Un informe del Banco Central Europeo (BCE) publicado la semana pasada señaló la creciente falta de confianza internacional en el papel del dólar estadounidense como moneda de reserva global.
Según el BCE, el oro representó el 20 por ciento de las reservas globales mantenidas por los bancos centrales, superando al euro con el 16 por ciento y situándose en segundo lugar detrás del dólar, que representa el 46 por ciento.
“Los bancos centrales continuaron comprando oro a un ritmo récord”, indicó el BCE. En 2024, por tercer año consecutivo, los bancos centrales compraron más de 1.000 toneladas de oro. Esto representó una quinta parte de la producción total de 2024 y el doble del promedio anual durante la década de 2010 a 2019.
El BCE señaló que la cantidad de oro que ahora poseen los bancos centrales se acerca a los niveles de 1965. Pero entonces las condiciones eran muy diferentes.
En ese momento, en base al Acuerdo de Bretton Woods de 1944 —uno de los pilares del sistema financiero global posterior a la Segunda Guerra Mundial tras la devastación de los años 30—, el dólar estaba respaldado por oro a razón de 35 dólares por onza.
En agosto de 1971, el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, abrogó unilateralmente el acuerdo cuando apareció en televisión un domingo por la noche para anunciar que Estados Unidos ya no cumpliría su compromiso de canjear dólares por oro, en respuesta al creciente déficit comercial del país. Fue la primera expresión del declive económico de Estados Unidos desde su posición dominante al final de la Segunda Guerra Mundial.
El dólar continuó como la moneda global, pero sobre una base nueva: ahora era una moneda fiduciaria que dependía de la fortaleza del Estado estadounidense y de su sistema financiero. Pero esa fortaleza ha sido cada vez más cuestionada debido a la serie de crisis que ha sufrido el sistema financiero estadounidense, la más destacada de ellas la de 2008, provocada por la intensificación de la especulación y el parasitismo en la economía estadounidense.
El nuevo rol del dólar le otorgó a Estados Unidos lo que se denominó como un “privilegio exorbitante”. Al no tener que respaldar el dólar con oro, podía acumular deudas y déficits de una forma imposible para otros países debido a la demanda internacional por dólares. Además, utilizaba esa necesidad de otras naciones de acceder a dólares para imponer sus exigencias.
Las sanciones contra Irán, y la amenaza de sanciones contra empresas europeas que intentaron evadirlas, fueron un ejemplo de ello. En marzo de 2022, este procedimiento dio un salto cuando Estados Unidos expulsó a Rusia del sistema internacional de pagos SWIFT y, en conjunto con las potencias europeas, congeló los activos del banco central ruso, por un monto de aproximadamente 300.000 millones de dólares.
Esta decisión conmocionó al sistema monetario internacional. Si las reservas de un banco central podían ser confiscadas de esta manera, ¿qué quedaba como refugio seguro? Desde luego, no los dólares estadounidenses.
Como señaló el informe del BCE: “La demanda de oro para fines de reserva monetaria se disparó tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en 2022 y se ha mantenido alta”.
El oro, indicó, parecería ser visto como una cobertura frente a acciones de congelamiento de activos.
“En cinco de los 10 mayores aumentos anuales en la proporción de oro dentro de las reservas extranjeras desde 1999, los países involucrados enfrentaron sanciones ese mismo año o el año anterior”.
En 2024 el precio del oro subió un 30 por ciento y, hasta lo que va de este año, ha subido un 27 por ciento adicional, alcanzando en un momento los 3.500 dólares por onza, 100 veces su valor cuando Nixon rompió el vínculo dólar-oro.
Al informar sobre el análisis del BCE, el Financial Times dio una idea del grado de preocupación que existe.
“Una encuesta entre 57 bancos centrales que poseían oro el año pasado reveló también que la preocupación por las sanciones, los cambios esperados en el sistema monetario global y el deseo de volverse menos dependientes del dólar estadounidense eran factores clave para los mercados emergentes y los países en vías de desarrollo”, dijo.
Los datos del BCE cubren el año pasado. Desde entonces, las fuerzas que impulsan el aumento en la adquisición de oro se han intensificado. Un acelerador clave fue el lanzamiento de la guerra económica del gobierno de Trump contra el mundo, con China como objetivo principal, mediante la imposición de aranceles “recíprocos” anunciados el 2 de abril, denominado como “el día de la liberación”.
El resultado fue un repunte en los rendimientos (tasas de interés) de la deuda estadounidense a largo plazo, conforme bajaron los precios de los bonos —dado que ambos tienen una relación inversa. Esto reflejaba la expectativa del mercado de una creciente turbulencia financiera como resultado del colapso del orden que gobernaba el comercio internacional tras la Segunda Guerra Mundial.
Usualmente, en tales condiciones, suele haber un movimiento hacia el dólar como “refugio seguro”. Sin embargo, en este caso, el valor del dólar cayó en los mercados internacionales de divisas, debido a un sentimiento generalizado de “vender a Estados Unidos”; es decir, deshacerse de activos financieros estadounidenses.
La guerra comercial de Trump con sus aranceles ha sido sin duda un factor importante en este proceso, pero no el único. También preocupa profundamente el aumento de la deuda estadounidense, que ahora asciende a 36 billones de dólares, suma que sigue creciendo con los billones adicionales contemplados en el “presupuesto grande y hermoso” anunciado por Trump. Los pagos de intereses sobre esta deuda ascienden ya a casi 1 billón de dólares anuales y rápidamente se están convirtiendo en el mayor rubro del presupuesto estadounidense.
A pesar de la pausa en los aranceles recíprocos que Trump anunció el 9 de abril —cuando observó que los mercados de bonos comenzaban a “ponerse nerviosos”—, la tendencia ha continuado, con los tipos de interés, especialmente sobre deuda a largo plazo, subiendo, mientras el dólar sigue su caída.
La semana pasada el dólar cayó hasta un 1 por ciento frente a una cesta de monedas de sus principales socios comerciales, incluyendo la libra esterlina y el euro, luego de que Trump anunciara que enviaría cartas a los países afectados por los aranceles explicando cuáles serían sus tasas.
Los últimos dos meses se suponía que serían un periodo de intensas negociaciones en las que el gobierno de Trump anunciaría acuerdos importantes. Nada de eso ha ocurrido, salvo un acuerdo menor con el Reino Unido. Las conversaciones durante semanas con Japón, que enfrenta un golpe importante a su industria automotriz por decenas de miles de millones de dólares, no han producido resultado alguno hasta ahora.
Al mismo tiempo, el nerviosismo en los mercados financieros ha ido en aumento, con el director general de JPMorgan Chase, Jamie Dimon, advirtiendo que el mercado de bonos podría “quebrarse” en algún momento.
Esto provocó una respuesta del secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien aseguró que Estados Unidos “nunca, nunca” dejaría de pagar su deuda, una afirmación que recuerda el viejo dicho de que no se debe creer nada hasta que haya sido oficialmente desmentido.
De hecho, ha habido discusiones en los círculos dirigentes sobre la posibilidad de convertir deuda del Tesoro a largo plazo en bonos perpetuos que nunca devuelvan el capital, sino que solo continúen pagando intereses. En julio de 2023, el Servicio de Investigación del Congreso publicó un informe examinando esta posibilidad.
Un paso así —que ha sido regularmente descartado— sería considerado, especialmente por Japón y China, como una cesación de pagos, y aún no ha sido discutido oficialmente en los círculos financieros internacionales. Pero cabe recordar que las medidas de Nixon del 15 de agosto de 1971 tampoco lo fueron. Los socios y aliados económicos de Estados Unidos se enteraron de ellas como todo el mundo: viéndolo anunciarlo en televisión, igual que ocurrió con los aranceles recíprocos.
Cualesquiera sean las declaraciones oficiales sobre la “resiliencia” del sistema financiero estadounidense y el continuo papel del dólar como moneda de reserva global, el hecho concreto es que, por primera vez desde la creación del nuevo sistema financiero posterior a 1971, el oro ocupa ahora el segundo lugar como activo clave de reserva.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de junio de 2025)