada de extrema derecha para eliminar todos los requisitos de vacunas en todo el país.
El asalto de la Administración de Trump a las vacunas y la infraestructura de salud pública representa nada menos que un complot para matar a los estadounidenses a través de la propagación deliberada de enfermedades. Su objetivo es hacer retroceder el progreso médico en más de 200 años, hasta la era anterior a que Edward Jenner desarrollara la primera vacuna en 1796. El resultado será un retorno a una época en la que las enfermedades infantiles se cobraban millones de vidas al año.
El espectro de los pulmones de hierro que regresan a los hospitales infantiles a medida que las tasas de vacunación contra la poliomielitis se desploman, junto con el resurgimiento de otras reliquias de enfermedades una vez conquistadas por la ciencia: el sarampión y la varicela, las epidemias de tos ferina en las escuelas primarias y el regreso de las tasas de mortalidad infantil no vistas desde la década de 1950.
Esto representa la última etapa de una política bipartidista de décadas destinada a reducir la esperanza de vida y enfermar y matar sistemáticamente a niños y ancianos de la clase trabajadora, una campaña que se ha intensificado drásticamente en respuesta a la actual pandemia de COVID-19. Desde 2020, Estados Unidos ha sufrido más de 1,5 millones de muertes en comparación con otras naciones, mientras que a nivel mundial, más de 400 millones de personas ahora viven con COVID persistente.
La undécima ola de la pandemia está actualmente en marcha en los Estados Unidos sin prácticamente ningún informe o reconocimiento por parte de las autoridades sanitarias. Las visitas a Emergencias por COVID-19 han aumentado un 15.2 por ciento en la semana más reciente, con tasas de positividad de las pruebas de un 9.9 por ciento a nivel nacional. Esta ola se está encubriendo más completamente que cualquier ola anterior, incluso cuando la propagación de COVID-19 está creciendo en 40 estados. En estas condiciones, Kennedy ha desmantelado sistemáticamente la infraestructura necesaria para monitorear y responder a esta crisis en curso, al tiempo que restringe drásticamente el acceso a las vacunas contra COVID-19.
Desde que asumió el cargo, Kennedy ha implementado despidos masivos en todas las agencias del HHS, con despidos totales que superan los 20.000 trabajadores. También ha cancelado casi $500 millones en contratos de investigación y desarrollo de vacunas de ARNm y se ha movido para restringir el acceso a las vacunas contra el COVID, con informes que indican que planea revocar por completo el acceso a las vacunas contra el COVID de ARNm dentro de unos meses.
Cuando Kennedy y Ladapo presentan su campaña contra la vacunación como una cruzada cristiana contra los infieles científicos, están sentando las bases para un abandono completo de la medicina basada en la evidencia.
La comunidad científica ha respondido al asalto de Kennedy con una creciente resistencia. Más de 1.000 empleados actuales y anteriores del departamento han firmado cartas exigiendo la renuncia de Kennedy. Una carta del 3 de septiembre acusó a Kennedy de “poner en peligro la salud de la nación” a través de su nombramiento de “ideólogos políticos disfrazados de expertos científicos” y la rescisión de las autorizaciones de emergencia de la vacuna contra el COVID-19 sin justificación científica, mientras que una carta del 20 de agosto acusó a Kennedy de ser “cómplice en el desmantelamiento de la infraestructura de salud pública de Estados Unidos”.
Lo que Kennedy y Ladapo ocultan deliberadamente es que la salud pública no se trata de la elección individual, sino de la responsabilidad social colectiva. La vacunación masiva protege no solo a las personas, sino a toda la sociedad, especialmente a los más vulnerables. Los ataques contra estos preceptos equivalen a la forma más vil de ideología libertaria, la peligrosa tontería de que la independencia y la libertad individual superan la evidencia científica y la acción colectiva.
Las élites gobernantes están supervisando un complot contra los estadounidenses y el mundo entero, con el objetivo de sacrificar millones de vidas en el altar de las ganancias capitalistas. La lucha contra esta conspiración y los ataques de la Administración de Trump a la ciencia no pueden ser librados solo por científicos. Sobre todo, depende de la construcción de un movimiento de masas de la clase trabajadora, en los Estados Unidos e internacionalmente, con la lucha por la ciencia y la salud pública como un componente crítico de la lucha más amplia por el socialismo mundial.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de septiembre de 2025)