El presidente estadounidense Donald Trump se reunió con el presidente ruso Vladimir Putin en Alaska el viernes, en la primera visita del mandatario ruso a Estados Unidos desde 2015.
Temprano en el día, Trump afirmó que buscaba un “alto el fuego” en la guerra por poder entre EEUU y Rusia en Ucrania, declarando: “Quiero ver un alto el fuego, no estaré contento si no sucede hoy”. Pero ni un alto el fuego ni ningún otro acuerdo concreto fueron anunciados por los dos mandatarios en las breves declaraciones de 12 minutos ante la prensa tras su cumbre.
Pese a la ausencia de anuncios, la cumbre marca un cambio en el trato que Estados Unidos da a Rusia. Durante años, Washington ha intentado convertir a Rusia en un Estado paria como parte de una campaña para desmantelar su aparato militar, derrocar su gobierno y eventualmente disolver el país.
Tras tres años de guerra, está claro que este esfuerzo ha fracasado. Las fuerzas rusas avanzan a lo largo del frente, y Ucrania, enfrentando una grave escasez de tropas, se encuentra ante una catástrofe militar.
En este contexto, el Financial Times comentó que la cumbre marcó “el fin enfático de años de intentos occidentales por aislar” al presidente ruso Vladimir Putin. El periódico escribió que “Trump recibió al presidente ruso con una alfombra roja desplegada por el ejército estadounidense en la Base Aérea Elmendorf en Anchorage, Alaska. Luego invitó a un sonriente Putin a subir a ‘La Bestia’, su vehículo blindado, para el breve trayecto hacia el lugar de la cumbre”.
Los demócratas, cuya principal diferencia con Trump radica en su acusación de que no está lo suficientemente comprometido con la guerra contra Rusia, condenaron la cumbre. El senador por Arizona Mark Kelly declaró: “Tratar a un criminal de guerra como realeza, esconder la reunión, no compartir nada. Putin consigue un titular y Ucrania, ¿qué recibe?”
El senador demócrata Richard Blumenthal, miembro del Comité de Servicios Armados del Senado, declaró: “Se me revolvió el estómago cuando escuché al presidente de Estados Unidos caracterizar a Vladimir Putin como su fabuloso y buen amigo. … Vladimir Putin es un criminal de guerra.”
A pesar de la muestra de cordialidad del viernes, Trump enfatizó que persistían diferencias significativas entre las posiciones rusa y estadounidense. Trump dijo: “Hay un par de cuestiones importantes en las que aún no hemos llegado, pero hemos hecho algunos avances”, y agregó: “No hemos llegado, pero hay una muy buena posibilidad de que lleguemos”.
En sus declaraciones, Putin subrayó que “para lograr un arreglo duradero y a largo plazo, necesitamos eliminar todas las raíces primarias, las causas fundamentales de ese conflicto, y lo hemos dicho múltiples veces: considerar todas las preocupaciones legítimas de Rusia y restablecer un equilibrio justo de seguridad en Europa y en el mundo en su totalidad”.
Ese, sin embargo, es el meollo del asunto. Estados Unidos es la principal potencia imperialista del mundo, empeñada en dominar globalmente al antiguo mundo colonial y al territorio de la ex Unión Soviética. En la medida en que ciertos sectores del aparato político estadounidense buscan un deshielo en las relaciones con Rusia, lo hacen como parte de un esfuerzo por concentrar sus fuerzas en un conflicto con China, que sería en sí mismo el preludio del repartimiento imperialista total del planeta.
Dentro del gobierno de Trump existe una facción importante que aboga por disminuir el involucramiento de Estados Unidos en el conflicto con Rusia para concentrar recursos en el Pacífico ante un enfrentamiento con China. A principios de este año, el secretario de Defensa Pete Hegseth explicó: “Las realidades estratégicas contundentes impiden que Estados Unidos se enfoque principalmente en la seguridad de Europa. … Estados Unidos está priorizando la disuasión de una guerra contra China en el Pacífico, reconociendo la realidad de la escasez y tomando decisiones difíciles sobre el uso de recursos”.
La raíz del conflicto, pese a los evidentes intentos de Trump y Putin por alcanzar algún tipo de acuerdo, es que todo el accionar del imperialismo estadounidense, que busca la dominación total del planeta, no puede aceptar lo que Putin llama las “preocupaciones legítimas de Rusia”, o sea, el derecho de los capitalistas rusos a explotar su riqueza mineral sin ser molestados.
Cualquier acuerdo entre Estados Unidos y Rusia, en caso de concretarse, sería roto en el momento en que a Estados Unidos le resultara conveniente.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 16 de agosto de 2025)