Durante los últimos días, el presidente estadounidense Donald Trump ha intentado calmar la turbulencia en los mercados provocada por la guerra arancelaria global y sus amenazas de destituir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, después de recibir lo que se ha descrito como “advertencias graves” de funcionarios sobre las consecuencias de sus acciones.
El martes, Trump retrocedió en su anterior llamado vehemente para destituir a Powell por negarse a bajar las tasas de interés, afirmando que “no tenía intención” de hacerlo. Trump fue advertido que intentar destituir a Powell tendría consecuencias graves para unos mercados financieros ya volátiles.
El miércoles, funcionarios del gobierno comenzaron a sugerir que podría haber algún tipo de acuerdo o negociaciones con Beijing sobre la imposición del arancel del 145 por ciento contra China.
En declaraciones a la prensa, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, dijo que “ambos lados tendrían que desescalar” el conflicto, después de afirmar en una conferencia de JP Morgan el día anterior que la guerra comercial entre EE.UU. y China era “insostenible”. En dicha reunión explicó que, según datos de hace dos semanas, las reservas de contenedores marítimos desde China a EE.UU. habían caído un 64 por ciento.
Afirmó que los niveles arancelarios eran el “equivalente de un embargo” y que una “ruptura entre ambos países no conviene a nadie”.
Tras un informe en el Wall Street Journal que señalaba que EE.UU. haría una oferta unilateral para reducir tensiones, posiblemente reduciendo el nivel arancelario a la mitad, se le preguntó a Bessent si esto era una posibilidad. Él respondió: “En absoluto”.
Después de reuniones con líderes de la industria y ejecutivos corporativos sobre los efectos de los aranceles —en las que ejecutivos de algunas de las cadenas minoristas más grandes advirtieron sobre la posibilidad de estantes vacíos— Trump afirmó que su gobierno estaba “activamente” involucrado en discusiones con Beijing, en un intento adicional por calmar a los mercados.
Funcionarios del Gobierno chino respondieron ayer, declarando que esto era “noticia falsa” y, reconociendo claramente la turbulencia dentro de los mercados financieros estadounidenses y el gobierno de Trump, intensificaron su respuesta.
El portavoz del Ministerio de Comercio, He Yadong, dijo: “Si EE.UU. realmente quiere resolver el problema, debería… cancelar completamente todas las medidas arancelarias unilaterales contra China y buscar una forma de resolver diferencias mediante un diálogo en igualdad de condiciones”.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Guo Jiakun, declaró que no ha habido “negociaciones ni consultas entre China y Estados Unidos sobre los aranceles, y mucho menos un acuerdo alcanzado”.
“Esta guerra arancelaria fue iniciada por Estados Unidos y la posición china siempre ha sido clara y constante. Si hay que luchar, lucharemos hasta el final; si hay que dialogar, la puerta está completamente abierta. Cualquier diálogo debe basarse en la igualdad, el respeto y el beneficio mutuo”, expresó.
No hay prácticamente ninguna posibilidad de que se alcance un acuerdo mediante una reducción de aranceles a la mitad, como se sugiere en el artículo del Journal. Tendría un efecto casi nulo dado que muchos productos chinos seguirían excluidos del mercado estadounidense a esos niveles.
Cuando Trump propuso durante su campaña presidencial un arancel del 60 por ciento sobre China, Oxford Economics estimó que ello reduciría el producto interno bruto chino en aproximadamente 2 puntos porcentuales en comparación con una situación sin aranceles.
No hay duda de que China ya está siendo afectada, con una estimación de 20 millones de trabajadores empleados en empresas que abastecen a EE.UU., y existen informes de despidos y ceses laborales.
El presidente Xi Jinping ha estado llevando a cabo una campaña mediática afirmando que China está preparada para una batalla prolongada con EE.UU. y que Washington no es de fiar, recordando que se alcanzó un acuerdo durante la primera administración Trump, pero que Estados Unidos se volvió más agresivo.
La administración de Biden mantuvo prácticamente todos los aranceles anteriores de Trump y además impuso nuevas restricciones generalizadas en el sector de alta tecnología.
En una publicación en redes sociales ayer, Jin Canrong, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Renmin de Beijing, escribió: “La administración Trump cambia constantemente de posición, así que no basta con escuchar unas cuantas declaraciones. Hay que esperar y ver si EE.UU. toma alguna acción concreta”.
El cálculo detrás de este enfoque —sin duda la posición en los círculos oficiales— es que China, debido a los avances importantes que ha hecho en los métodos de producción industrial desde la primera administración Trump, está en una posición mucho mejor que entonces.
Además, tiene la mirada puesta firmemente sobre la agitación financiera y económica en la que se hunde EE.UU.
Hasta ahora, las maniobras del Gobierno de Trump durante los últimos tres días han impulsado el mercado bursátil, con todos los principales índices subiendo. Pero todo esto podría revertirse en un solo día, o incluso en cuestión de horas.
Y la crisis financiera subyacente del Estado estadounidense, reflejada en la caída del dólar y la venta masiva de bonos del Tesoro, sigue profundizándose bajo condiciones en las que la deuda gubernamental de EE.UU. asciende a 36 billones de dólares y sigue en aumento.
En un comentario publicado ayer en el Financial Times, el economista jefe de Goldman Sachs, Jan Hatzius, advirtió que la caída del dólar no ha terminado.
“Creo que la reciente depreciación del dólar del 5 por ciento en una base amplia ponderada por el comercio tiene mucho más por recorrer”, escribió.
Con los inversionistas extranjeros poseyendo 22 billones de dólares en activos estadounidenses, una decisión de reducir su exposición al mercado estadounidense “casi con certeza resultaría en una depreciación significativa del dólar” y, aunque solo haya resistencia a seguir comprando activos estadounidenses, esto “probablemente pese sobre el dólar”.
En el plano económico, afirmó que Goldman Sachs había recortado sus pronósticos de crecimiento “en todas las principales economías como resultado del shock arancelario, pero en ninguna parte más que en EE.UU.”.
Hace poco más de tres meses, en su investidura, Trump prometió una nueva “edad dorada” para Estados Unidos. Hoy, la realidad ha producido una crisis dentro de su administración.
Comentando sobre la decisión, al menos por ahora, de retirar la amenaza contra Powell, un editorial del FT señaló que, si bien resulta tentador pensar que el secretario del Tesoro y los mercados pueden mantener “a raya los planes económicos más extremos del presidente”, eso sería “pensamiento ilusorio”.
Señaló que los aplazamientos y retrocesos habían proporcionado “un alivio temporal para los mercados”, pero que las acciones de Trump ya habían “socavado la reputación de los activos e instituciones estadounidenses”, algo que “no será fácil de revertir”.
De hecho, es una misión imposible. Aunque ha sido precipitada por las acciones de Trump, la creciente crisis de confianza en EE.UU. no se fundamenta ni en su personalidad ni en sus decisiones políticas. Es la expresión de la crisis financiera del propio Estado estadounidense, que se venía gestando mucho antes de su llegada a la presidencia y que ahora ha estallado abiertamente.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de abril de 2025)