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Perspectiva

Las cuestiones políticas en la selección del papa estadounidense-peruano

El nuevo papa León XIV saluda a una multitud en la plaza de San Pedro durante su primera aparición pública [Photo by Edgar Beltrán / The Pillar / CC BY 4.0]

La selección del cardenal Robert Prevost como papa León XIV es una decisión política calculada de la Iglesia Católica, no teológica. Fue considerado el más capaz de darle un lavado de cara al capitalismo en medio de una crisis global sin precedentes.

Cuando el segundo mandato de Trump se define por amenazas de conquista neocolonial y guerra global en el extranjero, y las deportaciones masivas y la reacción fascista en el país, la Iglesia Católica se está posicionando como un contrapeso “moral” al régimen abiertamente oligárquico en el epicentro del capitalismo global.

Con 1.400 millones de adherentes en todo el mundo, casi la mitad concentrados en las Américas y el 20 por ciento en naciones africanas de rápido crecimiento, la Iglesia Católica sigue siendo un baluarte crítico del statu quo capitalista, desempeñando un papel central en la contención de la lucha de clases y la supresión de la radicalización de la clase trabajadora en gran parte del mundo. 

A pesar de las profundas divisiones dentro de la Iglesia, según los informes, Prevost obtuvo un amplio apoyo de cardenales de América Latina, Estados Unidos, Europa, Asia y África. Su fluidez multilingüe (español, italiano, francés, portugués e inglés), junto con la doble ciudadanía estadounidense-peruana y sus roles de liderazgo en ambos países, se consideraron cualidades ideales para ayudar a la Iglesia a intervenir en la política mundial canalizando las quejas populares tanto en los países avanzados como en los oprimidos.

Los elogios de Trump en las redes sociales para Prevost (“un gran honor para nuestro país”) ocultan tensiones subyacentes. Prevost ha criticado públicamente las deportaciones masivas de Trump, la negación del cambio climático y la perversión de la doctrina católica medieval por parte del vicepresidente JD Vance para justificar la persecución de inmigrantes. Anteriormente denunció la retórica de “bad hombres” de Trump como racista. La defensa de Prevost de los derechos de los inmigrantes, que resuena con la mayoría de los trabajadores a nivel internacional, corre el riesgo de eclipsar al aspirante a führer en Washington.

La elección de Prevost también refleja la preocupación de la Iglesia por las crecientes divisiones y conflictos nacionalistas dentro del bloque imperialista liderado por Estados Unidos. Como dijo el teólogo Miguel Pérez al Huffington Post, “siempre lo hemos escuchado hablar de puentes y diálogo, se superación de enfrentamientos, en un contexto en el que el multilateralismo está dañado, muy especialmente por líderes como Trump”.

Entre los líderes de las potencias europeas que habrían sido consultados en el proceso de selección de Prevost no hay duda de que el papa fue visto como un aliado en su conflicto con la Administración de Trump.

Al expresar la opinión generalmente favorable del nuevo papa que prevalece dentro de los sectores de la clase dominante estadounidense, la analista sobre el Vaticano de CNN, Elise Ellen, lo describió como un centrista “tranquilo y equilibrado”, que es “imparcial” y un “líder excepcional”. Por otro lado, el exasesor principal de Trump, el fascista Steven Bannon, calificó su selección de “asombrosa” debido a sus declaraciones anteriores criticando el Gobierno de Trump.

Otra consideración política detrás de la selección de Prevost es un esfuerzo por contener de alguna manera la creciente ira social entre las amplias masas de la población en todo el mundo.

En su oración inaugural, hablando en español e italiano, Prevost advirtió sobre “una tercera guerra mundial en partes”, citando las tensiones entre Ucrania e India-Pakistán, y pidió un “alto el fuego” en Gaza y una “paz auténtica”. Abordó directamente la desigualdad impulsada por la inteligencia artificial y los desastres climáticos en un llamamiento a los trabajadores y los pobres que enfrentan pérdidas de empleos por la automatización y el colapso ecológico. 

El nombre elegido por Prevost invoca el legado del Papa León XIII. La encíclica Rerum Novarum de 1891 de este último buscó contrarrestar la influencia del marxismo durante la industrialización a principios del siglo pasado. El documento apoyaba los sindicatos y los salarios justos mientras condenaba el socialismo y la revolución, declarando: “El capital no puede prescindir del trabajo, ni el trabajo sin el capital. El acuerdo mutuo da como resultado la belleza del buen orden, mientras que el conflicto perpetuo necesariamente produce confusión y barbarie salvaje”.

Al enmarcar el conflicto de clases como un problema moral que se puede resolver a través del “diálogo” mediado por la Iglesia, la Rerum Novarum buscó alejar a los trabajadores de la lucha de clases y el marxismo, que identifica científicamente las contradicciones intrínsecas del capitalismo mundial que conducen a la desigualdad extrema y otros males sociales. “La acumulación de riqueza en un polo es, por lo tanto, al mismo tiempo la acumulación de miseria, la agonía de la sobrecarga laboral, la esclavitud, la ignorancia, la brutalidad, la degradación mental, en el polo opuesto”, explicó Marx en El Capital.

El papado de Prevost es un renacimiento consciente de la estrategia de su tocayo. Ha elogiado el “compromiso con la justicia social” de la Rerum Novarum, al tiempo que defiende la santidad de la propiedad privada, una postura grabada en el rechazo explícito del socialismo por parte del Catecismo o la doctrina oficial de la Iglesia. 

Mientras se presenta como un reformador, Prevost fue seleccionado para mantener y nutrir mejor la alianza de la Iglesia con el capital y proteger sus principales intereses terratenientes y financieros. En consecuencia, los elementos llamados “progresistas”, como Prevost, siempre se reducen a lugares comunes vacíos y apelaciones morales impotentes a una clase capitalista insaciable, como sus largos llamamientos a que la ética de la IA se centre en la “dignidad humana” y que haya “inclusión” y se “escuche” a los jóvenes y los grupos marginados.

La elevación de figuras como Prevost y su difunto mentor el papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio) son solo los últimos ejemplos del papel histórico de la Iglesia como “oposición leal”: criticar la guerra y la degradación social, al tiempo que defiende el orden capitalista del que inevitablemente fluyen. 

Por ejemplo, en la Europa del siglo XIX, la Iglesia promovió “asociaciones laborales cristianas” para rivalizar con los sindicatos socialistas, enfatizando la supuesta armonía entre trabajadores y patrones. La Sociedad Kolping de Alemania y la ACLI de Italia utilizaron este modelo para fragmentar la unidad de la clase trabajadora.

Mientras que los teólogos de la liberación latinoamericanos de la década de 1960 como Gustavo Gutiérrez defendían la lucha de clases, el Vaticano suprimió elementos radicales. El “Papa de la Guerra Sucia”, Bergoglio denunció la “colonización ideológica” de la Iglesia y colaboró con la “desaparición” de elementos radicales dentro de la Iglesia por parte de la dictadura argentina.

Las encíclicas posteriores a la Rerum Novarum, incluidas Quadragesimo Anno (1931) y Centesimus Annus (1991), refinaron la “tercera vía” o retórica reformista de la Iglesia que denuncia tanto el socialismo como el capitalismo sin restricciones mientras defiende la propiedad privada.

A pesar de su extenso currículum, que incluye criticar las “injusticias” bajo el fallecido dictador peruano Alberto Fujimori, la imagen de Prevost como un “progresista” fue criticada después de que surgieron informes de que se negó a abordar los encubrimientos de abuso sexual clerical en Perú y Chicago.

Más recientemente, en Perú, en 2022, tres mujeres informaron a Prevost que dos sacerdotes de su diócesis habían abusado sexualmente de ellas cuando eran menores de edad en 2004. Las mujeres afirmaron que Prevost no realizó una investigación exhaustiva, no informó adecuadamente a las autoridades civiles y no impuso restricciones a los sacerdotes acusados.

La pérdida de empleos impulsada por la IA, los desastres climáticos, el genocidio y la guerra imperialista son inherentes a un sistema que prioriza las ganancias sobre las necesidades humanas. Los llamamientos pacifistas de Prevost y las denuncias morales de la desigualdad y la reacción fascista tienen como objetivo encubrir las profundas raíces de estos problemas sociales en el capitalismo.

Sin embargo, incluso las escasas reformas mediadas a través de instituciones religiosas o burguesas en una época anterior para contrarrestar la conciencia revolucionaria son hoy rechazadas de plano por las élites gobernantes que enfrentan una etapa mucho más avanzada de la crisis del capitalismo global. 

La Iglesia misma, una institución impregnada de oscurantismo medieval, solo puede responder al incendio forestal de la tecnología de inteligencia artificial que llega a las palmas de los trabajadores en todos los rincones del mundo aferrándose desesperadamente a las faldas de la oligarquía capitalista y ofreciendo todos sus servicios reaccionarios.

El resurgimiento en marcha de huelgas y protestas, desde mineros peruanos hasta trabajadores automotores estadounidenses, señala el surgimiento de una ola explosiva de lucha de clases global que ninguna encíclica papal puede contener. La “paz auténtica” y la protección de los medios de vida y las vidas de los trabajadores en cualquier lugar requieren el derrocamiento revolucionario del sistema capitalista de ganancias bajo la dirección del movimiento trotskista mundial: el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de mayo de 2025)

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