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El precio del oro se dispara mientras se profundiza la crisis del dólar estadounidense

La caída del dólar estadounidense en los mercados internacionales de divisas, que se está convirtiendo en un colapso, viene acompañada de un aumento constante en el precio del oro, que alcanza nuevos máximos históricos casi a diario, y una nueva caída en Wall Street, a medida que la guerra económica del presidente estadounidense Trump intensifica la crisis en desarrollo de todo el sistema financiero global.

Operadores de divisas trabajan cerca de una pantalla que muestra el índice compuesto de precios bursátiles de Corea (KOSPI), a la izquierda, y el tipo de cambio entre el dólar estadounidense y el won surcoreano en la sala de operaciones de divisas de la sede del KEB Hana Bank en Seúl, Corea del Sur, el lunes 14 de abril de 2025. [AP Photo/Ahn Young-joon]

La causa inmediata de la última caída del mercado bursátil estadounidense, junto con una salida del mercado de bonos que hizo subir los rendimientos ayer, fue la reanudación de los ataques del gobierno de Trump contra el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, con amenazas de destituirlo.

Trump ha exigido que Powell baje las tasas de interés, aparentemente con el objetivo inmediato de impulsar Wall Street y con el objetivo a largo plazo de encontrar un chivo expiatorio para una recesión en Estados Unidos, que se vuelve cada vez más probable en medio de despidos masivos, echando por tierra las afirmaciones de Trump de que sus guerras arancelarias beneficiarían a la economía estadounidense.

Powell, quien fue nombrado por Trump durante su primer mandato, ha estado bajo presión desde hace tiempo. El ataque se intensificó el viernes pasado cuando Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, dijo que Trump “continuará estudiando” la posibilidad de despedir a Powell tras haber afirmado el día anterior que tenía derecho a hacerlo.

Trump dijo a los periodistas: “si quiero que se vaya, se irá muy rápido—créeme”.

Volvió a pronunciarse el lunes por la mañana, poco después de abrir los mercados, en su plataforma de redes sociales. Afirmó que la inflación estaba bajando, “pero podría haber una desaceleración económica a menos que el Sr. Siempre Tarde, un gran perdedor, baje las tasas de interés, YA”.

El intento de destituir a Powell está generando una creciente inquietud en los círculos financieros tanto en Estados Unidos como a nivel internacional porque significaría el fin de la llamada independencia de la Reserva Federal. Para ellos, la tarea principal de la Fed y otros bancos centrales es prevenir un aumento de la inflación mediante su política de tasas de interés, y esto se vería socavado si Powell fuera removido.

El empuje de Trump para destituir a Powell subraya los objetivos conflictivos y contradictorios internos de su administración—una señal de que la creciente crisis financiera está escapando a todo control.

Por un lado, Trump y otros miembros de su gobierno han dicho que el dólar está sobrevalorado, lo cual ha llevado a que los productos estadounidenses sean expulsados de los mercados globales, agravando el déficit comercial del país.

Por otro lado, están decididos a que el dólar siga siendo la moneda de reserva global. Es este estatus el que permite a Estados Unidos financiar su montaña de deuda pública, que ahora alcanza los 36 billones de dólares, de una manera que ningún otro país puede.

La importancia crucial del estatus de reserva global fue enfatizada por Trump durante su campaña presidencial, cuando dijo que perderlo sería el equivalente a perder una guerra.

Pero el recorte de tasas de interés que exige llevaría a una nueva caída del dólar en los mercados internacionales, minando su estatus como moneda de reserva, e incluso podría desatar el caos si se logra mediante la destitución de Powell.

Uno de los factores que contribuyen al papel del dólar como moneda de reserva es la confianza internacional en las instituciones estadounidenses y el llamado estado de derecho. Si Powell fuera destituido por una decisión de política monetaria—para la cual el propio presidente de la Fed ha insistido en que no existe una base legal—esto indicaría que la ilegalidad que cada vez más caracteriza a la administración en todas las demás áreas también se ha extendido al sistema financiero.

La crisis latente se reflejó en todos los mercados financieros, tanto en Estados Unidos como globalmente.

Como señaló el Wall Street Journal: “La operación ‘vender América’ se intensificó el lunes”.

El índice Dow Jones cayó casi 1.000 puntos, perdiendo un 2,5 por ciento, y se encamina a su peor abril desde 1932.

El índice S&P 500 bajó un 2,4 por ciento, con más de nueve de cada diez de sus acciones componentes en territorio negativo, y el NASDAQ cayó un 2,6 por ciento.

Entre los más golpeados estuvieron los llamados Siete Magníficos, las grandes tecnológicas que han liderado el ascenso del mercado en los últimos dos años. El fabricante de chips Nvidia perdió un 4,5 por ciento y Amazon un 3,1 por ciento. Tesla cayó otro 5,8 por ciento, lo que eleva su pérdida total en el año al 44 por ciento.

La caída en el valor del dólar continuó. Ayer perdió un 1,5 por ciento frente a una cesta de divisas principales, con aumentos en el valor del euro y el yen.

El mercado de bonos también cayó, con el rendimiento de la deuda del Tesoro—que se mueve en sentido inverso a los precios—aumentando en un 0,08 por ciento hasta un 4,41 por ciento.

El oro marcó un nuevo récord, alcanzando los 3.500 dólares por onza. Su subida acelerada es una expresión de la creciente desconfianza en el dólar estadounidense como moneda de reserva global. Desde agosto de 1971, el dólar ha funcionado como una moneda fiduciaria. Es decir, no tiene respaldo en un valor real como el oro, sino que se basa en el poder económico y financiero del Estado estadounidense.

Pero con el sistema financiero estadounidense operando bajo una presión creciente—con la crisis financiera de 2008, la congelación del mercado de bonos del Tesoro en marzo de 2020 y el colapso de tres bancos importantes en marzo de 2023 como ejemplos más notables—se está poniendo en tela de juicio su estabilidad a largo plazo.

Si se tratara de cualquier otro país, ya se le habría declarado en quiebra, dado que el pago de intereses sobre su deuda asciende a un billón de dólares al año y se ha convertido en el mayor rubro del presupuesto gubernamental.

Estos procesos subyacentes se reflejan en la agitación actual, que ha provocado un cambio significativo en el funcionamiento de los mercados financieros.

En ocasiones anteriores, los disturbios en los mercados venían acompañados de un movimiento hacia los bonos del Tesoro de Estados Unidos, ya que el capital financiero buscaba un refugio seguro en el supuesto activo financiero más seguro del mundo. En esta ocasión, sin embargo, el movimiento es en dirección opuesta con cada nueva vuelta de tuerca.

Esto ahora está suscitando preguntas en los círculos financieros sobre sus implicaciones.

Comentando sobre la naturaleza generalizada de las caídas, Carol Schlief, estratega en jefe de mercado en BMO Private Wealth, una firma canadiense de banca e inversiones, dijo al Journal:

Es preocupante. El mayor problema que las personas intentan evaluar es: ¿ha perdido realmente su brillo la excepcionalidad estadounidense sólo a corto plazo, o será un factor a mediano o largo plazo?

La caída actual fue provocada por el anuncio de Trump de aranceles “recíprocos” masivos el 2 de abril. Aparte de China, donde los aumentos arancelarios se mantienen en un 145 por ciento, dichos aranceles han sido suspendidos durante tres meses para permitir negociaciones. Esto condujo a una leve pausa en la venta masiva. Pero, al no haber señales de conversaciones o acuerdos, las preocupaciones vuelven a crecer.

RJ Grant, jefe de negociación de acciones globales en Stifel & KBW, dijo al Journal:

Supuestamente han estado ocurriendo muchas negociaciones, pero no se ha anunciado ningún acuerdo… Cuanto más se demore, más angustia y ansiedad habrá en los mercados.

Pero hay más que angustia y ansiedad en juego.

Éstas son sólo las expresiones iniciales del hecho de que todo el orden económico y financiero posterior a la Segunda Guerra Mundial ha llegado a su fin. Las clases dominantes ya están respondiendo a ese colapso como siempre lo han hecho históricamente: intensificando sus ataques contra la clase trabajadora, imponiendo formas de gobierno fascistas y autoritarias, y rearmándose según la lógica objetiva de la guerra comercial, es decir, del conflicto militar.

La clase trabajadora debe rearmarse también, es decir, políticamente, iniciando una lucha consciente por un programa socialista internacional, que es la única salida viable e históricamente progresista frente a la crisis cada vez más profunda que envuelve al sistema capitalista mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de abril de 2025)

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