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El conflicto económico entre EE.UU. y China sube de nivel

Las conversaciones en Londres esta semana entre EE.UU. y China, que culminaron en un “acuerdo marco” para futuras negociaciones, han revelado que las líneas de batalla en la guerra económica iniciada por la administración Trump han cambiado.

Si bien la guerra fue lanzada originalmente por el desequilibrio comercial entre las dos mayores economías del mundo, el enfoque ahora se centra cada vez más en el control de las cadenas de suministro globales.

El presidente de EE.UU. Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping [AP Photo/Craig Ruttle, Alexandr Demyanchuk]

Las negociaciones en Londres fueron convocadas luego de que la tregua sobre el aumento de aranceles decidida en las conversaciones en Ginebra el mes pasado prácticamente se desintegrara. Las discusiones se centraron en el levantamiento de los controles de exportación de minerales de tierras raras por parte de China hacia Estados Unidos.

China endureció sus restricciones en respuesta a la imposición de prohibiciones por parte de EE.UU. sobre componentes de motores a reacción y la exclusión de estudiantes chinos de universidades estadounidenses tras las conversaciones en Ginebra.

China entró a las negociaciones en una posición reconocida ampliamente como más fuerte, ya que sus restricciones sobre tierras raras—utilizadas en la producción de imanes que pueden operar a altas temperaturas—amenazaban con paralizar sectores clave de la industria automotriz. Empresas automotrices y fabricantes de autopartes se reunieron con Trump y le informaron que enfrentaban cierres si no se restablecían los suministros.

Aún no se han publicado los detalles del acuerdo en Londres—algunos informes indican que todavía se están ultimando—pero se ha divulgado el esquema general. Según el acuerdo, China aliviará sus restricciones a la exportación de tierras raras a cambio de que EE.UU. levante algunas restricciones sobre la venta de motores a reacción y piezas relacionadas, así como etano necesario para la fabricación de productos plásticos.

Sin embargo, China no logró un alivio de las restricciones a la exportación de semiconductores avanzados, pese a que esta posibilidad fue planteada por el alto funcionario económico de Trump, Kevin Hassett, antes del inicio de las conversaciones en Londres.

Aunque China presionó esta demanda, no la convirtió en una condición excluyente y pareció estar dispuesta a esperar. Esto se debe, al parecer, a dos razones.

Primero, aunque las prohibiciones tecnológicas de alto nivel han tenido un impacto, empresas chinas han podido desarrollar soluciones alternativas. El ejemplo más destacado ha sido el desarrollo en enero por parte de DeepSeek de una plataforma de inteligencia artificial a la altura de las estadounidenses y a un costo mucho menor, a pesar de la falta de acceso a los chips de IA más avanzados desarrollados por la firma estadounidense Nvidia.

Segundo, China impuso un límite de seis meses al alivio de sus controles de exportación sobre tierras raras e imanes, de los cuales posee un control prácticamente total, lo que indica que está dispuesta a utilizar nuevamente esta arma si es necesario.

Trump, como es su costumbre, proclamó una victoria, declarando en redes sociales que, sujeto a su aprobación final y la del presidente chino Xi Jinping, China suministraría “inmediatamente” los imanes completos y cualquier tierra rara necesaria.

Las afirmaciones de Trump han sido puestas en duda por sus críticos en EE.UU., particularmente en las páginas del Wall Street Journal (WSJ).

Un artículo titulado “El control de China sobre las tierras raras dictó la vía hacia la tregua comercial”, señala: “El dominio de China sobre los suministros de minerales esenciales para bienes de alta tecnología, desde vehículos eléctricos hasta aviones de combate, se ha convertido en una formidable ventaja en las negociaciones comerciales con EE.UU.”

Un editorial del WSJ le restó importancia a la supuesta victoria de Trump:

“El presidente Trump… aclamó el resultado de las últimas conversaciones comerciales con China como una gran victoria, pero lo mejor que podemos decir es que es una tregua que favorece a China”.

Junto con todos los sectores del aparato político, militar, de inteligencia y los medios corporativos, el WSJ, propiedad de Murdoch, considera que suprimir el desarrollo económico de China es una cuestión existencial para mantener la dominación global de EE.UU. Su diferencia con Trump radica en cómo intenta lograr ese objetivo.

La cuestión de las tierras raras, decía el WSJ, apunta a un “problema más grande con la estrategia arancelaria de Trump: que no tiene una. Su más reciente retroceso demuestra que no puede intimidar a China como intentó en su primer mandato. China tiene su propia influencia”.

El editorial pidió una “estrategia más inteligente” en la cual EE.UU. trabaje con sus aliados contra China, en lugar del enfoque “sin rumbo fijo” que ha usado Trump al imponer aranceles tanto a “amigos como enemigos”.

Pero considerar que las medidas de Trump son una especie de error es una interpretación errónea de la situación que enfrenta EE.UU.

Los países que han sido blanco de los aranceles recíprocos más altos, especialmente aquellos en el sudeste asiático, tienen vínculos económicos estrechos con China. Aunque dependen de EE.UU. como mercado de exportación, también dependen de China y forman parte de una cadena de suministro global; por lo tanto, han intentado mantener un equilibrio entre ambos.

Sin embargo, con la desindustrialización de su economía y la consolidación del parasitismo financiero de Wall Street como componente central de la acumulación de ganancias, EE.UU. no tiene una alternativa económica viable que ofrecerles, por lo que sus intentos de presión no logran el resultado deseado.

De ahí el uso de dictados en forma de aumentos arancelarios. En el centro de las negociaciones con decenas de países que han sido objeto de represalias arancelarias se encuentra la exigencia estadounidense de que estos abandonen la neutralidad y se alineen económica, política y—si es necesario—militarmente con EE.UU. contra China, o serán duramente castigados con la exclusión del mercado estadounidense.

Mientras tanto, funcionarios de Trump afirman que existe una resolución pacífica al conflicto al tiempo que intensifican los preparativos militares.

De regreso de las conversaciones en Londres para testificar ante el Senado de EE.UU., el secretario del Tesoro Scott Bessent declaró: “Si China corrige el rumbo al cumplir su parte del acuerdo comercial inicial que delineamos en Ginebra el mes pasado, entonces es posible un gran y hermoso reequilibrio entre las dos economías más grandes del mundo”.

Bessent se engaña a sí mismo o intenta engañar a otros. La exigencia estadounidense de “reequilibrio” va mucho más allá de reducir el superávit comercial de China. No es otra cosa que la subordinación de su expansión económica a las exigencias de Washington.

Pero en muchos aspectos, el caballo ya ha salido del establo. Como señaló el WSJ, China ya tiene la “ventaja” en muchos sectores esenciales de la economía moderna.

“La segunda economía más grande del mundo representa alrededor de un tercio de la producción manufacturera global, dándole una posible capacidad de estrangulamiento en autopartes, ingredientes básicos para medicamentos, componentes clave de la cadena de suministro electrónica y muchas otras áreas industriales”.

Por el contrario, EE.UU., continuó el periódico, domina pocos sectores “aunque su poder en tecnología avanzada le proporciona una ventaja desproporcionada”.

Pero incluso esa ventaja está siendo erosionada. Esto significa que el conflicto ha superado con creces la cuestión de los déficits y superávits comerciales. Como lo expresó el WSJ, ha llegado una nueva “era de cadenas de suministro armadas” y el cambio “pone de relieve cómo la rivalidad entre EE.UU. y China se trata cada vez más de quién controla las palancas del poder económico global”.

La lógica inexorable de este proceso es que, ante el fracaso relativo de Washington al usar su poder económico para subordinar a China, recurrirá con mayor frecuencia a los medios militares. La lección que se debe extraer del resultado de las conversaciones en Londres y del llamado acuerdo marco es que la guerra ha dado un gran paso adelante.

(Artículo originalmente publicado en inglés el 13 de junio de 2025)

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