El 14 de junio de 2025 representó un punto de inflexión en el desarrollo de la crisis política estadounidense en Estados Unidos, que es la más grave desde la guerra civil de 1861-65. Mientras millones se manifestaban contra las políticas derechistas y los métodos dictatoriales del Gobierno de Trump en más de 2.000 ubicaciones abarcando cada uno de los 50 estados, el presidente estadounidense desplegó tanques y miles de tropas en la capital estadounidense en una muestra de fuerza dirigida contra este brote de oposición popular.
Las manifestaciones contra Trump se ubican entre las jornadas de protestas más grandes, si no ocupan el primer lugar, en la historia de Estados Unidos. Se estima que participaron entre 5 y 11 millones de personas. La cifra más alta representaría aproximadamente el 4 por ciento de toda la población adulta de los Estados Unidos.
El tamaño de la protesta es aún más significativo en el sentido de que no fueron respaldadas ni promovidas por ninguna de las instituciones oficiales de la política estadounidense y fueron ignoradas o boicoteadas en gran medida por el aparato sindical.
Cientos de miles marcharon en la ciudad de Nueva York, Chicago, Los Ángeles y otras áreas metropolitanas importantes. Boston vio hasta 1 millón de participantes, ya que la masiva marcha “Sin Reyes”, en la ciudad donde inició la Revolución estadounidense contra el rey Jorge III, se fusionó con una gran celebración del orgullo gay. También se produjeron protestas significativas en pueblos y ciudades más pequeños, incluidos muchos que votaron por Trump, pero que ahora vieron a miles de personas saliendo a las calles en su contra.
El tema de “Sin Reyes” (No Kings) de las manifestaciones resonó ampliamente entre los participantes, muchos de los cuales portaban pancartas hechas a mano que hacían referencia a la Revolución estadounidense y denunciaban el impulso de Trump para establecer una dictadura cuasi monárquica, con él mismo en el trono.
Había un ambiente generalizado de hostilidad hacia ambos partidos corporativos: Trump y los republicanos eran odiados por sus viciosos ataques contra los inmigrantes y los derechos democráticos, mientras que los demócratas eran despreciados por su negativa a montar una oposición seria y por su apoyo entusiasta al genocidio de Israel en Gaza.
El tamaño de las manifestaciones fue motivo de extremo nerviosismo dentro del Partido Demócrata y el establishment político. Hay un apagón virtual en los medios. Mientras publicaba un artículo inicial en la portada de su edición impresa, el New York Times eliminó cualquier referencia a las manifestaciones de la portada de su sitio web menos de 24 horas después de que ocurrieran, un ejemplo que siguieron los otros medios de comunicación en general.
Los líderes demócratas estuvieron notablemente ausentes de las protestas, incluido el llamado ala “izquierda” del partido. El senador Bernie Sanders se dirigió a un mitin de solo 500 personas en Stowe, Vermont, evidentemente eligiendo un lugar que tendría la menor asistencia posible. La representante Alexandria Ocasio-Cortez, miembro de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), pasó el sábado en una recaudación de fondos para Zohran Mamdani, otro miembro del DSA que es candidato en las primarias del Partido Demócrata del 24 de junio para alcalde de la ciudad de Nueva York.
Frente a esta avalancha masiva, el desfile militar de Trump celebrado el mismo día en Washington D.C. fue un fracaso. A pesar de la movilización de 6.000 soldados, cientos de tanques, vehículos blindados y helicópteros, junto con la generosa financiación de la industria armamentística y los gigantes corporativos, el evento no logró intimidar al pueblo estadounidense.
La pequeña participación, estimada en menos de 20.000 personas, y la palpable falta de entusiasmo subrayaron el aislamiento de Trump y la repulsión generalizada que provoca entre la gran mayoría de la población.
Trump se dirigió a la multitud desde su butaca cerca de la Casa Blanca. Esto fue a solo unos cientos de metros de donde Trump reunió a sus matones fascistas el 6 de enero de 2021, antes de enviarlos a asaltar el Congreso. La multitud era tan escasa que el presidente de los Estados Unidos, consciente de mala imagen que estaba dando, habló durante solo ocho minutos y luego se sentó.
La base real de apoyo al presidente fascista se expresó el sábado en una serie de ataques violentos por parte de elementos de extrema derecha. En Minnesota, un fanático antiaborto asesinó a tiros a una legisladora estatal y a su esposo, e hirió a otro legislador y a su esposa. En Culpeper, Virginia, un conductor estrelló su automóvil contra un grupo de manifestantes, evocando el ataque neonazi de 2017 en Charlottesville.
En Los Ángeles, donde las redadas de ICE habían provocado una indignación masiva, las manifestaciones de “No Kings” fueron acordonadas de las unidades de la Guardia Nacional y el Cuerpo de Marines desplegadas por Trump. Pero a última hora de la tarde, la policía bajo la autoridad de la alcaldesa demócrata Karen Bass atacó a los manifestantes fuera del Edificio Federal con granadas de aturdimiento, balas de goma y gases lacrimógenos, hiriendo al menos a seis y arrestando a docenas.
La respuesta inmediata de Trump a las manifestaciones fue publicar una diatriba fascista en Truth Social, ordenando a ICE que llevara a cabo “la mayor operación de deportación masiva de extranjeros ilegales en la historia”. Exigió que ICE y las agencias federales se centren en “Ciudades del interior, mortales y plagadas de crimen”, concluyendo con un llamado abierto a “¡HACER EL TRABAJO!”. Esta declaración es una declaración de guerra contra los inmigrantes y la clase trabajadora y un llamamiento directo al aparato represivo del Estado para hacer cumplir el impulso de Trump hacia la dictadura.
Millones vivieron una importante experiencia política el 14 de junio. Las manifestaciones fueron una respuesta objetiva a las afirmaciones, difundidas por el Partido Demócrata, los medios corporativos y los sindicatos, de que Trump es todopoderoso, ampliamente popular e imposible de resistir, ni mucho menos derrotar. Si bien los medios de comunicación han abandonado rápidamente cualquier informe o análisis de las manifestaciones, los trabajadores y los jóvenes, y todos aquellos genuinamente comprometidos con la defensa de los derechos democráticos, deben reflexionar sobre las lecciones de este día.
Las manifestaciones conmocionaron no solo al Gobierno de Trump sino a su oposición nominal en el Partido Demócrata, que al igual que el Partido Republicano es una facción de la oligarquía gobernante. Los demócratas y sus apologistas políticos en la pseudoizquierda, como el DSA, difunden el pesimismo y el desaliento porque tienen mucho más miedo de la erupción de un movimiento de masas de la clase trabajadora que de los ataques fascistas de Trump.
Los millones que marcharon no estaban abrazando los lemas de la política de identidades ni el uso de la raza, el género y la orientación sexual para dividir a la clase trabajadora. Estaban promoviendo amplias demandas para la defensa de los derechos democráticos, incluida la defensa de los inmigrantes, que se encuentran entre los sectores más oprimidos de la clase trabajadora.
El golpe de Estado de Trump no es un evento de un día, sino la culminación de la prolongada decadencia de la democracia estadounidense. Ha pasado medio siglo desde que el presidente Richard Nixon se vio obligado a abandonar el cargo cuando su conspiración contra los derechos democráticos y los controles constitucionales sobre el poder ejecutivo salió a la luz en el escándalo Watergate. Incluso entonces, Nixon solo renunció ante la amenaza de un juicio político.
El derrocamiento de Nixon se produjo en un punto de inflexión en el desarrollo del imperialismo estadounidense. Estados Unidos estaba perdiendo su posición dominante en la economía mundial, como lo señaló el fin del patrón dólar-oro en agosto de 1971 y sufrió su peor debacle militar en la humillante caída de su régimen títere en Vietnam del Sur.
Cincuenta años después, el declive del capitalismo estadounidense y la erosión de su posición mundial son irreversibles. La élite gobernante estadounidense no ve otra salida más que la guerra imperialista, dirigida contra Rusia, Irán, China o incluso los antiguos aliados de Estados Unidos en Europa y Asia. Como demostró Trump al lanzar su guerra arancelaria, todos los países del mundo son blanco de la agresión estadounidense.
Tales políticas no pueden llevarse a cabo democráticamente. La gran mayoría del pueblo estadounidense se opone a la guerra y no se sacrificará por ella, sin importar cuántos desfiles organice Trump. Y lucharán contra las medidas de austeridad respaldadas tanto por los partidos capitalistas como por la clase dominante en su conjunto, destinadas a hacer que la clase trabajadora pague por la crisis del capitalismo.
La escala de la conspiración de Trump va mucho más allá de lo que intentó Nixon hace medio siglo, pero ningún demócrata ha exigido su destitución. Esa demanda surge inexorablemente de la resistencia masiva a las políticas fascistas de este Gobierno. La clase trabajadora debe tomar la iniciativa de este movimiento de masas, promoviendo la demanda de una huelga general para expulsar al Gobierno de Trump-Vance y construir un movimiento político independiente para reemplazarlo, basado en un programa socialista.
El Partido Socialista por la Igualdad celebró una reunión, titulada “El intento de golpe de Estado de Trump y cómo detenerlo”, donde elaboró una perspectiva para oponerse al impulso hacia la dictadura. Al resumir las lecciones de la movilización masiva del día anterior, David North, presidente nacional del PSI, declaró:
Lo que estamos presenciando es la ruptura de un orden social que es incompatible con el desarrollo de las fuerzas productivas a escala global. Estamos en un período revolucionario. Pero la conciencia social va a la zaga del ser social. Luchamos por alinear la conciencia social de la clase trabajadora con la realidad social que enfrentan.
Tomando nota de los incesantes intentos de los medios corporativos de pasar por alto la importancia de las políticas de Trump, North concluyó: “El fascismo se está normalizando. Nuestra tarea es normalizar la lucha por el socialismo”.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de junio de 2025)