El jueves, Reino Unido, Francia y Alemania anunciaron su intención de reimponer sanciones de las Naciones Unidas a Irán debido a su programa nuclear.
La acción, emprendida por los países conocidos colectivamente como el E3, que firmaron el acuerdo nuclear con Irán en 2015 (el Plan de Acción Integral Conjunto o JCPOA), sigue a la negativa de Teherán de cumplir tres demandas clave. Estas incluían reanudar las negociaciones con Estados Unidos; otorgar nuevamente acceso a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) a sus instalaciones nucleares —acceso que había sido completamente suspendido tras la guerra de Israel y Estados Unidos contra Irán en junio—; y proporcionar un informe completo sobre los más de 400 kg de uranio enriquecido al 60 por ciento, según informó la AIEA.
El secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, David Lammy, declaró: “A pesar de repetidas advertencias, Irán no ha hecho ningún esfuerzo sustantivo para cumplir con las condiciones de nuestra oferta de prórroga y ha fallado constantemente en ofrecer garantías creíbles sobre la naturaleza de su programa nuclear”.
El E3 alega que, a menos que Irán acepte estas condiciones, estaría en “violación significativa” del acuerdo nuclear de 2015, lo que activaría las disposiciones de “snapback” —restauración inmediata— que restablecen las medidas en vigor antes del acuerdo. Estas incluyen un embargo de armas, restricciones sobre la producción de misiles balísticos, una prohibición de nuevas inversiones extranjeras en el sector petrolero y gasífero de Irán, sanciones amplias contra el Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica (CGRI), que controla buena parte de la economía iraní a través de sus empresas afiliadas, congelación de activos, prohibiciones de visado, así como una suspensión total del enriquecimiento de uranio.
Al día siguiente, Alemania intensificó la presión, pidiendo a sus ciudadanos que abandonaran Irán ante temores de acciones de represalia por parte de Teherán, presumiblemente en forma de toma de rehenes.
El secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, afirmó que Washington apoyaba la decisión del E3 y trabajaría con ellos para completar el proceso de “snapback”, añadiendo que, no obstante, seguiría buscando negociaciones con Irán.

Las tres potencias europeas afirmaron hipócritamente que buscaban una “solución diplomática”, señalando: “El E3 hará pleno uso del periodo de 30 días tras la notificación [al Consejo de Seguridad de la ONU]”.
Lejos de rescatar las negociaciones entre Washington y Teherán, al establecer condiciones diseñadas por Israel que saben son completamente inaceptables para Irán —y que Teherán ya ha rechazado—, las potencias europeas están allanando el camino para otro asalto militar más destructivo que desencadenaría una conflagración aún mayor.
Esto ocurre apenas dos meses después de que las potencias europeas apoyaran el pretexto espurio utilizado por Israel y Estados Unidos para justificar su ataque a Irán: que este nunca debe poseer un arma nuclear ni representar una amenaza para la seguridad regional.
Es Israel quien durante décadas ha atacado a sus vecinos, incluida la actual guerra genocida contra los palestinos en Gaza. Es ampliamente reconocido que Israel posee al menos 100 bombas nucleares. Como uno de los cinco países que no han firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), sus instalaciones nucleares no están abiertas a la inspección de la AIEA.
La primera administración de Trump abandonó unilateralmente el acuerdo JCPOA en mayo de 2018, reimponiendo sanciones a Irán aun cuando Teherán cumplía plenamente con el pacto. Pese a sus protestas, las potencias europeas no hicieron nada para eludir las sanciones estadounidenses, poniendo en riesgo su propio comercio de exportación con Irán, que había alcanzado los 6.900 millones de dólares en 2018.
La guerra criminal e injustificada de Washington y Tel Aviv contra Irán ocurrió incluso mientras estaban en marcha negociaciones entre EE.UU. e Irán. Apuntó contra instalaciones nucleares, plantas industriales y ciudades, asesinando deliberadamente a altos funcionarios, científicos y políticos, en la búsqueda del objetivo del imperialismo estadounidense de controlar el Oriente Medio rico en recursos y sus rutas geoestratégicas de transporte, como preludio a una confrontación más amplia con China.
También entonces, las potencias europeas exigieron que Teherán capitulara incondicionalmente ante la agresión imperialista, bajo el disfraz de llamar a la “desescalada” y a una “solución diplomática”. El canciller alemán Friedrich Merz expresó abiertamente el pensamiento que reina entre los políticos europeos cuando admitió que Israel, al bombardear a Irán —un país alineado con Rusia—, “está haciendo el trabajo sucio por todos nosotros”.
Las potencias europeas buscan, en medio de sus diferencias abiertas con Washington, demostrar su apoyo en este asunto como quid pro quo para asegurar el compromiso estadounidense con la guerra en Ucrania y para impedir que una futura administración Trump concluya un acuerdo con Rusia a sus espaldas. Han abandonado sus intentos de presentarse como puente entre Teherán y Washington, alineándose por completo con EE.UU. e Israel. Esto es a pesar de los temores de que una guerra con Irán sería mucho más desastrosa que las de Afganistán e Irak, sumiendo a la economía mundial en una recesión de magnitudes colosales, especialmente si Irán cumple su amenaza de bloquear el estrecho de Ormuz, por donde transita aproximadamente una quinta parte del suministro mundial de petróleo.
Como EE.UU., el E3 ha abandonado todos los mecanismos legales internacionales establecidos tras la Segunda Guerra Mundial, adoptando una política de “la fuerza hace el derecho”, dejando claro que el derecho internacional es válido para todos, salvo para EE.UU., Israel y ellos mismos.
Se espera que la reimposición de sanciones empuje a Israel y EE.UU. a presionar por una prohibición total del enriquecimiento de uranio por parte de Irán, que actualmente aún se permite para fines civiles, incluidos usos energéticos y médicos.
Un embargo de armas de la ONU contra Irán impediría que Teherán reponga su equipamiento y material militar, incluidos sus sistemas de defensa aérea. Aunque Rusia y China podrían optar por ignorar las sanciones por considerarlas ilegítimas y abastecer a Irán con el equipamiento necesario, la alineación de Irán con Moscú y Pekín solo aumenta la probabilidad de un ataque por parte de EE.UU. e Israel.
Las sanciones devastarían aún más la economía de Irán, ya afectada por hiperinflación, una moneda en caída libre y recesión económica, agravadas por el reciente bombardeo por parte de EE.UU. e Israel y décadas de sanciones internacionales que han ocasionado pérdidas económicas estimadas en 1,2 billones de dólares entre 2011 y 2023.
Su industria petrolera y gasífera, cuya producción está disminuyendo, necesita una inversión de 19.000 millones de dólares anuales durante los próximos cuatro años. Su moneda, el rial, cayó a niveles cercanos a mínimos históricos tras el anuncio del E3, cotizándose a más de un millón de riales por dólar. En 2015, se cotizaba a 32.000 riales por dólar. El parlamento iraní se encuentra preparando una legislación para reformar la moneda y eliminar cuatro ceros de su denominación actual. En la práctica, los iraníes hace tiempo que abandonaron el rial para las transacciones diarias, usando en su lugar el toman, equivalente a 10 riales.
Esto intensificará aún más la inflación descontrolada y agravará la situación de la clase trabajadora iraní y de los pobres del campo, el 30 por ciento de los cuales vive por debajo del umbral de pobreza, según cifras oficiales. Significa precios más altos, importaciones más escasas y una presión aún más severa sobre la vida diaria. Para Europa y Estados Unidos, implica mayor inestabilidad en un país de casi 90 millones de habitantes, con efectos en toda la región. Para Israel, será el pretexto para lanzar un nuevo ataque contra Irán.
El ministerio de Asuntos Exteriores de Irán rechazó la medida del E3, afirmando que “los tres países europeos no tienen autoridad legal o moral para recurrir al llamado mecanismo de ‘snapback’”. Acusó a las potencias europeas de actuar de mala fe y de “chantajear” a Teherán al hablar del plazo de 30 días.
Irán ha indicado que podría retirarse del TNP. El parlamento iraní ha empezado a redactar un plan en ese sentido. También ha amenazado con cesar su cooperación con la AIEA, con una ley ya aprobada que suspende la cooperación hasta que la agencia garantice la seguridad de las instalaciones nucleares iraníes frente a nuevos ataques.
Teherán ha acusado al organismo de vigilancia nuclear de colaborar con los ataques israelíes proporcionando información al Mossad —lo que ha permitido al servicio de inteligencia israelí perpetrar ataques contra sus instalaciones nucleares y asesinar a sus científicos— y de no condenar la guerra. Irán teme que compartir con la AIEA la ubicación de sus reservas de uranio enriquecido equivalga a entregar una lista de objetivos a Washington y Tel Aviv.
Rusia y China han condenado la medida del E3 y presentado una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU solicitando una prórroga de seis meses del alivio de sanciones relacionadas con el JCPOA, citando la necesidad de “un respiro para la diplomacia”. Su borrador exhorta a todos los participantes del JCPOA a reanudar las negociaciones y deja abierta la posibilidad de una prórroga adicional del alivio hasta abril de 2026.
Mientras tanto, los ataques de Israel contra aliados y antiguos aliados de Irán han continuado sin cesar. El miércoles, atacó Siria y sus arsenales acumulados bajo el régimen de Assad con una fuerza de comandos que asaltó un sitio militar al sur de Damasco, matando a personal de seguridad. El jueves, bombardeos aéreos israelíes apuntaron contra el liderazgo de los hutíes respaldado por Irán en la capital yemení, Saná, matando al primer ministro Ahmed al-Rahawi, al jefe del Estado Mayor Militar, al ministro de Defensa y a otros altos funcionarios.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 31 de agosto de 2025)
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