El viernes, la Gran Asamblea Nacional de Turquía se reunió con una agenda extraordinaria a solicitud de los partidos de la oposición para discutir el ataque de Israel contra Gaza, el genocidio contra el pueblo palestino y la hambruna impuesta deliberadamente.
La sesión general se realizó tras la declaración oficial de hambruna en Gaza por parte de las Naciones Unidas la semana pasada, mientras Israel aceleraba sus operaciones para tomar y limpiar étnicamente la ciudad de Gaza con el apoyo de las potencias imperialistas.
La resolución, que no es más que una declaración hipócrita y engañosa que reitera la supuesta oposición de la burguesía turca al genocidio en Gaza, fue aprobada “por consenso”, según el presidente del parlamento turco. Sin embargo, los diputados del Partido de los Trabajadores de Turquía (TİP) y el Partido del Trabajo (EMEP), que ingresaron al parlamento en alianza con el Partido DEM, anunciaron que no participaron en la votación ni votaron afirmativamente.
La resolución de nueve puntos “condena enérgicamente las prácticas de ocupación, destrucción y anexión a las que el pueblo palestino ha estado sometido por Israel durante décadas” y “llama a la comunidad internacional a redoblar esfuerzos para obligar a Israel a aceptar un alto el fuego permanente en Gaza, retirar sus fuerzas armadas de la región y garantizar la entrega ininterrumpida de ayuda humanitaria a Gaza”.
Hace un llamado a todos los parlamentos nacionales para que “actúen urgentemente para poner fin a todas las relaciones militares y comerciales con Israel y levantar el embargo impuesto al pueblo palestino; rechacen y condenen las políticas genocidas y coloniales de Israel en los territorios palestinos ocupados; defiendan los derechos legítimos del pueblo palestino, mantengan la perspectiva de una solución de dos Estados y llamen a los países que no reconocen al Estado de Palestina a que lo hagan”.
La resolución reitera el compromiso con la fallida “solución de dos Estados”, mientras continúa con la impotente política de apelar a las potencias imperialistas que apoyan, arman y financian el genocidio en Gaza. Está basada fundamentalmente en el intento de Turquía por no dañar sus vínculos tanto con sus aliados imperialistas como con Israel, como miembro de la OTAN.
La resolución describe como alentadores los pasos tomados por “algunos Estados que antes guardaban silencio o apoyaban a Israel… ahora para reconocer a Palestina y boicotear a Israel”, caracterizando esta etapa como “un gran triunfo para la conciencia de la humanidad”.
En los últimos días, muchos países han criticado a Israel en respuesta al empeoramiento de la hambruna en Gaza, un evidente crimen de guerra en el que están directamente involucrados y que ha alimentado una enorme oposición política dentro de sus propios países. Sin embargo, a pesar de sus declaraciones retóricas, estos mismos Estados continúan comerciando con Israel, incluso suministrándole armas que le permiten seguir con el genocidio, y continúan reprimiendo la oposición antiguerra utilizando acusaciones fabricadas de antisemitismo y represión policial.
Ankara continúa alimentando al régimen sionista en Israel con petróleo proveniente de Azerbaiyán que pasa por Turquía, y permite el uso de bases militares estadounidenses en el país para beneficio de Israel. Además, el comercio entre Turquía e Israel, incluyendo materiales militares, continúa oficialmente a través de Palestina.
La reacción de los partidos del establecimiento capitalista en Turquía hacia Israel no tiene nada que ver con una oposición de principios al genocidio contra los palestinos. Desde 2002, mientras el gobierno de Erdoğan ha desempeñado un papel clave como aliado de EE.UU. y la OTAN en guerras sangrientas en Afganistán, Irak, Libia y Siria que han matado a millones y convertido a innumerables personas en refugiadas, los partidos de oposición burgueses han permanecido fieles a la línea del imperialismo estadounidense y de la OTAN, a pesar de sus diferencias tácticas.
La crítica de Turquía a Israel y la confrontación entre estos dos aliados se desarrollan esencialmente como subproducto de la guerra imperialista librada por el imperialismo estadounidense en su búsqueda de dominación total sobre Medio Oriente. La creciente tensión y competencia entre Ankara y Tel Aviv surge de la lucha por la influencia geopolítica en la región, particularmente en Siria.
Israel utilizó el levantamiento palestino del 7 de octubre de 2023 como oportunidad para lanzar un ataque planificado con antelación con el objetivo de redibujar los mapas en Medio Oriente. Como fuerza proxy de EE.UU., Israel atacó a Irán y a sus aliados en Líbano, Yemen y Siria.
En diciembre, yihadistas islamistas respaldados por EE.UU. y Turquía derrocaron al régimen del presidente sirio Bashar al-Assad, intensificando la competencia entre Ankara y Tel Aviv e incrementando el riesgo de una guerra regional. Tras el cambio de régimen, Israel expandió su ocupación del sur de Siria mientras lanzaba ataques aéreos masivos contra el resto de la infraestructura militar del país.
Mientras Turquía mantiene su ocupación militar del norte de Siria contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y las fuerzas kurdas aliadas (YPG-SDF), los fuertes vínculos políticos e ideológicos de Ankara con el nuevo régimen en Damasco son vistos como una amenaza por Tel Aviv. Israel, como respuesta, apoya y fomenta la autonomía de las minorías en Siria. Ofrece protección a los grupos drusos en el sur y considera a las fuerzas nacionalistas kurdas que controlan las regiones petroleras del norte y este Siria como “aliados naturales”. Recientemente, también los alauitas han exigido una región autónoma en el oeste y centro de Siria, abarcando las provincias de Tartús y Latakia, así como partes de Homs y Hama.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, declaró la semana pasada: “No soy una persona ingenua… Sé con quién tratamos, con qué tratamos [en Siria], y por eso usamos la fuerza”, y añadió que su gobierno no se hacía “ilusiones” sobre quién controla Siria. No es ningún secreto que esta declaración fue principalmente dirigida a Ankara.
Erdoğan advirtió la semana pasada a las fuerzas kurdas en Siria, amenazándolas por su posible cooperación con Israel y sus aspiraciones de autonomía: “Quienes dirijan su rumbo hacia Ankara y Damasco saldrán ganando… Quienes busquen patrones extranjeros perderán. Si la espada sale de su vaina, no quedará lugar para las palabras”.
La intensificación de la guerra imperialista de repartición en Medio Oriente y la creciente competencia entre Turquía e Israel han llevado a Ankara a buscar un acuerdo con el PKK desde el año pasado. El World Socialist Web Site explicó desde el principio que no se trata de una solución democrática a la cuestión kurda, sino de un intento reaccionario de acuerdo entre las burguesías turca y kurda. El propio gobierno de Erdoğan, con el apoyo de Abdullah Öcalan, líder encarcelado del PKK, ha confirmado oficialmente este análisis al proponer una igualmente reaccionaria perspectiva de alianza “turco-kurdo-árabe” para contrarrestar las ambiciones expansionistas de Israel en la región.
La expresión parlamentaria de esta búsqueda de acuerdo fue la creación de una comisión a la que se invitó a representantes de todos los partidos, y que recibió el respaldo del TİP y el EMEP. La función principal de esta comisión es difundir la ilusión de que los partidos burgueses derechistas y proimperialistas pueden resolver cuestiones políticas fundamentales, incluida la cuestión kurda, y establecer un régimen democrático.
El Sosyalist Eşitlik Grubu (Grupo por la Igualdad Socialista), la sección turca del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, no apela a los gobiernos imperialistas y capitalistas, sino a la clase obrera internacional —la única fuerza social capaz de poner fin al genocidio y la guerra imperialista— y lucha por movilizarla en la lucha por el poder político. En esta lucha, son esenciales las siguientes demandas:
• Turquía debe salir de la OTAN y cerrar sus bases militares.
• Poner fin al envío de petróleo a Israel desde Azerbaiyán a través de Turquía.
• Detener el envío de armas a Israel.
• Boicotear todo comercio y actividad económica con Israel.
• Las empresas de EE.UU., Europa y otros países que colaboren con Israel en la ejecución del genocidio deben ser procesadas.
• Arrestar a los funcionarios israelíes responsables de crímenes de guerra.
• Poner fin a toda represión contra la oposición al genocidio en Gaza.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 2 de septiembre de 2025)
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