En medio de una creciente guerra comercial con Estados Unidos, el presidente chino Xi Jinping llegó ayer a Vietnam en la primera etapa de un viaje al sudeste asiático que también incluirá Malasia y Camboya. El viaje forma parte de los esfuerzos diplomáticos de Beijing para obtener apoyo internacional frente a los castigos arancelarios “recíprocos” impuestos por la administración Trump a prácticamente todos los países.
Mientras que a la mayoría de los países se les concedió una pausa temporal de 90 días poco después de que entraran en vigor los aranceles la semana pasada, Trump mantuvo y aumentó los aranceles sobre China, dejando en claro que Beijing es el objetivo central de su guerra económica. Las dos economías más grandes del mundo han impuesto aranceles masivos a los productos del otro, junto con otras prohibiciones que tienen implicaciones mucho más amplias para el comercio global. El arancel estadounidense del 145 por ciento ahora se aplica a la mayoría de los productos chinos, mientras que el arancel chino del 125 por ciento se aplica a los bienes estadounidenses.
Xi espera claramente encontrar una audiencia receptiva en el sudeste asiático, que también ha sido golpeado por los aranceles de Trump: Vietnam y Camboya enfrentan la posibilidad de algunos de los aranceles más altos, del 46 y 49 por ciento respectivamente. Aunque menores, Malasia aún enfrenta un arancel del 24 por ciento. Lo que ocurra después de la pausa de 90 días se determinará por el resultado de negociaciones en las cuales la administración Trump, sin duda, exigirá fuertes concesiones económicas así como un alineamiento geopolítico más cercano con Washington.
En un editorial publicado en medios estatales tanto de China como de Vietnam antes de su viaje, Xi criticó indirectamente las políticas de la administración Trump, advirtiendo que “no hay ganadores en las guerras comerciales o arancelarias, y el proteccionismo no conduce a nada”. Hizo un llamado a “nuestros dos países” para “defender decididamente el sistema multilateral de comercio, las cadenas industriales y de suministro globales estables, y un entorno internacional abierto y cooperativo”.
Como ocurre con la mayoría de los países del sudeste asiático, China es el mayor socio comercial bilateral de Vietnam, con un comercio total de más de 205.000 millones de dólares el año pasado. Xi insinuó que Beijing está dispuesta a importar más productos vietnamitas, diciendo que China daría la bienvenida a productos “de alta calidad” provenientes de Vietnam. También hizo un llamado a una cooperación más sólida en materia industrial y de cadenas de suministro como parte de iniciativas regionales más amplias.
Sin embargo, al mismo tiempo, Vietnam depende en gran medida de sus exportaciones a EE. UU., las cuales aumentaron notablemente después de que la primera administración Trump impusiera elevados aranceles sobre China. La inversión fluyó hacia Vietnam por parte de grandes corporaciones, incluidas empresas estadounidenses como Intel, Nike y Apple, como una manera de amortiguar las consecuencias del creciente enfrentamiento estadounidense con Beijing y también para evitar los aranceles impuestos a los productos chinos.
El año pasado, Vietnam ocupó el octavo lugar entre los principales socios comerciales de EE. UU. con un comercio bilateral total de 149.600 millones de dólares, un aumento del 20,4 por ciento respecto a 2023. El país también se convirtió en el sexto mayor proveedor de importaciones estadounidenses el año pasado, con un valor de 136.600 millones de dólares, y registró un superávit comercial récord con EE. UU. de 123.500 millones.
El banco singapurense OCBC calcula que, si los aranceles de Trump se implementan en su totalidad, el crecimiento del PIB de Vietnam para 2025 se reduciría del 6,2 al 5 por ciento. Aunque Hanói tiene una meta de crecimiento del 8 por ciento, los datos económicos más recientes, publicados la semana pasada, registraron un crecimiento interanual de apenas el 6,93 por ciento.
La fuerte dependencia de Vietnam tanto de China como de Estados Unidos hace que su acto de equilibrio entre ambas potencias sea cada vez más precario. Cualquier concesión que haga a China tendrá repercusiones en las negociaciones con la administración Trump, que ya han comenzado. Vietnam ya ha ofrecido reducir todos los aranceles sobre productos estadounidenses importados a cero. También ha dado pasos iniciales para abordar las acusaciones de Washington según las cuales productos chinos están siendo simplemente reetiquetados y transbordados a través de Vietnam, al endurecer los controles sobre los bienes etiquetados como “Hecho en Vietnam” pero con poco valor añadido en territorio vietnamita.
Al mismo tiempo, el régimen vietnamita no quiere enemistarse con Beijing. El máximo dirigente de Vietnam, el secretario general del Partido Comunista To Lam, declaró en un artículo publicado ayer en los medios estatales que Hanói desea impulsar la cooperación con China en defensa, seguridad e infraestructura, especialmente en cuanto a enlaces ferroviarios. Más de 40 acuerdos serán firmados durante la visita de dos días de Xi, cubriendo una variedad de temas cuyo contenido no ha sido revelado públicamente.
De los tres proyectos ferroviarios para conectar ambos países, el más significativo es la construcción de una línea de ferrocarril de 8.400 millones de dólares que conecte la ciudad de Lao Cai, en la frontera con China, con Hanói y el puerto asociado de Haiphong. Vietnam también permitirá la importación de más tipos de aeronaves, preparando el terreno para un acuerdo con la Corporación de Aeronaves Comerciales de China (COMAC), que lucha por ingresar al mercado global.
Xi sólo aludió al tema más conflictivo entre ambos países —las disputas territoriales en el mar de China Meridional—, haciendo un llamado a una mayor cooperación marítima “para gestionar adecuadamente los desacuerdos en el mar”. Durante más de una década, Estados Unidos ha explotado estas disputas con China —no sólo en relación con Vietnam, sino también con Filipinas, Malasia e Indonesia— para poner una cuña entre China y sus vecinos. Al hacerlo, el imperialismo estadounidense ha transformado el mar de China Meridional en un punto de inflamación peligroso de cara a una guerra liderada por EE. UU. contra China.
La actitud de Trump frente a la visita de Xi quedó resumida en su burdo comentario a periodistas en la Casa Blanca, declarando que China y Vietnam trataban de “ver cómo nos joden a los Estados Unidos de América”. El comentario no hace más que subrayar el hecho de que el objetivo de la administración Trump es paralizar económicamente a China, a la que Estados Unidos considera como la principal amenaza a su hegemonía global.
Para Trump, las negociaciones con Vietnam o con cualquier otro país sólo tendrán éxito para evitar los aranceles “recíprocos” punitivos si se satisfacen completamente los intereses económicos y geopolíticos del imperialismo estadounidense. Ante la falta de margen de maniobra, los países se verán cada vez más forzados a elegir un bando, un proceso que conduce a la formación de bloques comerciales y monetarios, como en los años treinta, cuyo resultado fue la guerra mundial.
El régimen chino está extendiendo la mano no sólo al sudeste asiático, sino también a otros países que enfrentan aranceles elevados por parte de Estados Unidos. La semana pasada, China mantuvo videollamadas con funcionarios de la Unión Europea y Malasia, actual presidente de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), así como con Arabia Saudita y Sudáfrica.
Xi hizo un llamado al primer ministro español Pedro Sánchez, que lo visitó el pasado viernes, declarando que China y los países europeos deberían oponerse a “los actos unilaterales de acoso”, haciendo referencia, evidentemente, a la administración Trump. Se espera que los dirigentes de la Unión Europea viajen a Beijing en julio para celebrar una cumbre con el presidente chino.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de abril de 2025)