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Perspectiva

Auge de la extrema derecha en Europa: Un producto de las políticas antiobreras y proguerra de los partidos establecidos

El líder del partido neofascista Chega, Andre Ventura, se pronuncia ante los medios y sus simpatizantes, después de las elecciones generales portuguesas, Lisboa, 19 de mayo de 2025 [AP Photo/Ana Brigida]

Los resultados de las últimas elecciones europeas subrayan una tendencia peligrosa y acelerada: el aumento de las fuerzas de extrema derecha y fascistas y su creciente integración en el corazón de la política oficial.

En Portugal, el neofascista Partido Chega aumentó al 22,6 por ciento de los votos, asegurando 58 escaños en el Parlamento. En Polonia, en la primera ronda de las elecciones presidenciales, tres candidatos de extrema derecha, Karol Nawrocki (PiS), Sławomir Mentzen (Konfederacja) y Grzegorz Braun, obtuvieron colectivamente más del 50 por ciento de los votos. En Rumanía, George Simion, el candidato de la fascista Alianza para la Unión de Rumanos (AUR), recibió el 46 por ciento en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.

Estos acontecimientos marcan un cambio histórico amenazante. En Portugal, la extrema derecha ha ganado un punto de apoyo decisivo en la política nacional por primera vez desde la caída del régimen fascista del Estado Novo en 1974. En Polonia y Rumania, países donde supuestamente se estableció la “democracia” después de la disolución estalinista de la Unión Soviética y Europa del Este, las fuerzas fascistas y ultranacionalistas hora dominan la vida política.

Este fenómeno no es el producto de un nuevo auge de apoyo masivo a la ideología fascista desde abajo, sino el resultado de un giro deliberado hacia la derecha por parte de todo el establishment político, que ha encabezado ataques implacables contra las condiciones sociales y los derechos democráticos de la clase trabajadora.

Frente a la creciente oposición desde abajo, la clase dominante recurre cada vez más a métodos autoritarios y fascistas para defender el poder de una pequeña oligarquía capitalista, implementando políticas genocidas y preparándose para la guerra mundial. Los medios de comunicación y las élites políticas normalizan conscientemente las fuerzas de extrema derecha, les dan plataformas, adaptan su retórica y las llevan al Gobierno, sobre todo en Estados Unidos con Trump, en Argentina con Milei y en Italia con Meloni.

Sobre todo, la responsabilidad recae en los llamados partidos y sindicatos de “izquierda”, que han allanado el camino para la extrema derecha. Los partidos de la pseudoizquierda han jugado un papel fundamental en el desarme político de la clase trabajadora.

En Portugal, el ascenso de Chega ha sido pavimentado por las traiciones políticas del Partido Socialista (PS) y su cubierta a la izquierda, el Bloque de Izquierda (BE). Durante los Gobiernos anteriores dirigidos por el PS, el Bloque de Izquierda apoyó los presupuestos de austeridad y ayudó a implementar los recortes sociales dictados por la Unión Europea. En lugar de movilizar a la clase trabajadora contra estas medidas, el BE canalizó la oposición de nuevo hacia el Estado capitalista.

Esto reflejó la desastrosa experiencia de Grecia, donde el Gobierno pseudoizquierdista de Syriza no solo impuso los dictados de la UE y el FMI, destruyendo salarios, pensiones y servicios públicos, sino que lo hizo en coalición con los Griegos Independientes (ANEL, por sus siglas en griego) de extrema derecha.

Los mismos patrones se repiten en todo el continente.

En Francia, Emmanuel Macron se ha basado en las traiciones de Francia Insumisa de Jean Luc Melenchon y su alianza del Nuevo Frente Popular (NFP) con el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista Francés (PCF) para llevar a cabo una agenda de austeridad brutal, leyes antiinmigrantes y represión policial.

La negativa de Francia Insumisa a movilizar a la clase trabajadora, sobre todo durante las huelgas masivas contra la reforma de las pensiones en 2023, allanó el camino para el ascenso de la extrema derecha de Marine Le Pen. Cuando el Gobierno de Macron se tambaleó hacia el colapso, el Nuevo Frente Popular (NFP) lo apuntaló respaldando su partido Renacimiento contra el Reagrupamiento Nacional de Le Pen. Esto permitió a Macron continuar dictando la política, cuando el NFP había ocupado el primer lugar en las elecciones generales, pero con una mayoría reducida, lo que le dio a Le Pen la capacidad de posicionarse como la única oposición real al “ establishment ”.

En Alemania, el ascenso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) es un producto directo de la complicidad total de los principales partidos. El nuevo Gobierno, dirigido por el derechista exbanquero Friedrich Merz de la Unión Demócrata Cristiana (CDU, por sus siglas en inglés), está supervisando la mayor remilitarización de Alemania desde la caída del Tercer Reich de Hitler, con aumentos masivos del gasto militar y una campaña de guerra agresiva contra Rusia.

La coalición de Merz incluye a los socialdemócratas y está respaldada tanto por los Verdes como por el partido Lae Izquierda. Lejos de oponerse al militarismo y la austeridad, estos partidos se han convertido en sus principales ejecutores. Su abandono de cualquier pretensión de reforma social y su abrazo a la guerra imperialista han creado el vacío político que ahora ocupa la AfD.

Tan extremo es el belicismo de los partidos establecidos que incluso la completamente militarista AfD puede posicionarse como un partido “contra la guerra”, criticando la agresión de la OTAN contra Rusia desde el punto de vista de los intereses económicos y energéticos nacionales alemanes.

En Reino Unido, el líder del Partido Laborista y primer ministro Keir Starmer encabeza un Gobierno que abraza la austeridad thatcherista, se hace eco de la xenofobia de Nigel Farage, defiende el gasto militar y amenaza con una guerra imperialista con Rusia.

Starmer recibió la batuta del partido del exlíder Jeremy Corbyn y de la “izquierda” laborista, quienes, a pesar del apoyo de millones de trabajadores y jóvenes, incluido medio millón de nuevos miembros, se negaron a expulsar a la derecha. Promovidos por los grupos pseudoizquierdistas británicos, quienes afirmaron que los corbynistas representaban la transformación del Partido Laborista en un verdadero partido obrero, han servido para fortalecer sus políticas derechistas y proimperialistas.

Hay que sacar lecciones cruciales y urgentes: la lucha contra la extrema derecha no se puede librar a través de alianzas con ninguna facción del establishment político burgués. Los partidos oficiales de “izquierda” han demostrado ser enemigos despiadados de la clase trabajadora. Formaciones pseudoizquierdistas y estalinistas como Syriza en Grecia, el Bloque de Izquierda en Portugal, Die Linke en Alemania, France Insumisa y el corbynismo en Reino Unido han funcionado para subordinar a la clase trabajadora a la burocracia sindical y al Estado capitalista.

Estas traiciones no son accidentales, sino más bien el reflejo de la capa social de clase media privilegiada que representan estos partidos, cuyos intereses materiales están vinculados a la preservación del sistema de ganancias capitalista.

Lo que se necesita urgentemente es la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el movimiento trotskista mundial, en todos los países. Solo el CICI lucha por unificar a la clase obrera internacional en una lucha común contra la desigualdad social, la guerra, la dictadura y el sistema capitalista de ganancias.

Solo a través del desarrollo de un movimiento socialista e internacionalista se puede evitar una recaída en el fascismo y la guerra y se puede asegurar un futuro real para la humanidad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 22 de mayo de 2025)

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