Estados Unidos y China acordaron una reducción mutua de aranceles por un período de 90 días, durante el cual se llevarán a cabo negociaciones sobre lo que el presidente estadounidense, Donald Trump, llamó los “problemas estructurales” entre las dos principales economías del mundo.
Los mercados se dispararon con la noticia del retroceso arancelario, que había alcanzado una tasa del 145 por ciento sobre productos chinos. En efecto, se trataba de un embargo. Sin embargo, Trump advirtió que, si no se llegaba a un acuerdo durante los próximos 90 días, los aranceles podrían restablecerse, aunque no al nivel anterior.
También dejó en claro que los aumentos arancelarios sobre productos individuales como el acero, el aluminio y los automóviles se mantendrán, y que se anunciarán pronto aranceles sobre productos farmacéuticos.
Según el acuerdo, alcanzado tras muchas horas de negociaciones durante el fin de semana en Ginebra entre el equipo estadounidense encabezado por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante de Comercio, Jamieson Greer, y el equipo chino liderado por el viceprimer ministro He Lifeng, el arancel de EE.UU. sobre productos chinos se reducirá al 30 por ciento.
Esto incluye el arancel del 10 por ciento impuesto por Estados Unidos sobre todas las importaciones, más un arancel del 20 por ciento supuestamente destinado a exigir a China que actuara para detener el flujo del fentanilo hacia EE.UU. Junto con aranceles impuestos anteriormente, se estima que la tasa efectiva actual es del 40 por ciento.
China, por su parte, ha dicho que reducirá su arancel sobre importaciones estadounidenses del 125 al 10 por ciento. También ha aceptado flexibilizar algunas de las restricciones sobre la exportación de minerales críticos a EE.UU., que habían sido impuestas en respuesta a los aumentos arancelarios de Trump.
Ambas partes emitieron declaraciones celebrando el acuerdo.
Bessent, quien anteriormente había calificado el arancel del 145 por ciento como un “embargo” e “insostenible”, dijo: “Queremos un comercio más equilibrado, y creo que ambas partes están comprometidas con lograrlo. Ninguna de las dos quiere una desvinculación total”.
El Ministerio de Comercio chino declaró: “Creemos que las consultas continuas ayudarán a resolver los asuntos que preocupan a ambas partes en el ámbito económico y comercial”.
Hubo declaraciones de victoria de ambos lados. Trump afirmó que había logrado un “reinicio total” con China. No hubo comentarios oficiales del gobierno chino, pero el exeditor del periódico Global Times, Hu Xijin, publicó en redes sociales que el acuerdo representaba “una gran victoria para China”.
La evaluación internacional de los economistas es que Estados Unidos se vio forzado a retroceder en su asalto frontal.
Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia del banco de inversión francés Natixis, dijo al Financial Times (FT): “Estados Unidos fue el primero en parpadear. Pensaba que podía aumentar los aranceles casi infinitamente sin sufrir daños, pero eso resultó ser falso”.
Un editorial del FT, calificando la tregua de tres meses como una “détente tensa”, señaló que no había garantía de que condujera a un “alto el fuego duradero” y que no existía indicio alguno de que las negociaciones sirvieran para reducir el déficit comercial de EE.UU. con China.
Según el editorial, existía una “visión emergente” de que el retroceso arancelario de Trump llevaría las tasas arancelarias a los niveles anunciados durante su campaña electoral: entre un 10 y 20 por ciento para la mayoría de los países, y un 60 por ciento para China.
“Dadas todas las idas y venidas de las últimas semanas, quizá los mercados estén perdonados por considerar este resultado como positivo. Pero antes de la investidura del presidente, eso era el peor escenario imaginado por la mayoría de los analistas”.
El FT informó que durante la reunión del FMI en abril, se llevó a cabo una reunión secreta en el sótano de su sede en Washington entre Bessent y el ministro de Finanzas chino, Lan Fo’an, para discutir la ruptura de las relaciones económicas.
La respuesta a los incrementos arancelarios masivos anunciados el 2 de abril —bautizado por Trump como “Día de la Liberación”— provocó una gran venta masiva en Wall Street. Aún más significativo fue la caída del mercado de bonos del Tesoro estadounidense y del valor del dólar, así como el aumento del precio del oro a niveles récord.
Estos acontecimientos encendieron las alarmas en los círculos financieros estadounidenses porque contrastaban marcadamente con lo que suele ocurrir en condiciones “normales”.
En lugar de una huida hacia activos estadounidenses como refugio seguro por parte del capital financiero, se produjo una salida del dólar. “Vender América” se convirtió en el lema dominante en los mercados financieros, planteando interrogantes sobre su viabilidad a largo plazo como moneda de reserva global.
A pesar del repunte en Wall Street tras el acuerdo —el S&P 500 subió un 3,3 por ciento ayer—, ninguno de esos problemas ha desaparecido.
Un editorial del Wall Street Journal, que representa a sectores de la clase dominante estadounidense opuestos a los aranceles, declaró: “Rara vez una política económica ha sido refutada de manera tan rotunda y tan rápida como los aranceles del Día de la Liberación del presidente Trump —y por mano del propio Trump”.
El editorial señaló que tras semanas de turbulencias en los mercados, la economía quedó con costos más altos y mayor incertidumbre. Aunque hay negociaciones “supuestamente en curso con decenas de países”, hasta ahora hay “escasas señales de los acuerdos comerciales sustanciales que Trump promete”.
Sin embargo, el editorial no indicaba una reducción en la guerra incipiente contra China. Más bien, abogaba por el desarrollo más intenso de otros métodos, principalmente militares, para preservar la supremacía estadounidense.
Indicó que el enfoque de Trump había mermado sus posibilidades de reunir un frente unido de países contra Beijing. Al imponer aranceles a los aliados, “ha erosionado la confianza en la fiabilidad económica y política de Estados Unidos”.
Además, continuó, la experiencia concreta había demostrado que Washington “tendría dificultades para imponer sanciones económicas en una crisis como un bloqueo o invasión china de Taiwán”.
“Si hay un lado positivo en el desastre arancelario, es un recordatorio oportuno para que el Congreso se tome en serio otra vez la verdadera disuasión militar”.
Estos comentarios apuntan a los problemas objetivos fundamentales en el conflicto. Para EE.UU., suprimir el ascenso económico de China es una cuestión existencial si quiere mantener su dominio global.
Pero si el carácter integrado de la economía mundial significa que este objetivo no puede alcanzarse mediante medidas económicas y financieras —y claramente no puede, debido al enorme daño que provocan en la propia economía estadounidense—, entonces deben utilizarse cada vez más otros métodos, principalmente militares.
(Artículo originalmente publicado en inglés el 12 de mayo de 2025)