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Perspectiva

La OTAN arriesga una catástrofe nuclear atacando aeropuertos rusos

Captura de video de las fuerzas ucranianas [Photo by Ukrainian video]

La destrucción de bombarderos estratégicos en el interior de Rusia por parte del Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU, por sus siglas en ucraniano) muestra que la OTAN no se detendrá ante nada para intensificar la guerra con Rusia, incluso si eso significa provocar una catástrofe nuclear.

El domingo, alrededor de 120 drones ucranianos, que previamente habían sido introducidos de contrabando en el país, atacaron cuatro aeródromos militares rusos en una operación coordinada. Dos de los aeródromos, Belaya en Siberia Oriental y Olenia, cerca de la frontera entre Finlandia y Rusia, están a miles de kilómetros de Ucrania.

El presidente Volodímir Zelenski se jactó personalmente en X sobre el “éxito absolutamente brillante” de la operación y anunció que había sido un golpe planeado desde hace mucho tiempo: “Un año, seis meses y nueve días desde el inicio de la planificación hasta la implementación efectiva”.

El SBU publicó videos de los ataques. Según su información, más de 40 aviones de combate y reconocimiento fueron destruidos, alrededor del 34 por ciento de los bombarderos rusos capaces de lanzar misiles de crucero. Varios blogueros rusos bien informados estiman un número menor, pero incluso según su información, alrededor de una docena de aviones se incendiaron.

Es inconcebible que la OTAN no estuviera informada y estrechamente involucrada. Una operación tan compleja, preparada durante un largo período de tiempo, no puede llevarse a cabo sin datos de reconocimiento que solo los EE.UU. tienen a su disposición. Los oficiales militares y de inteligencia de la OTAN y Ucrania están en contacto constante y cercano, y el presidente Zelenski intercambia información con los jefes de Gobierno de los países de la OTAN casi a diario.

Obviamente, la acción estaba diseñada para humillar y provocar al Gobierno ruso. Al día siguiente, tuvo lugar en Estambul la segunda ronda de negociaciones directas entre Rusia y Ucrania, que terminó después de solo una hora sin ningún resultado significativo.

En Moscú, el ataque se interpretará como un ataque de la OTAN contra objetivos estratégicos dentro de Rusia, y el régimen responderá en consecuencia. Hasta ahora, las fuentes oficiales se han mantenido cautelosas. El Ministerio de Defensa ruso se limitó a declarar que “algunos equipos de aviación se habían incendiado” y que “todos los ataques terroristas” habían sido repelidos.

Pero los blogueros cercanos al ejército ruso llaman al ataque “el Pearl Harbor de Rusia”. En diciembre de 1941, la fuerza aérea japonesa destruyó partes de la flota estadounidense del Pacífico en el puerto hawaiano. Al día siguiente, Estados Unidos declaró la guerra a Japón y entró en la Segunda Guerra Mundial.

El canal ampliamente popular “Dva Majora” acusó a la OTAN de “socavar directamente el equilibrio estratégico nuclear” y “reducir la protección nuclear de nuestro país”. El canal de Telegram “Rybar”, con 1,3 millones de suscriptores, pidió el fin de las negociaciones con Ucrania y un “nuevo nivel de escalada del conflicto”. El periódico Moskovsky Komsomolets, el segundo más grande del país, describió el 1 de junio como un “día negro para los aviones de transporte militar y de largo alcance de Rusia” y pidió la misma “determinación y dureza” contra Ucrania que Israel ha mostrado contra Hamás.

El presidente Putin responderá a la creciente presión, y los estrategas experimentados de la OTAN lo saben muy bien. No se pueden descartar ataques contra objetivos de la OTAN fuera de Ucrania que tengan una importancia estratégica similar a la de los bombarderos rusos destruidos. El peligro de una mayor escalada y expansión de la guerra en Ucrania, incluido el uso de armas nucleares, es mayor que nunca.

¿Qué está impulsando a la OTAN a asumir este riesgo? ¿Por qué sigue escalando una guerra que ya ha costado la vida a cientos de miles de soldados ucranianos y rusos?

La historia de la guerra en Ucrania proporciona una respuesta. Esta nunca fue la “guerra de agresión rusa no provocada” que retrataron los medios de comunicación. Los oligarcas rusos, que se habían enriquecido al saquear la propiedad social de la Unión Soviética y cuyos intereses representa Putin, siempre quisieron ser admitidos en el círculo de las “grandes potencias” capitalistas. El propio Putin fue celebrado con una ovación de pie por el Bundestag (Parlamento) alemán en 2001.

Pero ni Estados Unidos ni las principales potencias europeas querían compartir con los oligarcas rusos. Impulsados por las crecientes crisis económicas y financieras y la búsqueda de materias primas, mercados y ganancias, rompieron un acuerdo tras otro que habían hecho desde la disolución de la Unión Soviética e increparon cada vez más hacia el este económica y militarmente. Después de que la OTAN anexionara toda Europa del este y las repúblicas exsoviéticas bálticas, también se acercó a Ucrania y Georgia con el objetivo de destruir Rusia.

Si bien las potencias de la OTAN todavía estaban principalmente ocupadas con sus guerras imperialistas en Oriente Próximo en la primera década de este siglo, dirigieron su atención cada vez más hacia Rusia en la segunda década. En 2014, ayudaron a un régimen prooccidental a llegar al poder en Kiev mediante un golpe de Estado derechista y luego armaron sistemáticamente a Ucrania.

Putin respondió con un ataque militar contra Ucrania. Fue un intento fallido y reaccionario de presionar a las potencias imperialistas para llegar a un nuevo acuerdo con ellas. Pero la guerra les proporcionó un pretexto bienvenido para intensificar la confrontación con Rusia y armarse masivamente.

Desde entonces, Alemania ha duplicado y triplicado su gasto militar y se ha fijado el objetivo de construir el ejército más fuerte de Europa. Al igual que en la Primera y Segunda Guerra Mundial, se está expandiendo hacia el este nuevamente. Por primera vez en su historia, las Fuerzas Armadas alemanas están estacionando permanentemente una brigada de combate en otro país, en Lituania, que limita con el enclave ruso de Kaliningrado. Esto aumenta significativamente el riesgo de una confrontación militar directa con Rusia. Reino Unido, Francia y Polonia también están utilizando la guerra en Ucrania como excusa para rearmarse intensamente.

Las potencias europeas están respondiendo al regreso de Donald Trump a la Casa Blanca intentando romper con su dependencia militar de Estados Unidos y enfrentarse a Rusia por su cuenta. Trump vacila entre ofertas y amenazas hacia Rusia mientras amenaza a Europa con medidas de guerra comercial. Sin embargo, Estados Unidos sigue formando la columna vertebral militar de la OTAN, que se creó durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética. Está intensificando la confrontación con Rusia, como lo demuestra el ataque ucraniano a los aeropuertos militares rusos, que no podría haber tenido lugar sin una luz verde de Washington.

Mientras la OTAN intensifica la guerra contra Rusia, las potencias imperialistas, lideradas por Estados Unidos, están intensificando su conflicto con China. Durante el fin de semana, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, declaró que una guerra con China, aparentemente disputándose Taiwán, era “potencialmente inminente”.

La guerra en Ucrania y el peligro de una escalada nuclear solo pueden detenerse mediante la intervención independiente de la clase trabajadora. Es la clase obrera la que sufre las consecuencias de la guerra y el militarismo y no tiene ningún interés en apoyar a ninguno de los bandos en esta guerra. Los trabajadores de Estados Unidos, Europa, Rusia y Ucrania deben unirse en la lucha contra la guerra y su causa, el capitalismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de junio de 2025)

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