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A medida que se acercan las conversaciones Trump-Putin, ofensiva rusa encierra a unidades ucranianas en Pokrovsk

El presidente ruso, Vladimir Putin, a la derecha, y el presidente estadounidense, Donald Trump, ofrecen una conferencia de prensa conjunta en el Palacio Presidencial en Helsinki, Finlandia, el 16 de julio de 2018. [AP Photo/Pablo Martinez Monsivais]

Desde que el presidente estadounidense Donald Trump anunciara el 8 de agosto sus planes para mantener conversaciones hoy con el presidente ruso Vladimir Putin en Alaska, las tropas rusas han lanzado una ofensiva en la región de Donbass en Ucrania.

Aunque las tropas rusas han avanzado generalmente de forma lenta en Ucrania, esta vez avanzaron 15 kilómetros a partir del 11 de agosto aproximadamente. La ofensiva, encabezada supuestamente por infantería que se movilizaba en motocicletas para evadir los ataques de drones, llegó hasta las aldeas de Zolotiy Kolodyaz y Vesele. Desde allí, podrían cortar la carretera principal por donde llegan suministros a las tropas ucranianas en ciudades aún bajo control en el Donbass, como Pokrovsk y Kramatorsk.

Movimientos de pinza rusos se están cerrando en torno a Pokrovsk y Kostiantynivka. Estas ciudades, donde según informes están atrapadas decenas de miles de soldados ucranianos, son nodos clave del principal cinturón fortificado ucraniano en el norte del Donbass. La ofensiva amenaza con arrebatar este cinturón, eliminando el último gran obstáculo para un ataque ruso hacia las llanuras centrales de Ucrania—y hacia grandes ciudades como Dnipró, Zaporiyia y la capital, Kiev.

Esto pondría en entredicho la supervivencia del régimen del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky. El ejército ucraniano, tras sufrir pérdidas devastadoras en tres años de guerra, debería intentar reconstruir líneas de fortificación defensiva en las llanuras, donde estaría aún más expuesto a bombardeos de drones, misiles y artillería que en el terreno comparativamente irregular del Donbass.

Fuentes cercanas a la OTAN y a su régimen títere en Kiev confirmaron los aspectos principales de los informes provenientes de fuentes supuestamente neutrales o prorrusas. Radio Free Europe/Radio Liberty (RFE/RL), financiado por Estados Unidos, citó al oficial de reserva finlandés y analista militar Pasi Paroinen: “Si los ucranianos no restauran la situación rápidamente y los rusos logran consolidar y expandir este avance en un verdadero rompimiento, podría ser uno de los eventos más significativos de esta guerra”.

Incluso estas fuentes pro-OTAN dejan en claro que el ejército ucraniano está agotado. Las “ofensivas motorizadas” rusas han sido eficaces, “en parte porque no hay suficientes soldados ucranianos para ocupar adecuadamente las trincheras o fosas individuales”, escribió RFE/RL. Citó al analista militar polaco Konrad Muzyka quien, tras visitar las líneas ucranianas, comentó: “La caída de Pokrovsk es solo cuestión de tiempo en esta etapa… Los ucranianos no tienen el personal para combatir en la ciudad, ni la capacidad para realizar una maniobra de flanqueo que corte a los rusos del sur del pueblo”.

Los combates sangrientos continúan en la zona y varias brigadas ucranianas han sido redistribuidas para tapar la brecha. Unidades del Batallón Azov, un grupo neonazi cuyo emblema ostenta el símbolo Wolfsangel de la división SS Das Reich de la Segunda Guerra Mundial, han sido desplegadas allí para impedir que las tropas de primera línea huyan en medio del creciente descontento popular con la guerra en Ucrania. (Ver también: ¿Enfrenta Ucrania un “escenario sirio”? )

Las unidades rusas están intentando consolidar su control sobre carreteras clave que las fuerzas ucranianas quizá no hayan tenido tiempo de minar por completo, por donde podrían intentar desplegar formaciones blindadas más grandes para lograr un avance rápido. Al mismo tiempo, los bombardeos rusos en Ucrania se están intensificando. Ayer, ataques con misiles rusos destruyeron cuatro fábricas que construían misiles balísticos Sapsan financiados por Alemania, capaces de bombardear Moscú desde posiciones dentro de Ucrania.

Esta ofensiva pone al descubierto las consecuencias desastrosas del fomento por parte de las potencias de la OTAN de una guerra fratricida entre dos repúblicas exsoviéticas, Ucrania y Rusia. Respaldaron un golpe de extrema derecha en Kiev en 2014 para derrocar al presidente ucraniano prorruso Viktor Yanukóvich, sumiendo a Ucrania en una guerra civil cuando unidades nacionalistas como el Batallón Azov atacaron zonas de habla rusa en el este. Luego armaron sin cesar al régimen ultraderechista de Kiev en su enfrentamiento con Rusia.

Tras la reaccionaria decisión de Putin de invadir Ucrania en 2022, la OTAN, representada por el entonces primer ministro británico Boris Johnson, intervino para ordenar a los funcionarios ucranianos que rompieran las conversaciones de paz ofrecidas por el Kremlin. Esto puso en marcha una guerra de tres años que ha dejado millones de muertos o heridos. A pesar del apoyo de la OTAN, las fuerzas ucranianas acabaron siendo superadas por su oponente ruso.

Mientras los medios estadounidenses y europeos evitan cualquier discusión real sobre las bajas ucranianas—Zelensky llegó a afirmar la mentira transparente de que solo 31.000 ucranianos han muerto—estas pérdidas son claramente horrendas. Miembros del aparato estatal estadounidense, como el exasesor del gobierno de Trump coronel Douglas MacGregor, han hablado de 1,8 millones de ucranianos muertos. Cualesquiera que sean las cifras reales, la ofensiva actual deja claro que Ucrania ha perdido una parte sustancial de su población en edad de combatir.

Los éxitos militares actuales del Kremlin no cambian en absoluto la bancarrota de su política nacionalista. Herramienta reaccionaria de la oligarquía capitalista rusa postsoviética, está orientada orgánicamente a lograr acuerdos con el imperialismo. Sus llamados a establecer una nueva “arquitectura de seguridad” para Europa con sus “socios occidentales”—anexando regiones ucranianas de mayoría rusoparlante como Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón, que ya controla en su mayoría—tienen un defecto visible y fatal.

Estos planes se basan en encontrar algún actor que establezca un gobierno en el vestigio occidental del Estado ucraniano que sirva de zona de amortiguamiento entre Rusia y la OTAN. Sin embargo, está claro que la Unión Europea (UE) y sectores poderosos de la clase dominante estadounidense están decididos a conservar el control de Ucrania y seguir utilizando al régimen actual como herramienta contra Rusia. La UE, en particular, considera la guerra no solo crucial para sus objetivos geopolíticos, sino también para justificar su impopular política de rearme financiada mediante brutales recortes sociales que afectan a la clase trabajadora.

Aunque las fuerzas rusas están a la ofensiva, se ha desatado una amarga crisis política dentro de la élite gobernante rusa en el período previo a la reunión de Putin con Trump. Mientras algunas facciones sostienen que la ofensiva de Pokrovsk coloca al Kremlin en una mejor posición para negociar en Alaska, otras, particularmente allegadas al ejército y los servicios de inteligencia, abogan por una rápida escalada militar. Hablando en nombre del primer grupo, el profesor Vladímir Priakhin escribió en el Nezavísimaya Gazeta:

A nuestro parecer, deberíamos abstenernos de evaluaciones excesivamente optimistas sobre los posibles resultados de las negociaciones. Es probable que estemos al comienzo de un difícil camino hacia un acuerdo… Pero no debemos olvidar que las “concesiones” desde la Casa Blanca se hicieron cada vez más evidentes a medida que nuestras unidades avanzaban desde el frente en el Donbass.

En realidad, lejos de hacer “concesiones”, tanto Washington como Kiev han seguido emitiendo amenazas mientras Trump se preparaba para la cumbre en Alaska. Trump advirtió a Rusia de “graves consecuencias” si Putin no acepta las exigencias de la OTAN de un alto al fuego inmediato, mientras que Zelensky declaró ayer que Ucrania jamás ofrecería garantías de no unirse a la OTAN.

Pero una “paz” sobre esta base no sería más sólida que la breve tregua tras los Acuerdos de Minsk de 2015 entre Berlín, París, Kiev y Moscú. En efecto, la OTAN podría entonces desplegar tropas en el remanente occidental del Estado ucraniano, directamente en las fronteras de la ampliada Federación Rusa.

En cuanto al diputado de la Duma rusa teniente general Víktor Sobolev, afirmó que las conversaciones Trump-Putin “en ningún caso” pondrían fin a la guerra, instando a agregar las regiones de Cherníhiv, Sumy, Járkov, Dnipropetrovsk y Mykolaiv a la lista de territorios a anexionar. Independientemente de si el ejército ruso puede llevar a cabo el plan específico de conquista de Sobolev, cualquier invasión rusa a gran escala de Ucrania conlleva un riesgo muy claro: puede provocar un enfrentamiento directo con la OTAN, ya sea si la OTAN invade el oeste de Ucrania para evitar que sea tomado por Rusia, o si comienza a bombardear directamente fuerzas rusas.

La clase trabajadora internacional se ve confrontada con las consecuencias reaccionarias de la disolución de la Unión Soviética llevada a cabo por la burocracia estalinista en 1991. Debe asumir que se plantea un peligro inminente de una escalada sangrienta aún más horrorosa, incluidos enfrentamientos militares crecientes entre las principales potencias nucleares del mundo.

Cualquiera sea el resultado de las conversaciones de hoy, no habrá una resolución militar-diplomática duradera de la guerra entre la OTAN y Rusia, que está intrínsecamente ligada a los planes del imperialismo para una guerra contra la creciente economía china, así como a guerras neocoloniales en todo Oriente Medio. Esta guerra solo puede terminarse, y el peligro de una guerra mundial potencialmente catastrófica puede ser evitado, mediante la construcción de un movimiento internacional, socialista y antiguerra de la clase trabajadora.

(Artículo originalmente publicado en inglés el 14 de agosto de 2025)

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