Veintidós años después de haber mentido sobre la posesión de armas de destrucción masiva por parte del presidente iraquí Saddam Hussein para justificar la guerra de EE.UU. contra Irak en 2003 bajo el mando del presidente George W. Bush, el ex primer ministro laborista británico Tony Blair ha dado su visto bueno a los planes de limpieza étnica en Gaza promovidos por el presidente estadounidense Donald Trump.
La guerra de agresión no provocada por parte de EE.UU. y Reino Unido y la posterior ocupación de Irak costaron la vida de más de 600.000 civiles iraquíes, según la revista médica británica The Lancet, aunque muchas estimaciones son incluso mayores. Para abril de 2007, 1,9 millones de iraquíes estaban desplazados internamente y más de 2,2 millones eran refugiados en el extranjero. Irak, que antes de la invasión tenía una de las economías árabes más avanzadas gracias a su petróleo, vio su PIB contraerse un 50 por ciento, su moneda desplomarse y un disparo del desempleo y la pobreza.
El informe Chilcot de 2016, que resume los hallazgos de una investigación pública sobre el papel de Reino Unido en la guerra, concluyó que Blair había difuminado deliberadamente las líneas entre lo que creía y lo que sabía con el fin de justificar la invasión. En 2017, el Tribunal Superior británico se vio obligado a bloquear el intento de un ex jefe del Estado Mayor del ejército iraquí de presentar una acusación privada contra Blair por cometer un “crimen de agresión” al invadir Irak en 2003.
La semana pasada, este criminal de guerra que nunca ha sido procesado viajó a la Casa Blanca para informar a Trump sobre propuestas lideradas por empresarios israelíes y elaboradas junto al Boston Consulting Group (BCG), el Fondo Humanitario para Gaza (GHF, por sus siglas en inglés) y su propio Instituto Tony Blair (TBI), para una Gaza “postguerra”.
Trump dio luz verde al primer ministro fascista de Israel, Benjamín Netanyahu, para destruir Gaza mediante bombardeos, hambre y enfermedades, expulsar a los palestinos del enclave, y ahora busca cosechar los beneficios.
La carrera de Blair tras dejar el cargo lo preparó perfectamente para este nuevo crimen. Aprovechó sus años desde que dejó Downing Street para codearse con los autócratas del Medio Oriente en su papel como enviado especial para el Medio Oriente de la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos y Rusia entre 2007 y 2015, cargo concedido por Bush en recompensa por sus servicios prestados. Durante su mandato, la solución de los dos estados quedó en letra muerta y se volvió persona non grata en Ramala, la sede de la Autoridad Palestina (AP) en Cisjordania, debido a su descarado sesgo a favor de Israel.
Posteriormente, aprovechando estos contactos, creó su propio negocio de consultoría, el Instituto Tony Blair (TBI), convirtiéndose en el hombre de confianza para los cleptócratas y dictadores del mundo.
La visita de Blair a la Casa Blanca se produjo solo semanas después de que su instituto TBI primero negara cualquier implicación y luego intentara minimizar su rol en los planes de reconversión de Gaza como la “riviera del Medio Oriente”, purgada de ciudadanos palestinos, elaborado por BCG y GHF. Sus dos empleados presentes en las reuniones estaban “en esencia solo en modo escucha”, dijo el TBI.
Esta mentira se ha desplomado. El plan de BCG, TBI y GHF se está preparando para su implementación mediante la ofensiva israelí contra la ciudad de Gaza, hogar de un millón de personas, casi la mitad de la población total de la Franja, quienes serán asesinadas o hacinadas en un campo de concentración antes de su expulsión.
El plan se titula: “La Gran Confianza: De un poderado iraní demolido a un próspero aliado abrahámico”, donde “Gran” es un acrónimo de “Reconstrucción de Gaza, Aceleración Económica y Transformación” (Gaza Reconstitution, Economic Acceleration and Transformation, en inglés). No solo es una inmensa empresa especulativa que busca lucrar con la limpieza étnica y el genocidio, sino también una pieza clave de la ofensiva del imperialismo estadounidense por dominar el Medio Oriente.
El plan contempla una zona de manufactura, explotación offshore de gas y petróleo, y un negocio turístico costero de lujo, con un corredor de infraestructura que conectaría con un nuevo puerto, aeropuerto y otros puertos en la región. Sería la terminal de una ruta de transporte hacia el Medio Oriente e India, el Corredor Económico India-Medio Oriente-Europa (IMEC), diseñado como competencia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China, que promete ganancias financieras millonarias para sus inversionistas.
Estas ganancias se basan en el supuesto “realojo temporal” del resto de la población de Gaza—2,1 millones de personas—durante el periodo de reconstrucción, ya sea mediante “programas de reubicación voluntaria” hacia “opciones de vivienda temporales” dentro del propio enclave o mediante traslado a otros países. Se espera que pocos regresen alguna vez, entre los países anfitriones propuestos figuran Indonesia, Sudán del Sur, Somalilandia, Libia y Etiopía.
Para ver las 38 diapositivas del proyecto en Gaza, visita www.washingtonpost.com/documents/ f86dd56a-de7f-4943-af4a-84819111b727.pdf
De más está decir que los propios palestinos no tendrán voz alguna en este emprendimiento, ya que EE.UU. e Israel establecerán un control directo de facto en Gaza. Esto se describe como una forma de “custodia multilateral” que podría “evolucionar hacia un fideicomiso multilateral formal”, con Israel manteniendo “derechos generales para satisfacer sus necesidades de seguridad”, idealmente con participación financiera de países árabes y otros Estados. El fideicomiso gobernaría Gaza “hasta que una entidad palestina reformada y desradicalizada esté lista para tomar su lugar” como régimen títere, “con el fideicomiso reteniendo ciertos poderes plenos”.
Acompañando a Blair en la Casa Blanca para discutir este plan estaba Jared Kushner, yerno de Trump, quien gestiona miles de millones en inversiones con los petro-monarcas del Golfo—intereses comerciales que avanzó durante su período como enviado para el Medio Oriente en la primera administración Trump.
Se dice que Blair y Kushner han estado colaborando durante meses en el futuro de Gaza tras la propuesta de Trump en febrero de asumir una “posición de control a largo plazo” sobre Gaza, con el objetivo de “apropiarse y desarrollarla” como un resort playero de lujo y reubicar la población en “un terreno nuevo, fresco y hermoso” o en “varios terrenos”.
Blair también ha trabajado con Steve Witkoff, enviado de Trump para el Medio Oriente y multimillonario inmobiliario, con quien se reunió en la Casa Blanca en julio, el mismo día que Netanyahu se reunió con Trump. Blair ha mantenido una serie de reuniones en Israel y el Golfo en los últimos meses, incluyendo con el presidente de la AP, Mahmoud Abbas, en julio.
Trump habría convocado a Ron Dermer, principal asesor de Netanyahu y ministro de Asuntos Estratégicos, para discutir los planes. Como embajador israelí en EE.UU., Dermer, junto a Kushner, jugó un papel clave en la negociación de los Acuerdos de Abraham de 2020, mediante los cuales Israel normalizó relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Sudán y Marruecos.
Dermer y Blair han colaborado en el pasado, durante la administración Biden, discutiendo supuestamente con Emiratos Árabes Unidos un plan posguerra para Gaza. Ambos critican a la AP y apoyan la oposición de Netanyahu a que tanto el Fatah de Abbas como Hamas controlen Gaza tras la guerra, ya que pretende anexar Cisjordania.
Si bien el historial de Blair demuestra que ninguna empresa criminal le queda grande al ex primer ministro británico, el actual primer ministro laborista, Sir Keir Starmer, es su ferviente admirador, discípulo y compañero criminal de guerra. Starmer apoya plenamente el genocidio de los palestinos por parte de Netanyahu como parte de los planes más amplios del imperialismo estadounidense para asegurar el control sobre el Medio Oriente rico en recursos—apuntando, por sobre todo, contra China—del cual Reino Unido espera lucrar. El gobierno británico suministra armas a Israel, realiza vuelos de reconocimiento casi diarios desde su base en Chipre para proporcionar inteligencia a las Fuerzas de Defensa de Israel y presta apoyo político y diplomático a Tel Aviv en las Naciones Unidas.
En diciembre pasado, Starmer nombró a uno de los altos funcionarios del gobierno de Blair como nuevo enviado del Reino Unido ante la AP, que sigue funcionando como subcontratista israelí para policiar a los palestinos en Cisjordania. Sir Michael Barber, quien encabezó la Unidad de Rendición de Cuentas en Downing Street bajo Blair, posteriormente trabajó para BCG y se convirtió en socio de la consultora McKinsey, y ahora ayudará a la AP en su “agenda de reformas vitales para fortalecer su capacidad de gestión y mejorar la prestación de servicios”.
Al mismo tiempo, Starmer está tomando medidas para aplastar toda oposición a la guerra israelí en Gaza y construir un Estado policial en defensa de la guerra, el genocidio y la austeridad. La policía ha arrestado a cientos de personas bajo la Ley Antiterrorista por el “crimen” de sentarse pacíficamente en la Plaza del Parlamento en Londres con un cartel que dice: “Me opongo al genocidio. Apoyo a Palestine Action”, el grupo contra el genocidio proscrito como organización terrorista por sus protestas pacíficas frente a fábricas de armas e instalaciones militares.
El hecho de que Starmer esté en el poder hoy es enteramente responsabilidad política del exlíder laborista Jeremy Corbyn, quien fue impulsado al liderazgo en 2015 por cientos de miles de afiliados al Partido Laborista ansiosos de poner fin al odiado ala derechista blairista. Aunque Corbyn lamentó la “catastrófica decisión” de invadir Irak, que dejó una “mancha” sobre el laborismo, nunca exigió la expulsión de Blair ni de su gabinete del partido.
Se opuso a toda lucha para movilizar a la clase trabajadora contra sus oponentes blairistas, quienes lo difamaron a él y a sus simpatizantes como antisemitas por oponerse a la represión israelí contra los palestinos. En lugar de enfrentarlos, cedió ante ellos en cada oportunidad, incluso mientras estos expulsaban a muchos de sus simpatizantes del partido, y finalmente a él mismo. Sin la moratoria temporal otorgada por Corbyn, el laborismo nunca habría podido recuperarse de los crímenes cometidos bajo Blair y no estaría en posición de intensificar hoy su agenda criminal.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de septiembre de 2025 en)
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