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Las potencias europeas arman a Ucrania para ataques con misiles en lo profundo de Rusia

Este fin de semana, el presidente ucraniano Volodímir Zelensky prometió intensificar los ataques con misiles de largo alcance contra Rusia, mientras los funcionarios europeos continúan abasteciendo de armas a su régimen. Zelensky tuiteó: “Continuaremos nuestras operaciones activas exactamente de la manera necesaria para la defensa de Ucrania. Las fuerzas y los recursos están preparados. También se han planificado nuevos ataques en profundidad”.

También se ha informado que las autoridades estadounidenses han aprobado la venta a Dinamarca, Países Bajos y Noruega de 3.500 misiles de crucero de largo alcance, los cuales entregarán a Zelensky. Estos misiles pueden ser lanzados desde aviones de combate F-16 que estos tres países, junto con Bélgica, se preparan para enviar a Ucrania. El New York Times celebró este acuerdo como un “beneficio financiero inesperado para los productores estadounidenses de armas”, mientras Alemania se prepara para enviar baterías de misiles Patriot, de fabricación estadounidense, a Ucrania.

Apenas dos semanas después de que Trump se reuniera con el presidente ruso Vladímir Putin para negociar en Alaska, las conversaciones sobre un acuerdo diplomático se esfuman, y los gobiernos beligerantes se precipitan a ciegas hacia un choque militar catastrófico entre las principales potencias.

La publicación de Zelensky fue su respuesta al ataque con misiles rusos del 28 de agosto que golpeó al British Council y a la delegación de la Unión Europea (UE) en Kiev. A pesar de esta señal de que Moscú está dispuesto a atacar directamente objetivos europeos para impedir que Europa bombardee Rusia, Zelensky y sus aliados en la OTAN duplican sus planes de escalada.

En todo esto, la OTAN está siendo dirigida no tanto por la administración de Trump, sino por las potencias imperialistas europeas. El sábado, el Daily Telegraph británico resumió los planes actuales para las “garantías de seguridad” europeas para Ucrania. Estos no significan la liberación de Ucrania, como argumentan los defensores de la guerra de la OTAN, sino una ocupación europea-estadounidense, convirtiendo lo que queda de Ucrania en una base patrullada por la OTAN dirigida contra Rusia.

Según el Telegraph, los países europeos desplegarían 30.000 soldados en Ucrania y harían cumplir una “zona de exclusión aérea” sobre el país, comprando sistemas de defensa aérea estadounidenses para derribar aviones rusos. También apoyarían una “misión naval liderada por Turquía en el mar Negro destinada a asegurar las rutas de transporte comercial dentro y fuera de Ucrania”. Finalmente, financiarían la construcción de fortificaciones a gran escala en las líneas del frente, para disuadir la acción militar rusa mientras posicionan a las fuerzas de la OTAN para una posible reanudación del combate.

Resulta realmente asombroso que una parte clave de estos planes sea que Europa contrate a empresas militares privadas estadounidenses como Academi (anteriormente conocida como Blackwater), tristemente célebre por crímenes de guerra durante las ocupaciones de Irak y Afganistán lideradas por la OTAN. “Las fortificaciones de primera línea y las bases cercanas podrían ser construidas por contratistas militares privados estadounidenses, como se hizo en Irak y Afganistán”, escribió el Telegraph. Estos contratistas, agregó, también podrían “proteger a las empresas estadounidenses”.

Funcionarios británicos dijeron al Telegraph que esto daría credibilidad a las amenazas europeas contra Rusia. No solo las potencias europeas tienen dificultades para encontrar 30.000 soldados para desplegar en Ucrania, sino que temen represalias militares rusas, indicó el Telegraph: el Kremlin podría ver tal despliegue como “demasiado agresivo”. Enviar mercenarios estadounidenses a Ucrania, dijeron los funcionarios, “pone ‘botas’ estadounidenses, es decir, ciudadanos con pasaporte estadounidense, en el terreno, lo cual actúa efectivamente como disuasivo para Putin”.

En realidad, el Kremlin simplemente reitera sus demandas de un acuerdo de paz que garantice que Ucrania se mantendrá neutral y que no albergará tropas de la OTAN. Ha lanzado ataques aéreos repetidos con cientos de misiles y drones para golpear fábricas, bases aéreas y puertos ucranianos que están produciendo o transportando misiles que la OTAN podría utilizar para bombardear Rusia. El Kremlin también deja claro que se está preparando para una prolongación de la guerra.

“Hoy definimos las tareas de los grupos de las fuerzas armadas para el período de otoño”, dijo el sábado el general Valeri Guerásimov, jefe del Estado Mayor General de Rusia, en una rueda de prensa. “El grupo combinado de tropas continúa una ofensiva ininterrumpida a lo largo de casi toda la línea del frente. La iniciativa estratégica recae por completo en las fuerzas rusas”.

Informó que gran parte de las regiones de Lugansk (99,7 por ciento), Donetsk (79 por ciento), Jersón (76 por ciento) y Zaporiyia (74 por ciento) están ahora bajo control ruso. El Kremlin ha anunciado su intención de anexar estas cuatro regiones, mientras Zelensky ha insistido en que su régimen no entregará ningún territorio, cualesquiera que sean las circunstancias militares. Entre los analistas militares de la OTAN, crecen las discusiones sobre si Rusia intentará anexar también Járkov y Odesa. Al ritmo actual del avance ruso, esto requeriría muchos años de lucha.

Existe un descontento y oposición abrumadores entre la población a la continuación de esta guerra fratricida, que ha desangrado a Ucrania. Una encuesta realizada por la empresa Rating entre el 21 y el 23 de agosto reveló que el 82 por ciento de los ucranianos apoya negociaciones para poner fin a la guerra, mientras que el 59 por ciento desea un cese inmediato de las hostilidades. El año pasado, una encuesta del Eurasia Group encontró que el 91 por ciento de los estadounidenses y el 89 por ciento de los europeos occidentales se oponen a una intervención terrestre de la OTAN en Ucrania.

Cada vez es más evidente, por otro lado, que las grandes potencias capitalistas no pueden ni quieren detener la guerra. Detrás del conflicto no sólo está el enfrentamiento entre la OTAN y Moscú sobre el estatus de Ucrania como base de la OTAN contra Rusia, sino también profundas tensiones internas dentro de la propia alianza atlántica.

Trump representa a sectores de la clase dominante estadounidense que buscan reorientar la política exterior de Estados Unidos hacia una mayor intervención sangrienta en Oriente Medio y la preparación de una guerra con China, y que están más interesados en una guerra comercial con Europa que en combatir a Rusia. Las potencias europeas han respondido animando al régimen derrotado de Zelensky a intensificar los ataques contra Rusia y bloquear las negociaciones de paz mediante exigencias inaceptables para el Kremlin. Así, a pesar de que Europa gasta miles de millones en la compra de productos y servicios militares estadounidenses, aumentan las tensiones entre ambos lados del Atlántico.

Este fin de semana, un alto funcionario de la Casa Blanca, hablando bajo anonimato con Axios, denunció a las potencias europeas por bloquear un acuerdo de paz: “Los europeos no pueden prolongar esta guerra y al mismo tiempo imponer por la puerta trasera exigencias poco realistas, mientras esperan que Estados Unidos asuma el costo. Si Europa quiere escalar esta guerra, eso será responsabilidad de ellos”.

Axios señaló los crecientes conflictos entre EE.UU. y Europa, así como las divergencias entre las potencias europeas. “Los funcionarios estadounidenses creen que británicos y franceses están siendo más constructivos. Pero se quejan de que otros grandes países europeos quieren que Estados Unidos asuma todo el costo de la guerra”, escribió, citando a otro alto funcionario de la Casa Blanca que afirmó: “[Algunos europeos] siguen viviendo en un mundo de fantasía… Vamos a sentarnos y observar. Dejemos que se enfrenten entre ellos un tiempo y veamos qué pasa”.

La historia muestra que alentar a las potencias rivales de Europa a “luchar entre sí” y “ver qué pasa” significa coquetear con la catástrofe. Ya los conflictos por el acceso al petróleo y gas rusos están intensificando tensiones en los Balcanes, reavivando el conflicto entre Serbia y Kosovo que estalló en guerra en la década de 1990. Después de que Kosovo firmó un acuerdo de cooperación militar con Albania y Croacia el 15 de marzo, funcionarios serbios lo denunciaron como “una amenaza para la seguridad del pueblo serbio y de toda la región” y firmaron un acuerdo militar rival con Hungría el 1 de abril.

Los trabajadores deben rechazar todos los campos reaccionarios en este conflicto. Si bien la invasión de Ucrania emprendida por Putin tiene como objetivo defender los intereses reaccionarios del régimen capitalista postsoviético ruso frente a las potencias imperialistas de la OTAN, estas últimas continúan intensificando sangrientas guerras imperialistas que han librado durante todo el periodo posterior a la disolución de la URSS. Las potencias europeas, en particular, se preparan para financiar su rearme mediante ataques históricos contra los programas sociales básicos, lo cual empobrecerá a amplios sectores de la población.

Detener esta espiral descendente de guerra y reacción social requiere la construcción de un movimiento socialista internacional consciente de la clase obrera, irreconciliablemente opuesto a todos los gobiernos capitalistas y sus agentes políticos.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 de agosot de 2025)

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