En febrero, el presidente estadounidense, Donald Trump, declaró que “Estados Unidos se hará cargo de la Franja de Gaza” y “nivelará” los edificios restantes y transferirá a la población palestina a “otros países”. En ese momento, tanto los medios estadounidenses como los internacionales desestimaron el plan de Trump como un plan “extravagante” e imposible.
El Gobierno israelí abordó el plan de Trump con una seriedad letal. El primer ministro Benjamín Netanyahu elogió la “visión audaz” de Trump de una Gaza étnicamente limpia. “Estamos trabajando en ello”, dijo Trump durante una reunión en Washington el mes pasado.
El lunes, el Gobierno de Netanyahu anunció efectivamente el comienzo de la etapa final de la limpieza étnica en Gaza. El plan incluye una ocupación militar total de la Franja de Gaza y el internamiento masivo de la población en campos de concentración bajo vigilancia armada, como preludio de marchas forzadas por el desierto o la deportación por mar.
Estos campos de concentración serán atendidos por contratistas privados de seguridad estadounidenses, y las Fuerzas de Defensa de Israel supervisarán la distribución de las raciones de hambre. Según un informe de esta semana de Reuters, Estados Unidos e Israel están discutiendo activamente la formación de un “Gobierno de transición” encabezado por un funcionario estadounidense para administrar Gaza.
Haciéndose eco de la “solución final”, el término nazi para el genocidio de los judíos de Europa, Netanyahu declaró: “Es hora de llevar a cabo los pasos finales”. Al día siguiente, el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, explicó el significado del plan del Gobierno israelí:
Dentro de un año Gaza será completamente destruida, los civiles serán enviados… al sur a una zona humanitaria... y desde allí comenzarán a salir en multitudes a terceros países.
El mecanismo para el desplazamiento forzoso del pueblo palestino será la hambruna masiva. Como lo dejó en claro el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir: “No se debe permitir la corriente eléctrica ni ninguna otra ayuda, ni por parte del [ejército israelí] ni por parte de la sociedad civil”.
El 2 de marzo, Israel impuso un bloqueo total a todos los alimentos, agua y electricidad para la Franja de Gaza. Como resultado, la mayoría de los comedores populares de Gaza se han visto obligados a cerrar debido a la falta de suministros, y los casos de desnutrición aguda han aumentado en más del 80 por ciento. Han circulado imágenes desgarradoras de niños demacrados y hambrientos, víctimas de una hambruna totalmente provocada.
Como explicó Lama Bastami, directora del Departamento Jurídico de Euro-Med Human Rights Monitor:
El crimen de inanición en Gaza se está perpetrando plenamente y a plena luz del día; no requiere comités de investigación ni sentencias judiciales para probarlo. Basta con señalar que Israel ha cerrado todos los cruces hacia la devastada Franja durante más de dos meses, prohibiendo por completo la entrada de alimentos, medicinas y bienes, una realidad bien establecida y abiertamente reconocida por los funcionarios israelíes sin temor a repercusiones legales. Gaza está llena de pruebas irrefutables del horror del crimen: los cuerpos demacrados de personas y niños, las decenas de miles de personas que hacen fila a diario en las cocinas de las organizaciones benéficas y el creciente número de muertes por hambre, desnutrición y enfermedades asociadas.
La hambruna deliberada de una población de dos millones de personas se está llevando a cabo con el pleno apoyo no solo de la Administración de Trump, sino también del Partido Demócrata. En abril, los demócratas del Senado votaron abrumadoramente en contra de imponer restricciones a los envíos de armas estadounidenses a Israel.
Bernie Sanders, a menudo presentado como un crítico del Gobierno de Netanyahu, ha declarado repetidamente que “Israel tiene derecho a defenderse”. Ha negado que se esté produciendo un genocidio en Gaza, respondiendo despectivamente en febrero: “¿Qué genocidio? Tienes que tener cuidado con esa palabra”.
Esta semana se cumplen 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial en Europa, marcada por la rendición de la Alemania nazi. A medida que el Ejército Rojo avanzaba y liberaba los campos de concentración de Europa del este, descubrió pruebas abrumadoras de una campaña de exterminio masivo, llevada a cabo en secreto, que asesinó a seis millones de judíos europeos.
Al inicio de los juicios contra los líderes nazis en el Tribunal de Núremberg, el juez Robert Jackson declaró que los crímenes del Tercer Reich fueron “tan calculados, tan malignos y tan devastadores, que la civilización no puede tolerar que sean ignorados porque no puede sobrevivir su repetición”.
La realidad innegable es que se están cometiendo crímenes similares una vez más, esta vez a plena vista del mundo. A diferencia de los nazis, que trataron de ocultar la magnitud de sus atrocidades, Israel está actuando abiertamente, con los ojos del mundo mirando. Y, sin embargo, ninguna de las instituciones del llamado “derecho internacional” —la Asamblea General de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia, la Corte Penal Internacional—, a pesar de emitir voto tras voto, fallo tras fallo, ha podido detenerlo.
En las últimas décadas, las potencias imperialistas han acusado a otros de crímenes de guerra para justificar intervenciones militares en todo el mundo, desde el bombardeo de Yugoslavia hasta las denuncias contra Rusia en la guerra de Ucrania. Pero hoy Estados Unidos está patrocinando abiertamente un genocidio y una campaña de limpieza étnica en una escala que supera con creces cualquier cosa de la que haya acusado a otros. Está llevando a cabo una política flagrantemente criminal con total impunidad.
La aceptación abierta de la limpieza étnica y el hambre masiva por parte de Estados Unidos e Israel ha expuesto la afirmación de que las protestas contra el genocidio de Gaza están impulsadas por el “antisemitismo”. Esta monstruosa mentira se ha utilizado para criminalizar a los manifestantes, que han sido atacados por la policía y arrestados en masa. Varios estudiantes con visas han sido desaparecidos en las instalaciones de inmigración y han sido expulsados del país.
El genocidio de Gaza ha estado en curso durante un año y medio. Durante ese tiempo, millones de personas han protestado por las acciones criminales del Gobierno de Netanyahu y sus partidarios imperialistas. Estas protestas, a pesar de las sinceras aspiraciones de sus participantes, no han logrado cambiar la política.
Se deben extraer ciertas lecciones. El genocidio de Gaza no es un evento incidental, causado por decisiones políticas equivocadas. Representa un abrazo abierto por parte de las potencias imperialistas de la inanición deliberada, la limpieza étnica y el asesinato en masa como parte de la erupción global de la guerra imperialista.
Es un componente de la creación de un “nuevo Oriente Próximo” bajo dominio imperialista, para usar el término que Netanyahu tomó prestado de la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice. Es un componente central de los preparativos de guerra de Estados Unidos contra China.
El genocidio de Gaza sienta un precedente no solo en la política exterior, sino también en la política interna. El Gobierno de Trump, junto los demás en todo el mundo, considera la estrategia del régimen de Netanyahu de asesinatos en masa, internamiento, tortura y brutalidad desenfrenada como un modelo para sus propias acciones en casa.
Es necesaria una nueva estrategia. En los últimos meses, millones han participado en protestas masivas contra los ataques de la Administración Trump a los derechos sociales y democráticos de la clase trabajadora. Hay una enorme oposición a los despidos masivos de más de 100.000 trabajadores federales por parte del Gobierno, su asalto al seguro social, el desmantelamiento de la educación pública y el avivamiento de una guerra comercial global que amenaza con devastar empleos y niveles de vida en todo el país.
La lucha por defender los derechos sociales y económicos de la clase trabajadora debe unirse a la lucha contra la guerra imperialista y la barbarie. Esto requiere la movilización de la clase trabajadora, uniendo la lucha contra el genocidio de Gaza con la defensa de los derechos sociales de la clase trabajadora.
Como declaró la escritora del World Socialist Web Site, Jean Shaoul, en el Acto del Primero de Mayo de este año: “Millones de personas han marchado y se han manifestado en defensa de los palestinos. Pero esto no puede tener éxito a través de llamados morales a ninguna potencia imperialista o Gobierno capitalista. Debe haber un giro hacia la clase trabajadora y hacia los métodos y la política de la lucha de clases”.
Detener el genocidio de Gaza está inextricablemente conectado con la ofensiva política de la clase obrera internacional contra el capitalismo y por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de mayo de 2025)