En una entrevista reciente con el diario Tageszeitung (taz), el historiador militar de extrema derecha Sönke Neitzel rehabilita abiertamente al ejército de Hitler, la Wehrmacht, y sus tradiciones criminales. Bajo el titular “Como república, necesitamos a un guerrero democrático”, Neitzel no solo pide la reintroducción del servicio militar obligatorio, sino también el retorno a las “virtudes guerreras” y a las tradiciones militares nazis.
La entrevista con Neitzel aparece en un momento en el que el imperialismo alemán vuelve a marchar hacia el este y se prepara para una guerra total contra la potencia nuclear Rusia. Con el despliegue de una brigada de combate permanente en Lituania, cerca de la frontera rusa, Berlín ha abierto un nuevo capítulo en su política de guerra. Ochenta años después de la guerra de aniquilación de Hitler contra la Unión Soviética, tanques y soldados alemanes vuelven a moverse contra Rusia. Y una vez más, la propaganda sobre la supuesta “protección” y “defensa” de Alemania y Europa contra el “agresor” ruso está siendo utilizada para preparar una guerra de agresión.
La contribución de Neitzel a este desarrollo es ideológica. La “descivilización” de la Bundeswehr (las fuerzas armadas alemanas) que él exige tiene como objetivo preparar a los soldados alemanes y a toda la población para nuevas ofensivas militares de gran escala, y volver a hacer socialmente aceptable la lógica asesina de una política de guerra imperialista agresiva. Según Neitzel, los soldados no solo deberían “proteger vidas” sino también “quitar vidas”, algo que, según él, “durante mucho tiempo fue negado” en Alemania.
Lo que Neitzel denomina cínicamente como el “guerrero democrático” no es más que el guerrero fascista, quien combina una disposición total a la subordinación al Estado con una justificación ideológica del asesinato y la aniquilación. En la taz lo expresa con toda claridad: “La tarea de los soldados es, en última instancia: luchar, matar, morir”.
Se refiere abiertamente a la maquinaria de matar más letal de la historia humana como modelo: la Wehrmacht de Hitler. No se trata de “copiar el contenido de la Wehrmacht, sino de reconocer cuán importantes son las culturas de soldados para la cohesión de las tropas y el Estado”, dice Neitzel. Asegura que “el sistema de la Wehrmacht” era “relativamente astuto” en ese aspecto.
El hecho de que las “culturas de soldados” que él alaba —y que también denomina “culturas tribales”— estuvieran estrechamente ligadas a la guerra de aniquilación contra la Unión Soviética y al Holocausto de seis millones de judíos, los crímenes más grandes de la historia humana, no perturba a Neitzel. Afirma: “Como institución, la Wehrmacht lidió intensamente con las culturas de soldados y las comprendió: tengo que transmitir identidad, cohesión y motivación a los soldados. ¿Cómo lo hago? Con canciones, uniformes, condecoraciones, insignias que funcionen para soldados comprometidos en una lucha así”.
La intención de Neitzel es clara: quiere preparar a la Bundeswehr para una nueva guerra contra Rusia en el espíritu de la Wehrmacht y revivir las tradiciones del nazismo. “La cuestión es que una república también debería comprender cómo funcionan las culturas tribales para utilizarlas en su propio beneficio”, exige. “Para poner un ejemplo concreto: ¿Por qué todo conductor de tanque sucio todavía conoce el Panzerlied de 1935 (una canción nazi popular en las tropas acorazadas)? Porque es una canción que funciona con la realidad social de las tropas blindadas”.
La canción contiene versos como: “¡Cuando aparece un ejército enemigo frente a nosotros, a toda velocidad vamos por el enemigo!” y: “Morir por Alemania es nuestro mayor honor”.
Por “realidad social de las tropas blindadas”, Neitzel y la clase dominante se refieren nuevamente a la guerra contra Rusia. Si la 45ª brigada blindada alemana, estacionada en Lituania, “posiblemente tiene que combatir”, entonces “no serán 59 ataúdes los que regresen, como en Afganistán, sino quizás 2.000”, advierte Neitzel.
Se muestra casi exasperado ante el hecho de que la mayoría de los alemanes no tiene una actitud positiva ante la guerra, tras los terribles crímenes cometidos en las dos guerras mundiales. De allí su llamado para reintroducir el servicio militar obligatorio. Lamenta que los alemanes piensen en la Segunda Guerra Mundial al pensar en guerra: “Para los alemanes, la guerra es genocidio y asesinato en masa”.
Pero son precisamente esas tradiciones a las que Neitzel quiere volver. Lamenta que, a diferencia de bajo el nazismo, la mentalidad del sacrificio ya no tenga un papel relevante hoy: “Hablamos de valores, pero no de disposición al sacrificio ni del sacrificio como concepto. Cero. El sacrificio desempeñó un papel fundamental como concepto bajo el nacionalsocialismo [nazismo], y por supuesto de eso no hablamos”.
Neitzel no solo quiere sacrificar a la juventud en beneficio de los intereses depredadores del imperialismo alemán; si es necesario, está dispuesto a que toda la población sea consumida por la guerra. Incluso mujeres y personas mayores no deberían quedar exentas del servicio militar obligatorio y de la participación activa en combate. “Muchos hombres mayores combaten en Ucrania… El hombre de más edad que ha formado la Bundeswehr tenía 71 años”, afirma provocadoramente. “Y no se quedó en la oficina, fue al frente”.
La entrevista de Neitzel no es un desliz. Desde hace años, participa en una campaña amplia cuyo objetivo es relativizar los crímenes del imperialismo alemán para preparar nuevos crímenes. Ya en 2014, intervino en el Museo Histórico Alemán junto al profesor radical de derecha Jörg Baberowski (“Hitler no era cruel”), quien abogó abiertamente por crímenes de guerra como tomar rehenes, “incendiar aldeas” y “sembrar el miedo y el terror” para ganar guerras.
Neitzel también desempeñó un papel destacado en la campaña para rehabilitar al imperialismo alemán en la Primera Guerra Mundial. Al igual que el segundo infame y ahora retirado profesor de guerra de la Universidad Humboldt, Herfried Münkler, intentó borrar las pruebas de la responsabilidad alemana en el estallido de la Primera Guerra Mundial que había reunido el renombrado historiador Fritz Fischer. Entonces, como ahora, el objetivo era exonerar al militarismo alemán de toda culpa, para hacerlo capaz de actuar y librar guerras nuevamente.
El hecho de que las posiciones de Neitzel no se ubiquen en los márgenes, sino en el centro de la política de la clase dominante, queda demostrado por su influencia en la política de tradiciones de la Bundeswehr, su cercanía con el Centro de Historia Militar y su participación en documentos estratégicos sobre política de seguridad. De forma reveladora, en julio pasado la Bundeswehr publicó las “Notas complementarias sobre las directrices sobre la comprensión y cultivo de la tradición en la Bundeswehr”, que identificaban explícitamente a generales y oficiales destacados de la Wehrmacht nazi como “creadores de tradición” y “creadores de identidad” para la Bundeswehr.
Tras una protesta pública que obligó al mando de la Bundeswehr a revocar oficialmente al menos las “Notas complementarias”, Neitzel ha pasado nuevamente a la ofensiva. Su iniciativa forma parte de la agenda criminal de una clase dominante decidida a convertirse otra vez en una potencia mundial, con todas las consecuencias. Mientras el ministro de Defensa, Boris Pistorius (del Partido Socialdemócrata, SPD) exige que Alemania esté “preparada para la guerra” y el gobierno de Merz prepara un presupuesto militar del cinco por ciento del PIB, Neitzel y compañía se están armando ideológicamente.
Que la entrevista de Neitzel aparezca en taz, el periódico oficial del Partido Verde, dice mucho sobre el giro derechista del otrora pacifista entorno de la pequeña burguesía acomodada. En condiciones de guerra, conflictos crecientes entre las potencias imperialistas y polarización social explosiva, estas capas empiezan a mostrar simpatía por la Wehrmacht de Hitler para defender sus privilegios e intereses tanto en el país como en el extranjero.
Ya en 2014, el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad, SGP) advirtió que la clase dominante relativizaba sus crímenes históricos para repetirlos. Lo que se desarrolla hoy es un recurso deliberado y sistemático a los capítulos más oscuros de la historia alemana, y su transformación en una estrategia concreta para lograr una dominación militar en Europa y más allá —un tercer intento alemán de alcanzar la hegemonía mundial, parafraseando el título de la obra magistral de Fritz Fischer.
Los trabajadores y jóvenes deben responder a esta locura construyendo un movimiento internacional socialista contra la guerra. No se puede permitir que los crímenes terribles del pasado sirvan de modelo para nuevas atrocidades. La agenda de la clase dominante —fascismo, militarismo, falsificación de la historia y política de guerra imperialista— debe ser enfrentada por la clase obrera con su propio programa de internacionalismo socialista y revolucionario.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de junio de 2025)
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