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En todo el mundo, la clase dominante capitalista está reviviendo las formas más viles de reacción política. Ochenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial, los horrores de ese período histórico –la guerra, el fascismo y el genocidio— se presentan nuevamente ante la humanidad como una amenaza de caer en la barbarie.
Una característica fundamental de todos los períodos de reacción política es que los Gobiernos y sus cómplices en los medios de comunicación recurren al método de la “gran mentira”, que emplean para justificar sus crímenes y desorientar al pueblo.
No se trata de la mentira convencional de uno u otro político. Más bien, es una falsificación masiva de la realidad, tan grande que desafía cualquier refutación lógica. Su poder reside en la escala monstruosa del engaño. La gran mentira no convence con argumentos bien estructurados. Intenta abrumar al público con el descaro de su mendacidad.
El siglo XX fue testigo del surgimiento de la gran mentira como arma central de la reacción política y la contrarrevolución. El régimen zarista en Rusia, asustado por el auge del movimiento socialista, inventó “Los protocolos de los sabios del Sion”, un texto antisemita.
En 1917, desesperado por desacreditar a los bolcheviques y detener la marea creciente de la revolución, el Gobierno Provisional burgués inventó el mito de que Lenin había recibido “oro alemán”.
Después de la Primera Guerra Mundial, la clase dominante alemana achacó su derrota militar a una “puñalada por la espalda” por parte de los socialistas. El régimen nazi de Hitler, actualizando “Los protocolos de Sion”, proclamó que estaba defendiendo a Alemania contra una conspiración judeo-bolchevique.
El régimen estalinista en la URSS trató de justificar su traición a la Revolución de Octubre socialista organizando los Juicios de Moscú, acusando falsamente a los líderes del Partido Bolchevique, ante todo a León Trotsky, de ser agentes traidores del fascismo y el imperialismo mundial.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la clase dominante estadounidense lanzó la caza de brujas del senador Joe McCarthy contra la llamada “conspiración comunista mundial”, que proporcionó el combustible político e ideológico para la Guerra Fría, el ejército estadounidense y las operaciones de la CIA en todo el mundo, y la represión de la oposición política interna al imperialismo y el capitalismo.
El siglo XXI comenzó con la invención por parte del Gobierno de Bush de la amenaza inminente de las “armas de destrucción masiva” para justificar su fraudulenta “guerra contra el terrorismo”, que incluyó no solo las invasiones de Afganistán e Irak, sino también la creación del Departamento de Seguridad Nacional y una escalada de ataques a los derechos democráticos que prepararon el terreno para las medidas dictatoriales actuales de Donald Trump.
Los últimos cinco años han sido testigos de un resurgimiento nuevo y políticamente maligno del método de la gran mentira.
Evadiendo su responsabilidad por la falta de atención a la advertencia de los científicos sobre el peligro de una pandemia y la negativa a tomar medidas esenciales de salud pública para proteger al público contra la propagación del virus SARS-CoV-2, el Gobierno y los medios de comunicación han promovido la mentira de que el virus se originó en el laboratorio de Wuhan, es decir, la afirmación totalmente fraudulenta de que la pandemia fue causada por un virus hecho por el hombre y fabricado en un laboratorio chino. Esta mentira no solo ha servido para incitar al odio contra China y escalar los preparativos para la guerra; se ha utilizado para desacreditar a la ciencia médica y el uso de vacunas.
La segunda gran mentira de la década de 2020 fue la afirmación de una “guerra no provocada” en Ucrania, es decir, que la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 fue únicamente el producto de la malvada megalomanía de Vladimir Putin, y de la cual ni Ucrania ni la OTAN tenían la menor responsabilidad.
Esta narrativa fabricada ha requerido la supresión de todas las referencias a la expansión de la OTAN a más de 1.250 km hacia el este hasta las fronteras de Rusia desde la disolución de la URSS en 1991 y el papel central desempeñado por los Estados Unidos en el derrocamiento del Gobierno elegido de Uran ucraniano elegido en 2014. Otro elemento de esta gran mentira ha sido la presentación del régimen ucraniano –que celebra a los fascistas que colaboraron con los nazis como héroes nacionales y encarcela a los opositores socialistas de la guerra como Bogdan Syrotiuk— como una democracia próspera.
La tercera y más grande mentira de todas es la afirmación de que la oposición a la guerra genocida de Israel contra la población de Gaza es “antisemita”. Esta mentira es la calumnia más repugnante contra el pueblo judío desde “Los protocolos de los sabios de Sion”. Afirma, a todos los efectos, que la característica que define al judío es que apoya la matanza de palestinos. La identidad de los judíos se define por las políticas del Estado israelí y sus ideólogos sionistas fascistas. Los antisemitas son todos aquellos, incluidos y especialmente los judíos, que se oponen al genocidio.
Este es un caso de “inversión semántica”, es decir, atribuir a una palabra lo contrario de su significado real, en una escala mucho mayor que cualquier cosa imaginada por George Orwell en la descripción de “neolengua” de su novela 1984 .
La gran mentira no es simplemente un producto de la inmoralidad de los políticos. Es una manifestación objetiva de los intereses de la clase dominante y de las contradicciones entre esos intereses y las necesidades de la sociedad en su conjunto. La magnitud de las mentiras está determinada por la profundidad e intensidad de las contradicciones sociales y el potencial resultante, reconocido y temido por las clases dominantes, para una erupción revolucionaria del conflicto de clases.
En la era de la gran mentira, nada es más esencial que la defensa de la verdad histórica y política. Es por eso que la publicación diaria del World Socialist Web Site adquiere la mayor urgencia. Armado con una perspectiva política socialista, arraigado en las bases científicas del marxismo y la asimilación de las experiencias históricas de la lucha de clases internacional, el WSWS ha sido implacable a la hora de exponer las grandes mentiras y defender la verdad.
Trotsky escribió, en respuesta a las grandes mentiras de su tiempo: “La revolución hace explotar la mentira social. Dice la verdad. La revolución comienza dando a las cosas y a las relaciones sociales su verdadero nombre”.
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(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de mayo de 2025)