Esta semana comenzó en Brasilia el juicio contra el expresidente fascistoide Jair Bolsonaro y sus principales cómplices en la conspiración golpista que culminó en el intento de golpe del 8 de enero de 2023.
El martes y miércoles se escucharon las declaraciones de defensa del expresidente y de otros siete acusados de formar el “núcleo crucial” de la conspiración. Casi todos son militares, incluidos excomandantes de las Fuerzas Armadas y generales de cuatro estrellas.
Las sesiones decisivas del juicio, en las que los jueces del Supremo Tribunal Federal (STF) presentarán sus votos y se espera la condena de los acusados por crímenes tales como “Golpe de Estado” y “Abolición Violenta del Estado Democrático de Derecho”, están previstas para la próxima semana.
El juicio del intento de golpe dirigido por Bolsonaro y la cúpula militar es un acontecimiento político histórico en Brasil. En un país que pasó 21 años bajo una sangrienta dictadura militar, entre 1964 y 1985, es la primera vez que los generales se sientan en el banquillo de los acusados y que se juzgan crímenes contra la democracia.
Las implicaciones explosivas de este hecho se agravan por el ritmo creciente de la crisis mundial y, particularmente, por los choques derivados de la violenta erupción del imperialismo estadounidense. Lo que ha sido denominado el “juicio del siglo” en Brasil se desarrolla bajo la injerencia abierta de Washington contra las instituciones políticas del país.
La administración de Donald Trump impuso aranceles punitivos del 50 por ciento a Brasil, justificados abiertamente como un medio de coacción contra el Estado brasileño para que abandonara el caso contra Bolsonaro, al que su aliado estadounidense calificó de “cacería de brujas”.
El juicio del intento de golpe en Brasil va directamente en contra del proyecto dictatorial en curso de Trump en Estados Unidos. La conspiración fascista de Bolsonaro copió directamente el intento de golpe en el Capitolio estadounidense del 6 de enero de 2021. Trump observa hacia Brasil y sin duda piensa: “allí podría estar yo, salvo por la gracia de dios—o, en su caso, del Partido Demócrata”.
Los ataques coordinados entre Bolsonaro y el gobierno de Trump fueron mencionados en la apertura del juicio por el relator del caso, el juez Alexandre de Moraes, objetivo directo de sanciones y amenazas por parte de Estados Unidos. “En el curso de esta acción se verificó la existencia… de una verdadera organización criminal”, declaró, que intentó “coaccionar al Poder Judicial… y someter el funcionamiento del Tribunal al escrutinio de un Estado extranjero”.
Lejos de representar el golpe final a una ofensiva fascista derrotada, el juicio a Bolsonaro y sus cómplices ocurre en un contexto donde persisten y se intensifican sus esfuerzos por derrocar la democracia en Brasil. Con el apoyo de amplios sectores del establ ishment político, las Fuerzas Armadas y el imperialismo estadounidense, ya se preparan activamente para una confrontación violenta contra las decisiones del tribunal.
La clase obrera brasileña se encuentra en una encrucijada histórica. Para enfrentar los peligros mortales del fascismo y la violencia imperialista, es necesario comprender su origen real en el sistema capitalista mundial en crisis. Pero, ante todo, los trabajadores brasileños deben comprender la fuente de su propia fortaleza: su unidad profunda con la clase obrera internacional.
La perspectiva promovida por el gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y las organizaciones pseudoizquierdistas va directamente en contra de estos intereses. En respuesta a la explosiva situación política, concentran todos sus esfuerzos en construir actos patrióticos y reaccionarios el 7 de septiembre, Día de la Independencia de Brasil.
La celebración del Día de la Independencia, íntimamente ligada al legado político de la dictadura militar y al proyecto fascista de Bolsonaro, ocurrirá precisamente en medio del juicio por el intento de golpe. Se espera que la extrema derecha utilice la ocasión para lanzar una ofensiva que reviente el curso del proceso judicial.
El PT y la pseudoizquierda presentan la necesidad de contrarrestar estos esfuerzos como una justificación fraudulenta para construir los actos que convocan bajo el lema “Brasil Soberano”. El dirigente del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), Guilherme Boulos, declaró: “No podemos dejar las calles solamente a la extrema derecha el 7 de septiembre. Esta es una contradicción”.
Pero, más profundamente, el abrazo al chovinismo brasileño y todas sus sucias tradiciones forma parte de un esfuerzo reaccionario para construir un “Frente Nacional” en respuesta a Trump y Bolsonaro. El eje fundamental de esta política es subordinar a la clase obrera brasileña a la podrida burguesía nacional y su Estado.
Este objetivo se expresa claramente en el llamado a las manifestaciones, firmado por las confederaciones sindicales y movimientos sociales vinculados al PT y al PSOL. Dirigiéndose explícitamente a los “militares”, “líderes partidarios” y “parlamentarios” burgueses, declara: “El gobierno, empresarios comprometidos con la patria y trabajadores deben apostar por el fortalecimiento del consumo interno y la conquista de nuevos mercados para nuestras exportaciones”.
Esta vergonzosa declaración oficial firmada por las principales centrales sindicales fue acompañada por una declaración “independiente” de la CSP-Conlutas, la federación sindical liderada por los morenistas del Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU) y apoyada por grupos aliados como el Movimiento Revolucionario de los Trabajadores (MRT).
Demostrando claramente el carácter antimarxista de estas organizaciones, comprometidas con actuar como “ala izquierda” del frente nacional burgués promovido por el PT, la nota de Conlutas afirma: “El 7 de septiembre de este año cobra gran importancia ante el ataque imperialista de Estados Unidos contra Brasil y debe ser un hito en la lucha por una verdadera independencia”. Con base en esto, llaman a “la más amplia unidad de acción para enfrentar al imperialismo”, es decir, a superar las divisiones de clase y políticas en nombre de la defensa nacional.
La supuesta “oposición” de este sector pseudoizquierdista al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva no es más que un recurso para desviar a los trabajadores y jóvenes en proceso de radicalización política. Su programa “alternativo” se reduce a la demanda de que “el gobierno de Lula tiene que tomar medidas concretas antiimperialistas y anticapitalistas”.
El grado de desesperación y podredumbre política expresado en la maniobra reaccionaria del PT y la pseudoizquierda se entiende mejor examinando el evento político que buscan apropiarse. En los últimos años del gobierno de Bolsonaro, las celebraciones del 7 de septiembre sirvieron precisamente como la principal plataforma política para promover su conspiración golpista.
En 2021, el World Socialist Web Site advirtió:
El 7 de septiembre marcó una nueva etapa en el viraje de Bolsonaro hacia el establecimiento de un régimen dictatorial en Brasil…
Los eventos del martes fueron preparados durante meses por Bolsonaro y su camarilla de asesores fascistoides, civiles y militares, y coordinados directamente con aliados de extrema derecha en Estados Unidos e internacionalmente. Con el apoyo organizado de grupos de ultraderecha, comandos policiales, asociaciones empresariales y otras instituciones reaccionarias, se llevaron a las calles multitudes compuestas por los elementos más reaccionarios de la clase media brasileña, policías fuera de servicio y otras capas atrasadas con el objetivo explícito de legitimar la asunción del poder absoluto por parte de Bolsonaro.
Estos esfuerzos se intensificaron al año siguiente, el cual presenció “una unificación sin precedentes en las calles de los partidarios de su proyecto político fascistoide y las Fuerzas Armadas, con el consentimiento de los generales”.
En ausencia de un movimiento fascista de masas, la celebración reaccionaria del patriotismo y el militarismo brasileño del 7 de septiembre fue adoptada por Bolsonaro como fachada popular para su proyecto dictatorial. Su capacidad para ejecutar esta maniobra sin resistencia significativa del Estado y con apoyo militar demostró que la conspiración de Bolsonaro – mucho más que un proyecto personal – era un síntoma de la trayectoria del conjunto del régimen burgués.
Es precisamente esta lección la que el PT y la pseudoizquierda buscan borrar este 7 de septiembre.
El intento del PT de restablecer su fracasado “Frente Amplio” burgués con base en el patriotismo como nuevo denominador político común tendrá consecuencias catastróficas, que ya comienzan a aflorar.
Durante la promoción de los actos por el Día de la Independencia, el presidente del PT, Edinho Silva, propuso “tener como foco la creación de un frente amplio de apoyo a las [próximas] elecciones [del próximo año]”. En particular, Silva expresó el objetivo de profundizar relaciones y formar una federación con los partidos derechistas União Brasil y el Partido Progresista (PP).
El martes —el mismo día en que comenzó el juicio en el STF— estos dos partidos derechistas anunciaron su salida del gobierno del PT y de los ministerios que ocupaban, y declararon su adhesión a la campaña por la amnistía para Bolsonaro y todos los implicados en el intento de golpe del 8 de enero.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 4 de septiembre de 2025)