Rusia ha lanzado en los últimos días una serie de ataques aéreos a gran escala, en respuesta a un reciente intento de Kiev por destruir el puente que conecta Crimea con el territorio continental ruso, así como los ataques ucranianos a bases aéreas situadas a miles de kilómetros de la frontera ruso-ucraniana, dentro del corazón del territorio ruso.
Desde la noche del domingo, se han lanzado más de 800 drones y misiles contra Ucrania. Aunque Kiev afirma que la mayoría fueron derribados, hubo ataques en todo el país, incluyendo la capital y la base aérea de Dubno en el oeste, donde están estacionados cazas F-16 fabricados en Estados Unidos. Polonia informó que desplegó aviones en el oeste de Ucrania la noche del domingo en respuesta al asalto aéreo.
Sobre el terreno, las tropas rusas han retomado Sumy, en el noreste de Ucrania, revirtiendo avances que Kiev había logrado hace tres años. Moscú también informa que ha penetrado en el óblast de Dnipropetrovsk, en el centro de Ucrania. Kiev lo niega, asegurando que Moscú está difundiendo “información falsa”. De ser cierto, esto “creará nuevos problemas para las fuerzas ucranianas, ya de por sí sobreextendidas”, señaló CNN el domingo.
Mientras tanto, el gobierno de Zelensky continúa su ofensiva. El pasado fin de semana, drones dañaron un aeródromo ruso en Nizhni Nóvgorod y una fábrica de material bélico en Cheboksary, lo que provocó la suspensión de la producción en la planta. Ambas instalaciones están ubicadas al este de Moscú. El martes, se incendió una planta química en el óblast de Tula tras ser impactada por segunda vez. Ese mismo día, los aeropuertos que sirven a las dos ciudades más grandes de Rusia, Moscú y San Petersburgo, suspendieron brevemente sus operaciones debido a ataques con drones. Los bombardeos en Bélgorod, un óblast ruso fronterizo con Ucrania, ocurren diariamente.
En abril, el presidente Zelensky informó que sus soldados estaban operando sobre el terreno en Bélgorod, un hecho confirmado entonces por fuentes rusas no oficiales. Esta es la segunda incursión de Ucrania en territorio ruso, tras el fallido intento de Kiev por tomar la región de Kursk en 2024.
La intensificación del conflicto, promovida por la OTAN, amenaza con provocar una guerra nuclear. Las potencias europeas se oponen vehementemente a cualquier acuerdo de paz liderado por Estados Unidos entre Ucrania y Rusia, ya que esto podría fracturar la alianza euroatlántica y se realizaría a costa de sus intereses.
Al mismo tiempo, la administración Trump no está limitada por sus promesas de campaña de terminar la guerra “en 24 horas” tras asumir el poder. Tiene sus propios cálculos sobre lo que beneficia al imperialismo estadounidense y qué concesiones, de haberlas, está dispuesta a hacer en el frente ruso para centrarse en el frente chino. A pesar de señales conciliadoras hacia Moscú, la Casa Blanca podría retirarse de cualquier esfuerzo por resolver el conflicto.
El 5 de junio, tras una reunión con el canciller alemán Friedrich Merz, Trump declaró que Ucrania y Rusia eran como “dos niños pequeños peleando como locos”. “Es mejor dejarlos pelear por un tiempo y luego separarlos”, dijo. En su estilo habitual y vulgar, el jefe de la Casa Blanca dejó en claro que ve una ventaja estratégica en permitir que Rusia y Ucrania se desgasten mutuamente mediante la guerra.
Trump amenazó, además, con imponer sanciones tanto a Kiev como a Moscú. “Seremos muy, muy, muy duros, y podría ser con ambos países, para ser honesto”, afirmó.
Poco antes de estas declaraciones, Rusia y Ucrania se reunieron en Turquía para una segunda ronda de conversaciones de paz mediadas por Estados Unidos. La reunión duró una hora y resultó en un acuerdo para intercambiar prisioneros y cadáveres, pero nada más. Tras demoras durante el fin de semana, el proceso comenzó el lunes.
Aunque algunas fuentes de noticias indican que se desconoce el número de personas, vivas o muertas, que han sido intercambiadas, el periódico0británico The Guardian informó que 1.200 integrantes de las fuerzas armadas de cada bando están regresando a sus hogares, principalmente los heridos y menores de 25 años. El asesor presidencial ruso Vladimir Medinski declaró el lunes que su país está preparado para devolver los cuerpos de 6.000 soldados a Ucrania, pero que el gobierno de Zelensky se niega a aceptarlos porque no quiere reconocer la magnitud de sus pérdidas.
Con sus fuerzas armadas enfrentando una situación catastrófica y su gobierno ultraderechista temeroso de un acuerdo de paz que se concrete a sus expensas, Zelensky oscila entre la sumisión ante Washington y la presión por más armas.
El 8 de junio, concedió una entrevista a ABC News en la que alternó entre insinuar que la Casa Blanca socava el esfuerzo bélico, exigir una expansión del conflicto con respaldo estadounidense y declarar que Ucrania estaba lista para deponer las armas.
En su conversación con Martha Raddatz de ABC, Zelensky lamentó que Estados Unidos haya incumplido su promesa de enviar a Kiev 20.000 misiles capaces de destruir drones rusos. Afirmó que la Casa Blanca los envió, en cambio, a Medio Oriente.
Zelensky insistió en que esto fue un error. “Solo podemos contrarrestar” a Rusia “con la fuerza”, declaró. “Podemos frenar [a Rusia] en seco, y probablemente entonces estarán listos para algún tipo de diplomacia y negociación. Tenemos que preparar esos planes, y no nos detendremos.
“Estoy convencido de que el presidente de Estados Unidos tiene todos los poderes y suficiente influencia para intervenir,” añadió, insistiendo en que Trump debe ejercer “máxima presión”.
Zelensky afirmó además que Kiev está preparado para deponer todas sus armas, si Moscú hace lo mismo. No obstante, los bombardeos de la semana pasada a bases aéreas rusas dejan claro que Ucrania y, sobre todo, la OTAN y Estados Unidos, están dispuestos a arriesgar una guerra nuclear si no obtienen lo que quieren.
El mismo día en que Zelensky dio su entrevista, varios representantes del gobierno ruso expusieron la posición de su país. Al referirse a los recientes avances territoriales en el centro de Ucrania, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, Dmitri Medvédev, afirmó que las fuerzas armadas rusas lanzaron su última ofensiva después de que Ucrania se negara a reconocer el control territorial ruso en las recientes rondas de negociación.
“Quienes no quieran reconocer las realidades de la guerra en las negociaciones recibirán nuevas realidades sobre el terreno”, advirtió Medvédev en la red social Telegram.
Al mismo tiempo, el viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Riabkov, declaró a la prensa que la paz depende de “pasos prácticos dirigidos a eliminar las causas fundamentales de nuestras contradicciones en materia de seguridad”, en referencia al cese de la expansión de la OTAN.
Sin eso, afirmó, “simplemente no es posible resolver el conflicto actual en la región euroatlántica”.
Según Reuters, Moscú exige un compromiso escrito de que la OTAN no se extenderá más hacia el este.
Al identificar a Estados Unidos y a la OTAN como instigadores de la guerra, Riabkov aseguró que las conversaciones sobre un alto el fuego ponen a prueba “la seriedad de las intenciones de Washington de normalizar nuestras relaciones”. En declaraciones a la agencia TASS, también afirmó que la guerra no se detendrá hasta que las tropas de la OTAN se retiren del Báltico.
Como demostración de su postura, a finales de mayo, Alemania desplegó 4.800 soldados en Lituania, país báltico, en una misión permanente. Es el primer despliegue de este tipo desde la Segunda Guerra Mundial.
Las implicaciones de lo que sucederá si se llega a un acuerdo de paz que no tome en cuenta la demanda central de Moscú fueron explicadas ese mismo día por Vladimir Medinski, principal negociador ruso en las conversaciones con Ucrania.
“Si se detiene el conflicto en la línea del frente y no se acuerda una paz real, solo una especie de tregua, entonces será como —ya saben— esa región disputada entre Armenia y Azerbaiyán, Karabaj. Entonces esta región se convertirá en un gran Karabaj. Después de un tiempo, Ucrania, junto con la OTAN y sus aliados, se unirá a la OTAN, intentará recuperarla, y será el fin del planeta, será una guerra nuclear,” declaró Medinski.
En una rueda de prensa del Kremlin también realizada el 9 de junio, el portavoz presidencial Dmitri Peskov declaró que Rusia se reserva el derecho de desplegar misiles de corto y mediano alcance si la agresión de la OTAN en sus fronteras no se detiene.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de junio de 2025)