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La ONU reporta desaceleración del desarrollo humano y aumento de la desigualdad, promoviendo la IA como solución

El Informe sobre Desarrollo Humano 2025 de las Naciones Unidas (ONU), publicado a principios de este mes, revela una desaceleración sin precedentes de los Índices de Desarrollo Humano (IDH) en todas las regiones del mundo, junto con un aumento en la desigualdad entre los países imperialistas y los países que fueron colonias. El informe sostiene que la inteligencia artificial (IA) podría reactivar el desarrollo.

En lugar de una recuperación sostenida tras la mayor recesión mundial inducida por la pandemia de COVID-19 —que sigue en curso aunque apenas se reporte—, se ha visto una mejora mínima en el desarrollo humano. Aunque se prevé que el IDH global alcance un récord en 2024, el aumento es marginal y el más bajo desde 1990, excluyendo los años de crisis de 2020 y 2021.

Informe sobre Desarrollo Humano de las Naciones Unidas [Photo by UN]

El IDH de la ONU es una medida burda para evaluar el desarrollo humano de un país en tres dimensiones clave: salud, conocimientos y nivel de vida.

La salud se mide por la esperanza de vida al nacer. Los conocimientos se miden por el promedio de años de escolarización y los años esperados de escolarización. El nivel de vida se mide según el ingreso nacional bruto (INB) per cápita, expresado en dólares internacionales usando paridad de poder adquisitivo (PPA), lo que permite comparar con mayor precisión los niveles de ingreso entre países tomando en cuenta el costo real de los bienes y servicios, y no únicamente los tipos de cambio. A partir de su valor en el IDH, los países se clasifican como de desarrollo humano bajo, medio, alto o muy alto.

Además de la inquietante desaceleración del desarrollo global, el informe halló que la desigualdad entre los países con IDH bajo y los de IDH muy alto aumentó por cuarto año consecutivo, revirtiendo una tendencia de largo plazo en la que se había reducido la desigualdad entre países ricos y pobres.

Al presentar el informe, Achim Steiner, administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, afirmó: “Durante décadas hemos estado encaminados a alcanzar un mundo de desarrollo humano muy alto para 2030, pero esta desaceleración representa una amenaza real para el progreso global”. Agregó también: “Si el lento avance de 2024 se convierte en la ‘nueva normalidad’, la meta de 2030 podría posponerse durante décadas, dejando a nuestro mundo más inseguro, más dividido y más vulnerable a conmociones económicas y ecológicas”.

El informe señala —sin aportar datos concretos— que los países con menores puntuaciones en el IDH están atrapados por una crisis de deuda, “el aumento de las tensiones comerciales que limitan sus exportaciones” y el auge de una “industrialización sin empleo” derivada de la automatización.

Incluso esta presentación es sumamente moderada.

La crisis de la deuda es aguda, como lo demuestran los datos de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). La deuda externa de los llamados “países en desarrollo” se cuadruplicó en dos décadas, alcanzando un récord de 11,4 billones de dólares en 2023, lo que equivale al 99 por ciento de sus ingresos derivados de exportaciones. Esta situación fue alimentada por la pandemia de COVID-19 y la volatilidad de los precios de las materias primas, que llevaron a los países a endeudarse masivamente para paliar las consecuencias económicas y financiar medidas de salud pública. Sus niveles de endeudamiento han crecido el doble de rápido que los de los países capitalistas más avanzados.

El sobreendeudamiento amenaza a más de la mitad de los 68 países de bajos ingresos elegibles para el Fondo Fiduciario para el Crecimiento y la Reducción de la Pobreza del Fondo Monetario Internacional, más del doble del número registrado en 2015. Las tasas de interés disparadas —de dos a cuatro veces más altas que las de EE.UU., y de seis a doce veces más que las de Alemania— han agravado la carga. En 2023, los países más pobres pagaron 847.000 millones de dólares en intereses netos, un aumento del 26 por ciento respecto a 2021. Estos pagos usureros se hacen a costa de servicios públicos esenciales: las escuelas tienen financiación insuficiente, los hospitales carecen de suministros y la infraestructura está en ruinas.

En 2023, la asombrosa cifra de 54 países —casi la mitad en África— dedicaron al menos el 10 por ciento de sus ingresos gubernamentales al servicio de deuda. Actualmente, 3.300 millones de personas —el 41 por ciento de la población mundial, estimada en 8.000 millones— viven en países que gastan más en pagos de deuda que en salud o educación.

Unos niños comen papilla preparada en un centro de alimentación en Mudzi, Zimbabue, el 2 de julio de 2024. En Zimbabue, una sequía inducida por El Niño está afectando a millones de personas y los niños son los que corren mayor riesgo. [AP Photo/Aaron Ufumeli]

A pesar de reconocer que la industrialización no ha traído mejoras significativas en el desarrollo humano para la mayoría de la población en los países que fueron colonias, el Informe de Desarrollo Humano 2025 sostiene que sus encuestas indican que existe esperanza en que la IA —eje central del informe— genere nuevas oportunidades, aunque no ofrece ninguna prueba que respalde este pensamiento ilusorio. Y ello, a pesar de que la mitad de los encuestados considera que su empleo podría ser automatizado.

En el tono típicamente diplomático y moderado de estas publicaciones oficiales, el informe admite que “la verdadera brecha dependerá de cuán eficazmente la IA complemente y aumente lo que hacen las personas”.

Pedro Conceição, director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD, declaró: “Las decisiones que tomemos en los próximos años definirán el legado de esta transición tecnológica en el desarrollo humano… Con las políticas adecuadas y un enfoque centrado en las personas, la IA puede ser un puente crucial hacia nuevos conocimientos, habilidades e ideas que empoderen a todos, desde agricultores hasta pequeños empresarios”.

La IA representa en efecto un gran avance tecnológico, con el potencial de desarrollar enormemente la productividad del trabajo y promover el avance social de la humanidad. Pero el informe ignora de manera negligente toda la evidencia sobre quién se beneficia realmente de los avances tecnológicos, incluida la IA, bajo el capitalismo.

El desarrollo de la IA bajo relaciones sociales basadas en la propiedad privada de los medios de producción —incluida la propiedad intelectual—, y la extracción de plusvalía mediante el aumento de la explotación de la clase trabajadora, no hará sino profundizar la pobreza ya generalizada —en particular en los países más pobres y con menor nivel educativo— y agudizar la desigualdad social global.

A su manera, el informe admite esto, al señalar que es necesario garantizar que “nadie quede excluido de las posibilidades emergentes” por falta de acceso a la electricidad o a Internet. Pero no menciona que solo en el África subsahariana hay 600 millones de personas sin acceso a la electricidad y, como era de esperarse, no explica cómo se pretende cambiar esta realidad.

Como señala el Centro para el Desarrollo Global, la IA no solo puede aumentar la desigualdad dentro de cada país. También puede desacelerar o revertir los avances logrados en la reducción de la desigualdad entre países, ya que estos varían en su capacidad para aprovechar los beneficios y mitigar el impacto disruptivo. La IA está automatizando trabajos de baja y media calificación, sobre todo en los sectores manufacturero, de servicios y administrativos, que constituyen la columna vertebral de muchas economías en desarrollo, mientras crea nuevos empleos en sectores digitales, de datos y relacionados con IA. Las poblaciones urbanas y educadas están en mejor posición para adaptarse que los trabajadores rurales o informales.

Como ha ocurrido en anteriores olas tecnológicas, los países económicamente más avanzados están en mejores condiciones de aprovechar los beneficios que aquellos con una infraestructura digital poco desarrollada y acceso limitado a Internet.

En la industria textil y del vestuario, la IA y la robótica ya están siendo incorporadas en procesos de fabricación, desde el cosido automatizado hasta la inspección y el corte de telas. Estas tecnologías aumentan la eficiencia, reducen los costos, mejoran potencialmente la calidad y aumentan las ganancias de las corporaciones; pero también amenazan con dejar a miles de trabajadores en la calle. En el caso de Bangladés, hasta un 60 por ciento de los empleos en el sector textil podrían desaparecer debido a la automatización antes de 2030.

Aunque el auge de aplicaciones móviles con IA ha generado nuevos empleos en el desarrollo de apps, marketing digital y ciberseguridad, las tareas rutinarias y de baja cualificación se están automatizando cada vez más. En Kenia, la automatización de los servicios de atención al cliente en la industria de telecomunicaciones provocó una reducción del 13 por ciento en los empleos de centros de llamadas en un período de dos años.

En la agricultura, la adopción de técnicas impulsadas por IA, como sistemas automatizados de irrigación y cosecha robotizada, favorece a las grandes fincas capitalizadas. Las pequeñas explotaciones agrícolas de subsistencia y los pastores —típicos en muchas regiones del mundo e incluso en zonas específicas de países “desarrollados”— a menudo carecen del capital, la pericia técnica o la conectividad confiable para implementar y beneficiarse de la IA. Esto acelerará la concentración de grandes propiedades en manos de la agroindustria, como ya ocurre en países como Sudán, Etiopía y Somalia, expulsando a los pobres rurales de sus tierras y exacerbando las tensiones sociales y los conflictos geopolíticos que ya han provocado numerosas guerras.

La única manera de aprovechar el potencial progresista de la tecnología de la inteligencia artificial para beneficio de la humanidad es mediante la lucha unificada internacionalmente de la clase trabajadora para tomar el poder, expropiar la riqueza de las grandes corporaciones y los bancos, y reorganizar la vida económica sobre la base de una producción planificada a escala internacional para satisfacer las necesidades humanas, no las ganancias privadas.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 30 de mayo de 2025)

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