El miércoles, el presidente estadounidense Donald Trump reiteró sus amenazas de emprender una guerra ilegal y no provocada de EE.UU. con Irán. “Podría hacerlo o bien podría no hacerlo. Quiero decir, nadie sabe lo que voy a hacer”, declaró Trump a reporteros de la Casa Blanca, reiterando sus llamados a la “rendición incondicional” del Gobierno iraní. Añadió, “Me gusta tomar la decisión final un segundo antes”.
Estas son las palabras del jefe de una mafia en el cargo más poderoso del país. Trump, quien prometió actuar como “dictador desde el primer día” no reconoce ni el derecho internacional ni la Constitución estadounidense y se arroga el derecho a matar a cualquiera, dónde sea y cuándo quiera. Y el mundo se enfrenta a las consecuencias catastróficas de decisiones tomadas “un segundo antes”.
Por seis días, Israel ha estado llevando a cabo un ataque ataques implacables contra Irán, utilizando armas estadounidenses y con el respaldo de Trump. Ha atacado a periodistas, infraestructura energética, plantas de tratamiento de aguas, estaciones policiales y a líderes civiles. La campaña de bombardeos israelí contra Irán es parte de una guerra continua de EE.UU. e Israel para subyugar todo Oriente Próximo, incluyendo el genocidio continuo de los palestinos en Gaza.
Ahora, Trump amenaza con involucrar directamente a Estados Unidos en una guerra contra Irán, pisoteando tanto el derecho estadounidense como el internacional.
Los Principios de Núremberg, un conjunto de normas jurídicas internacionales establecidas después de la Segunda Guerra Mundial para enjuiciar los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad, definen los crímenes contra la paz como la “planificación, preparación, iniciación o realización de una guerra de agresión”. Esto es precisamente lo que sería un ataque estadounidense contra Irán.
Irán no ha atacado a Estados Unidos. No posee armas nucleares ni ningún medio para amenazar a los Estados Unidos. Las afirmaciones de que un ataque contra Irán sería una “guerra preventiva” son absurdas. Es, más bien, otra guerra de agresión ilegal y criminal, en la línea de la invasión de Irak por parte de la Administración de Bush en 2003.
Como siempre, la política imperialista estadounidense se caracteriza por una hipocresía asombrosa. Durante años, los medios de comunicación estadounidenses se han referido al ataque de Rusia contra Ucrania como una “guerra no provocada, ilegal e injustificada”. Pero todos estos adjetivos son abandonados repentinamente por los medios estadounidenses a la hora de describir los planes de Trump de atacar Irán, que esta maquinaria de propaganda tilda de una “guerra justa” supuestamente para evitar que Irán obtenga un arma nuclear y amenace tanto a Israel como a los Estados Unidos.
En su diatriba en la Casa Blanca el miércoles, Trump preguntó retóricamente a los líderes iraníes: “¿Por qué no negociaron conmigo antes de toda esta muerte y destrucción? ¿Por qué no me lo pidieron?”.
Qué fraude. Trump anunció una nueva ronda de negociaciones pocas horas antes de que los misiles israelíes comenzaran a llover sobre Irán. Estas negociaciones fueron, en palabras del Wall Street Journal, “la cubierta perfecta para un ataque sorpresa israelí”. Además, la campaña de bombardeos israelíes mató a Ali Shamkhani, un importante negociador nuclear que habría desempeñado un papel activo en las supuestas negociaciones que Trump afirma que estaba buscando con tanta seriedad.
Según la Constitución de los Estados Unidos, Artículo I, Sección 8, el poder de declarar la guerra recae únicamente en el Congreso, no en el presidente. Si las formas democráticas de gobierno fueran funcionales en los Estados Unidos, las amenazas de Trump de lanzar una guerra contra Irán provocarían audiencias en el Congreso y un juicio político para destituirlo. Pero la respuesta del establishment político ha consistido en asentir en silencio o apoyar de forma absoluta la criminal guerra de agresión de Trump.
No hay oposición por parte del Partido Demócrata. Su conducción, incluyendo figuras como el líder de la minoría del Senado, Chuck Schumer, y el senador Adam Schiff, ha proporcionado un respaldo bipartidista para todas las etapas del genocidio israelí en Gaza y ahora señala abiertamente el apoyo a la guerra con Irán.
En una entrevista el domingo, Schiff respaldó el ataque de Israel contra Irán y dijo: “Así que apoyo esas acciones. Y apoyo las acciones de la Administración para ayudar a Israel a defenderse”.
Schiff abrió la puerta para apoyar el bombardeo estadounidense de Irán, diciendo: “Si deben responder atacándonos, entonces debemos responder defendiéndonos. Y luego creo que Irán se abre a posibles ataques contra Fordow [una refinería subterránea de enriquecimiento de uranio] o en otro lugar”.
Durante décadas, el imperialismo estadounidense ha tratado de revertir las consecuencias de la Revolución iraní de 1979, que puso fin al reinado del sha y separó a Irán de la dominación estadounidense. La consigna que circuló dentro de la Administración de Bush cuando lanzó la invasión de Irak fue: “Los chicos van a Bagdad, los hombres de verdad van a Teherán”.
No hay razón para creer que la guerra que está preparando el imperialismo estadounidense contra Irán vaya a ser diferente a la invasión de Afganistán en 2001 o la invasión de Irak en 2003, que tuvieron éxitos militares iniciales pero rápidamente se convirtieron en atolladeros para las fuerzas de ocupación estadounidenses incapaces de someter la oposición popular. A pesar de la infame declaración de Bush de “misión cumplida” a bordo de un portaaviones en 2003, los conflictos de la “guerra contra el terrorismo” serán recordados para siempre como desastres sangrientos.
¿Qué hace que Trump crea que una guerra contra Irán será diferente? La realidad es que si se despliegan tropas estadounidenses, miles morirán.
La amenaza de asalto estadounidense a Irán no es un acto de fuerza sino de desesperación. El capitalismo estadounidense, que se enfrenta a la creciente oposición popular, a una crisis de deuda en espiral y a la disminución de la competitividad en el escenario mundial, ve la guerra global como la única solución a su crisis cada vez mayor y omnipresente. La guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, la ofensiva de Israel en todo el Oriente Próximo y la acumulación militar en el Pacífico dirigida a China no son conflictos aislados, sino una guerra global integrada y acelerada.
Estas guerras, lejos de proporcionar una solución a la crisis del imperialismo estadounidense, solo intensificarán la oposición política al capitalismo, tanto en los Estados Unidos como a nivel internacional. El fin de semana pasado, en un testimonio de la creciente radicalización de amplios sectores de la población, millones de personas protestaron en prácticamente todos los pueblos y ciudades de los Estados Unidos contra los esfuerzos de Trump para establecer una dictadura.
La tarea fundamental es fusionar el movimiento de defensa de los derechos sociales y económicos de la clase trabajadora con la lucha contra la guerra imperialista. Esto requiere la lucha por un programa socialista y una dirección revolucionaria en la clase trabajadora que el Partido Socialista por la Igualdad y los partidos afiliados al Comité Internacional de la Cuarta Internacional están luchando por construir.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de junio de 2025)