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Una peligrosa cúpula de calor envuelve el este de EE.UU. mientras falla la infraestructura y los trabajadores sufren

Trabajadores de la construcción enfrentan temperaturas sofocantes durante una ola de calor temprana en el verano, martes 24 de junio de 2025, en Nueva York. [AP Photo/Olga Fedorova]

Una enorme cúpula de calor se ha asentado esta semana sobre el centro y el este de Estados Unidos, sometiendo a casi 160 millones de personas a temperaturas peligrosas que superan los 100 grados Fahrenheit (37,7 grados Celsius) y exponiendo una de las múltiples consecuencias mortales del motivo de lucro en la producción. El martes se registró el punto álgido de la ola de calor, con ciudades desde Boston hasta Filadelfia experimentando sus temperaturas más altas en más de una década.

El costo humano de esta cúpula de calor aumenta rápidamente. En St. Louis, una mujer de 55 años murió tras pasar al menos tres días sin agua ni aire acondicionado, según la policía. En Dallas, Jacob Taylor, un trabajador postal de 51 años, falleció el sábado mientras trabajaba en el distrito médico, cuando las temperaturas alcanzaron los 90 grados (en Fahrenheit); esta fue la segunda muerte de un trabajador postal relacionada con el calor en dos años, tras la muerte de Eugene Gates Jr. en junio de 2023.

Boston alcanzó los 102 grados Fahrenheit (38,8 grados Celsius) el martes, estableciendo un nuevo récord de temperatura para junio, mientras que Filadelfia alcanzó los 101 grados Fahrenheit (38,3 grados Celsius) por primera vez desde 2012. Providence, en Rhode Island, registró 100 grados Fahrenheit, también un récord para junio; y Newark, en Nueva Jersey, igualó su récord de 103 grados Fahrenheit (39,4 grados Celsius). Nueva York estuvo a punto de alcanzar los 100 grados Fahrenheit por primera vez en más de una década.

La ola de calor ha provocado emergencias médicas generalizadas. En Paterson, Nueva Jersey, 16 personas fueron hospitalizadas y más de 150 fueron evaluadas por enfermedades relacionadas con el calor durante ceremonias de graduación escolar el lunes. En Washington D.C., seis personas fueron hospitalizadas por condiciones relacionadas con el calor durante un partido de béisbol, mientras que el Monumento a Washington tuvo que cerrar por las temperaturas extremas.

La cúpula de calor también ha puesto en evidencia el deterioro de la infraestructura crítica en todo el país. En el Hospital Weiss Memorial de Chicago, el fallo total de un sistema de aire acondicionado obsoleto obligó a evacuar a 45 pacientes cuando las temperaturas internas alcanzaron los 90 grados Fahrenheit (32,2 grados Celsius). Los pacientes fueron trasladados al West Suburban Medical Center, en Oak Park, donde enfrentaron condiciones igualmente peligrosas con temperaturas de hasta 88 grados Fahrenheit (31,1 grados Celsius).

Harold O’Connell, de 83 años, fue uno de los pacientes trasladados. Su hija Diane, abogada, describió la experiencia como “una pesadilla”, afirmando que “sacaron a personas muy vulnerables de una mala situación y los colocaron en una aún peor de forma deliberada”. O’Connell pasó 30 horas sin ser visto por un médico y sin la medicación adecuada durante el traslado.

Además, los sistemas de transporte han colapsado bajo el calor extremo. Un informe de CNN señaló que un tren de Amtrak quedó varado en un túnel en Baltimore, atrapando a los pasajeros en condiciones sofocantes durante más de una hora. En Washington D.C., se redujo la velocidad de los trenes debido a que las vías alcanzaron temperaturas de hasta 135 grados Fahrenheit (57,2 grados Celsius). Y en Wisconsin, más de 50 tramos de carretera se deformaron por el calor, con fallos similares reportados en Misuri.

La crisis tiene consecuencias de gran alcance. Trabajadores de la construcción, jardineros, empleados de almacenes e industrias están siendo obligados a desempeñar sus labores en condiciones peligrosas sin sistemas de enfriamiento adecuados. La mayoría de las instalaciones industriales no cuentan con sistemas de climatización; el aire acondicionado solo se instala cuando el calor afecta los procesos de producción o los materiales, no por la seguridad de los trabajadores.

Además, el gobierno federal nunca ha establecido normas de protección contra el calor en los lugares de trabajo. La administración de Biden ha retrasado una propuesta para establecer normas federales de seguridad frente al calor y nunca la finalizó, dejando a los trabajadores sin protección mientras se intensifica la crisis climática. Solo cinco estados han implementado sus propias regulaciones de protección contra el calor, dejando a millones de trabajadores a merced de patrones guiados por la rentabilidad, que rutinariamente ignoran la seguridad laboral cuando entra en conflicto con las exigencias de producción.

Esta ola de calor ilustra de forma contundente las divisiones de clase dentro de la sociedad estadounidense. Mientras que las zonas acomodadas cuentan con sistemas de aire acondicionado y distribución eléctrica fiables, las comunidades de clase trabajadora enfrentan riesgos desproporcionados. Se estima que el 12 por ciento de los hogares en EE.UU.—unos 39 millones de personas—no tienen aire acondicionado. Incluso quienes lo poseen enfrentan una elección cruel entre la penuria financiera y las enfermedades relacionadas con el calor, ya que muchos no pueden costear las facturas eléctricas necesarias para hacerlo funcionar.

Esta crisis ha sido deliberadamente agravada por el ataque de la administración Trump a los programas que ayudan a familias de bajos ingresos a cubrir sus servicios públicos. La propuesta presupuestaria de Trump para el año fiscal 2026 elimina por completo la financiación del Programa de Asistencia de Energía para Hogares de Bajos Ingresos (LIHEAP, por sus siglas en inglés), que subsidia las cuentas de servicios para millones de hogares de la clase trabajadora. El Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) ya ha intentado despedir a todo el personal del programa LIHEAP, señalando la intención del gobierno de abandonar a las familias frente a la elección entre enfriar sus hogares o satisfacer necesidades básicas como alimentos y alquiler.

En estados como Vermont y Nuevo Hampshire, donde el calor extremo es poco común, el 67 por ciento y el 77 por ciento de las viviendas, respectivamente, carecen de aire acondicionado. Estas comunidades, poco acostumbradas a temperaturas elevadas, son particularmente vulnerables ahora que la crisis climática hace más frecuentes los episodios de calor extremo en las regiones tradicionalmente más frías.

Las zonas urbanas enfrentan desafíos adicionales debido al “efecto isla de calor urbana”, en el que el concreto y el asfalto absorben más calor que las zonas vegetadas, creando temperaturas más altas en barrios densamente poblados de la clase trabajadora que suelen carecer de espacios verdes y sistemas de refrigeración adecuados.

La actual cúpula de calor forma parte de un patrón más amplio de fenómenos meteorológicos cada vez más severos impulsados por el cambio climático inducido por el capitalismo. El sistema de alta presión que crea esta cúpula de calor es “casi histórico” en intensidad, y los meteorólogos señalan que estos eventos se vuelven más frecuentes, intensos y prolongados a medida que aumentan las temperaturas globales. Incluso la expresión “casi histórico” ha perdido fuerza cuando fenómenos extremos considerados “una vez por década” o “una vez por siglo” ocurren con creciente regularidad.

Los científicos del clima han vinculado directamente el aumento en la probabilidad e intensidad de las olas de calor con las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por la quema de combustibles fósiles. Informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) destacan específicamente la conexión entre las olas de calor y el calentamiento global. Ahora, los trabajadores están viviendo la realidad de esas advertencias científicas, con junio de 2025 estableciendo récords de temperaturas en todo el país en una ola de calor que comenzó inusualmente temprano en el año.

El Servicio Meteorológico Nacional advierte que las condiciones opresivas continuarán durante toda la semana, con temperaturas nocturnas peligrosamente altas por encima de los 80 grados Fahrenheit (26,6 grados Celsius) en muchas áreas urbanas, impidiendo que el cuerpo humano se recupere del estrés térmico del día.

Las respuestas federal y estatal a esta emergencia por calor han sido totalmente inadecuadas para proteger la salud y seguridad pública. A diferencia de otros desastres naturales, las olas de calor no activan asistencia de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés), dejando a las comunidades enfrentar la crisis con recursos limitados. Aunque algunas ciudades han establecido centros de enfriamiento y sistemas de alerta, estas medidas solo alcanzan a una fracción de quienes las necesitan. La respuesta sigue siendo fragmentaria y con escasa financiación, reflejo del fracaso más amplio del sistema capitalista para priorizar el bienestar humano por encima del lucro privado.

Las compañías energéticas han llamado a la conservación para proteger redes eléctricas envejecidas, pero millones de trabajadores y familias pobres no pueden pagar las facturas necesarias ni siquiera cuando el aire acondicionado está disponible. Esto crea una elección mortal entre dificultades financieras o enfermedades, e incluso la muerte por calor. También demuestra la falta de preparación de las propias eléctricas, que durante décadas se han negado a modernizar sus redes para afrontar la creciente demanda energética a medida que el clima cambia.

La crisis de calor en curso demuestra que abordar el cambio climático y proteger a los trabajadores frente al clima extremo requiere cambios fundamentales en el sistema económico. El afán de lucro que impulsa al capitalismo es incompatible con el enfoque racional y científico necesario para combatir el cambio climático y garantizar la seguridad de los trabajadores.

Una reorganización socialista de la sociedad priorizaría las necesidades humanas por encima de las ganancias empresariales, implementaría normas exhaustivas de seguridad laboral, garantizaría el acceso universal a sistemas de refrigeración, y realizaría una transición rápida hacia fuentes de energía renovables. Solo mediante la expropiación de la riqueza de la clase capitalista y el control democrático de la producción en manos de los trabajadores podrá la sociedad enfrentar la crisis climática y proteger a los trabajadores y a las futuras generaciones de sus efectos devastadores.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de junio de 2025)

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