Este artículo está dedicado a la memoria de Wolfgang Weber (1949-2024). Él participó en la preparación y discusión de este artículo antes de su muerte el año pasado.
Con motivo del 85 aniversario del Pacto Hitler-Stalin, el pasado mes de agosto se inauguró en el Museo Berlín-Karlshorst (antiguo Museo Germano-Ruso) la exposición itinerante 'Una grieta a través de Europa: las consecuencias del pacto Hitler-Stalin'. Al mes siguiente se publicó un libro complementario del mismo título.
Precisamente en este museo —ubicado en el sitio histórico donde la Wehrmacht alemana se rindió al Ejército Rojo en mayo de 1945—la nueva exposición distorsiona la historia de la Segunda Guerra Mundial, reescribiéndola para alinearse con los objetivos bélicos actuales de Alemania en la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia.
La exposición itinerante, desarrollada en colaboración con la profesora Anke Hilbrenner, catedrática de Historia de Europa Oriental de la Universidad Heinrich Heine de Düsseldorf, es de tamaño modesto y ocupa sólo una sala lateral del museo. Sin embargo, está diseñada para llegar a una amplia audiencia a través de varios canales. Ya se ha exhibido en las ciudades alemanas de Düsseldorf y Lüneburg, y la Agencia Federal de Educación Cívica planea ponerla a disposición en formato digital como un recurso para las escuelas. A principios de 2025, la exposición se trasladó a Ucrania. Ha recibido financiación del Gobierno, incluido el apoyo de la Comisionada Federal de Cultura y Medios de Comunicación, Claudia Roth (Verdes), y del Ministerio de Educación del estado de Renania del Norte-Westfalia.
En Berlín, la exposición se presentó inicialmente en alemán e inglés, pero a partir de la mitad del recorrido, sólo en ucraniano e inglés. No hubo presentación en ruso, a pesar de que el museo es de habla alemana y rusa. Esta exclusión forma parte del asalto más amplio a la cultura rusa promovido por los medios de comunicación y las instituciones alemanas desde la invasión de Ucrania por parte del régimen de Putin en febrero de 2022. La bandera ucraniana ondea ahora de manera prominente fuera del museo, y su nombre anterior, el 'Museo Germano-Ruso', ha sido cambiado oficialmente.
Dos de los editores del volumen de la exposición, Anke Hilbrenner y el director del museo, Jörg Morré, son miembros de la Comisión de Historia Germano-Rusa, que suspendió sus actividades en febrero de 2022. La parte alemana de la comisión también incluye a destacados militaristas de derechas como Jörg Baberowski (Universidad Humboldt de Berlín) y Sönke Neitzel (Universidad de Potsdam).
La exposición es el último componente de una campaña más amplia de revisionismo histórico que ha estado en marcha durante años. Su propósito es promover una narrativa derechista de la Segunda Guerra Mundial, adaptada a la actual escalada de la guerra en Europa del Este y a nivel internacional.
La exposición se centra en el Pacto de No Agresión firmado el 23 de agosto de 1939 entre la Alemania nazi y los dirigentes estalinistas de la Unión Soviética. También conocido como el Pacto Molotov-Ribbentrop, por los ministros de Relaciones Exteriores que lo firmaron, el acuerdo facilitó los preparativos de los nazis para su campaña en el Este que había sido largamente planeada. La Wehrmacht invadió Polonia el 1 de septiembre de 1939 y el Ejército Rojo ocupó el este de Polonia el 17 de septiembre.
Menos de dos años después, en junio de 1941, los tanques alemanes avanzaron hacia Moscú. Bajo el nombre en clave de 'Operación Barbarroja', el régimen nazi libró una guerra de exterminio contra la URSS que costó la vida a más de 27 millones de ciudadanos soviéticos y aceleró drásticamente la maquinaria asesina de los nazis. En los años siguientes, seis millones de judíos y millones de personas más fueron gaseados por los secuaces de Hitler en campos de concentración y exterminio, ejecutados en fusilamientos masivos y sistemáticamente sometidos a hambre y maltrato.
El Holocausto, la campaña de exterminio de los nazis en toda Europa y las devastadoras consecuencias de la guerra y los bombardeos aéreos permanecen profundamente arraigados en la memoria colectiva de la clase obrera internacional. El Museo Karlshorst ha abordado algunos de estos crímenes en su exposición permanente y en eventos individuales, como los del cerco de Leningrado, la liberación del campo de concentración de Majdanek en Polonia y el asesinato en masa de Ozarichi en Bielorrusia en 1944.
La exposición itinerante Una grieta a través de Europa busca reemplazar la memoria de la clase trabajadora sobre los crímenes fascistas con una narrativa nacionalista promovida por los estados de Europa del Este y el Báltico. Presenta falsamente esto como la memoria colectiva de sociedades enteras. En realidad, refleja la 'cultura de la memoria' de las fuerzas derechistas y fascistas que glorifican y remontan su herencia a aquellos que colaboraron con la Wehrmacht y las SS en sus campañas contra la Unión Soviética, y en el asesinato en masa de judíos y otras minorías nacionales en sus respectivos países.
El revisionismo histórico gira en torno a dos ejes principales:
En primer lugar, el pacto Hitler-Stalin se utiliza para invertir la culpa histórica. Debido a que la Unión Soviética firmó el pacto y, de acuerdo con el protocolo secreto, ocupó partes de Europa del Este, ahora se la culpa de iniciar la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. El New York Times difundió descaradamente esta mentira hace más de un año para fortalecer el nacionalismo ucraniano de extrema derecha en la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia.
La exposición argumenta que la Unión Soviética fue un agresor impulsado por ambiciones imperialistas y coloniales no diferentes a las del régimen nazi. En varios pasajes, incluso sugiere que los comunistas eran más brutales y peligrosos que los nazis.
Si uno sigue esta lógica hasta su conclusión, conduce a una nueva versión de la infame mentira histórica de que la Alemania nazi libró una guerra preventiva o defensiva. Si se presenta a la Unión Soviética como el agresor imperialista e instigador de la guerra en 1939, ¿no proporciona esto la justificación para afirmar que la invasión de Hitler a la Unión Soviética dos años después fue simplemente un movimiento defensivo? ¿Fue la Operación Barbarroja, entonces, un ataque preventivo justificable contra un supuesto 'enemigo en el este'?
La tesis de la guerra preventiva se ha invocado repetidamente desde la época de Hitler para revisar el hecho histórico de que el régimen nazi libró una guerra de agresión deliberada y premeditada, la acusación principal en los Juicios de Nuremberg en 1945. Aunque la tesis ha sido desacreditada hace tiempo por estudios serios y no se respalda explícitamente en la exposición, la falsificación del Pacto Hitler-Stalin en última instancia conduce a la misma conclusión y sigue una lógica política definida.
El actual militarismo agresivo de Alemania se vende a la población como una política defensiva y preventiva. La clase dominante está disfrazando sus intereses geopolíticos y económicos en la guerra de Ucrania detrás de una supuesta 'defensa' necesaria contra el peligroso agresor de Moscú. Para ello, necesita asegurar su posición en el 'frente histórico'.
En segundo lugar, hay una banalización y ocultamiento deliberado de los crímenes nazis. El Holocausto se relativiza en puntos clave del volumen de la exposición. La guerra de exterminio nazi es ignorada en gran medida, y el 'Plan General del Este' —el plan para la guerra— ni siquiera se menciona.
Mientras que los políticos y periodistas alemanes están justificando el genocidio en curso del régimen israelí en Gaza con cínicas referencias al Holocausto, al mismo tiempo están apoyando la relativización de los crímenes nazis, que se ha hecho socialmente aceptable en los últimos años.
En 2018, el líder de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), Alexander Gauland, afirmó que Hitler y los nazis no eran más que 'mierda de pájaro en más de 1.000 años de exitosa historia alemana'. Lo que durante mucho tiempo ha sido defendido por la AfD y los ideólogos de extrema derecha en su entorno ha llegado a las aulas y museos en los últimos años.
Una figura clave es el profesor de historia Jörg Baberowski, de la Universidad Humboldt de Berlín, quien declaró en 2014 en Der Spiegel que Hitler “no era cruel” y equiparó el Holocausto con las ejecuciones masivas durante la Guerra Civil rusa. Según Baberowski, Stalin y el Ejército Rojo impusieron una guerra de exterminio a la Wehrmacht. Al hacerlo, asumió las posiciones de extrema derecha del apologista nazi Ernst Nolte, quien había sido rechazado por los académicos en la Historikerstreit (disputa de historiadores) de la década de 1980.
Casi al mismo tiempo que la iniciativa de Baberowski, se publicó la edición alemana de Bloodlands: Europe Between Hitler and Stalin (Tierras de sangre: Europa entre Hitler y Stalin), del académico estadounidense de derechas Timothy Snyder. Snyder ha desempeñado un papel destacado en la justificación ideológica de la guerra imperialista contra Rusia en Ucrania.
Como ha explicado el World Socialist Web Site, Snyder argumenta que los crímenes del nacionalsocialismo fueron una respuesta a las atrocidades cometidas por Stalin en la Ucrania soviética durante 1932-33. Describe el Pacto Hitler-Stalin como una alianza entre dos regímenes igualmente imperialistas y depredadores. El volumen de la exposición se basa en gran medida en el marco de Snyder y enumera a Bloodlands entre sus 'publicaciones relevantes' en la primera nota a pie de página.
Mientras Alemania se preparaba ideológicamente para nuevas guerras, respaldó el golpe de Estado derechista en Ucrania en 2014. Esto provocó una guerra civil que, incluso antes del estallido de la guerra abierta con Rusia en 2022, ya se había cobrado más de 14.000 vidas.
Hoy en día, el revisionismo histórico tiene lugar en medio de la guerra. Miles de jóvenes ucranianos y rusos están siendo masacrados en las trincheras. En Gaza, decenas de miles de palestinos han sido víctimas del genocidio del gobierno israelí.
Los propios editores sitúan explícitamente el volumen de la exposición en el contexto de la guerra actual. Se desarrolló, escriben, bajo el impacto de 'la guerra ilegal de agresión de Rusia contra Ucrania desde 2014'. A lo largo del volumen, se trazan repetidamente paralelismos entre la URSS y la Rusia actual, a la que se acusa de llevar a cabo 'políticas imperiales' que amenazan a los países de Europa del Este.[1]
La contribución del libro sobre Ucrania termina con un llamamiento a la guerra:
Pero esta vez Ucrania y otras partes de Europa Central y Oriental no volverán a ser una 'esfera de interés'. Es de esperar que los países europeos hayan aprendido la lección histórica y apoyen a Ucrania en su lucha por la independencia.[2]
De hecho, Ucrania y los demás países de la región han sido durante mucho tiempo una 'esfera de interés' para las potencias de la OTAN, para las que sirven de base de operaciones contra Rusia. Seguirán estando muy endeudados y, en consecuencia, dependientes durante los próximos decenios. Las publicaciones especializadas han estado especulando durante mucho tiempo sobre el saqueo de los enormes depósitos de litio y otras materias primas del país. En marzo de 2024, la Agencia Federal de Educación Cívica publicó un análisis detallado de la 'importancia estratégica' de las materias primas en Ucrania.
La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 fue una respuesta reaccionaria a su cerco por parte de la OTAN, que Moscú veía como una amenaza existencial. Incapaz de apelar a la clase obrera ucraniana e internacional, el régimen oligárquico de Putin esperaba persuadir a la OTAN para que cediera. Pero el Kremlin calculó mal. La OTAN, y Alemania en particular, utilizaron el ataque como un pretexto bienvenido para intensificar la guerra contra Rusia y armarse hasta un punto no visto desde Hitler. Incluso aceptan el riesgo de una guerra nuclear.
Las narrativas revisionistas históricas están siendo promovidas en los niveles más altos de la política, la academia y la cultura para legitimar ideológicamente la actual política de guerra de Alemania.
Equiparar los regímenes nazis y de Stalin y relativizar el Holocausto
Un instrumento central de esta falsificación histórica es la campaña por el 'Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nacionalsocialismo', celebrado el 23 de agosto, aniversario del Pacto Hitler-Stalin. Esta conmemoración sirve al propósito político de reescribir la historia de la Segunda Guerra Mundial relativizando el Holocausto y trasladando la culpa de los crímenes de guerra a la Unión Soviética. Desde que fue introducido por el Parlamento Europeo en 2009, se han realizado esfuerzos para institucionalizar este día de conmemoración en todos los Estados miembros de la UE.
Este es también uno de los principales focos del proyecto de la exposición sobre el pacto Hitler-Stalin. Los paneles de la exposición y el volumen que los acompaña se centran en las consecuencias del pacto para Polonia, Ucrania, los países bálticos, Finlandia y Rumanía, pero reproducen en gran medida la visión nacionalista de la historia muy extendida en estos países.
Los crímenes del estalinismo se toman como punto de partida para difamar a la Unión Soviética per se y para glorificar el restablecimiento de los estados nacionales después de 1991 como un gran paso hacia la 'libertad' y la 'democracia', que culminó con la adhesión de los países a la UE y a la OTAN.
En resumen, el panel final afirma que la memoria europea del Pacto está dividida en “dos grandes comunidades de memoria”. Europa Occidental recuerda sobre todo los crímenes nazis, mientras que Europa Central Oriental recuerda los crímenes estalinistas. 'Allí, el pacto Hitler-Stalin es visto como el detonante de la Segunda Guerra Mundial', declara. 'La responsabilidad de la guerra se atribuye por igual tanto a Alemania como a la Unión Soviética. Con la adhesión de los países de Europa Central y Oriental a la Unión Europea (UE) en mayo de 2004, este contraste llegó a la escena política europea'. El establecimiento del Día de la Memoria el 23 de agosto es el 'resultado más visible' de los esfuerzos de estos países para defender el 'reconocimiento de sus experiencias históricas'.
Tras visitar la exposición, la comisionada del Gobierno Federal para las Víctimas del SED [Partido Socialista Unificado, el antiguo partido estatal estalinista de Alemania Oriental], Evelyn Zupke, declaró que el día de la conmemoración del 23 de agosto era un “buen punto de partida para integrar mucho más fuertemente los crímenes estalinistas y comunistas... en una conciencia europea común”. Sin embargo, no se pronunció una palabra sobre los crímenes nazis.
A partir del prólogo del volumen de la exposición, la política exterior de la Unión Soviética y de Alemania se sitúa al mismo nivel. Mientras que Hitler había estado llevando a cabo una 'política exterior agresiva' durante años, la Unión Soviética se había 'consolidado bajo Iósif Stalin en un estado hambriento de poder'. Los 'intereses de ambos dictadores se alinearon' en el pacto Hitler-Stalin con el objetivo de expandir sus fronteras.
A continuación, los editores explican que querían hacer hincapié en las 'experiencias de los países de Europa Central y Oriental' en los años 1939 a 1941 en su proyecto de exposición:
Mientras que la singular atrocidad del Holocausto es el punto focal de la memoria en Europa Occidental, incluidas las consecuencias de la ocupación alemana, la memoria en los países de Europa Centro-Oriental se centra en las décadas de dominación soviética, en particular los crímenes del estalinismo. En contraste, el período relativamente breve de la ocupación alemana, que también hizo retroceder temporalmente el dominio soviético, es de poca importancia. La percepción del Holocausto y sus consecuencias para Europa central y oriental no tuvo la misma intensidad que el dolor de la pérdida de la soberanía nacional. La Unión Europea intentó abordar esto estableciendo el 23 de agosto como el 'Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo' en 2008. [3]
El borrador preliminar del volumen antes de que saliera a la imprenta, que se puso a disposición del WSWS para su revisión, todavía hablaba de las 'terribles consecuencias' del Holocausto para Europa Central y Oriental. Para la publicación del libro, los editores eliminaron el adjetivo 'terrible'. Esta corrección es un ejemplo de cómo se minimizan deliberadamente los crímenes nazis y la ocupación alemana. Esta última se describe sucintamente como una 'fase corta' que significó 'hacer retroceder el dominio soviético', lo que obviamente se ve como un logro positivo de la Wehrmacht.
Con su afirmación de que 'el dolor de la soberanía estatal perdida' supuestamente desarrolló una fuerza mayor que la 'percepción del Holocausto', los autores adoptan el nacionalismo radical de derechas que está muy extendido entre muchos miembros de la élite de Europa del Este. Sin embargo, no había democracias en ninguno de los Estados de Europa del Este antes de la pérdida de soberanía estatal tan dolorosamente experimentada. Las dictaduras o los regímenes autoritarios basados en un estado policial siguiendo el modelo de Polonia bajo Józef Piłsudski gobernaron en todas partes desde 1933/1934 a más tardar. Este hecho apenas se tiene en cuenta en la exposición y en el volumen que la acompaña.
La profunda relativización del Holocausto es posible gracias a métodos posmodernos. La idea principal es 'contar la historia desde múltiples perspectivas', según la introducción del volumen de la exposición. Detrás de esta florida formulación se esconde el rechazo a un análisis científico y objetivo del pacto Hitler-Stalin. Las circunstancias históricas concretas se disuelven en diversas narrativas y culturas de memoria en Europa Occidental y Oriental y son reemplazadas por una 'memoria' y una 'percepción' supuestamente uniformes a nivel nacional de la población de los países de Europa Central y Oriental que están por encima de las clases. Esta o aquella narrativa de la derecha no se analiza críticamente, sino que, por el contrario, se declara un hecho científico.
La agenda política detrás del Día de conmemoración se aclara en el capítulo introductorio del volumen adjunto: '¿Descolonizar la memoria europea del acuerdo Molotov-Ribbentrop? Pactos de la memoria y el olvido'.
La autora, Ana Milošević, investigadora posdoctoral en el Instituto de Criminología de la Universidad Católica de Lovaina (Katholieke Universiteit Leuven) en Bélgica, escribió su tesis doctoral sobre la política de la memoria en la UE y los Balcanes, y fue investigadora invitada en el centro de estudios de política exterior Instituto Alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP) en 2015.
Su contribución se centra íntegramente en justificar el Día de la Conmemoración como un paso en la 'descolonización' de las antiguas repúblicas soviéticas. 'La 'liberación' por parte de los soviéticos en esta región equivalió efectivamente a la colonización, ya que un régimen totalitario reemplazó a otro, y una ocupación dio paso a otra', escribe.
Milošević vincula temas como el 'anticolonialismo' y la 'autodeterminación nacional', históricamente asociados a la política 'progresista', con el sucio anticomunismo para hacerlos atractivos en ciertos círculos. Esta campaña también está impulsada por la Fundación taz Panter, afiliada a los Verdes, que lanzó el proyecto 'Descolonización: Este' este año.
Milošević incluso habla de 'esclavitud comunista' y afirma que la guerra por los estados bálticos comenzó con la invasión soviética de 1940, que condujo a 'décadas de subyugación bajo el régimen colonial soviético'.[4]
Partiendo de su construcción anticomunista del 'colonialismo' soviético, llama a la 'descolonización de la memoria europea', es decir, a la consideración de la cultura nacionalista de la memoria de las supuestas víctimas coloniales en Europa del Este.
Esta supuesta 'descolonización' proporciona a Milošević el marco para una banalización abierta del Holocausto:
En Alemania Occidental, la década de 1980 fue testigo del Historikerstreit, un polémico debate entre destacados historiadores, que cuestionaba la comparabilidad de los regímenes totalitarios y la singularidad del Holocausto o la Shoah. Mientras tanto, para muchos en Europa Centro-Oriental, los crímenes del estalinismo y las experiencias derivadas de la ocupación comunista soviética durante y después de la Segunda Guerra Mundial tuvieron un significado igual, si no mayor, en sus memorias individuales y colectivas en comparación con el Holocausto. A finales de la década de 1980, el 23 de agosto se convirtió en una fecha crucial para los movimientos independentistas en Europa del Este, aprovechando los recuerdos personales de innumerables personas.[5]
Este párrafo es, en muchos sentidos, un excelente ejemplo de cómo las viejas mentiras históricas se presentan bajo nuevas formas, esta vez bajo la apariencia de una supuesta 'historia de la memoria y la experiencia' que no considera necesario proporcionar argumentos científicos.
El contenido real de la 'disputa de los historiadores' no se menciona aquí. El historiador de extrema derecha y apologista nazi Ernst Nolte desató la controversia en 1986 al presentar Auschwitz como una respuesta legítima y comprensible al Gulag, es decir, al establecer un 'nexo causal' entre los crímenes de los nazis y la Unión Soviética. No se trataba de una comparación científica de los regímenes, como sugiere Milošević, sino de la legitimación de la violencia nazi como una reacción a la violencia de los bolcheviques y el estalinismo, lo que preocupaba a Nolte. Fue refutado de forma contundente por destacados académicos.
Milošević intenta apoyar la posición de Nolte afirmando que 'muchos' en Europa Centro-Oriental en la década de 1980 sentían que la 'ocupación comunista soviética' era 'tan grave, si no más' que el Holocausto. ¿En qué encuesta estadística sobre los “sentimientos” de quiénes se basa ella? ¿De cuántos “muchos” estamos hablando exactamente? ¿Qué y quién está detrás de la “memoria colectiva”? ¿Cuáles eran las posturas políticas asociadas a esos “sentimientos” de estas personas?
¿Se les ha preguntado a los pocos supervivientes de las otrora enormes comunidades judías en Polonia y otros países de Europa del Este que perdieron a toda su familia en las cámaras de gas? ¿O es que aquí no cuenta la 'memoria personal', ya que la mayoría de ellos fueron asesinados, expulsados al exilio y borrados de la historia y la cultura de sus países de origen?
La relativización del Holocausto de Milošević en este punto es particularmente pérfida porque invoca una 'memoria individual y colectiva' que está determinada en gran medida por el asesinato en masa nazi. Fue precisamente en estas regiones donde generaciones enteras fueron exterminadas y pueblos enteros quemados hasta los cimientos. Los nazis tuvieron mucho cuidado de asegurarse de que quedara el menor número posible de personas que pudieran recordar los horrores de Auschwitz. En Polonia, Lituania y Letonia asesinaron a casi todos los judíos que habían vivido en el país en 1939: en Polonia 3 millones de 3,4 millones, en Lituania 145.000 de 150.000 y en Letonia 70.000 de 93.500.[6]
Y, por último, Milošević 'corrobora' esas afirmaciones de gran alcance con una nota a pie de página que no aporta prueba alguna. Se refiere, sin dar un número de página, al estudio La criminalización del comunismo en el espacio político europeo después de la Guerra Fría (Londres, 2019), de la politóloga francesa Laure Neumayer. En primer lugar, es deshonesto tratar de fundamentar una afirmación específica refiriéndose a un libro de 230 páginas sin especificar un pasaje exacto o al menos un capítulo. Esto dificulta que el lector verifique la fuente.
Sin embargo, si uno investiga y lee el prólogo de Neumayer, se da cuenta de que su libro contrasta con Milošević. Neumayer examina críticamente a los “emprendedores de la memoria anticomunista” en la UE y el resurgimiento de la teoría del totalitarismo desde la década de 1990. En su introducción, también se opone de manera inequívoca a la apología del nazismo de Nolte.
Además, Milošević utiliza las afirmaciones del 'colonialismo' soviético y el 'discurso sobre el trauma colonial' en los países bálticos para legitimar el nacionalismo agresivo de los regímenes existentes allí. Escribe:
El concepto de 'descolonización' implicaba el establecimiento de una democracia étnica, en la que la ciudadanía se concedía principalmente a los residentes anteriores a la ocupación soviética y a sus descendientes, en su mayoría de etnia báltica. [7]
Este concepto difiere poco del de los nazis y sus colaboradores fascistas, como la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN), que soñaban con un 'Estado étnicamente puro' creado a través del asesinato en masa de minorías y judíos. Además, el término 'democracia étnica' es una contradicción en los términos, ya que la 'pureza étnica' en regiones multiétnicas como Europa del Este es completamente incompatible con la democracia.
El ejemplo de Estonia es muy revelador en este sentido. En línea con el capítulo introductorio de Milošević, la contribución sobre Estonia en el libro es un tratado nacionalista, cofinanciado por el Consejo Estatal de Investigación de Estonia. Trivializa la guerra de exterminio nazi y glorifica una Estonia postestalinista en la que solo las personas que pueden demostrar que sus antepasados poseían la ciudadanía antes de 1940 tienen automáticamente derecho a ella.
El autor Kristo Nurmis escribe justo al principio:
El Pacto y los tratados posteriores erradicaron efectivamente la soberanía de Estonia y la dejaron vulnerable a los caprichos soviéticos, colocándola a merced de un estado totalitario impredecible. La anexión soviética no provocada ocurrió un año antes del estallido de la guerra nazi-soviética, y la consiguiente secuencia de ocupaciones y conflictos le costó a Estonia una cuarta parte de su población.[8]
La frase 'estallido de la guerra germano-soviética' oculta la naturaleza criminal de la guerra de agresión nazi, cuyos crímenes se confunden con el dominio estalinista bajo el término 'ocupaciones y guerras posteriores' con el fin de relativizar la responsabilidad del régimen nazi. Los aproximadamente 80.000 colaboradores estonios que lucharon junto a los nazis contra el Ejército Rojo no se mencionan en el artículo, lo que no es sorprendente. Recientemente, en 2012, el parlamento estonio honró a los miembros estonios voluntarios de las Waffen SS de Hitler como 'luchadores por la libertad' y 'luchadores contra la dictadura comunista' en una resolución.
Nurmis escribe sobre la política de ciudadanía después de 1991:
A nivel nacional, Estonia buscó una fuerte restitución estatal, negando la ciudadanía automática a las personas cuyos antepasados no eran ciudadanos estonios antes de la anexión soviética en 1940. Esta política tenía como objetivo no sólo restaurar los derechos históricos, sino también salvaguardar la cultura política estonia de la influencia de los inmigrantes soviéticos recientes, que eran percibidos como carentes del compromiso con la independencia y la experiencia compartida de las tragedias nacionales locales (se exigía a los nuevos ciudadanos que aprobaran un examen de idioma y una prueba sobre la constitución).
Una cuarta parte de la población, el tamaño de la minoría rusoparlante, ha sido discriminada y privada de sus derechos durante años sobre la base de esta política chovinista. El artículo de Nurmi termina con un alegato a favor de que se siga apoyando la guerra en Ucrania y advierte de la 'fatiga bélica occidental'.[9]
En Estonia y otros países de Europa del Este, el revisionismo histórico de derechas se ha promovido durante años, por ejemplo, en exposiciones y libros de texto escolares. Desde principios de la década de 1990, han surgido museos que propagan el 'paradigma del doble genocidio', como dice el investigador de la cultura e historia yiddish, Dovid Katz. Esto se refiere a la equiparación de los crímenes de los regímenes nazi y estalinista, la cual va acompañada del descrédito de las víctimas judías, la heroización de colaboradores y perpetradores nazis, y la negación o trivialización de la participación voluntaria local en el Holocausto.[10]
Algunos ejemplos son el Museo de las Víctimas del Genocidio en Vilnius, Lituania (1992), el Museo de la Ocupación 1940-1991 en Riga, Letonia (1993), la Casa del Terror en Budapest, Hungría (2002), el Museo de la Ocupación en Tallin, Estonia (2003) y el Museo de las Víctimas de los Regímenes de Ocupación (Prisión de Lonzki) en Lviv, Ucrania (2009).
Los antecedentes del pacto Hitler-Stalin
El revisionismo histórico en torno al Pacto Hitler-Stalin se basa principalmente en equiparar a los regímenes nazi y estalinista. Según se afirma, ambos fueron agresores, imperialistas y perpetradores de violencia que, de manera conjunta y en igualdad de condiciones, aplastaron a los pequeños estados de Europa Central y Oriental.
Sin embargo, esta ecuación distorsiona los hechos históricos e ignora los diferentes intereses y puntos de partida de los dos regímenes. Mientras que Hitler necesitaba una guerra de agresión y se había preparado para ella durante mucho tiempo, Stalin quería evitar la guerra a toda costa y posponerla.
Hitler representaba los intereses del imperialismo alemán, cuya hambre de mercados, materias primas y 'espacio vital' (Lebensraum) en el Este sólo podía satisfacerse mediante una expansión violenta. Para él, el pacto con Stalin no era más que una maniobra táctica para ganar tiempo para tratar con Gran Bretaña y Francia y luego invadir la Unión Soviética.
El futuro 'Führer' ya se había comprometido con la guerra de aniquilación contra la Unión Soviética como eje central de su política exterior en su incendiario libro Mein Kampf. “El derecho a la tierra puede convertirse en un deber si una gran nación parece condenada sin la expansión territorial”, escribió. 'Alemania será una potencia mundial o dejará de existir. Para ser una potencia mundial, sin embargo, necesita el tamaño que le dé la importancia y la vida necesarias para sus ciudadanos en el mundo de hoy'. Y continuó: 'Pero cuando hablamos de nuevas tierras en Europa hoy en día, solo podemos pensar principalmente en Rusia y los estados periféricos sujetos a ellas'. [11]
Tras llegar al poder en enero de 1933, Hitler concentró toda su política militar, económica y exterior en preparar la guerra de aniquilación contra la Unión Soviética. El pacto con Moscú fue solo un paso hacia este objetivo.
Stalin, por otro lado, no persiguió ningún objetivo expansionista imperialista. Representaba los intereses de la burocracia privilegiada, que había usurpado el poder soviético a la clase obrera y abandonado el programa de la revolución socialista mundial. Mientras que Lenin y Trotsky estaban comprometidos a superar el aislamiento de la Unión Soviética a través de revoluciones proletarias exitosas en otros países, después de la muerte de Lenin Stalin profesó la doctrina de 'construir el socialismo en un solo país'. Correspondía a los intereses conservadores de la burocracia, que tenía una relación parasitaria con la propiedad socializada y temía levantamientos de la clase obrera internacional porque habrían sacudido su propio dominio.
A nivel internacional, Stalin siguió un rumbo errático y zigzagueante. En Alemania, al final de la República de Weimar, impidió que el Partido Comunista (KPD) formara un frente único con el Partido Socialdemócrata (SPD) contra los nazis, a pesar de que el SPD todavía tenía una base de masas en la clase obrera en ese momento. Lo justificó con el absurdo argumento de que los nazis y los socialdemócratas eran 'gemelos' y los segundos eran 'socialfascistas'. La parálisis de la clase obrera por el SPD y el KPD allanó el camino de Hitler al poder.
Cuando ya no se podía negar la magnitud de la catástrofe, Stalin dio un brusco giro de 180 grados. Ya no basaría por más tiempo la defensa de la Unión Soviética en la movilización de la clase obrera internacional, como habían hecho Lenin y Trotsky, sino en las alianzas con las potencias imperialistas 'democráticas', especialmente Francia y Gran Bretaña.
En nombre de un 'frente popular' antifascista con partidos burgueses, la Internacional Comunista estranguló la revolución proletaria en Francia y España. En la Unión Soviética, donde Stalin temía un levantamiento de la clase obrera contra su gobierno despótico, decapitó al Ejército Rojo y al Partido Comunista en el Gran Terror de 1937 y 1938, dejando a la Unión Soviética prácticamente indefensa. Cientos de miles de comunistas devotos y oficiales experimentados murieron bajo los escuadrones de ejecución de la policía secreta estalinista.
Pero la alianza con las potencias 'democráticas' pronto resultó ser un callejón sin salida. Había fuerzas poderosas tanto en París como en Londres que esperaban que Hitler destruyera la Unión Soviética sin librar una guerra contra Occidente al mismo tiempo. Cuando Gran Bretaña y Francia entregaron Checoslovaquia a Hitler en el Acuerdo de Múnich de 1938, Stalin se vio obligado a concluir que no podía confiar en Londres y París. Moscú negoció una alianza con Gran Bretaña y Francia hasta el último momento, pero estos jugaron con el tiempo hasta que Stalin terminó arrojándose en brazos de Hitler. A pesar del cinismo, la brutalidad y la falta de escrúpulos con que procedió, desde el punto de vista de Moscú el pacto tenía un carácter esencialmente defensivo.
El verdadero crimen de Stalin fue haber desmoralizado completamente a los obreros comunistas y a los antifascistas con esta maniobra humillante.
León Trotsky comentó:
Nadie como Stalin le prestó tanto apoyo a Hitler. Nadie tampoco creó una situación tan peligrosa para la URSS.
Durante cinco años el Kremlin y su Comintern propagandizaron una 'alianza de las democracias' y 'frentes populares' con miras a una guerra preventiva contra los 'agresores fascistas'. Esta propaganda, como quedó fehacientemente probado en el caso de Francia, tuvo una tremenda influencia en las masas populares. Pero cuando la guerra se acercó realmente, el Kremlin y su agencia, la Comintern, saltaron inesperadamente al campo de los 'agresores fascistas'. Stalin, con su mentalidad de vendedor de caballos, buscó de esta manera engañar a Chamberlain, Daladier y Roosevelt, y ganar posiciones estratégicas en Polonia y los países bálticos.
Pero el salto del Kremlin tuvo consecuencias muchísimo mayores: no sólo engañó a los gobiernos, sino que fundamentalmente desorientó y desmoralizó a las masas populares en las llamadas democracias. Con su propaganda en favor de los 'frentes populares' el Kremlin impidió que las masas condujeran la lucha contra la guerra imperialista. Con su giro al bando de Hitler, Stalin mezcló de golpe todas las cartas y paralizó el poder militar de las 'democracias'. A pesar de todas las máquinas de destrucción, el factor moral conserva una importancia decisiva en la guerra. Desmoralizando a las masas populares en Europa, y no solamente en Europa, Stalin jugó un papel de agente provocador al servicio de Hitler.[12]
Incluso en términos de estrategia militar, el pacto Hitler-Stalin fue una catástrofe. El protocolo adicional secreto selló la liquidación de Polonia. La Wehrmacht alemana estaba ahora muy al este, directamente en la frontera soviética, y ya no tenía que superar un estado tapón para invadir la Unión Soviética en el verano de 1941. Como parte de los acuerdos económicos, los nazis pudieron obtener de la Unión Soviética materias primas que se necesitaban con urgencia para la industria armamentística alemana y librar la guerra relámpago contra las potencias occidentales sin abrir un segundo frente en el Este al mismo tiempo.
El historiador ruso Oleg Budnitzky, que fue la única persona que hizo una contribución académica basada en evidencias al volumen de la exposición, responde inequívocamente a la pregunta '¿Quién se benefició del Pacto Molotov-Ribbentrop?' No la URSS, sino Alemania.
Con la ocupación de varios países europeos con alrededor de 1,9 millones de kilómetros cuadrados y 122 millones de habitantes, Alemania casi duplicó su potencial económico y obtuvo importantes materias primas. Sobre todo, las importaciones de productos derivados del petróleo de la Unión Soviética eran esenciales para la economía alemana. La URSS, que había sido extremadamente debilitada por el Gran Terror, ocupó un área mucho más pequeña (460.000 kilómetros cuadrados con alrededor de 23 millones de habitantes), que era significativamente menos importante.
El aumento del gasto en armamento y la promoción de la industria pesada también ejercieron presión sobre la población soviética. 'La guerra soviético-finlandesa y los suministros soviéticos de combustible y alimentos a Alemania contribuyeron significativamente a la crisis de suministro de 1939-1941' (Budnitzky). Los rápidos avances de la Wehrmacht en el verano de 1941 demostraron lo mal que el régimen estalinista había preparado al país política y militarmente para la guerra. El Ejército Rojo sufrió unas 600.000 muertos y heridos durante las primeras semanas de la guerra. [13]
Por lo tanto, el crimen de Stalin no fue haber seguido una política de expansión imperialista, como Hitler, sino haber saboteado, desorientado y desmoralizado sistemáticamente la resistencia al fascismo.
Como escribe el sociólogo ruso Vadim Rogovin, el estalinismo, con su 'política interior y exterior antisocialista, socavó la influencia moral que la Unión Soviética y el movimiento comunista internacional habían ganado en todo el mundo'.[14]
León Trotsky, quien encabezó la Oposición de Izquierda contra los estalinistas, describió a Stalin como el 'intendente' de Hitler.[15] Trotsky luchó por una revolución política dentro de la URSS, es decir, el derrocamiento de la burocracia estalinista por la clase obrera. Criticó el pacto porque ponía en peligro el destino del estado obrero soviético y socavaba un levantamiento revolucionario en otros países que podría haber detenido el fascismo.
La crítica al Pacto que están expresando hoy los políticos y académicos burgueses de derechas tiene un propósito y una orientación de clase completamente opuestos. El pacto se utiliza como pretexto para demonizar a la Unión Soviética —y al 'comunismo' en su conjunto— y para justificar la actual política bélica de la OTAN contra Rusia.
Al mismo tiempo, el objetivo es evitar que los trabajadores y los jóvenes vuelvan a las ideas socialistas frente a la profunda crisis del capitalismo. Con este fin, se equipara el estalinismo con el comunismo y se silencia la alternativa de izquierda representada por León Trotsky. Sin embargo, es crucial para una comprensión académica del Pacto Hitler-Stalin que fue el resultado de la degeneración estalinista de la Unión Soviética y se opuso a la perspectiva de la revolución mundial. Pero este hecho es ignorado en el proyecto expositivo.
La política anticomunista de la memoria: Día de la Conmemoración del 23 de agosto
En cambio, la exposición se centra en una política anticomunista de memoria que se volvió cada vez más influyente después de que varios países de Europa del Este se unieran a la UE en 2004. Un punto culminante inicial fue la introducción del Día de la Conmemoración el 23 de agosto en 2009, luego de una campaña que comenzó en la década de 1980 y se aceleró a raíz de la disolución de la Unión Soviética. Fue impulsada por disidentes y grupos nacionalistas en y desde Europa del Este y los estados bálticos.
El 3 de junio de 2008, los políticos europeos adoptaron la llamada Declaración de Praga sobre la Conciencia de Europa y el Comunismo, en la que se pedía a la UE que introdujera el Día de la Conmemoración. Entre los iniciadores y primeros firmantes se encontraban políticos de la República Checa, los países bálticos, Suecia y Gran Bretaña, así como el ex jefe de la Oficina de Registros de la Stasi, Joachim Gauck, que fue nombrado presidente federal alemán cuatro años más tarde y anunció el cambio en la política exterior y la militarización de Alemania.
Los autores de la declaración se refieren explícitamente al 'Día de la Conmemoración de las Víctimas del Nacionalsocialismo' el 27 de enero, aniversario de la liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo en 1945, y piden que se conmemore a las víctimas de los 'regímenes totalitarios' de la misma manera que a las víctimas de los nazis.
Detrás de esto había un intento de revertir oficialmente la política de la memoria, que en décadas anteriores se había centrado en los crímenes nazis. Por eso, la historiadora austriaca Heidemarie Uhl describió el nuevo día de conmemoración como la 'antítesis' de la memoria del Holocausto:
El 23 de agosto se asocia a una concepción de la historia que niega el reconocimiento del Holocausto como punto de referencia central para una conciencia histórica europea, es decir, equiparando a las víctimas del nacionalsocialismo y el comunismo y, por lo tanto, poniendo a los dos sistemas en pie de igualdad.[16]
La Declaración de Praga también pedía la creación de un museo e instituto europeo correspondiente y el 'ajuste y revisión de los libros de texto de historia europeos para que los niños pudieran aprender y ser advertidos sobre el comunismo y sus crímenes de la misma manera que se les ha enseñado a evaluar los crímenes nazis”.[17] En este contexto, en 2011 se creó el proyecto de la UE 'Plataforma de la Memoria y de la Conciencia Europea', con sede en Praga.
Por lo tanto, no se trata en modo alguno de postulados puramente simbólicos, sino de un programa revisionista histórico concreto que pretende llegar al público en general a través de museos, eventos y escuelas.
La Declaración de Praga fue inmediatamente retomada por el Parlamento Europeo. En una resolución de septiembre de 2008, se propuso la introducción del Día de la Conmemoración y finalmente se estableció oficialmente en una nueva resolución el 2 de abril de 2009.[18]
La moción fue presentada por varios grupos políticos en el Parlamento de la UE: la derechista UEN (Unión por la Europa de las Naciones), que existió hasta 2009 y que también incluía a partidos polacos, bálticos y eslovacos, así como a la ultraderechista Liga Norte italiana, el PPE (Partido Popular Europeo, Demócratas Cristianos), la ALDE (Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa) y los Verdes/ALE (Alianza Libre Europea), entre ellos, la política verde alemana Gisela Kallenbach. Una amplia mayoría de 553 eurodiputados votó a favor, solo 44 en contra (y 33 abstenciones).
Los proponentes justificaron su iniciativa con una definición amplia de totalitarismo, que incluye a la Rusia actual. El democristiano estonio y cofirmante Tunne Kelam banalizó abiertamente el régimen nazi en el debate parlamentario: 'La oligarquía en Rusia es una dictadura de Frankenstein peor que cualquier otra, incluido Hitler”. [19]
Lo notable de esta resolución de la UE es cómo se justifica metodológicamente la falsificación de la historia. Afirma que los historiadores están de acuerdo en que 'las interpretaciones totalmente objetivas de los hechos históricos no son posibles y las narrativas históricas objetivas no existen', incluso si utilizan 'herramientas científicas para estudiar el pasado'.
En lugar de hechos históricos objetivos, se toman como vara de medir los sentimientos y opiniones subjetivas de las víctimas o de los testigos contemporáneos. Así, la exigencia de conmemorar 'juntas' a todas las víctimas de los regímenes totalitarios se justifica señalando que 'desde la perspectiva de las víctimas, es indiferente qué régimen las privó de su libertad o las torturó o asesinó por cualquier motivo'.
Este enfoque permite sacar los acontecimientos de su contexto histórico y sustituir los criterios científicos por abstracciones morales. ¿Puede un oficial de las SS con las manos manchadas con la sangre de miles de judíos, comunistas y ciudadanos soviéticos ser honrado ahora también como una 'víctima' porque fue 'robado de su libertad' y ejecutado por soldados del Ejército Rojo? ¿O tal vez un colaborador fascista de la OUN ucraniana? ¿Deberían aparecer sus nombres junto a los de los judíos que sufrieron una muerte agonizante en las cámaras de gas?
De hecho, esta parece haber sido la intención. En Ucrania y los países bálticos, en los últimos meses y años se han derribado monumentos a la victoria del Ejército Rojo, a los millones de personas que lucharon contra los nazis y dieron sus vidas por miles, y se han erigido otros nuevos, esta vez para colaboradores fascistas y nacionalistas como Stepan Bandera en Ucrania.
La imagen de arriba, que se presenta en la exposición Una grieta a través de Europa, muestra esculturas para el Ejército Rojo demolidas en Lviv. El pie de foto dice:
El ataque ruso de 2014 cambió la percepción de la Segunda Guerra Mundial en Ucrania. Los ucranianos rompieron con la narrativa de una guerra defensiva soviética entre 1941 y 1945. Hoy recuerdan el pacto como una expansión de la ocupación soviética del país. Al mismo tiempo, se trazan paralelismos con la situación actual.
Que esta reevaluación corresponda o no a los hechos históricos es aparentemente irrelevante. En cambio, la narrativa se evalúa de acuerdo con el grado en que es políticamente útil.
Los períodos de guerra exigen nuevos mitos bélicos: hay que borrar la memoria de la heroica lucha de los soldados y partisanos del Ejército Rojo contra los nazis y, en cambio, estilizar a los nacionalistas de extrema derecha y a los colaboradores de aquella época como modelos a seguir para legitimar a los fascistas de hoy, como el Batallón Azov del ejército ucraniano.
No es “indiferente” si un soldado del Ejército Rojo capturó a un soldado de la Wehrmacht o, a la inversa, si la Wehrmacht capturó a un soldado soviético. Esta guerra amenazaba con la conquista de la Unión Soviética por parte de una dictadura fascista. Si Hitler hubiera ganado la guerra contra el Ejército Rojo, el ya alto número de muertos de 27 millones de ciudadanos soviéticos y 6 millones de judíos habría aumentado inconmensurablemente y toda Europa habría permanecido bajo el yugo nazi.
La 'perspectiva de las víctimas' no es más que un pretexto aquí. El objetivo es ocultar las diferencias objetivas en el carácter político y los objetivos de los dos regímenes y, por lo tanto, relativizar el alcance del Holocausto y la guerra de exterminio de los nazis. El método de la historia de la experiencia y de la memoria es sistemáticamente mal utilizado para manipular emocionalmente a la gente y explotar su justificada simpatía por los miles de víctimas de los crímenes estalinistas para una revisión anticomunista de la historia.
El historiador Jürgen Zarusky, que también ha refutado eficazmente la falsificación histórica del Pacto Hitler-Stalin por parte de Timothy Snyder, explica las implicaciones del nuevo día de la conmemoración:
La función conmemorativa del 23 de agosto es muy cuestionable, sobre todo desde la perspectiva comparativa de la dictadura. …Amenaza con oscurecer el hecho de que para Hitler el pacto fue una etapa transitoria para su proyecto central, la conquista del 'espacio vital en el Este' en una guerra de exterminio sin precedentes en la historia. El régimen de Stalin alcanzó la cima de su ejercicio terrorista del poder con la colectivización forzada, el hambre y el Gran Terror entre 1929 y 1938. En ese momento no se hablaba de un pacto Hitler-Stalin. El régimen nazi, por su parte, experimentó el mayor grado de radicalización con el ataque a la Unión Soviética. Aquí se planearon asesinatos en masa y hambrunas por millones, y la invasión de la URSS fue también el preludio inmediato del Holocausto. La base para esta nueva etapa no fue el Pacto Hitler-Stalin, sino su ruptura.[20]
En septiembre de 2019, con motivo del 80.º aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el Parlamento Europeo pidió a todos los Estados miembros que conmemoraran el Día de la Conmemoración en una nueva resolución. La resolución afirmaba que la Segunda Guerra Mundial se inició como resultado inmediato del Pacto Hitler-Stalin, que reunió a 'dos regímenes totalitarios que compartían el objetivo de la conquista del mundo' y 'llevaron a cabo asesinatos en masa, genocidio y deportaciones'.[21]
Según el historiador Uhl, “El objetivo de esta resolución histórico-política' era 'culpar en parte a la Unión Soviética de la Segunda Guerra Mundial y equiparar los crímenes del comunismo con los del nacionalsocialismo, ambos calificados de igualmente totalitarios, y en particular con el Holocausto'. Varias asociaciones de supervivientes de los campos de concentración protestaron posteriormente contra el “revisionismo histórico” y la “falsificación de la verdad histórica”.[22]
Desde entonces, también se han hecho intentos en Alemania para publicitar el Día de la Conmemoración, aunque hasta ahora con poco éxito. Así lo reconoció en 2023 el Servicio de Estudios del Bundestag (Parlamento Federal), que publicó un dossier sobre el 'Debate en el mundo académico y la aplicación de la demanda del Parlamento Europeo en los Estados miembros de la UE'. Se enumeraron algunos eventos en lugares conmemorativos de la República Democrática Alemana en el este de Alemania, incluido el notoriamente derechista sitio conmemorativo de Hohenschönhausen. En este contexto, la actual exposición itinerante debe considerarse un paso importante en la difusión del Día de la Conmemoración en Alemania.
El dossier del Bundestag presenta las posiciones de los opositores y defensores del Día de la Conmemoración. Los opositores son predominantemente historiadores del campo de la investigación del Holocausto, entre ellos Yehuda Bauer, profesor emérito de estudios sobre el Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén y director del monumento en Yad Vashem hasta el año 2000.
Protestó contra la resolución de la UE de 2009 con un memorando de varias páginas en el que advertía contra una revisión mendaz de la historia mundial reciente y corregía hechos históricos clave sobre el papel de la Unión Soviética. Si bien ambos regímenes eran totalitarios, eran completamente diferentes, enfatiza Bauer.
La mayor amenaza para toda la humanidad fue la Alemania nazi, y fue el ejército soviético el que liberó a Europa del Este, fue la fuerza central que derrotó a la Alemania nazi y, por lo tanto, salvó a Europa y al mundo de la pesadilla nazi. De hecho, sin quererlo, los soviéticos salvaron a las naciones bálticas, a los polacos, a los ucranianos, a los checos y a otros, de una extensión intencionada del genocidio nazi a estas nacionalidades.[23]
Bauer también rechazó el intento de culpar a la URSS por el inicio de la Segunda Guerra Mundial, señalando que la resolución
también implica que la guerra fue iniciada por ambos regímenes por igual y que, por lo tanto, tienen la misma responsabilidad por la muerte de unos 35 millones de personas sólo en Europa (si se suma la guerra en Asia, el total es, según varios historiadores, de unos 55 millones). Esto es una perversión total de la historia.[24]
En el verano de 1939, Stalin estaba mucho más interesado en evitar una guerra. «Sabía muy bien que su ejército estaba desorganizado por las purgas y que la URSS no estaba en condiciones de resistir sola una embestida alemana», continuó, y añadió:
La Segunda Guerra Mundial fue iniciada por la Alemania nazi, no por la Unión Soviética, y la responsabilidad de los 35 millones de muertos en Europa, 29 millones de ellos no judíos, es de la Alemania nazi, no de Stalin. Conmemorar a las víctimas por igual es una distorsión.[25]
También abordó el papel de los colaboracionistas, escribiendo:
Hubo una gran colaboración en la persecución y el asesinato de los judíos en Lituania y Letonia especialmente, y la mayoría de los judíos fueron asesinados, bajo supervisión alemana, por lituanos y letones. Los batallones de policía del Báltico, reclutados por los alemanes, incluidos los letones, fueron una parte muy importante de la maquinaria asesina alemana que asesinaba a judíos en Bielorrusia, e incluso en Polonia y Ucrania.[26]
En su crítica al Día de la Conmemoración de la UE, el historiador Thomas Lutz, jefe hasta 2023 del Departamento de Monumentos de la Fundación Topografía del Terror, señaló que la colaboración de las fuerzas de extrema derecha en los territorios ocupados está siendo minimizada en favor de una historiografía nacionalista:
Los mitos y tabúes nacionales siguen cultivándose bajo el manto de la europeización de la memoria, especialmente en lo que se refiere a la implicación de la propia sociedad en los crímenes. No se lleva a cabo una reevaluación crítica de la historia que, por un lado, argumente con simpatía hacia las víctimas y, por otro, investigue la colaboración con los regímenes ocupantes y la cuestión de la responsabilidad.[27]
Los partidarios del revisionismo histórico
Si bien algunos de los principales críticos del Día de la Conmemoración han muerto en los últimos años, incluidos Uhl, Bauer, Zarusky y Wolfgang Benz, los académicos que están a favor del Día de la Conmemoración han sido promovidos y cortejados en los medios de comunicación, incluidos Karl Schlögel y Claudia Weber.
El profesor de historia jubilado y exmaoísta Karl Schlögel, colega cercano de Jörg Baberowski, criticó en 2023 a la Fundación de Monumentos de Brandeburgo por no querer celebrar un acto conmemorativo el 23 de agosto. En un artículo de opinión para el Märkische Allgemeine, lamentó el hecho de que “la mayoría de los alemanes” estaban al tanto del 1 de septiembre de 1939, el día en que los nazis invadieron Polonia, y del 22 de junio de 1941, cuando Hitler lanzó la invasión de la Unión Soviética, pero no del período del Pacto Hitler-Stalin y “el destino de los pueblos de Europa del Este que quedaron bajo una doble dominación”.
Esta fingida preocupación por los 'pueblos de Europa del Este' sirve una vez más para elevar los crímenes de ambos regímenes al mismo nivel ('doble dominación') y para justificar el rearme contra Rusia.
El otoño pasado, Schlögel abogó en el Welt am Sonntag por que Alemania y Occidente tomaran medidas aún más agresivas contra Rusia y suministraran armas que pudieran alcanzar el interior de Rusia. El próximo gobierno alemán debe tener el coraje de dejar claro a la población alemana que la 'nueva era' (Zeitenwende) en política exterior es un proceso largo, dijo.
La representante más destacada de una revisión de la historia en relación con el Pacto Hitler-Stalin es Claudia Weber, profesora de la Universidad Europea Viadrina en Frankfurt (Oder) y coautora del volumen de la exposición. Weber pertenece a las mismas filas académicas de la derecha que Baberowski, habilitado bajo su mandato y, como él, se unió a la 'Red por la Libertad Académica' de extrema derecha, que se fundó en 2021.
Weber y los editores del volumen de la exposición también se refieren al historiador británico Roger Moorhouse, cuyo libro de 2014 sobre el Pacto Hitler-Stalin termina con un alegato a favor del día de conmemoración de la UE. En palabras del renombrado historiador Richard J. Evans, se trata de un 'libro profundamente problemático'. Evans explica:
Tanto en el libro como en la declaración, el estalinismo aparece como mucho peor que el nazismo. Esto refleja el estado de ánimo poscomunista en los estados bálticos, donde los veteranos de las SS son aclamados como 'luchadores por la libertad' contra los rusos y se les permite desfilar sin obstáculos por las calles de Tallin.[28]
En 2014, Weber escribió un libro sobre la masacre de Katyn, los fusilamientos masivos de oficiales polacos por parte del servicio secreto soviético en la primavera de 1940. La primera frase dice lo siguiente: “En septiembre de 1939, comenzó la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia por parte de la Unión Soviética y el 'Tercer Reich''. Weber describe los dos años del Pacto Hitler-Stalin como una 'campaña germano-soviética de exterminio”. [29]
Ambas afirmaciones son falsificaciones históricas espeluznantes que equivalen a retratar a la Unión Soviética como el perpetrador y la causa de la Segunda Guerra Mundial. Weber quiere revisar el hecho de que la guerra comenzó con la invasión alemana de Polonia y que la campaña de exterminio fue lanzada por los nazis.
Su contribución a la presente antología se basa en gran medida en su libro Der Pakt. Stalin, Hitler und die Geschichte einer mörderischen Allianz 1939-1941 (El Pacto. Stalin, Hitler y la historia de una alianza asesina 1939-1941), que fue publicado en 2018 y reeditado por la Agencia Federal de Educación Cívica para su uso en escuelas y universidades.
El libro comienza con un alegato contundente a favor del revisionismo histórico. Su objetivo es contrarrestar el 'miedo al revisionismo histórico' en Europa Occidental y en Alemania en particular, porque es parte de una 'comprensión profesional básica para reexaminar y reinterpretar constantemente el pasado, en resumen: someter la historia a revisión'. Un vistazo a la nota a pie de página revela de quién es la creación de Weber. Respalda su afirmación con la correspondencia entre el historiador y anticomunista francés François Furet y el apologista nazi alemán Ernst Nolte.[30]
Se inspira explícitamente en Bloodlands, de Timothy Snyder, y difumina las diferencias históricas entre los —como ella escribe— “actores violentos nacionalsocialistas y estalinistas”. Como señala críticamente el historiador Stefan Plaggenborg en una reseña, su interpretación 'conduce a la tesis implícita de la convergencia totalitaria de los regímenes'. La guerra de aniquilación planeada y ordenada por Hitler se pierde en sus descripciones, 'del mismo modo que se da menos consideración a las estrategias alemanas que a las soviéticas'.
Según Weber, el pacto significó un 'increíble aumento de poder' para Stalin, puso fin al aislamiento de la política exterior de la URSS y redujo el riesgo de guerra. Stalin había 'salido victorioso del campo de batalla' y había perseguido 'brutal e intransigentemente' la 'exportación de la ideología comunista' en Europa del Este (p. 70).
La importancia histórica del Pacto de No Agresión fue que con este tratado las “dictaduras hostiles desataron la Segunda Guerra Mundial en Europa”. Fue el comienzo de una destructiva matanza global que condujo al Holocausto y puso en marcha una maquinaria de destrucción en masa de cuyas consecuencias Europa aún no se ha recuperado. Hitler y Stalin se repartieron Europa y el mundo durante décadas' (p. 71).
Las formulaciones se eligen deliberadamente para hacer a ambos regímenes responsables de la 'matanza global destructiva' y de la 'maquinaria de destrucción en masa'. Está diciendo que no fue Hitler quien inició la carnicería que condujo al Holocausto y dividió Europa, sino Hitler y Stalin juntos.
En una subsección del libro sobre el Pacto, Weber se distancia de la tesis de la guerra preventiva, según la cual la invasión alemana de la Unión Soviética simplemente se adelantó a un ataque soviético, solo para luego reintroducirlo por la puerta trasera. Según Weber, Stalin sólo se abstuvo de atacar primero a Alemania por razones tácticas de propaganda:
Entonces, ¿planeaba Stalin adelantarse a la invasión alemana en la primavera de 1941? Probablemente no, y además de muchas otras buenas razones que hablan en contra de esta tesis, la reticencia de Stalin a romper el pacto ante Hitler y actuar como agresor o ser etiquetado como tal fue el factor decisivo. Ya había evitado estrictamente este papel en septiembre de 1939, cuando Hitler tuvo que esperar más de dos semanas para la invasión soviética de Polonia. Esta actitud no había cambiado desde entonces, y si la guerra era inevitable, entonces debía comenzar en suelo soviético. A diferencia de Stalin, a Hitler le importaban menos esas sutilezas, aunque un ataque soviético en junio de 1941 le habría ahorrado algunas mentiras propagandísticas (p. 207).
Detrás de la 'tesis de la guerra preventiva' se esconde la cuestión de la culpabilidad de la guerra: ¿quién fue el verdadero agresor y quién es responsable del estallido de la guerra? Aunque ha sido refutada durante mucho tiempo por los académicos, la 'tesis de la guerra preventiva' fue reiterada y reformulada incluso después de la guerra. [31]
Después de la guerra, los participantes y criminales de guerra difundieron la afirmación de una 'guerra preventiva'. En la década de 1980, fue retomada por Ernst Nolte en la disputa de los historiadores. A raíz de la perestroika y la disolución de la Unión Soviética, algunos revisionistas históricos aprovecharon las revelaciones sobre el estalinismo —incluida la publicación del protocolo secreto del Pacto Hitler-Stalin— para revivir la mentira de la guerra preventiva, incluido el desertor soviético y ex oficial de inteligencia Viktor Suvorov.
En el año 2000, la historiadora Bianka Pietrow-Ennker enfatizó la relevancia política del retorno de la tesis de la guerra preventiva:
También parece esencial para la posición política de las generaciones posteriores en Alemania encontrar una respuesta clara a la cuestión de la culpa de guerra, ya que el legado histórico también representa la base a partir de la cual se configuran las relaciones con los vecinos europeos, especialmente Rusia. [32]
Hoy en día, la tesis de la guerra preventiva es defendida abiertamente por “historiadores” de la AfD, como Stefan Scheil, quien recibió el Premio de Historiador 2014 de la Fundación ultraderechista Erich y Erna Kronauer por sus esfuerzos. El discurso laudatorio estuvo a cargo de Ernst Nolte. El mismo premio fue otorgado dos años después al académico estadounidense Sean McMeekin. En su última obra revisionista Stalin's War: A New History of World War II, que fue traducida al alemán como Es war Stalins Krieg (Fue la guerra de Stalin) y publicada en 2023 por una editorial de extrema derecha, McMeekin presenta a Stalin como el verdadero perpetrador y especulador de la Segunda Guerra Mundial.
Pero los hechos son claros: Hitler y los líderes de la Wehrmacht no creían que la Unión Soviética representara una amenaza. En vista del enorme debilitamiento del Ejército Rojo en el Gran Terror, estaban convencidos de que Moscú no estaba preparado para atacar. Toda la política de Stalin hasta el 22 de junio de 1941 estuvo orientada a evitar la guerra, mantener la alianza con Alemania y apaciguar al agresor mediante concesiones. Stalin no permitió ninguna preparación militar sistemática del Ejército Rojo para un ataque y dejo a un lado todas las advertencias hasta el momento del ataque.[33]
La revisión de la historia como un arma de guerra
Si la exposición y el volumen sobre el Pacto Hitler-Stalin hablan ahora de querer escuchar y tener en cuenta las “experiencias” y “perspectivas” de los países de Europa Oriental y Central, entonces se trata de un juego de manos. A la clase dominante alemana no le preocupa el sufrimiento de la población de Europa del Este ni el destino de las víctimas del estalinismo. Al igual que en la Primera y Segunda Guerra Mundial, depende de las fuerzas nacionalistas locales para dominar la región económica y militarmente.
Desde 2017, los grupos de combate de la OTAN han estado estacionados en los estados bálticos y Polonia para rodear a Rusia. En 2023, la Bundeswehr (fuerzas armadas alemanas) decidió estacionar una brigada de combate de 5.000 hombres de forma permanente en Lituania. Los preparativos están en plena marcha; el proyecto se lanzó oficialmente a principios de 2025 y estará plenamente operativo en 2027. Además, a políticos bálticos que son agitadores antirrusos se les han otorgado altos cargos en la nueva Comisión Europea .
A finales de octubre de 2024, el ministro de Defensa, Boris Pistorius, inauguró en Rostock un nuevo cuartel general naval, encargado de la llamada conciencia situacional marítima en la zona del mar Báltico en el marco de la ofensiva bélica de la OTAN contra Rusia.
En 2023, Finlandia se unió a la OTAN, el mismo país cuyas fuerzas armadas habían luchado en la guerra de aniquilación nazi contra la Unión Soviética y desempeñado un papel clave en las ofensivas contra Leningrado y Múrmansk. Del 18 al 28 de noviembre de 2024 tuvo lugar allí por primera vez un ejercicio de artillería a gran escala de la OTAN. A lo largo del año, se llevaron a cabo nuevas maniobras de la OTAN dirigidas a Rusia en el norte de Europa.
En el volumen de la exposición, se presenta la adhesión de Finlandia a la OTAN como resultado de la memoria histórica de la Segunda Guerra Mundial. Los 'finlandeses' vivieron la guerra como la 'supervivencia de su propia democracia contra la agresión soviética', afirma el autor Ville Kivimäki. La 'narrativa finlandesa' corre paralela a la de los países bálticos:
La mayor amenaza a su existencia nacional provenía del este, y Stalin fue el mayor ejecutor de la guerra.… Bajo la superficie de la neutralidad finlandesa vivía un miedo continuo al impredecible vecino oriental del país. En este sentido, Finlandia fue y sigue siendo, de hecho, uno de los 'países del protocolo secreto', donde es común ver el Pacto Hitler-Stalin como el rostro verdadero y duradero de las ambiciones rusas en Europa. [34]
Esta instrumentalización de la historia es de particular importancia para la clase dominante alemana porque cometió los crímenes más monstruosos del siglo XX. Una nueva guerra contra Rusia, que se convertiría en una Tercera Guerra Mundial, es recibida con rechazo por la población. La distorsión histórica sirve para confundir a la población, ofuscar los hechos históricos y de esta manera romper la actitud antibélica profundamente arraigada.
Felix Ackermann, profesor de historia pública de la Universidad de Hagen, que participó personalmente en la preparación de la exposición sobre el Pacto e implicó a los estudiantes en el trabajo relativo al concepto de dicha exposición, resumió este objetivo con gran claridad. 'En un artículo de opinión para el diario FAZ, titulado 'El chantaje de Rusia: el miedo de los alemanes a la Tercera Guerra Mundial', comentó en diciembre del año pasado:'
La conciencia histórica de estar en la zona de combate inmediata de una imaginada Tercera Guerra Mundial ha dejado un trauma colectivo en este país. Esto explica por qué los llamamientos a la paz y a la capitulación de Ucrania se escuchan tanto en Alemania oriental como en occidental.
Hasta ahora, los políticos alemanes han 'permanecido en el período de posguerra', afirma, y han tratado de involucrar a Putin a través de negociaciones. Y continúa:
La persistencia de una forma de temporalidad posnacionalsocialista, que vincula esencialmente la autoimagen de la sociedad alemana a la superación continua del nacionalsocialismo, ha creado la ilusión de una posguerra perpetua. Esta es una época que no solo ignora en gran medida las guerras fuera de Europa, sino también las guerras que se librarán en Europa en el futuro. … La nueva época no sólo nos llama a enfrentarnos a la guerra real en nuestra vecindad inmediata, sino también a reconocer un nuevo modo de temporalidad en el que la posguerra ha terminado irremediablemente.
Ya no estamos en la posguerra, estamos en tiempos de guerra, quiere decir Ackermann en su galimatías pseudofilosófico. No más “posnacionalsocialismo”, sino una nueva era que permita el retorno a los métodos y crímenes nazis. Para lograrlo, es necesario superar la conciencia histórica y el miedo a una tercera guerra mundial arraigado en ella.
Ackermann eligió un título explosivo para su comentario, que recuerda un artículo de Paul Carrell en el Welt am Sonntag del 21 de octubre de 1979: “El chantaje rojo'. Paul Karl Schmidt, ex SS-Obersturmbannführer y oficial de prensa del ministro de Relaciones Exteriores Joachim von Ribbentrop durante la Segunda Guerra Mundial, disfrutó de una deslumbrante carrera bajo el seudónimo de Carrell en el período de posguerra como asesor personal del editor derechista Axel Springer, informante del Servicio Federal de Inteligencia y destacado defensor de la tesis de la guerra preventiva.
'En 1979, durante el debate sobre la Doble Decisión de la OTAN y el rearme de la República Federal de Alemania contra la Unión Soviética, exigió en el mencionado artículo de Welt un cambio en la doctrina operativa de las fuerzas armadas alemanas a favor de una 'defensa preventiva' preferente y la modernización de las armas nucleares tácticas.'
De este modo, Ackermann recorre viejos caminos. Donde los viejos nazis solían fomentar el rearme y la histeria bélica contra Moscú, ahora los periodistas y académicos hacen el mismo trabajo, con la ventaja de que no están manchados por un pasado fascista y pueden contaminar los programas de entrevistas y los periódicos sin enfrentar contraargumentos significativos.
Pero a pesar de todos los esfuerzos, después de dos guerras mundiales y en vista de los teatros de guerra actuales en Oriente Medio y Ucrania, el rechazo al militarismo y a la guerra está profundamente arraigado en la mayoría de la población. Este hecho también se refleja en las reacciones de los visitantes al museo de Berlín-Karlshorst.
Cualquiera que entre en la pequeña exposición se encuentra con un gran mapa del mundo con notas clavadas en la entrada. Decenas de notas personales en alemán, inglés y ruso responden a la pregunta: '¿Dónde estaba mi familia?' Hablan de huidas, expulsiones, asesinatos, trabajos forzados, deportaciones, familias destrozadas. Las notas dan una impresión de cuán profundas han sido las huellas dejadas por la Segunda Guerra Mundial y, especialmente, por los crímenes de los nazis durante generaciones.
Una nota llama la atención: “¿Por qué la humanidad no aprende nada de tales guerras? ¿Cuándo veremos un mundo sin guerras?”
Otra nota dice: “Mi bisabuelo estuvo en la cárcel hasta el final de la guerra porque luchó contra los nazis.” Otra: 'La familia de origen de mi abuelo fue asesinada porque eran judíos. Mi abuelo pudo emigrar a Inglaterra. Mis tías y tíos encontraron seguridad en Inglaterra, Canadá y Estados Unidos. Así es como mi familia se convirtió en ciudadanos globales. Y: 'Mis abuelos maternos tuvieron que huir de los nazis a Francia en 1933 y sobrevivieron al terror gracias a una gran solidaridad. Un elemento importante para tratar con los refugiados hoy en día'.
Una nota en ruso describe cómo una bisabuela de Bielorrusia fue deportada a Alemania para realizar trabajos forzados y perdió a su esposo; cómo sus hermanos desaparecieron en la guerra en 1943; Cómo el bisabuelo sobrevivió a la guerra y regresó a casa.
Las posiciones políticas chocan en el libro de visitas. Además de los comentarios positivos ocasionales, varias contribuciones critican la exposición y la actual política bélica de Alemania.
Una mujer ucraniana escribe en ruso: “Estoy muy feliz de que exista este museo para que una nueva generación conozca y recuerde los horrores de la guerra. Pero me entristece mucho que la Alemania de hoy esté ayudando a librar la guerra entre dos pueblos hermanos.” Ella piensa que la mayoría de la población está en contra de la guerra y describe cuán estrechamente entrelazados están los dos países en su familia: “Soy ucraniana, mi esposo es alemán (de Kazajstán), suegra rusa, suegro alemán, nuera alemana, nietos alemanes. … ¡Estoy a favor de la paz! Y quiero que Alemania ayude a resolver este conflicto.”
Otro visitante criticó: “Es una exposición positivista, no se mencionan las razones de las acciones y los intereses, especialmente los económicos.” Además, apenas se aborda el destino de los judíos en los territorios ocupados por el Reich alemán. En cambio, se presenta de forma unilateral a «sobre todo la malvada Unión Soviética».
Otro comentario de un invitado dice: “¿Aprender de la historia? ¡Ciertamente no con esta exposición! En este momento, la 'cortina de hierro' se está redibujando, la guerra se está intensificando, la vieja mentalidad de bloques vuelve a funcionar. Los tanques alemanes vuelven a circular por viejos caminos. ¡Abajo las armas!”
Estas reacciones de los visitantes muestran, por un lado, cuán actual y candente es el tema de la guerra y, por otro, que el Pacto Hitler-Stalin y sus fatales consecuencias siguen causando confusión y preguntas sin respuesta hoy en día.
Sin embargo, la comprensión de las causas, el alcance y las continuidades de los crímenes nazis en la Segunda Guerra Mundial es un obstáculo desde el punto de vista de las élites en Alemania, porque socava la 'preparación para la guerra' que se exige de nuevo hoy. Herfried Münkler, politólogo y asesor del gobierno, resumió este dilema de los imperialistas alemanes en 2014 en el Süddeutsche Zeitung: 'Es casi imposible seguir una política responsable en Europa si se tiene la idea de que nosotros somos los culpables de todo.”
Cuanto más amplia y agresiva sea la participación del gobierno alemán en la guerra de Ucrania y el genocidio en Gaza, más feroces serán las batallas en el frente histórico.
En 2023, en el edificio principal de la Universidad Humboldt se realizaron dos exposiciones que utilizaron métodos de propaganda atroz para persuadir a estudiantes y profesores a apoyar la continuación y expansión de la sangrienta guerra en Ucrania.
Fue en Humboldt, la universidad donde se elaboró el Generalplan Ost (Plan General del Este) para la guerra de aniquilación contra la Unión Soviética, donde enseñaron Herfried Münkler y Jörg Baberowski, los dos profesores que reescriben sistemáticamente el papel de Alemania en la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Hasta el día de hoy, la dirección de la universidad apoya al extremista de derecha Baberowski, que sigue trivializando los crímenes nazis a través de su bien financiada cátedra universitaria. Uno de sus antiguos empleados y discípulos, Robert Kindler, también ha asumido ahora la segunda Cátedra de Berlín de Historia de Europa del Este en la Universidad Libre. Inmediatamente después de ocupar su cargo, abolió el enfoque anterior de la cátedra en la historia polaco-judía y los crímenes de los nazis.
Una corriente política en particular se identifica con la lucha contra este revisionismo histórico en interés del imperialismo alemán: el Partido Socialista por la Igualdad (Sozialistische Gleichheitspartei, SGP) y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS), la organización juvenil del SGP y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).
Desde hace más de 10 años, el JEIIS lucha contra la transformación de las universidades en centros ideológicos para la formación de cuadros militaristas y reclama la construcción de un movimiento socialista internacional contra la guerra. Las tareas políticas a las que se enfrentan los jóvenes, los estudiantes y los trabajadores hoy en día requieren una perspectiva históricamente fundamentada.
Así como la clase dominante necesita mentiras históricas para justificar su agenda de guerra, la verdad histórica es vital para que la clase trabajadora pueda ver a través de —y romper— la red ideológica de esa agenda bélica. “Ciencia, no propaganda de guerra”: ese es el principio en el que debe basarse el movimiento socialista contra la guerra.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de mayo de 2025)
Leer más
Anke Hilbrenner, Christoph Meißner, Jörg Morré (eds.), Una grieta a través de Europa: las consecuencias del pacto Hitler-Stalin, Göttingen, 2024, p. 11.
Nataliia Nechaieva-Yuriichuk, “El Pacto Molotov-Ribbentrop a través del prisma de los desafíos y amenazas contemporáneos. El caso de Ucrania', en: Una grieta a través de Europa, p. 147.
Una grieta a través de Europa, p. 11.
Ana Milošević, '¿Descolonizando la memoria europea del acuerdo Molotov-Ribbentrop? Pactos de memoria y olvido', en: Una grieta a través de Europa, p. 21.
Ibid, p. 23.
Map “Unter der NS-Herrschaft ermordete Juden nach Land,” (Judíos asesinados bajo el régimen nazi por país), Bundeszentrale für politische Bildung, https://www.bpb.de/fsd/centropa/ermordete_juden_nach_land.php, consultado el 5 de Mayo, 2025.
Una grieta a través de Europa, p. 25.
Kristo Nurmis, “Nadie puede oírnos. La larga sombra del pacto Molotov-Ribbentrop en Estonia', en: Una grieta a través de Europa, p. 177
Ibid, p. 187.
Dovid Katz, “¿Está llegando a los museos el revisionismo del 'doble genocidio' de Europa del Este?' en: Dapim: Estudios sobre el Holocausto, (2016), p. 1-30.
Hitler, Mein Kampf. Eine kritische Edition, (Mi Lucha: Una Edición Crítica), editado por Christian Hartmann et al. en nombre deInstitut für Zeitgeschichte München-Berlin, 2016, Online edition, vol. II, p. 316 (emphasis en el original).
Leon Trotsky, “The Role of the Kremlin in the War,” 1940, https://www.marxists.org/archive/trotsky/1940/xx/kremlin.htm, consultado el 5 de Mayo, 2025.
Oleg Budnitsky, '¿Quién se benefició del Pacto Molotov-Ribbentrop? Una perspectiva rusa', en: Una grieta a través de Europa, p. 71.
Vadim S. Rogovin, Weltrevolution und Weltkrieg, (Revolución mundial y guerra mundial), Essen, 2002, p. 280. Las consecuencias fatales para el Comintern, cuya dirección defendió el pacto, también se muestran en este volumen: Bernhard H. Bayerlein (ed.), “Der Verräter, Stalin, bist Du!” Vom Ende der linken Solidarität 1939–1941, ('Stalin, tú eres el traidor'. Sobre el fin de la solidaridad de izquierdas 1939-41), Berlin, 2008.
Leon Trotsky, On the War and the Soviet-Nazi Pact, September 1939, https://www.marxists.org/archive/trotsky/1939/09/aboveall.htm, consultado el 5 de Mayo, 2025.
Heidemarie Uhl, Neuer EU-Gedenktag: Verfälschung der Geschichte? (Nuevo Día de la Conmemoración de la UE: ¿una falsificación de la historia?), Agosto 21, 2009, https://sciencev1.orf.at/uhl/156602.html, consultado el 8 de Febrero, 2025.
Point 17 of the Prague Declaration on European Conscience and Communism, June 3, 2008, https://en.wikipedia.org/wiki/Prague_Declaration, consultado el 13 de Febrero, 2025.
European Parliament, Text Adopted —European Conscience and Totalitarianism (Parlamento Europeo, Texto Aprobado: Conciencia europea y totalitarismo), 2 de Abril, 2009, https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-6-2009-0213_EN.html, consultado el 5 de Mayo, 2025
Thomas Lutz, “Der 23. August. Thesen zur Installierung eines europäischen Gedenktages für alle Opfer von Diktaturen und Totalitarismen,” [23 de agosto. Tesis sobre la instalación de un Día Europeo de Conmemoración de todas las Víctimas de Dictaduras y Totalitarismos], in: Dokumentationsarchiv des österreichischen Widerstandes [Archivo de documentación de la Resistencia austriaca], (ed.), Forschungen zum Nationalsozialismus und dessen Nachwirkungen in Österreich [Investigación sobre el nacionalsocialismo y sus consecuencias en Austria], Viena, 2012, p. 373.
Jürgen Zarusky, “Vom Totalitarismus zu den Bloodlands. Herausforderungen, Probleme und Chancen des historischen Vergleichs von Stalinismus und Nationalsozialismus” [Del totalitarismo a las tierras de sangre. Desafíos, problemas y oportunidades de la comparación histórica del estalinismo y el nacionalsocialismo], en: Jürgen Zarusky, Politische Justiz, Herrschaft, Widerstand. Aufsätze und Manuskripte [PJusticia, Dominio y Resistencia. Ensayos y manuscritos], editado por Institut für Zeitgeschichte München–Berlin, 2021, p. 167.
European Parliament, “Text Adopted —Importance of European Remembrance for the Future of Europe,” [Parlamento Europeo, 'Texto Aprobado: importancia de la memoria europea para el futuro de Europa',] September 19, 2019, https://www.europarl.europa.eu/doceo/document/TA-9-2019-0021_EN.html, consultado el 5 de Mayo, 2025.
Heidemarie Uhl, “Holocaust-Gedächtnis und die Logik des Vergleichs. Erinnerungskulturelle Konflikte in (Zentral-) Europa“[La memoria del Holocausto y la lógica de la comparación. Conflictos de la memoria cultural en Europa (Central), en: Hendrik Hansen et al. (eds.), Erinnerungskultur in Mittel- und Osteuropa. Die Auseinandersetzung mit Nationalsozialismus und Kommunismus im Vergleich [Cultura de la conmemoración en Europa Central y Oriental. La controversia con el nacionalsocialismo y el comunismo en comparación], Baden-Baden, 2020, pp. 53–54, https://www.nomos-elibrary.de/10.5771/9783845290539-53.pdf, consultado el 8 de Febrero, 2025.
Yehuda Bauer,Memorándum a la ITF sobre las comparaciones entre la Alemania nazi y el régimen soviético, 2009, p. 5, https://www.erinnern.at/gedaechtnisorte-gedenkstaetten/gedenktage/23-august, consultado el 8 de February, 2025.
Ibid.
Ibid.
Ibid, p. 3.
Lutz, “Der 23. August,” p. 383.
Richard J. Evans, The Devils’ Alliance: Hitler’s Pact with Stalin, 1939–1941: review, The Guardian, August 6, 2014 [La alianza de los demonios: el pacto de Hitler con Stalin, 1939-1941: reseña, The Guardian, 6 de agosto de 2014], https://www.theguardian.com/books/2014/aug/06/devils-alliance-hitlers-pact-stalin-1938-1941-roger-moorhouse-review, consultado el 8 de February, 2025.
Claudia Weber, Krieg der Täter. Die Massenerschießungen von Katyn [La guerra de los Perpetradores. La masacre de Katyn], Bonn, 2016, p. 13.
Claudia Weber, Der Pakt. Stalin, Hitler und die Geschichte einer mörderischen Allianz 1939–1941 [TEl Pacto. Stalin, Hitler y la historia de una alianza asesina 1939-1941], Bonn, 2021, p. 14, Las citas de las páginas en el texto principal que siguen se refieren a este trabajo.
Este volumen ofrece una visión general autorizada del tema y refuta la tesis de la guerra preventiva: Bianka Pietrow-Ennker (ed.), Präventivkrieg? Der deutsche Angriff auf die Sowjetunion [¿Guerra preventiva? El ataque alemán a la Unión Soviética], Frankfurt am Main, 2000.
Ibid., p. 7.
Compárense las contribuciones sobre este tema en el volumen de Pietrow-Ennker, ibid.
Ville Kivimäki, 'Finlandia y el pacto Hitler-Stalin de 1939. El caso de los supervivientes', en: Una grieta a través de Europa, pp. 171, 173.